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Reportajes

13 de Noviembre de 2019

Gustavo Gatica: “Regalé mis ojos para que la gente despierte”

Se lo dijo Gustavo Gatica a su madre en la clínica Santa María, donde permanece internado desde el 8 de noviembre. Ese día, el joven recibió dos balines disparados por Carabineros en Plaza Italia, que lo tienen con un daño tan severo en ambos ojos, que los informes médicos no descartan que pueda quedar ciego. Carlos Gajardo, abogado de la familia, interpuso una querella contra quienes resulten responsables de un hecho que lo marcará de por vida, y que es el símbolo de más de 200 heridos por lesiones oculares que se han producido durante el estallido social.

Por

Por Gabriela García y Jorge López Orozco

Fotos: Academia de Humanismo Cristiano y Jorge López Orozco

—¡Váyanse! ¡Fuera de aquí!— gritaban furiosas las más de 300 personas congregadas afuera de la Clínica Santa María, cuando un piquete de Fuerzas Especiales de Carabineros, compuesto por una decena de radio patrullas y carros blindados, comenzó a gasearlos con lacrimógenas y gas pimienta, la tarde del sábado 9 de noviembre.

Las tensiones con la policía se repiten desde hace casi un mes en las distintas manifestaciones que tienen lugar en Chile. Pero esta vez la escena escapaba a toda lógica. La impotencia, la indignación y el caos eran totales.

Los manifestantes se habían reunido allí para entregarle apoyo a Gustavo Gatica Villarroel: un joven de 21 años, estudiante de tercer año de la carrera de Psicología de la Academia de Humanismo Cristiano, que justo en ese mismo momento enfrentaba una cirugía decisiva. El día anterior, y mientras participaba de la marcha de Plaza Italia, dos balines percutados por Carabineros se incrustaron en sus globos oculares. Producto de ese impacto, quedó totalmente ciego del ojo izquierdo, y con altas probabilidades de perder la visión en el ojo derecho.

La denuncia se difundió rápidamente por redes sociales. Este caso era el corolario de otras 200 personas que han resultado heridas en sus ojos durante el estallido social y producto de la represión policial con el uso de armamento no letal.

Este número de lesiones no tiene ningún parangón en el mundo. Y ha escandalizado a organismos como el Instituto Nacional de Derechos Humanos, Amnistía Internacional o la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Los que llegaron ese sábado a la Clínica Santa María para entregarle mensajes de apoyo a Gustavo, levantaron la voz para terminar de una vez por todas con el uso de balines y perdigones por parte de la policía chilena.

La Academia de Humanismo Cristiano, alma mater de Gustavo, ha sido una de las más activas en ese llamado. Para Patricio Soto, uno de los vicerrectores de esa institución, el disparo que recibió Gustavo debió ser a “corta distancia y directamente en el rostro”.

—Quien lo hizo tuvo la intención de provocarle un daño irreparable y, lo que es peor, tenía la autorización para hacerlo. Un paco disparó, pero Piñera es el responsable político. Hay intención de detener la explosión social, criminalizarla y de caer sobre ella de la manera más brutal— dijo en las afueras de la clínica.

El Director General de Carabineros, Mario Rozas, indicó esta semana que el autor del disparo está identificado pero se desconoce aún su identidad.

—Estamos en una situación de indignación, de rabia, pero sobretodo de búsqueda de justicia: vamos a impedir que estas situaciones queden impunes— agregó Álvaro Ramis, rector de la Academia.

La familia de Gustavo

***

Quienes estuvieron en Plaza Italia concuerdan que el viernes 8 de noviembre, la represión policial fue particularmente violenta. Mientras la marcha más grande que se ha llevado a cabo desde el 25 de octubre, se tomaba las calles con cánticos, bailes y fuegos artificiales, lo que se veía en Vicuña Mackenna, era un verdadero infierno.

A los voluntarios de La Brigada: un grupo de 45 profesionales de la salud que se organizó para ayudar a los heridos desde que empezó el estallido social -médicos, paramédicos, enfermeros-, les consta.

