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Opinión

9 de Agosto de 2019

Columna de Leonardo Rissetti, secretario general de Revolución Democrática: Diálogo con convicciones

"Rebajar los sueldos de las altas autoridades públicas, integrar solidaridad al sistema de pensiones, decir no más corrupción en los municipios, en el poder judicial, en el Congreso, son posiciones que hemos planteado con una alta aceptación ciudadana y que son urgentes para poder mejorar la confianza y las condiciones de vida de las personas", escribe Leonardo Rissetti en esta columna, donde aborda el diálogo con el gobierno.

Leonardo Rissetti
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En este gobierno se ha manoseado la palabra diálogo. El propio Presidente la ha utilizado en una estrategia consciente para dividir a la oposición entre los que le dan el gusto y los que no, entre los que tienen ideas diferentes y con los que se han arreglado históricamente para llegar a acuerdos.

La palabra diálogo es definida por la RAE como una “plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos”. El diálogo en ese sentido es un pilar sobre el que se construye la democracia, que implica el intercambio de ideas, concepciones del mundo, propuestas u opiniones diferentes que enriquecen una conversación.

Pero parte importante de las y los políticos tradicionales están convencidos de que el diálogo tiene límites, que existen ciertos temas que incomodan y no deberían tocarse porque están contenidos en el pacto al que llegó la Concertación con la derecha para administrar el país durante la transición a la democracia, lo que algunos nostálgicos llaman los “amplios consensos”.

Del modelo heredado de la dictadura poco se habló hasta que irrumpieron nuevas y nuevos actores. El límite impuesto sobre el consenso doble, las instituciones y el modelo económico ha forzado históricamente un debate público mucho más acotado que hoy se cuestiona legítimamente, ampliando el límite de lo posible.

Por eso, rechazamos las caricaturas que se han querido construir respecto a que los partidos del Frente Amplio no son dialogantes y reafirmamos la vocación de diálogo como una forma esencial para hacer política. Sin embargo, creemos que ese diálogo debe hacerse de manera honesta y con las convicciones por delante. No tenemos miedo de levantar propuestas que nos permitan avanzar a un nuevo modelo de desarrollo más igualitario y justo, de hacer un pacto institucional de la mano de una nueva Constitución Política nacida en democracia, y de presentarlas ante quien sea con tal de buscar puntos en común. Tampoco tenemos miedo a plantear nuestro desacuerdo con medidas que nos parecen regresivas e injustas.

Hemos asistido a La Moneda en más de una ocasión invitados por el Presidente de la República, nos reunimos con el Ministro del Interior para proponer mejoras a la democracia, llevamos propuestas al director de Presupuestos para avanzar hacia un Estado verde. Si eso no es una apertura al diálogo, ¿qué es?

Rebajar los sueldos de las altas autoridades públicas, integrar solidaridad al sistema de pensiones, decir no más corrupción en los municipios, en el poder judicial, en el Congreso, son posiciones que hemos planteado con una alta aceptación ciudadana y que son urgentes para poder mejorar la confianza y las condiciones de vida de las personas.

Vemos que existen políticos del resto de la oposición que en tiempos de elecciones plantean un discurso, pero cuando están en el Congreso cambian sus ideales a conveniencia y esto ha quedado al descubierto en quienes han entregado sus votos para aprobar la reintegración tributaria, que es una medida en favor de los más ricos del país, o los que aprueban la reforma previsional que no soluciona los problemas de las y los pensionados y que mantiene el negocio de las AFP. Son estos mismos los que cuando se acercan nuevas elecciones llaman a conseguir acuerdos electorales para derrotar a quienes luego les entregarán los votos, accediendo así al retroceso de nuestros derechos.

No compartimos la utilización del diálogo como un concepto vacío y a conveniencia como lo hacen otras y otros actores políticos. A la ciudadanía le cuesta entender por qué sus representantes se niegan a ciertas propuestas de sentido común y urgentes, o que políticos que comparten ciertas ideas cambien tan rápido sus convicciones cuando se trata de buscar protagonismo, aparecer en las encuestas o procurarse un pequeño espacio de poder. En contra de estas formas de hacer política, nosotras y nosotros, buscaremos proponer y dialogar, con honestidad y con convicciones.

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