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Actualidad

30 de Enero de 2020

Cicletada hacia la revolución plurinacional: en un largo tour

Crónica por Camilo Cáceres @condorax21 “Quisiera sacarte a caminar en un largo tour por Pudahuel y por La Legua, por Pudahuel y La Bandera” Sol y Lluvia “Ahora comenzaremos a pedalear hacia Pudahuel y luego iremos a La Legua, al volver acá conversemos qué se siente ver la vida tal como es” dice el hombre […]

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Crónica por Camilo Cáceres @condorax21

“Quisiera sacarte a caminar en un largo tour

por Pudahuel y por La Legua, por Pudahuel y La Bandera”

Sol y Lluvia

“Ahora comenzaremos a pedalear hacia Pudahuel y luego iremos a La Legua, al volver acá conversemos qué se siente ver la vida tal como es” dice el hombre que tiene el micrófono, y es respondido con una ovación por miles de ciclistas reunidos en la rotonda socialmente denominada Plaza de la Dignidad (ex Plaza Italia). Es el cuarto domingo consecutivo que se juntan a protestar sobre las dos ruedas, antes visitaron la casa del presidente en Las Condes, esta vez saludan al pueblo. La octava convocatoria llevó a los ciclistas a La Bandera a completar el largo tour que menciona la canción de Sol y Lluvia. Hacen recorridos por las poblaciones conocidas por ser las más violentas de Santiago y, sin embargo, solo son recibidos con violencia en “las casitas del barrio alto”.

En resumen, la primera cicletada hacia la revolución plurinacional fuera para tantear terreno en los barrios altos, un poco de La Dehesa, un poco de Las Condes. La segunda llegó hasta el barrio del matrimonio Piñera Morel. La tercera comenzó con un saludo en la Clínica Santa María al joven Gustavo Gatica, para seguir por la mayoría de los canales de televisión, y también sectores de Las Condes y La Reina, fue una manifestación permanentemente custodiada por dos helicópteros. La cuarta fue llamada En un largo tour porque visitó Pudahuel y La Legua. La quinta respondió a la agresión desmedida de carabineros contra los pobladores de Lo Hermida, que hicieron una toma simbólica de la viña Cousiño ante las nulas soluciones a sus demandas de vivienda, recibiendo una severa contraparte policial, por lo que la ciclomarcha recorrió amplios sectores de Peñalolén y un tramo de Vespucio. La sexta fue la llegada de los rotos al Portal La Dehesa (por el video que se viralizó con esa frase discriminatoria), incluyó la utilización de la autopista de la Costanera Norte. La séptima se realizó en Valparaíso, y para muchos fue una extensión de la cicletada a Lo Vásquez. La octava llegó a La Bandera, donde los vecinos arrojaban agua con sus mangueras desde ambos lados de la manifestación, formando un arcoíris sobre los ciclistas. Y así ya van 13 marchas, con una próxima anunciada por Fusion Bike para el domingo 2 de febrero a las 11am, además de las cicletadas que se realizan los jueves.

Por Pudahuel y por La Legua

La arenga de inicio de la ciclomarcha, como llaman a la movilización sobre bicicletas, se escucha unos minutos después del mediodía. Desde distintos puntos de la capital las concentraciones de ciclistas comenzaron en las horas previas, acercando caravanas de pedaleros a la rotonda de la estatua de Baquedano. Algunos esperaron bajo los árboles, otros circunvalando el monumento, y al llegar la hora se reunieron junto a los portadores de banderines, escucharon las preocupaciones sobre la elección de los asambleístas de la futura Convención Constituyente del 2020 y empezaron a rodar hacia el oeste.

La masa transita frente a La Moneda y no se hacen esperar los gritos de protesta contra el presidente y las fuerzas especiales que vigilan el palacio de gobierno. “Asesino igual que Pinochet” es uno de los coros más repetidos. Dos semanas antes la concentración pasó por Camino La Viña para llevar la “invasión alienígena” a la casa del matrimonio Piñera Morel, ocasión en que había resguardo policial a pie, carros lanza gases, carros lanza agua, tanquetas, y un helicóptero sobrevolaba a los miles de pedaleros. Se tomó la decisión de permanecer unos 15 minutos fuera del pasaje que lleva  la casa del mandatario y evitar enfrentamientos con las fuerzas del orden. Ahora la circulación es más expedita, el recorrido es largo y el destino tiene mucho de romántico, pues visitarán Pudahuel y La Legua con el claro fin de recorrer la realidad, un recorrido contra el embobamiento que proponen los medios de comunicación, como sugiere la canción.

