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Reportajes

30 de Abril de 2020

Yo rechacé el indulto presidencial

Foto: Registro personal

Fueron 122 presos y presas quienes rechazaron el indulto presidencial que se otorgó, de manera excepcional, para descomprimir los recintos penitenciarios en medio de la pandemia por Covid-19. Aquí, los testimonios -con las historias y las razones- de tres mujeres que forman parte de esa lista que dijo no.

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Ellas son tres mujeres, todas madres. Las tres forman parte de la lista de 122 personas que no aceptaron el indulto que otorgó excepcionalmente el presidente Piñera para descomprimir los recintos penitenciarios en medio de la pandemia. El beneficio consiste en que los indultados -que sumaron un total de 1.700- son autorizados a irse a sus casas a cumplir sus condenas bajo la modalidad de arresto domiciliario. Y que al cabo de seis meses, en octubre, una vez pasada la emergencia, deben regresar a la cárcel. Se consideró para eso a personas que cumplieran distintos requisitos: que tuvieran más de 75 años; o mujeres mayores de 55 y hombres mayores de 60 con la mitad de su pena cumplida (y con menos de 3 años de condena); o mujeres embarazadas o con hijos (y menos de 3 años de pena), entre otros.

Foto referencial – Agencia Uno

A Astrid Romero, colombiana, el indulto le llegó a una semana de dar a luz a su tercer hijo y ella prefirió quedarse en la cárcel. A Camila Navarro le falta un año de pena para salir en libertad condicional y también recibió la medida presidencial, pero a ella le pareció que eso de salir y regresar era “falsa libertad”. Lo rechazó. Lo mismo hizo Oriana Zúñiga, quien pensó fríamente: volver a su casa, sin un trabajo y a encerrarse, terminaría incitándola a volver a delinquir. 

Estas son sus historias y sus razones. 

Astrid Romero: “No quería exponer al bebé”

Es colombiana y en 2014 fue expulsada de Chile luego de ser detenida con 10 kilos de  marihuana que comercializaba en la esquina de Mapocho con Maipú, en el centro de Santiago. El tráfico es algo que le acomoda, dice, porque se gana plata rápido, pero tiene sus riesgos. 

Pese a que su condena impedía que volviera a territorio chileno por una década, el 17 de agosto pasado cruzó la frontera e ingresó por Calama. Allí fue detenida. Pero regresaba sabiendo que si eso ocurría, su estadía en la cárcel no sería tan terrible: estaba embarazada. En Colombia tiene otros dos hijos; uno de 3 años, otro de 11. Tras su detención, fue llevada al Centro de Detención Preventiva de Tocopilla.

A continuación, ella cuenta su historia:

“Me faltaba una semana para tener al bebé, estaba en la sección con las niñas de lactancia, cuando llegó el cabo a decirme que había sido beneficiada con la cuestión del indulto. Yo ya lo llevaba pensando, porque al salir a la calle no tenía una residencia dónde estar. Pensé: la libertad, bacán, pero al mismo tiempo había que pensar en no exponer al bebé. Aquí, en cambio, no me estaba faltando nada. Entonces, por eso, dije que no lo iba a aceptar. 

Una amiga -ex reclusa- me había dado la dirección de su casa para que fuera, pero igual: en una casa que no es de uno, con un bebé, uno empieza a estorbar. 

Tengo 28 años. Estoy hace ocho meses detenida y mi condena es de 3 años y un día. Volví a Chile para organizar los papeles, para poder estabilizarme aquí; Colombia está muy difícil. Me vine a ver qué podía hacer para traer a mis otros dos hijos, que viven allá con mi madre.

Foto referencial – Agencia Uno

Estoy esperando si ya en octubre me dan mi salida condicional por la Ley de Lactante. Ahí ya tendría presupuesto para poder salir con el bebé, que ya tendría seis meses. Esa ley es un beneficio que te dan porque, si tú ya tienes la mitad del tiempo de condena, y tienes un bebé, por ser lactante puedes salir condicionalmente y pasar  tu condena en la calle. Si el indulto me lo hubieran dado en octubre, lo habría aceptado. 

