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Opinión

3 de Enero de 2020

Columna de Antonia Orellana: La paridad bajo asedio

Fotos: Agencia Uno

"No se trata de si lo merecemos o no por nuestra lucha: los mínimos democráticos no son cuestión de meritocracia, sino de convicción política", dice Antonia Orellana en esta columna.

Antonia Orellana Guarello
Antonia Orellana Guarello
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La paridad de género en el proceso constituyente está en peligro pese a la contundente victoria de sus impulsoras en la Cámara de Diputados hace semanas. La acecha el propio presidente de la República en un vano intento por retomar el control de la agenda parlamentaria mientras se hunde en la negación de las violaciones a los derechos humanos perpetradas en su gobierno. Luego de semanas de silencio aparece la ministra de la Mujer Isabel Pla con una propuesta que no busca asegurar la paridad sino recomponer las relaciones con la UDI. 

La acecha también la composición casi puramente binominal del Senado, donde representantes supuestamente “progresistas” se abren a borrar con el codo lo ya escrito por la Cámara Baja. Y la flanquean también los sectores más conservadores de la derecha que insisten en que la asignación paritaria de escaños es “meter la mano en la urna”. 

Ningún sistema electoral es perfecto al momento de representar la voluntad popular. En Chile ya operan mecanismos de corrección de resultados sin que se les tilde de “meter la mano a la urna” o torcer la legítima voluntad de las y los votantes. Es el caso del sistema proporcional corregido vigente, en el que en la práctica los votos de las personas que viven en zonas menos densamente pobladas valen “más”. Nadie diría, como dijo muy groseramente María José Hoffmann (UDI), que a las personas de zonas aisladas se les pusieron “muletas” -como si ocupar muletas fuera malo- porque se corrigió el sistema para que, pese a la poca población, tuvieran representantes. 

En otro ámbito de evidencia sobre los distintos parámetros con que se miden las correcciones en sistemas electorales, durante la larga discusión de la reforma al sistema binominal se habló profusamente sobre cómo el nuevo proporcional corregido privilegiaba a las ideas por sobre los personajes conocidos. Aún más, la Ley de Partidos Políticos vigente estableció que en la integración de todos los órganos colegiados de estos ningún sexo podía superar al otro en 60%, lo que es claramente una disposición para resultados y no solo postulaciones. No solo no lo tildaron de antidemocrático sino que aprobó el control preventivo del Tribunal Constitucional. 

La propuesta de paridad aprobada el 19 de diciembre no implica escaños reservados, no es modificación de los resultados y no es meter la mano, porque la paridad será un criterio de asignación de los escaños. Bajo el sistema proporcional corregido actual los mayores beneficiados del “arrastre” fueron precisamente los candidatos hombres para las últimas elecciones parlamentarias. La propuesta desarrollada por organizaciones feministas y de mujeres y un grupo transversal de diputadas es la que asegura de mejor forma una constituyente paritaria sin tocar la proporcionalidad de las listas o la oportunidad de las y los independientes de participar con sus propias apuestas. No es una propuesta disruptiva en ese sentido. Según el Termómetro Social del COES, la encuesta CADEM o incluso algunas de las comunas de la consulta municipal la composición paritaria de la constituyente cuenta además con el apoyo mayoritario de la población. ¿Por qué la reacción tan descalibrada en contra, entonces?

El machismo forma parte fundamental de nuestro orden político y social. Esto, pese a que normalmente se ocupa el disfraz de “temas valóricos” para hablar de algo que es estrictamente político: lo que creemos que son las personas que componen más de la mitad de la población, cuáles son sus capacidades y limitaciones y cuál es su lugar en la sociedad. Las feministas sostenemos que la diferencia sexual no tiene por qué significar desigualdad y menos aún violencia y discriminación. En contra tenemos a quienes no solo niegan una realidad a todas luces palpable (la diferencia de poder, dignidad y todo tipo de derechos que tenemos hombres y mujeres) sino también a quienes nos dicen que, al igual que en el año ‘90, cuando se dio un portazo a las demandas de las mujeres en nombre de la gobernabilidad, la paridad pone en peligro el proceso constituyente en sí mismo. No solo es falso sino que la cuestión es totalmente al revés: la falta de paridad efectiva le abre un serio flanco de legitimidad a la posible nueva constitución.

A diferencia de todo el resto de las normas que darán inicio al proceso constituyente en el ámbito legal, aprobadas entre gallo y medianoche en medio de emplazamientos autoritarios del gobierno, el mecanismo para alcanzar la paridad sí ha sido trabajada, debatida y mejorada por expertas, organizaciones sociales y activistas que van más allá del estrecho margen del Congreso. Esta forma de trabajo muestra el camino que debieran seguir las disposiciones sobre pueblos indígenas, independientes y personas en situación de discapacidad, todas fundamentales para una constitución realmente democrática. Y, sin embargo, durante los próximos días veremos una feroz ofensiva para que, tal y como ha ocurrido en discusiones anteriores, el Senado desestime totalmente lo que la Cámara de Diputados ya aprobó y discuta sobre paridad “en blanco”, como si todo el debate, las audiencias y la movilización de las mujeres por una Constituyente Paritaria no hubiese ocurrido. De la Comisión de Constitución de la Cámara Alta -compuesta totalmente por hombres- ya sabemos las posiciones contrarias de Víctor Pérez (UDI) y Andrés Allamand (RN). Es totalmente imprescindible que los senadores Francisco Huenchumilla, Alfonso de Urresti y Felipe Harboe no hagan como que aquí no ha pasado nada y trabajen en el marco de la propuesta ya aprobada. 

No se trata de si lo merecemos o no por nuestra lucha: los mínimos democráticos no son cuestión de meritocracia, sino de convicción política. De no aprobarse a la brevedad enfrentarán un dilema no menor: mientras la opción por el “No” a una nueva constitución se articula e inicia su precampaña, quienes bregamos no sólo por una nueva constitución sino porque sea una carta magna que profundice la democracia no podremos empezar ese trabajo, porque no se nos puede pedir que hagamos campaña por una Convención Constituyente que no sabemos si tendrá cuestiones mínimas como paridad, participación de independientes y escaños reservados para pueblos originarios y afrodescendientes. 

Toca entonces que las y los senadores de oposición, en particular los de la Comisión de Constitución, recojan lo ya avanzado y no se sumen a voladores de luces de sectores que no sólo no quieren paridad sino que tampoco una nueva constitución. Por convicción política y por necesidad táctica, aprueben. 

*Antonia Orellana Guarello – Convergencia Social 


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