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Opinión

13 de Enero de 2020

¿Chile no es un macho violador?: Carta abierta a la Ministra Plá

Agencia UNO
Aïcha Liviana Messina
Aïcha Liviana Messina
Por

Estimada Ministra Plá,

El motivo de mi carta no es criticar su Ministerio sino llamar su atención sobre la performance Las Tesis y una de las frases que compone su letra, a saber que “El Estado opresor es un macho violador”.

En artículos publicados en La Tercera y en el The Clinic el 9 diciembre, podemos leer que una de sus reacciones a la performance de Las Tesis ha sido decir que “Chile no es un macho violador. Es un país que tempranamente, respecto al resto de Latinoamérica, ha puesto este tema sobre la mesa”.

Me ha sorprendido su análisis del leitmotiv de la performance del colectivo Las Tesis, por dos razones.

Una es trivial, pero importante. El machismo, y el “machismo violador”, no deja de operar, aun cuando los temas han sido puestos sobre la mesa. Sabemos muy bien que hay hombres prontos a reivindicar la causa feminista y la igualdad entre hombres y mujeres, y que, sin embargo, continúan comportándose según modelos profundamente machistas. Esto no necesariamente porque sean hipócritas, sino porque las estructuras que posibilitan estos patrones de comportamientos no se modifican. Asimismo, los esfuerzos que puede hacer un país para mejorar la condición de la mujer, no implican que lo que hace posible la violencia especifica que supone la violación así como su sistema de legitimación dejarán de operar como elemento constitutivo de nuestras estructuras sociales.

La otra tiene que ver con su modo de entender la performance en cuanto tal. El objetivo de una performance no es entregar información (que podemos confirmar o refutar) sino modificar el modo en el que experimentamos lo real así como nuestras propias percepciones. La dimensión militante del feminismo y su recurso a una performance busca transformarnos como agentes cognitivos y sensoriales, y como seres que producen su realidad. Con su performance, el colectivo Las Tesis parece apuntar de manera prioritaria al Estado y en particular a la institución encarnada por carabineros, que son la cara visible del Estado, pero lo que pone de manifiesto de manera más profunda es la lógica que posibilita la legitimación de la violencia. Esta lógica tiene que ver con el modo en el que se configura la realidad que vemos cotidianamente, sin cuestionarla. Por esto las mujeres de la performance aparecen con los ojos vendados. Lo que busca mostrar la performance es que la violación ocurre porque el campo de la visibilidad se sostiene gracias a seres que, por distintas razones y de distintas maneras son invisibilizados. La invisibilización de algunos sujetos hace posible que el ejercicio de la violencia pase desapercibido, incluso para aquel que la ejercita. En este sentido, lo que distingue el femicidio del homicidio no es que en el primer caso se maten a mujeres, y en el segundo a seres humanos sin distinción de sexo. El femicidio es el asesinato de un ser que ya ha sido invisibilizado. Es el crimen en su carácter privado, confinado. Este confinamiento hace que en un femicidio quien comete el asesinato no se ve a si mismo cometiendo al crimen. El femicidio habla de cómo la violencia se autolegitima y así se produce de manera continua. Es más, la performance dice que lo que está oculto está también visible, y que es esta visibilidad que permite, en última instancia, que la impunidad sea la regla. Las frases iniciales de Las tesis son notables: “Nuestro castigo es la violencia que no ves”; “Nuestro castigo es la violencia que ya ves”. La violencia pasa desapercibida en la medida misma en la que moldea la realidad, es decir en la medida misma en la que define el campo de la visibilidad.

Un ejemplo fácil para entender esto es pensar en cómo en algunas circunstancias se aplica el derecho en nuestros lugares de trabajo, y como quienes aparecen como menos visibles que otros, incluso cuando trabajan todos los días, pueden llegar a ser vulnerados silenciosamente en sus derechos, mientras quienes son más visibles, incluso cuando no se aparecen nunca, no han de dar cuenta de sus acciones ni de preocuparse por su legitimidad. Si ocurre un robo en una empresa, el primer acusado es en general el personal de aseo. En la medida en que nadie lo ve (no porque trabaja en la tarde, sino porque nadie les presta atención), se le puede hasta pedir que se saque la ropa para buscar el culpable. Cuando alguien o una categoría de persona está invisibilizada, es posible actuar de manera no-reglametaria. Quien es invisible no tiene voz, no reclamará su derecho. En la misma estructura laboral, puede haber personas más altas en la jerarquía quienes son conocidas por no cumplir con su trabajo, y que no solo quedarán impunes, sino que ni siquiera se les pedirá cumplir. Los invisibles pueden ser expuestos desnudos, están por debajo de la ley. Los visibles son intocables, están por encima de ley. Pueden permitirse no aparecer nunca y cometer una falta visible para todos. El fenómeno “Harvey Weinstein” no habla solo de una persona impune sino de un sistema que, de distinta manera, y por el modo en el que se maneja el campo de lo visible, produce zonas de impunidad y zonas de abusos. “Harvey Weinstein” no es el nombre de un macho malo en particular, sino del silenciamiento de la violencia que es correlativo de modo mismo en que la realidad se ordena y se configura.

