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Opinión

29 de Noviembre de 2019

Columna de Jorge Sharp: No son demandas, es el modelo

"Pareciera que luego de décadas, la derecha está dispuesta a dejar atrás el legado de Pinochet, acabando con su Constitución, pero ha quedado claro que no tiene disposición de avanzar en el cambio del actual modelo, fuente de su poder y posición de privilegio. Es decir, seguir haciendo lo mismo, nos llevará a similares resultados".

Jorge Sharp
Jorge Sharp
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No son 30 pesos, son 30 años. Así habla una de las consignas que circula hace más de un mes en las calles de Chile. Refleja nítidamente la dimensión destituyente del reclamo y demandas de millones ante el actual orden social desigual. Hasta aquí, pareciera que la legitimidad de este movimiento social es inacabable. Pero esto no nos debiera contentar, ni menos considerar suficiente. Porque si las demandas se mantienen dispersas y no se articulan en un todo, por muy transversales y legítimas que sean, no podremos sustituir el actual modelo por uno nuevo que sea justo y sostenible, y que las contemple todas.

Porque no son solo demandas sociales, es el modelo de desarrollo.

Deberá ser legítimo para millones. Deberá preocuparse no sólo de las actuales sino también de las nuevas generaciones. Mirar el presente, pero también el futuro. Tendrá un nombre – o varios –  que nos represente a todas y todos, y deberá partir de algunas ideas que generen amplísima adhesión e identificación.

La economía tendrá como principal objetivo producir bienestar al ser humano y no podrá estar subordinada al capital. La sociedad no hará diferencias en dignidad, igualdad y derechos por razones de género. Las instituciones públicas deberán ser democráticas y transparentes. Tendrán como objetivo la búsqueda del interés común y deberán estar abiertas a la participación directa de la gente. Chile no tolerará la desigualdad social, porque no sólo se preocupará de fijar un sueldo mínimo digno sino que uno máximo decente y aceptable. 

Existirá justicia y equidad territorial, ya que no habrá diferencias entre la capital y cada uno de los pueblos y ciudades de regiones. Contaremos con ciudades justas en las que se garantice calidad de vida de todos sus habitantes. 

Redefiniremos la relación con todos los recursos estratégicos de nuestro territorio, como el mar, los bosques, la tierra, los minerales, el agua, para cuidarlos de la depredación de la cual son objeto y garantizar su sostenibilidad, para que todas y todos puedan aprovechar su riqueza. Pondremos fin a la degradación ambiental y las zonas de sacrificio, generando para eso, una nueva relación con la naturaleza y el ecosistema.

Chile es un país de pueblos, no de un pueblo.

Son estas u otras ideas las que deberían tomarse el proceso constituyente. Hasta ahora ha sido un opaco ejercicio de transacciones políticas, que sin legitimidad social, permite a cada actor impulsar sus intereses sin develarlos completamente. Pareciera que luego de décadas, la derecha está dispuesta a dejar atrás el legado de Pinochet, acabando con su Constitución, pero ha quedado claro que no tiene disposición de avanzar en el cambio del actual modelo, fuente de su poder y posición de privilegio. Es decir, seguir haciendo lo mismo, nos llevará a similares resultados.

El acuerdo constitucional no solo no garantiza sino que hace muy complicado contar con una nueva Constitución que no sea neutra o más de lo mismo. Eso es un problema. La Constitución debe permitirnos erigir la posibilidad de una transformación democrática para Chile. Debe ser una de las bases más relevantes sobre la cuales sostener un nuevo modelo desarrollo. El proceso constituyente debe generar condiciones para que todas y todos participen, asumiéndolo genuinamente como un espacio democrático, donde todos los sectores de la sociedad puedan confluir, convirtiéndolo además en una oportunidad histórica para diseñar la trayectoria que ponga fin a décadas de neoliberalismo.

Debemos dejar atrás las diferencias, qué duda cabe. Más importante aún será sacudirnos de una buena vez de reproducir las prácticas políticas que se farrean el poder creativo de la multitud que hoy habita los movimientos, las asambleas, los espacios públicos y las calles del país.

Es una prioridad del momento histórico que asistimos, articular desde abajo un movimiento nacional de espacios territoriales, sindicales, feministas, indígenas, juveniles, sociales y políticos portador de lo nuevo. Edificador de un nuevo sentido común. Constructor de una nueva sociedad y nueva etapa para Chile. De un nuevo modelo para los próximos 30 años.

Es aquí donde el Frente Amplio tiene su mayor prueba.

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