Rodrigo Núñez, coordinador del grupo distribuido en cuatro puntos estratégicos de la manifestación, dice que lo vio venir. Esa misma semana, y durante la exposición que realizó en la Comisión de Derechos Humanos del Senado, expresó su preocupación por el aumento de víctimas con disparos a quemarropa efectuados por Carabineros. La Brigada también era continuamente baleada y gaseada con pimienta y lacrimógenas, lo que ponía en riesgo la integridad de los voluntarios y de los pacientes.

Teníamos la sensación de que algo muy malo iba a pasar, así que en vez de reunirnos a las 15 horas como acostumbramos hacer, ese viernes llegamos dos horas antes. Y no nos equivocamos— dice Núñez.

Los brigadistas dicen que la lluvia de disparos por parte de Fuerzas Especiales se intensificó apenas comenzó la marcha, fijada para las 17 horas. Y que Reñaca con Vicuña Mackenna, a media cuadra de la Estación Baquedano, fue uno de los puntos más conflictivos.

—Era como estar en una guerra. La cantidad de heridos y de personas con problemas respiratorios, era desoladora. Teníamos que enviar refuerzos todo el tiempo. A las 18 horas, habíamos atendido siete traumas oculares graves, una veintena de personas impactadas por balines en distintas partes del cuerpo, además de un niño impactado por una bomba lacrimógena que lo dejó con quemaduras grado tres y el hueso astillado— cuenta José González (28), enfermero de la Universidad Católica del Norte, experto en ventilación mecánica, reanimación y contención de pacientes de extrema gravedad.

González es reconocido por sus pares como un voluntario de avanzada, vale decir, que es uno de los brigadistas que entran en medio de la balacera para entregar primeros auxilios a pacientes que se encuentran en riesgo vital, o no pueden moverse por sí mismos.

José creía haberlo visto todo. Pero a las 18:30, y mientras los cantos de la Garra Blanca sonaban con fuerza, recibió una noticia que, dice, lo marcará para siempre: un joven de 21 años acababa de ser impactado por dos balines en sus ojos. Sangraba profusamente por sus cuencas, mientras un hombre adulto lo cargaba hasta el punto de atención médica porque no podía sostenerse en pie.

“Masculino, 21 años, trágicamente inestable, hipotenso, pérdida de sus dos cavidades oculares, se desconoce la magnitud, se necesita traslado inmediato y apoyo de SAMU”, comunicó José por radio, alertando a todos los voluntarios.

—Cuando lo vi llegar, supe que tenía que ser mi prioridad. Venía sin sus ojos. Por sus mejillas corrían lágrimas de sangre, y el shock le impedía hablar. Yo tengo experiencia en tragedias, estuve en Chañaral buscando gente desaparecida, estuve en la erupción del volcán Melipeuco y trabajé en el terremoto de Concepción, pero esto era absolutamente fuera de serie, jamás había visto un daño de esa magnitud y menos ocular. Era muy chocante todo— dice González con la voz quebrada.

—No te voy a dejar solo— dice José que le repitió sin parar a Gustavo Gatica, mientras un grupo de cinco voluntarios armaban un improvisado pabellón en la vereda. Con guantes y pecheras que tenían que cambiar constantemente producto de la contaminación de los gases lacrimógenos, lograron parar la hemorragia mediante compresas, estabilizar su actividad circulatoria y respiratoria con el suministro de 750 mm de suero, una vía venosa, y un lavado quirúrgico que les permitió dimensionar realmente la tragedia.

—Uso lentes de contacto— fue lo único que Gustavo Gatica alcanzó a decir antes de perder el conocimiento.

José continúa:

A las 18:45 Gustavo, pese a estar estable, podía generar un paro cardiorrespiratorio en cualquier momento, por lo que necesitaba con urgencia una ambulancia. Para eso intentamos llevarlo hasta el hospital de campaña que tenemos en Pío Nono con Bellavista, pero Carabineros no nos daba tregua para la evacuación. Los perdigones y las bombas seguían sin parar, así que decidimos llevarlo al polichoque ubicado en la calle Santiago Bueras, detrás del GAM.