Pitos, vuvucelas, tarros insertos en el marco de las bicis que son golpeados con palos, gritos de “Chile despertó”, todo sirve para comunicarse, hasta las indicaciones con las manos. Puño en alto es detenerse, señalizar hacia los lados para doblar. Hay cultura de movilización ciclista, no solo por la Cicletada del primer martes del mes que organiza el Movimiento Furiosos Ciclistas, sino también por otras reuniones pedaleras que se hacen en el sur y Oeste de Santiago. Así, cuando una pedalera grita “¡Pollo!” los que van detrás se abren para evitar el hoyo en el pavimento que anunció el grito.

“¿Puede un arma de fuego estatal dispararse contra un ciudadano que está haciendo deporte?”

En Avenida Las Torres, a la sombra de un arbusto, una madre y sus dos hijos morenos –que juegan a pie pelado en la tierra- se suman a los clamores de la movilización, justo cuando que la multitud canta “el pueblo está en la calle exigiendo dignidad”. Son de los primeros en salir de sus casas exclusivamente a saludar la manifestación. Siguen pedaleando bajo el ardiente so, en el metro Pudahuel los recibe la batucada de Raíces Karnavaleras, y algo de público se detiene a verlos en los alrededores de la estación. Es el comienzo del trayecto por Av. Teniente Cruz, el primer lugar donde esta cicletada enfrentará la violencia policial.

Sucede frente a la comisaría de Pudahuel, cuando la multitud llena la avenida con cuadras y cuadras de pedaleros. Buscando abrirse entre las calles que atraviesan Teniente Cruz la marcha se detiene y dan inicio a los gritos de “el que no avanza es paco” y otras bromas. También cosas más serias, como “asesinos” o “violadores”, dirigidos a los carabineros que se asoman con su armamento desde la comisaría. Los vecinos de la comuna salen de sus casas tocando tarros,  cacerolas, soplando pitos, uniéndose a los cantos. Los del principio de la cicletada no ven a los del final y viceversa. La multitud avanza pero entre los rezagados ocurre un evento que pasa desapercibido para muchos de los que van en el frontis: un ciclista es herido por perdigones disparados por carabineros, los que se incrustan en sus piernas. El compedal –compañero pedalero- es ayudado por los mismos vecinos y algunos de los corredores que quedan en la retaguardia. ¿Qué amenaza representaba para la comisaría ese hombre en su bicicleta? ¿Puede un arma de fuego estatal dispararse contra un ciudadano que está haciendo deporte? ¿Ese es el Chile que queremos?

Después la ciclomarcha se adentra en la comuna de Cerrillos, donde el calor (más de 33°C) motiva a los vecinos a salir con sus mangueras a mojar a la multitud que pasa, repartir agua, jugo, y alguna fruta por aquí y por allá. Algunos salen con sus banderas, otros suben el volumen a la música de Los Prisioneros y Sol y Lluvia, en el aire hay ambiente de que esta vez sí terminan los ochenta, de que marchas pacíficas como esta pueden poner fin a la transición. En un pasaje los niños juegan a “pacos y encapuchados”, Martín es un paco, Sofía una encapuchada, Sebastián el ladrón de bancos. Avanzan, cortan el tránsito frente a la estación de metro Cerrillos, enfilan hacia Av. Carlos Valdovinos, algunos se adelantan y se cruzan a los vehículos que intentan atravesar la manifestación. La detención de una bicicleta frente a los autos suele bastar para calmar a los más sulfurados conductores, pero no falta la persona que sufre demasiada exposición al sol y termina con la cabeza caliente. Ocurre un par de calles más adelante, cuando por coincidencia se juntan 5 motociclistas en un cruce y comienzan a hacer rugir sus motores y adelantar sus vehículos para avisar a la masa de manifestantes que pasarán a la menor apertura. Un ciclista se atraviesa al par de motoqueros más adelantado, y cuando son varios los que avanzan, el ciclista toca su silbato y hace gestos a los demás pedaleros para que se sumen a la contención. En un instante hay una fila continua que corta el tráfico a los vehículos. Todos entienden que causa molestia la detención de más de 15 minutos que generan los miles de manifestantes, pero no pueden arriesgar choques ni atropellos por el apuro de algún motorizado. Es el cruce más difícil de la cicletada, peleando centímetro a centímetro el avance de los automóviles, cruzando el cuerpo y las bicis para que no corten el avance. Reciben insultos, pero toda violencia es evitable si se puede mirar a los ojos al potencial agresor y decirle “tranquilo, son 5 minutos que no van a cambiar tu vida”. Y a pesar de todo, es menos violento que la prepotencia que enfrentan en Las Condes y La Dehesa, donde se escuchan insultos como “indios” y “financiados”. 

