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Reportajes

20 de Marzo de 2020

Mis tíos a la deriva en un crucero sin destino

Esta es la historia de mis tíos que se montaron en un viaje imposible. En un barco que, debido a la pandemia, no ha podido recalar en ningún puerto. Posiblemente los dejen en Italia, que es el país más atacado por el coronavirus. La familia en Chile no respiramos aliviados.

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Cuando era niña pensaba que mi tío Pato era inmortal. Todos los niños y todas las niñas de mi numerosa familia –somos más de 15 primos– crecimos escuchando la historia de que había sido guardaespaldas de Eduardo Frei Montalva y que en su trabajo como detective en la Policía de Investigaciones, una vez, una bala había rebotado en su placa. Se había salvado de la muerte.

No sé si esa historia es verdad, quiero preguntárselo cuando regrese. Cuando se baje del Crucero Costa Pacífica, en el que se embarcó en Buenos Aires junto a otro tío, Osvaldo Carmona; la pareja de éste, Elena Drago, y un grupo de 12 chilenos más el 3 de marzo pasado. También quiero que me cuente con su alegría típica y su optimismo a veces insoportable, qué siente ahora que, por por primera vez, creo que no es inmortal. Quiero que me lo cuente bien, porque mientras escribo este texto recibo sus fotos entrecortadas por Whatsapp y sus tecleos interminables en lo que a veces sólo se lee: “Tío Pato está escribiendo”. Se demora en contestar. Se demora en redactar lo que podría tardar alguien de 79 años. Tengo paciencia, porque de verdad quiero saber cómo está, porque en el fondo su viaje a la deriva, el incierto rumbo sobre el mar, es también la metáfora de lo que están viviendo un montón de viejos enfrentados a esta crisis epidemiológica, donde son los más frágiles, pero a la vez son los menos resguardados.

Mis tíos Osvaldo y Patricio Carmona al interior del crucero.

Porque mientras él consigue redactar lo que está viviendo, con los anteojos puestos, intentando ver en medio de la incertidumbre que se huele en cada rincón de ese barco, aquí en tierra hay viejos haciendo filas para cobrar sus pensiones, conserjes abriendo las puertas de edificios que no habitan, asesoras del hogar que siguen limpiando casas ajenas y quizás infectadas. Hay mozos ancianos sirviendo platos gourmet en restaurantes de Vitacura. Hay ancianos y ancianas intentando ser vacunados. Hay otros haciendo filas en supermercados, interminables, sumando sólo cosas imprescindibles para comer, mientras otros acaparan lo que pueden porque piensan que se pueden salvar solos en una pandemia. El terror más profundo es que son viejos y los pueden dejar tirados. 

-¿Tiene miedo?

Tío Pato está escribiendo…

-No tengo el más mínimo miedo –teclea.

Es casi lo último que leeré de él este viernes 20 de marzo. Parece que se quedó sin señal, otra vez. Pero minutos antes contestó que estaba más preocupado de sus compañeros que sí estaban en medio de un caos. 

Osvaldo y Patricio Carmona

-Anoche había una cantante chilena y un gringo le quitó el micrófono. Es que el crucero seguía funcionando como si nada y ya todos estaban desesperados. Entonces otro pasajero se puso a gritar que querían una respuesta. Habló un pasajero en inglés, luego otro en español, después bajaron emisarios del capitán y de seguridad. Hoy yo creo que será igual –contó mensajes más atrás.

El viaje hasta hace unos días era feliz. El itinerario era Buenos Aires, Río de Janeiro, Maceió, Tenerife, Málaga, Roma y Marsella, pero no alcanzaron a bajarse más de dos veces. Disfrutaron de Brasil, pasaron por Maceió y se tomaron muchas fotos. Estaban felices sabiendo que era un viaje familiar. Se iban a detener en también en Roma, pero obviamente no pudieron. Se iban a bajar en Marsella ayer y estaban contentos porque verían a mi hermano, mi cuñada y su pequeña hija Mila que nació en diciembre y que producto de la pandemia no conoceremos en hartos meses más. Tenía mucha ilusión de encontrarse con Felipe, mi hermano, pero él tampoco pudo salir de su casa en Francia.

Mi tío Pato optimista, maravillado con todo, al interior del buque.

