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Nacional

16 de Agosto de 2019

Acompañando a una guagua sola

Más de mil niños entre 0 y tres años están cada año solos en hospitales o en casas de acogida. Cuando los bebés no tienen una figura de afecto estable desarrollan un daño psíquico que se conoce como cuadro afectivo carencial: no fijan la mirada, se resisten al contacto, se enferman más y presentan retrasos en su desarrollo. Sin embargo, gracias a un médico que se dio cuenta de la urgencia de esta situación, desde el 2013 existe un programa en el que voluntarias acompañan a algunos de estos bebés para brindarles cariño y contención hasta que llegan a su familia definitiva. Aquí tres de ellas cuentan sobre su propia experiencia de amor incondicional acompañando a un bebé que antes estaba solo.

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24 de marzo de 2017. Hoy recibo el llamado. Hay un bebé esperando en el hospital San José. Nació el 11 de marzo. Cuando la madre llegó al hospital dijo que tendría a la niña y que luego se iría. Así fue. No tiene nombre, su madre no la inscribió. Algunos le dicen el nombre de su madre. Otros la llaman “La 14” por su número de cuna. Duerme durante toda mi visita de dos horas. Tiene 13 días. Intento presentarme en tono bajo y le digo que vendré mañana y todos los días siguientes para acompañarla. 

La psicóloga Vania Vlahovic llevaba un año esperando este momento. Antes, había leído un artículo de 2014 en la revista Paula que la remeció. Se llamaba Estas Guaguas Están Muy Solas y ahí el psiquiatra Eduardo Jaar contaba sobre la situación que vivían decenas de bebés que son abandonados en hospitales o cedidos en adopción por su familia de origen, los daños psíquicos que sufrían estas guagüitas al no tener una figura de afecto estable que más allá de satisfacer sus necesidades fisiológicas, los tomara en brazos, los mimara, contuviera e hiciera cariño. También hablaba del programa de intervención que estaba desarrollando junto con un equipo para formar cuidadores temporales que acompañaran a estos bebés hasta que llegaran a su familia definitiva y así, evitar este daño en su desarrollo. Al leer el reportaje, Vania recordó una clase en la universidad en la que le habían hablado sobre la depresión en bebés y cómo se le habían llenado los ojos de lágrimas. Entonces decidió escribirle al doctor Jaar para ser parte de este grupo de voluntariado que trabaja en coordinación con la Fundación San José. En marzo de 2016 comenzó su formación. Un año más tarde, estaba allí: con una niña hermosa de 13 días y sin nombre durmiendo entre sus brazos. “Vivía en una cuna y en su cajón estaba todo lo de ella, pero era todo prestado, hasta yo era prestada. Ese día me fui con esa sensación, pero con la idea de hacerlo bien y de ser una figura importante para ella”. 

Crédito: Charles PH – @charlesdeluvio

25 de marzo 2017. Feriado de viernes santo, 14 días de vida. Hoy la fui a ver después de almuerzo, estuvo despierta todo el tiempo. Se movía mucho. Movía su boca como un pajarito. Parecía que quería decirme algo. Volví a presentarme, no sé si ayer me oyó. Me parece tan pequeña, pero despierta. Lleva 14 días en el hospital, solo recibiendo atenciones básicas. Pienso que es una luchadora.

***

2010. El psiquiatra Eduardo Jaar observaba a un bebé prematuro en el hospital San José para un trabajo. Así fue cómo en otra cuna vio a un recién nacido que no tenía visitas. Recibía atenciones básicas: medicina, alimento, muda de pañales, pero nadie lo paseaba, lo calmaba o lo hacía dormir. El equipo que brindaba los cuidados básicos no podía  hacerlo: el trabajo es arduo y para poder sostenerse allí, muchos desarrollan ciertos mecanismos de defensa para no encariñarse demasiado. El doctor quedó impactado, conmovido. Había leído sobre el concepto de hospitalismo, pero creía que con los avances de la medicina este tipo de enfermedades ya no sucedían. ¿Bebés solos en pleno siglo XXI? A raíz de esta experiencia, comenzó a profundizar en el tema y desarrolló un programa de trabajo psicoterapéutico con bebés que el 2013 ofreció a la Fundación San José para evitar que esos niños presenten lo que se conoce como carencia afectiva crónica. Los primeros grupos de voluntarias fueron exclusivamente psicólogas. Hace poco, el programa se abrió a voluntarias que no necesariamente trabajan en el área médica.