No soy una persona de sentir angustia, soy de hierro. Soy así quizás porque así me criaron. Mi mamá tampoco es de piel. Pero a mí me ha ido súper bien en la vida. Yo he disfrutado mi vida al máximo. Soy tecnóloga en sistema, pero en Colombia trabajé poco tiempo. La vida allá es cara. No trabajé en Chile tampoco. En 2014 caí por marihuana, eran diez kilos. Vendía grande, no de a paquetitos. Traficar es algo que uno escoge en el momento, cuando la situación se te da. Pero no es que sea lo mejor.   

“Ya lo llevaba pensando, porque al salir a la calle no tenía una residencia dónde estar. Pensé: la libertad, bacán; pero al mismo tiempo había que pensar en no exponer al bebé. Aquí, en cambio, no me estaba faltando nada. Entonces dije: no lo voy a aceptar”. Astrid Romero

Cuando salga trataré de organizar mis papeles, me traería al niño (de 3) que tengo en Colombia; después de tener trabajo, claro, y de que esto se organice. Por ahora la frontera está cerrada. Como acá en el centro nos dan permiso para vender cuestiones, y al niño le darían una ayuda por ser chileno, tendría esos bonos cuando salga y me iría a Antofagasta. 

Aquí me mantengo en la sección de lactantes, que es una sección muy diferente: hay un parque chico para los niños, hay sala de estimulación, sólo para mamás. Aunque cuando caí, bajo mi responsabilidad, me quedé en el otro lado, con las condenadas, porque no quería estar sola. Cuando ya fue creciendo mi barriga, me pasaron a este lugar más tranquilo. A mí no me viene a ver nadie.    

Foto referencial – Agencia Uno

Mi hijo se llama Eithan Andrés; hoy justo nos tocó control y está todo bien. Estoy en una pieza sola con el bebé. Me dan todas sus cosas de aseo, detergente para lavar sus cosas, están pendientes de uno”. 

Camila Navarro: “Es como una falsa libertad”

Tiene 29 años, un hijo de ocho y una familia que la espera en su casa en Quilicura. Le otorgaron el indulto un año antes de optar a su libertad condicional, pero lo rechazó. Hoy cumple dos condenas por robo con intimidación (6 años y dos días) en el CET (Centro de Estudio y Trabajo) Talita Kum, en San Joaquín. Allí se le permite trabajar y estudiar, “que es la libertad que necesito por ahora”, dice. 

Éste es su testimonio:

“Me enteré del beneficio hace una semana, cuando la mayor me llamó a la oficina para decirme. Pero yo firmé el rechazo este lunes. 

A mí me queda un año para irme con libertad condicional. Y ahora producto de que podría entrar en el indulto, me adelantaron mi dominical en el CET: mi primer domingo fuera fue el 19 de abril. Además, el CET tiene un beneficio que te dan siete días para salir en el trimestre; se pueden tomar los fines de semana o días de semana. Postulé a ese beneficio para que me lo den en mayo. Entonces, aceptar el indulto e irme a mi casa, con un arresto total, es como volver a encerrarme presa. No se compara la cárcel con tu casa, obvio, pero es que yo aquí genero dinero trabajando y no era lógico irme a encerrar sin generar lucas para ayudar a mi hijo. 

Todos los que estamos en el CET trabajamos en aseo y prestamos servicios solo a Gendarmería: yo, por ejemplo, trabajo en la dirección nacional de Gendarmería, en Bandera con Compañía. 

Antes de llegar al CET, yo cumplía mi condena en el Centro Penitenciario Femenino (CPF). Ahí estuve dos años. Tengo dos condenas de tres años y un día; fue por robo con intimidación y robo con violencia e intimidación. Fui condenada en 2017. Ya ni recuerdo detalles, ha pasado tanto tiempo… Dejé toda esa vida atrás. 

Ahora estoy estudiando técnico en odontología. En el CET hay un programa de inserción que te ayuda a desempeñarte a través de los estudios. Las niñas que nos atienden nos ayudaron a postular a la gratuidad del Estado para estudiar y yo me la gané. Me matriculé en un instituto profesional. El CET te da todo el tiempo para estudiar. Tengo mi horario de trabajo hasta las cinco y las clases empiezan a las seis y media. Ese era otro punto: si me iba a mi casa, no sabía si iba a tener toda la libertad para estudiar. Y si empezaban las clases presenciales, yo con arresto total no iba a poder ir. 

