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Opinión

11 de Junio de 2019

Columna: El complejo desafío de la construcción curricular

"Es una difícil tarea la de incorporar los saberes más relevantes en 14 horas de plan común, pero más difícil todavía es poder comprender la complejidad de la elaboración curricular sin mirar el cuadro completo, la totalidad de la trayectoria formativa, las implicancias que tiene para el aprendizaje la mantención de 12 asignaturas por nivel con más de 30 objetivos por año".

Verónica Salgado
Verónica Salgado
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Los cambios curriculares que fueron anunciados en las últimas semanas por el Ministerio de Educación no dejaron indiferente a nadie, las comunidades académicas, docentes y el estudiantado miran con recelo lo que se ha titulado como la eliminación de la asignatura de historia, geografía y ciencias sociales, artes y educación física del currículum nacional de 3° y 4° año de enseñanza media. El descontento se deja sentir con fuerza en las redes sociales y se levantan las primeras manifestaciones contra la medida.

Y es que, a modo de titular, la información no puede ser más que preocupante, sin embargo, para los interesados en cuestiones curriculares es imperante analizar estas modificaciones con profundidad y mirada crítica, acá propongo algunos antecedentes para iniciar una reflexión.

Haciendo un poco de retrospectiva, recordemos que el 2015 la Mesa de Recomendaciones para una Política de Desarrollo Curricular, en la que participaron dos premios nacionales de educación, ex coordinadores nacionales de la unidad de currículum y evaluación del Ministerio, representantes del Colegio de Profesores y expertos en educación entre otras personas, recomendó la urgencia de establecer políticas de estado en materia curricular lo que en la práctica significa terminar con la elaboración de un nuevo currículum cada vez que asume un nuevo gobierno. Además, apuntó la necesidad de generar un currículum menos abultado al alero de su falta de efectividad.

Sin querer formular un malentendido, esta comisión no recomendó explícitamente la eliminación de ninguna asignatura, pero indicó la necesidad de revisar la pertinencia de tener un currículum sobrecargado de contenidos -entre otras cuestiones de gran importancia para la política pública en educación- sus conclusiones se pueden revisar en el Informe de Recomendaciones para una política nacional de desarrollo curricular publicado por el Ministerio en 2016.

Un ámbito de disputa política

Como bien sabemos todos quienes trabajamos en currículum, este es un ámbito en permanente disputa política e ideológica dado que sustenta la formación de la ciudadanía y pone en relevancia conocimientos y habilidades que todos los y las estudiantes de un país deberían aprender. Por eso, es tan relevante que el currículum deje de estar en manos de los gobiernos de turno y se articule como política de estado, respetando las definiciones que se hagan en función de organismos técnicos, expertos en las materias, sociedad civil, estudiantes y por supuesto el profesorado.

Otro antecedente relevante es que la enseñanza media pública en Chile tiene al menos dos currículums, uno para quienes estudian en establecimientos de modalidad técnico profesional y otro para los colegios científico-humanistas. Los primeros representan poco menos que el cuarenta por ciento de la matrícula escolar y alrededor del treinta por ciento en educación superior. Entonces, ¿qué explica que casi la mitad de los y las estudiantes reciban una formación diferente que merma las oportunidades de acceder a la educación superior en igualdad de condiciones?

Durante el año 2016 entraron en vigencia las Bases Curriculares para las especialidades de la Educación Técnico Profesional. Estas Bases eran acompañadas de un Plan de estudio que proponía 22 de horas para el currículum de las especialidades. Esto da como resultado 14 horas para la formación general o plan común, mientras que los establecimientos científico-humanistas tienen en la actualidad 27 horas de formación general. Si se quiere pensar un currículum común a todos los y las estudiantes, es necesario ajustarse al plan de estudio de quienes cuentan con menos horas disponibles.

Es decir, se establece la premisa de que, si el currículum es para todos -lo que debería asegurar el mismo acceso a oportunidades de aprendizaje- este ciclo tendría que ajustarse a 14 horas. De modo contrario, no es posible tener un currículum nacional igual para todos los y las jóvenes del país. Solo para quienes no tienen ese dato, hoy los planes de estudio de colegios técnico-profesionales no incluyen filosofía, educación física ni ciencias naturales lo que va en desmedro de la formación integral de casi el cuarenta por ciento de la matrícula de educación pública secundaria.

Ahora bien, entendamos que la igualdad horaria en los planes de estudio no da garantía alguna de equidad en la formación de los y las estudiantes, pero por lo menos incorpora la mirada de un actor que estaba siendo invisibilizado en las definiciones curriculares precedentes bajo la injusta premisa de la formación para el trabajo, como si los estudiantes de establecimientos científico-humanistas no fueran a ingresar al mundo del trabajo, o los de colegios técnico profesionales no estuvieran ingresando a la educación superior. Eso sería tener una mirada bastante desactualizada de las trayectorias educativas de los jóvenes en Chile.