Crédito: Luma Pimentel @lumapimentel

 “En su desarrollo, el niño necesita de otro que esté a su lado y que se vincule con él. La ausencia de esa persona hace que su mente tenga que tomar otros desvíos que lo llevan a un comportamiento patológico. Como el bebé todavía tiene un aparato mental muy rudimentario, tiene más dificultad para procesar situaciones traumáticas. Así, es el cuerpo que sufre: se descompensan más frecuentemente con infecciones, tienen enfermedades a la piel, son niños que se demoran en crecer, tienen retraso psicomotor, presentan retraso en fijar la mirada, en adquirir la sonrisa social. Tienen un llanto que denota mucha angustia, dejan de llorar cuando están extenuados. Tienen el cuerpo rígido y desarrollan mecanismos evitativos al contacto. Se golpean ellos mismos y cuando crecen, golpean a sus compañeros. Son niños tristes, desvitalizados”, explica el especialista. 

Daniela Ochoa había fantaseado mucho con un niño de tez clara que la esperaba. Cuando en marzo de 2017 conoció a Francisco se dio cuenta de que era tal y como lo había imaginado. Daniela tenía entonces 27 años. Francisco había pasado 10 días solo en el hospital. Su mamá tenía antecedentes de enfermedad mental y no había podido hacerse cargo de sus cuatro hijos anteriores. Francisco ya daba cuenta del abandono: estaba bajo de peso, se resistía al contacto, evitaba la mirada de Daniela, no le gustaba que lo tomaran en brazos y se ponía rígido. “Era muy majestuoso en su resiliencia, muy elocuente desde chiquito en expresar lo que le pasaba. Tenía mucha historia de abandono, pero a la vez una gran capacidad para perdonar a la vida”, recuerda Daniela. La psicóloga no desistió. Y siguió yendo a verlo sagradamente cada día hasta la casa de acogida donde estaba. Poco a poco, Francisco se empezó a entregar.

Crédito: Joshua Reddekopp@joshuaryanphoto

Cuando Mariana Achelat leyó el reportaje de revista Paula, tampoco podía creer lo que pedían. “No son pañales ni plata, sino ir a abrazar a una guagüita. Es algo que va hacia el pilar de un ser humano. Le estás cambiando la vida a esa persona”, dice ella.  Así, llegó al programa de voluntariado. Cuando contó en su entorno lo que iba a hacer, casi todos se preocuparon por ella. “Vas a sufrir”, le dijeron. “Sí, pero que me pase a mí, no se compara con lo que le pueda pasar a esa guagua sin tener a alguien a su lado”, les respondió ella. “Me di cuenta de que la gente estaba muy centrada en sí misma. Se preocupaban más por mí que por la guagua. Muchas personas me decían: “yo no podría hacerlo”. En julio de 2018 conoció al bebé que acompañó durante tres meses. “En cuanto lo vi, me enamoré. Era precioso. Estaba muy tranquilo en su cuna durmiendo. Yo lo regaloneaba, le daba besos, lo tomaba y no lo soltaba. Era parte de mí. Sí, te dan ganas de meterlo en la cartera y llevártelo, de llevártelos a todos, pero en eso el programa te ayuda mucho”, dice. El programa de acompañamiento incluye una formación de tres meses de las voluntarias y la contención emocional del grupo en una reunión semanal dirigido por la psicóloga Harue Tsunekawa y el doctor Jaar. La experiencia del acompañamiento es emocionante, pero también intensa: la idea es visitar a ese bebé todos los días al menos una hora para construir un lazo afectivo con él, responder a sus demandas emocionales y prepararse para dejarlo partir una vez que llegue la familia definitiva. 

Al mes y medio, el bebé que Mariana acompañaba cayó enfermo con virus sincicial y estuvo hospitalizado diez días. Mariana estuvo con él durante toda su estadía y se dio cuenta de que todas las guagüitas estaban con sus papás, excepto su bebé. Como ella no era la mamá, nadie le daba explicaciones de su estado. “Te sientes a la deriva. Lo quieres como a un hijo, pero no tienes voz ni voto con respecto de lo que deciden sobre él. En todas las camas ponían las placas con el nombre del bebé y sus papás. Con mi bebé, solo decía su nombre y nada más. Me gatillaba cosas”, cuenta Mariana. Sin embargo, a la semana se sorprendió cuando vio la placa del bebé que acompañaba. Decía su nombre y abajo, “Tía Mari”. 