“Los niños quieren ser Freddy Turbina, los adolescentes suben a sus redes sociales la visita de la manifestación móvil”

En Santa Rosa alguien adelanta mal y provoca un pequeño accidente. Rodillas raspadas, bicicletas en el suelo. Rápidamente la masa se adapta al sitio del suceso y mientras los compedales se levantan reciben muestras de apoyo. Siguen. Gente apoyando desde los paraderos con aplausos y vítores. Adelante, a los estrechos pasajes interiores de La Legua y La Legua Emergencia. Familias enteras salen de sus casas a ver pasar la multitud, salen con sus mangueras, con sus hijos, con sus nietos, sacan sus carteles, las ollas abolladas de tantos caceroleos, a la calle a sonreír. “¡Vamos chiquillos, esto no para!” grita una señora y es respondida por cientos de puños en alto. Unas cuadras más adelante unos niños juegan a “el que no salta es paco” y antes de que les entre un poco de vergüenza una ciclista comienza a repetir el coro y a saltar con su bici, sumando a muchos al juego. Risas de niños, ojitos chinos y dientes de leche separados. Calor. Alguien compra diez helados y los reparte a los ciclistas que alcancen a estirar el brazo. Un abuelo levanta a su nieta para “chochar los 5” con los deportistas que les alegran el domingo. Se siente un calor humano que emociona hasta las lágrimas. Esa es la vida tal como es.

Y La Bandera… y La Victoria

Después de esa jornada comienzan las ocupaciones de autopistas. La primera es en Vespucio y como todas las que vienen después tiene una doble finalidad. Por un lado, y como toda manifestación ciclista, exige la demarcación de vías exclusivas para bicicletas en caminos donde no se los consideró en el trazado original, y en el caso específico de las autopistas, para incidir en la planificación de autopistas urbanas para bicis. Además, se hace ocupación de la Costanera, Vespucio y la ruta 5 para manifestar el apoyo a la demanda del No Más TAG. Toma fuerza la exigencia del fin de vías exclusivas para motorizados, ganan terreno los pedales. El tour es largo y en la octava jornada completan una lectura de la realidad que se planteó en los ochentas a través de una canción para denunciar la desigualdad que entregó el matrimonio Pinochet Hiriart, las zonas de (narco) sacrificio urbanas donde los vecinos deben tener murallas a prueba de balas.

Para llegar a La Bandera hacen un trayecto directo. Los vecinos se asoman de sus casas y manguerean a los corredores, llenan sus botellas de agua, reparten panes, dulces, se suman a los gritos, aplauden, graban, celebran que un día de descanso de lugar a un intento de cambiar el país a través del deporte.

Los niños quieren ser Freddy Turbina, los adolescentes suben a sus redes sociales la visita de la manifestación móvil, acumulan likes y ganas de manifestarse la semana que viene a continuación. Los ciclistas son el relevo dominical, la alegre rebeldía. Luego entregan un saludo al Campamento por un Chile Digno en las afueras de los Tribunales de Justicia. En otras jornadas visitan La Pintana, Renca, La Victoria, pero siempre la ciclomarcha sigue su ruta de vuelta hacia la Plaza de la Dignidad, punto de inicio y término de la movilización que pedalea para llevar a Chile a un futuro más justo.

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