Educación ciudadana Vs. detenciones ciudadanas

Otro elemento a considerar y que también ha sido parte de los titulares, es la incorporación de una nueva asignatura de Educación Ciudadana. Es relevante conocer el origen de esta iniciativa, porque eso nos remite a los procesos de elaboración de currículum en el país. En Chile, es el Ministerio de Educación quien propone definiciones curriculares al Consejo Nacional de Educación (CNED) órgano autónomo del Sistema de Aseguramiento de la Calidad. Es entonces en este circuito donde se define tanto la existencia como el contenido de las asignaturas escolares, cuestión que está definida en la Ley General de Educación 20.370 que recordemos derogó a la antigua LOCE.

Sin embargo, la asignatura de Educación Ciudadana fue mandatada por el Congreso Nacional que a partir de la entrada en vigencia de la Ley 20.911 define por una parte la construcción de los Planes de Formación Ciudadana y por otra, la creación de una asignatura para los niveles de 3° y 4° medio, lo que establece en su artículo 2°. Acá no pretendo establecer una evaluación sobre la pertinencia de contar o no con una asignatura de estas características, sino indicar que la prescripción de asignaturas por parte de un organismo externo a lo establecido en la ley, otorga cuanto menos, complejidad al diseño curricular.

En el origen de esta moción se encuentran múltiples preocupaciones, la primera dice relación con la demanda estudiantil ha levantado con más o menos fuerza la necesidad de incorporar educación cívica al currículum escolar, la segunda viene dada por preocupación sobre los grados de democratización de la sociedad, sin ir más lejos, el Estudio Nacional de Formación Ciudadana, aplicado por la Agencia de Calidad de la Educación en escolares de 8° básico en 2018 demostró que el 66% de ellos está de acuerdo con las detenciones ciudadanas y la justicia por las propias manos, lo que va en total disociación con una sociedad democrática, en donde no solo la ciudadanía, sino el estado y varias de sus instituciones de orden han demostrado atracción por la violencia. Un tercer aspecto a mencionar es la clara necesidad de formar ciudadanos que participen en los procesos eleccionarios dado el aumento de la abstención en las elecciones a partir de la instauración del voto voluntario, elemento fundamental para entender por qué esta asignatura tiene su origen en el parlamento.

No pretendo acá evaluar los argumentos de uno u otro grupo para justificar la existencia de una asignatura de Educación Ciudadana, parece ser que existe un amplio consenso sobre su pertinencia. Su contenido y propósitos formativos son claramente el mayor espacio de disputa que ha existido en los últimos años en el currículum nacional. Esto da por sentado que no existe acuerdo en la sociedad chilena sobre el tipo de ciudadano que quiere formarse, de cualquier forma, resulta atractivo que temas de total significancia como la libertad y el rol del estado, la participación de las empresas en la política, la relación entre ciudadano y consumo, la legitimidad de los movimientos sociales, entre otras interesantes discusiones hayan sido puestas sobre la mesa.

Un proceso poco participativo

Lamentablemente han sido pocos los que han participado de esta construcción, un grupo diverso pero acotado, donde profesores y estudiantes no han estado representados. Con todo, lo que sabemos de esta asignatura son solo titulares no menos atractivos, justicia social, derechos humanos, ética política, acceso a la justicia y espacio público, todo parece indicar que la nueva asignatura de Educación Ciudadana viene a cubrir un necesario espacio en el currículum escolar, esta vez para todos los y las estudiantes independiente de su trayectoria y modalidad educativa.

Algunos han levantado la bandera de la comunicación, un nuevo error de comunicación del Ministerio de Educación. Yo lo entiendo más como el corolario de un proceso poco participativo, con resabios de una concepción tecnocrática de la educación y del docente, pero como el paso a la comprensión del currículum nacional como política de Estado, cuestión no menor porque con la estabilidad curricular deberíamos esperar la estabilidad en una cantidad significativa de políticas públicas de educación que se orientan por estas definiciones. Esperemos que este gobierno y los venideros entiendan eso.

Es una difícil tarea la de incorporar los saberes más relevantes en 14 horas de plan común, pero más difícil todavía es poder comprender la complejidad de la elaboración curricular sin mirar el cuadro completo, la totalidad de la trayectoria formativa, las implicancias que tiene para el aprendizaje la mantención de 12 asignaturas por nivel con más de 30 objetivos por año. Defender ese modelo, sería defender un modelo cuya eficacia en términos de formación integral y ciudadana está absolutamente en jaque hace muchos años.

El desafío es que las comunidades académicas y docentes comprendan la complejidad de la construcción curricular y puedan mirarse a sí mismos como actores válidos en la discusión sobre aquello que es relevante incorporar en la definición curricular con altura de mira y que el gobierno de turno, el que sea que esté de turno, entienda que dos pilares fundamentales para pensar la construcción curricular son la estabilidad y la participación.

Por Verónica Salgado
Magíster en Ciencias, Universidad de Sao Paulo. Profesora de Historia y Cs. Sociales, licenciada en Educación UAHC. Profesional de la Dirección de Aseguramiento de la Calidad (DAC).

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