Crédito: Aditya Romansa @adroman

Daniela ya llevaba un año y medio acompañando sagradamente a Francisco cuando apareció una tía materna que mostró interés en cuidarlo. Luego de una exhaustiva evaluación y un tiempo de visitas regulares, le dieron el cuidado personal del niño.  Pero las cosas no funcionaron y hubo dificultades para que el niño pudiera integrarse a la familia. Al poco tiempo, fue devuelto al hogar. Francisco estaba mal. Empezó a presentar síntomas regresivos: tuvo soriasis, cólicos y hongos en la boca, y se le empezó a descamar el cuero cabelludo. Daniela no lo dejó por un minuto. “Siempre necesitó que le demostrara que yo estaba con él. Y eso hice: estar ahí para que supiera que era importante para mí”. De regreso en el hogar, un día mientras Daniela le ponía aceite en su cabecita, Francisco pronunció su nombre por primera vez. “Dani”, dijo. En el hogar le permitieron que sacara a Francisco algunos días del fin de semana. Daniela lo llevó al parque, a comer, a jugar. A principios de este año, Francisco fue adoptado. A esas alturas, Daniela había estado a su lado durante dos años, la experiencia de acompañamiento más larga que ha tenido hasta ahora el programa. 

***

10 de junio 2019. 91 días de vida. La bebé ha sido asignada a una familia, nuestros días han entrado en cuenta regresiva.  Cuando llegué, estaba llorando. Tenía el pelo desordenado, tuve que calmarla. La mudé, le di su leche, la peiné, la perfumé y le eché su crema. Comenzó a conversar y a sonreírme. Le dije que ya faltaba lo último para que se fuera con sus papás. Le dije que estaba feliz por ella y que la acompañaría en todo el proceso. Ella suspiró y pronto se durmió agarrándome con su mano el delantal. 

Crédito: Irina Murza @irinamurza

Vania le compró un vestido nuevo para el día en que la bebé conociera a sus papás. Y se empezó a preparar emocionalmente para la despedida. 

Cuando rezaba, Mariana siempre pedía lo mismo: que los futuros papás del bebé que cuidaba fueran cariñosos y que ojalá la aceptaran a ella o al menos, le mandaran fotos del bebé de vez en cuando: que la cuidadora siga viendo al niño después de adoptado, queda a criterio de cada familia.  Alguien la escuchó: cuando entregó al bebé a sus papás, ellos estaban felices de conocerla: les preocupaba pensar que su futuro hijo estaba solo mientras los esperaba. Mónica Espinoza, asesora técnica de la Fundación San José cuenta que la Fundación ayuda a hacer ese enlace entre la cuidadora y la familia definitiva. “Hemos hecho un trabajo para que las familias se abran a la figura de la voluntaria. En general tienen una buena recepción y validan la figura. Para ellos es tranquilizador saber que su hijo no estuvo solo mientras ellos no estuvieron”, explica.

Hasta ahora Mariana sigue viendo al bebé de vez en cuando. “Yo he ido a su casa y ellos a la mía. Me han pedido que vaya a cuidarlo cuando salen de noche, también fui a su bautizo. Ellos han sido muy generosos conmigo. Fue un milagro. Es una experiencia dura, pero vale la pena de todas maneras. Es difícil porque no puedes opinar, tienes que estar a disposición de la Institución, no puedes ir a buscarle un pediatra si se enferma porque no es tu hijo. Solo estás ahí por cariño. No puedes hacer otra cosa que no sea darle cariño”. 