Pensamos que se podrían quedar en Marsella y respirar aliviados un rato, pero no. No sirvió que dijeran que estaba mi hermano en Francia. No los dejaron salir. Mi familia, un choclón de personas mayores, menores, de izquierda, de derecha, ingenieros, profesores, músicos, actrices, periodistas, no respiramos aliviados. 

-Nos llevan a Génova, Italia –escribe. 

-¡Pero cómo, eso no es seguro! –escribo.

Mi otro tío, Osvaldo Carmona, también por Whatsapp, con una señal entrecortada, completa la idea: 

-Bajarse en Génova es como ir al cadalso, y si fuera posible no bajaríamos.

Sombra sobre el optimismo

Tio Osvaldo (a la izquierda) y Tio Pato ( a la derecha), en Maceio

Hay familias creyentes que ponen su fe en una santa, una virgen o en alguna patrona de los enfermos. En esta familia no tendríamos que acordar una figura. Si creemos en alguien que ya no existe, ésa es mi abuela María Teresa, que murió el año 2016 cuando tenía 99 años. Su figura es tan potente que incluso yo me tatué en el brazo la frase “negrita chavelona”, una canción que nunca dejó de cantar. Incluso fueron las últimas notas que tararearon sus pulmones agónicos. Mi papá, Jorge, dice que está seguro que ella está protegiendo a mis tíos en altamar. Creo que es en lo que más confía, porque si se trata de pensar en que alguien los rescate y se preocupe por ellos, la vejez es una sombra que espanta el optimismo.

-Papá, no estés triste. ¿Por qué te preocupa la vejez?

-Ser viejo en estas circunstancias es malo evidentemente. La vida tiene su selección natural, hija, y en eso no hay nada que hacer –teclea también desde Whatsapp y en cuarentena obligatoria impuesta por mi hermana Carolina y por mí. 

Mi tío Osvaldo posando en una de las paradas que hizo en Costa Pacífico.

Tenemos un gen optimista, pero por alguna razón, que tengan edades tan avanzadas nos deja colgados en la incertidumbre. Los viajeros bordean los 80 años y las imágenes de los ancianos muriendo en Italia, los médicos decidiendo quién vive y quién no, las imágenes de la fila fúnebre de féretros en Bergamo, Italia, nos destruye. Los viejos muriendo, despidiéndose de sus seres queridos por una tablet, es una imagen que ya nos debería haber cambiado a todos la vida. 

Ayer, cuando empezó a circular en redes sociales la noticia de este crucero a la deriva, aparecieron los infaltables cuestionadores de todo. Una de las críticas era “por qué los ricos se van a pasear sabiendo que hay cuarentena”. Pero mis tíos no son ricos. Nos criamos todos hacinados en una casona de la calle Libertad, cerca de la Alameda, donde mi abuelo, que nunca completó su educación, era portero de una industria. Mi tío Osvaldo vive en el centro, mi tío Pato en Pudahuel y yo me crié en la Villa Portales. Ninguno de nosotros es ni será rico. 

Mi tío en una de las últimas paradas del crucero.

Planearon con entusiasmo este viaje con mucha anticipación y si la alerta de pandemia hubiese estado declarada antes de que zarparan, obvio que no se habrían subido. Pero en el mundo la gente tiene esa forma impetuosa de decirle a otros lo que deben hacer, como si la coherencia fuera un sello de los seres humanos, como si hace algunas semanas alguien hubiese tenido la certeza de que el mundo que conocíamos ya no sería el mismo. 

La incertidumbre es la misma que viviría cualquier familia que sabe que sus viejos están a bordo de un barco, que ahora mismo están sobre el mar llenos de preguntas, que los dejarán en Italia y aunque las autoridades del barco les prometan un corredor sanitario, no sabemos si volverán sanos. Ellos a bordo, tratan de mantener la templanza, de darle ánimo a la señora Carmen, suegra de mi tío Osvaldo, que con 92 años también se animó a la aventura. 

Patricio Carmona en su primera parada en Río de Janeiro.

Tengo tantas preguntas que hacerles y que no alcanzan a contestarse en un Whatsapp. Pero cuando uno ama a alguien y no sabe de su destino, siempre se hace una pregunta recurrente y ésta no se me sale de la cabeza. Solo quiero saber si de verdad tienen miedo. 

-Tío Pato, por favor conteste, quiero saber cómo está usted ¿De verdad no tiene miedo? ¿Y si se enferman?

-Tío Pato está escribiendo…

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