¿Por qué ocurre esto?

No tengo una respuesta clara a esto. No creo que la acusación personal a algunos individuos, “más allá de la ley”, sea la respuesta a esta pregunta y por esto no creo que la denuncia sea una solución satisfactoria. Por un lado, el abuso de poder es un problema de sistema, no necesariamente de moralidad o probidad individual. Por otro lado, el castigo no modifica el campo de lo visible ni nuestra ausencia de cuestionamiento dentro de él.

Sabemos, y seguimos observando que lo que posibilita el abuso de poder es que funciona de manera obscura, a veces a través de alianzas secretas (amiguismos) que permiten su concentración. Frente a esto, debemos exigir mayor institucionalidad: reglas y nombramientos claros. Es posible que haya habido avances con respecto a esto, pero también sabemos que la obscuridad sigue siendo un modus operandi de muchas instituciones. Es más, incluso allí donde rige la reglamentación absoluta, como en Estados Unidos, ha sido posible elegir un presidente descaradamente machista como Donald Trump.

Por mi parte, no pienso que la solución a esto sea terminar con el Estado. Pienso además que es un error apuntar a carabineros – no solo porque no todos los carabineros son violadores – sino justamente porque ellos son la cara visible del estado. Apedrearlos o esencializarlos en un juicio no toca el fondo del problema que es la obscuridad en la que se sostiene la visibilidad.

Me llama la atención que el patriarcado no sea una sociedad de hombres libres sino una sociedad de hombres poderosos. El poder es un campo jerárquico, una estructura de subordinación. Donde hay poder, hay poder oculto; hay violación. Pero sobre todo hay sumisión. Quien tiene el poder se somete a la lógica del poder.

Si partimos de esta constatación, la igualdad entre hombres y mujeres no exige que las mujeres consigan el poder al igual que los hombres, sino que los hombres recobren libertad – quizás (soy hipotética) al igual que las mujeres. Si no podemos avanzar hacia mayor igualdad modificando el campo del ejercicio del poder, quizás podamos modificar el campo del ejercicio de la libertad. Para esto, no hay soluciones institucionales tan evidentes, pero podemos ponernos a pensar y armar mesas de reflexiones en todas las instituciones y sectores de la sociedad.

Señora Ministra, ¿cómo no estar, sino orgullosa, por lo menos esperanzada, por la creatividad del colectivo Las Tesis y por su impacto mundial?

Hay algo genial en el fenómeno Las Tesis, cuya performance no fue calculada. Esta, como sabemos, es un invento improvisado en el contexto del “estallido social” que implicó la cancelación del espectáculo que las artistas del colectivo Las Tesis habían estado preparando durante un año (y sabemos, espero, lo difícil que está siendo para los artistas y los centros culturales sobrevivir en este momento). En tal contexto, la performance del colectivo Las Tesis es un acto de resiliencia, es decir la invención de una forma de vida en un momento en el que experimentamos la precarización de la sociedad de una manera particular. Presentarse con los ojos vendados es mostrar que algunas personas son invisibilizadas por razones estructurales, pero es también salir a la luz desde una vulnerabilidad que no se puede dominar con los ojos. Si bien no podemos cambiar del todo el sistema (sin remitir a otra violencia fundadora), podemos situarnos de otro modo frente a él. Creo que debemos aprovechar este momento vital de creatividad, no tanto para castigar al macho violador, sino para proponer, dentro de nuestras instituciones, hogares, sectores sociales y políticos, múltiples formas de reflexionar la violencia que, necesariamente, por razones estructurales, es el modus operandi, de nuestros sistemas.

Señora Ministra, el problema no es si Chile es o no un macho violador, sino que abrir los ojos (remitir al poder ocular) no es aún suficiente para interrumpir el silencio de la violación. Esto hace que la violencia sea continua.

*Profesora Titular, Universidad Diego Portales.

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