Eran apenas unas cuadras de distancia, pero los voluntarios aseguran que le tuvieron que pedir a la Garra Blanca que blindaran la salida de Gustavo, y que dispersaran a Carabineros. Seis voluntarios lo cargaron en una camilla que, a su vez, iba rodeada de seis escuderos para protegerlo.

—En el trayecto entró en un shock respiratorio complicado. Respiraba pero de manera muy inestable, y su presión y saturación estaban por las nubes, así que tuvimos que apoyarlo con un aero compresor para que pudiera ventilar mejor.

González le pasó su propia mascarilla con filtro al joven, y aguantó la respiración. Paralelamente iban llamando al SAMU, a la posta y otros hospitales que pudieran recibirlo: todos estaban colapsados.

José recuerda haber abierto su mochila: dentro de ella había un cuaderno, un lápiz y una credencial universitaria. Nada más.

Gustavo Gatica fue trasladado alrededor de las 19:15 en una ambulancia a la Posta Central. Y más tarde, ingresó por Ley de Urgencia a la Clínica Santa María. Poco después llegó también Andrieux Díaz (25). Había recibido el impacto de un perdigón en el párpado superior de su ojo derecho. Dice que cuando los doctores lo recibieron estaban perplejos:

—¿Qué es lo que está pasando allá afuera? Estás a dos box de un niño que acaba de perder los dos ojos por impacto de proyectiles–recuerda que le dijeron.

Al día siguiente, Andrieux supo que esa persona que estaba siendo atendida antes que él, era Gustavo.

—Tuve la suerte de que el perdigón me llegara en el párpado. Pero si ese proyectil bajaba dos milímetros más, me habría dañado la estructura ocular. Lo de Gustavo podría haberme pasado a mí o a cualquiera. Fuerzas Especiales no tiene criterio para controlar el desorden público. Ellos disparan directo a la cara y al cuerpo. Gustavo es la gota que rebalsó el vaso de tantos que hemos sufrido esto—dice Andrieux, mientras sigue en recuperación.

El número de atenciones de La Brigada suele oscilar entre 30 y 50 pacientes por día. Pero ese de noviembre, trabajaron hasta pasadas las 21 horas y recibieron a 137 personas en total. Doce de ellas presentaba daño ocular.

***

Un mensaje en el grupo de Whatsapp del curso de Psicología de Gustavo, avisó a los otros estudiantes de la carrera sobre el estado crítico del joven.

Cuando supe se me cayó el mundo— cuenta Norman Ríos, compañero y amigo de la misma generación de Gustavo.

“Él ha sido siempre combativo y movido. Antifascista, anticapitalista y súper piola. Es fijo en sus ideas. No tenía miedo a expresar su rabia contra los pacos y el sistema que le quitó los ojos”, cuenta visiblemente emocionado en el frontis de la Clínica Santa María donde Gustavo continúa internado.

La vocación social de Gatica Villarroel viene de familia. Residente de Colina, es hijo de Enrique y Prudencia, ambos educadores. Su hermano Enrique, en tanto, es profesor de Historia y trabaja en la Villa Grimaldi y en la organización educativa Lekòl Popilè Conchalí.

Esta herencia ha sido la impronta de Gustavo como estudiante de Psicología. Su profesora de Praxis V y VI, de la Academia de Humanismo Cristiano, Isca Leyton, lo recuerda como un estudiante responsable, que asistía a todas las clases y que llegaba a la hora.

—Es un chico simpático y humilde, receptivo a la crítica y a las sugerencias. Al aprendizaje por sobre todo— dice.

Las características del curso contemplan una pre-práctica en la que un grupo de cinco estudiantes, compuesto por Gustavo, les tocó ir a la población Torres 2, en Peñalolén. El trabajo, estaba fundamentalmente dirigido a los niños y niñas de ese territorio.

Estaba súper comprometido con ese quehacer, tratando siempre de mejorar esa práctica, de analizarla, de buscar las mejores herramientas y acciones para contribuir con esa comunidad. Se notaba que a él le gustaba mucho, que estaba comprometido con poder generar una semilla en ese espacio durante el desarrollo de las actividades de este año— dice su profesora.