A comienzos de este año la Fundación le comunicó a Daniela que ya tenían candidatos para ser los papás de Francisco. Daniela pudo dar su opinión sobre la pareja que sería más compatible con el bebé. Cuando finalmente acompañó a Francisco al primer encuentro con sus papás, ellos le dieron las gracias por haberlo cuidado durante esos dos años. Francisco se adaptó de inmediato a su nueva familia y no mostró las secuelas que sí tienen otros niños que han pasado por el trauma del abandono y la institucionalización. “Los niños que han tenido esta oportunidad pueden esperar más por su mamadera, no se desorganizan tanto en sus ansias ni en su llanto, no hacen las manifestaciones del cuadro carencial. Se adecuan bien, se adaptan al nuevo ambiente y construyen un lazo positivo con los papás”, dice el doctor Jaar. Ahora Francisco va al jardín infantil, está feliz con sus padres y sigue viendo a Daniela todas las semanas. En el living de su casa, los papás pusieron una foto de los dos juntos. “La parte más reconfortante es verlo ahora, saber que se entregó con los papás y ha demostrado su capacidad afectiva de una forma saludable. El vínculo que formamos va a estar siempre. Es vivir el amor incondicional en una experiencia que tú buscaste y con alguien que no conocías”, dice Daniela.

“Si valoráramos en dinero lo que hacen las voluntarias de manera gratuita, es algo impagable. Lo que el Estado aporta es muy escaso y cada vez se hace más difícil reunir recursos. La gente es más dada a regalar cosas, un coche, pañales, ropa, pero nos cuesta pagar el recurso humano, estos elementos de apoyo. Sostener una residencia para niños es muy caro. Para nosotros, lo que este programa y las voluntarias hacen es un regalo, un compromiso vital que puede cambiar la vida de un niño. Difundir este programa es dar la alerta de que hay cosas que están pasando y no podemos hacernos los tontos”, dice Mónica, psicóloga de la Fundación San José. Hasta ahora gracias al programa de acompañamiento y abordaje psicoterapéutico, más de 30 niños han podido tener esta figura de apego y acompañamiento durante su tránsito a una familia definitiva. Sin embargo, los niños en esta situación son muchos más: solo el 2018 hubo 1354 niños entre 0 y tres años en residencias de la red de Sename. 

28 de junio de 2017. Vania guardó en un bolso la ropa, los juguetes y el tuto con una cabeza de conejito de la niña que acompañó durante casi tres meses. En el auto, los papás de la bebé habían instalado un huevito para llevársela a su nueva casa. La pareja estaba feliz: habían vivido muchas pérdidas y ansiaban ese momento durante mucho tiempo. El papá le entregó el bebé a Vania. “Despídete tranquila de ella”, le dijo. Vania miró a la bebé y le dijo que había sido muy bonito conocerla, que ella sería feliz en su nueva familia y ella también estaría contenta por ella. “Te voy a amar por siempre”, le susurró. Luego, la puso en los brazos de sus papás. “Me fui llorando todo el camino de regreso a mi casa, pero contenta. Es un sentimiento súper fuerte, una felicidad tan grande y tan triste a la vez. Yo decía: “Esta es mi hermosa tristeza”, dice Vania.  Ese mismo día en la tarde, los papás de la bebé, le mandaron una foto de ella durmiendo en su nueva cuna. Vania se sintió emocionada y agradecida. 

Crédito: Liane Metzler @liane

Tres días después, visitó a la niña en su nuevo hogar. Estaba hermosa, con vestido nuevo y los papás le dijeron que se había adaptado muy bien: dormía sin problemas y estaba contenta. Vania la tomó en brazos y ambas miraron los paltos que crecían al otro lado de la ventana de la casa. “Esto es lo que siempre soñamos. No más guaguas llorando, silencio, pura paz. ¿Qué más podíamos pedir, enana?”, le dijo. 

11 de marzo de 2018. Primer año de vida. Ocho meses sin vernos, no sabía qué reacción tendría al verme. Al llegar, está en brazos de su abuelo materno. Se ve hermosa y grande. Me la entregan. “Hola, ¿cómo estás, ¿te acuerdas de mí? Has crecido mucho”. Ella me sonríe, como a una extraña que le ha caído en gracia.

Vania estaba feliz. La niña se veía contenta, ya decía sus primeras palabras – mamá, papá, tata – y estaba aprendiendo a caminar con ayuda. Toda la familia, tíos, abuelos, papás, estaban dichosos con ella. Ese día le cantaron el cumpleaños feliz sentados alrededor de la mesa. Meses más tarde, los padres volvieron a invitar a Vania a un evento familiar. “Subamos al segundo piso, te queremos mostrar la nueva pieza”, le dijeron. Una vez allí, le pidieron algo que ella no esperaba: “¿Quieres ser la madrina de nuestra hija?”. De inmediato Vania dijo que sí. 

Para ser parte del grupo de voluntarias que acompañan a un bebé, pueden escribir a [email protected]

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