Las clases en la universidad se mantienen paralizadas desde que empezaron las marchas y protestas. Isca cuenta que pretendían retomar las actividades en terreno el sábado 9 de noviembre, pero como Gustavo permanece internado en la clínica Santa María, los alumnos no tienen cabeza para ello:

Están devastados, sienten que esto les arruinó la vida. Esa es su primera impresión. Ha sido bien difícil ponerle palabras a todo esto que está pasando. Es un sentir compartido entre impotencia, pena, rabia—.

***

El Colegio Médico de Chile fue el primero en denunciar que los disparos a los ojos estaban provocando niveles insólitos de cegueras, desde los inicios del conflicto social. Patricio Meza, vicepresidente de este conglomerado, es enfático:

—Cuando la primera semana hicimos la denuncia al director de Carabineros, había 29 pacientes con daño ocular grave y ahora llevamos más de 200, es un tristeza e impotencia tremenda. Una frustración— dice conmovido por la condición actual de Gustavo: el primer paciente con daño ocular severo en ambos ojos.

La indignación pública que han provocado estos hechos generó que el Director General de Carabineros, Mario Rozas, reformulara el uso de las escopetas antidisturbios. Según declaraciones entregadas el 11 de noviembre, sólo podrán ser utilizadas “en ocasiones en que exista una amenaza cierta, o un inminente ataque a la propiedad pública o privada”.

Sin embargo, al día siguiente, en Plaza Italia se registraron decenas de heridos por balines en piernas y abdomen, y al menos dos con daño ocular, según las informaciones recabadas por José González, del grupo de asistencia médica La Brigada.

Uno de ellos fue el estudiante de Teatro, Vicente Muñoz, quien acusa haber sido atacado a menos de dos metros por un efectivo de Carabineros, cuando se retiraba con un grupo de compañeros del sector. El impacto lo tiene a punto de perder su ojo izquierdo en el Hospital Salvador.

-Mutilaron su ojo y su carrera también, afirmó su tía Priscila Campusano a la prensa.

“Esto es algo nunca visto en la historia de la oftalmología chilena y mundial. Afortunadamente los funcionarios públicos y de centros privados han hecho todo su esfuerzo para atender adecuadamente a los lesionados. Nuestra estadística indica que tenemos al menos 12 ojos ciegos por día, lo que es una cifra catastrófica. Escandalosa”, cuenta el doctor Patricio Meza.

***

Gustavo está fuera de riesgo vital y tiene visitas restringidas. Los médicos esperan que la hinchazón de su ojo derecho ceda para intervenirlo nuevamente. Su familia se mantiene a su lado y le transmite los mensajes de la gente. En vista de las múltiples pancartas que se han colgado en el frontis, el recinto de salud abrió un libro para que todos los que quieran escribirle y mandarle fuerzas, puedan hacerlo.

Sus compañeros y compañeras más cercanas de la Academia de Humanismo Cristiano han podido visitarlo. Su maestra, Isca Leyton, dice que le han contado algunas cosas:

—Dicen que Gustavo quiere volver a las clases. Que está con mucha fuerza, ganas de luchar y sortear esto de la mejor manera. Ha reconocido las voces de sus amigos. Está optimista, a pesar de todo. Es un guerrero—.

El 12 de noviembre, Enrique Gatica le contó a su hermano Gustavo que presentarían una querella contra quienes resulten responsables, en el Séptimo Juzgado de Garantía. Mismo lugar donde el INDH presentó un primer requerimiento para la investigación que llevará la Fiscalía Centro Norte, a través de Ximena Chong.

Carlos Gajardo

Antes de partir al Centro de Justicia acompañado del abogado Carlos Gajardo, y donde fue portavoz de la familia por primera vez, Enrique le preguntó a Gustavo si quería transmitir algún mensaje:

Sigan luchando. Por favor no pierdan la lucha. No podemos permitir que todos estos sacrificios, toda la sangre que se ha derramado, todos los esfuerzos que se han realizado, queden en nada—fue lo que le dijo a su hermano mayor.

Enrique agregó que Gustavo estaba ese viernes en Plaza Italia luchando por sus ideales de justicia social y de dignidad para el pueblo chileno.

Regalé mis ojos para que la gente despierte—le dijo a su madre desde la cama de la clínica.

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