Lo otro es que hay que volver después de 6 meses. A unas compañeras que también les dieron el indulto, les dijeron que tenían que volver el 17 de octubre a terminar lo que les queda hasta llegar a su libertad condicional. Entonces, irme a mi casa y estar sólo cinco meses, es como una libertad falsa: me iba a ir a encerrar, no iba a generar lucas y además iba a perder la continuidad del CET. Porque uno no sabe si vuelve allí.

“Hay que volver después de 6 meses. A unas compañeras que también les dieron el indulto, les dijeron que tenían que volver el 17 de octubre. Entonces, irme a mi casa y estar sólo cinco meses, es como una libertad falsa: me iba a ir a encerrar, no iba a generar lucas”. Camila Navarro

Gano $310.000 y me restan 15% para ahorro que nos pasan una vez que salgamos. Y aquí no hay muchos gastos, porque uno tiene la comida, no paga agua, no paga luz. Ahorro un poco de mi sueldo, el resto se lo doy a mi mamá. 

Foto referencial – Agencia Uno

Mi casa está en Quilicura. Mi hijo vive con mi papás y mi hermana de 16. Mi hijo está súper bien; mi mamá tiene el cuidado personal de él hasta los 18 años. Fue lo más prudente entregárselo. Yo no estaba en condiciones de cuidarlo. Mis padres trabajan; mi mamá es funcionaria pública de la municipalidad de Conchalí, y mi papá es chofer de grúa. Se mantienen bien, yo los ayudo con algunos gastos. Mi familia estuvo de acuerdo con que yo rechazara el indulto, porque me decían que el niño iba a acostumbrarse a que yo estuviera en la casa y después yo iba a tener que volver a la CET o a otro lugar, y él se iba a sentir triste. 

A lo mejor la gente no entiende la postura de rechazar un indulto. Las mismas compañeras dicen que cómo no voy a saber hacer lucas en la calle…

Nunca he tenido mucho feeling con las mujeres. Las encuentro complicadas. Aquí he preferido estar sola que después terminar traicionada. Tú aquí le puedes contar tu vida a alguien y después te peleas y te gritan todo en la cara. El otro día terminé de ver ‘Vis a Vis’, la serie española sobre la cárcel de mujeres. Y sí, es muy parecida a la vida en la cárcel, aunque ésa es una cárcel extrema, no es tan así acá. Pero sí es verdad lo que cuenta sobre si uno es sapa o no respetas ciertos códigos. Por eso, mejor no meterse en nada”.    

Oriana Zúñiga: “Habría sido tonto irme a la deriva”. 

Tiene dos hijos, cinco nietos que ayuda a criar y junto a su marido cayeron por tráfico de marihuana y cocaína. Fue beneficiada con el indulto, pero tampoco lo aceptó. Cree que salir sin trabajo solo la llevaría a delinquir nuevamente. Así cuenta ella su propia historia:          

“También estoy en el CET Talita Kum y estaba en mi trabajo en Lo Espejo, el jueves de la semana pasada, cuando al mediodía me fueron a buscar. Ahí la cabo Lily me cuenta que me habían ido a retirar para el asunto del indulto por la pandemia. Le dije al tiro que yo iba a renunciar. Ya lo tenía pensado, porque puse en la balanza lo que me ofrecía el CET, por un lado; y otro lado,  irme a mi casa a encerrarme sin hacer nada. Yo acá trabajo, tengo un sueldo que no es mucho pero me alcanza para mí y mi familia. En cambio si iba a encerrarme, pensé, eso me iba a llevar a volver a delinquir. Lo pensé fríamente, y preferí quedarme acá, ocupar mis beneficios y trabajar. Irme así a la deriva habría sido algo muy tonto si lo hubiese tomado. 

Tengo 51 años. En mi casa están mis dos hijos, La mayor, que tiene 29 años y está separada, tiene cinco hijos entre los 10 años y los seis meses. Y mi hijo menor, que tiene 21, vive con mi nuera que está embarazada.  

Yo caí el 8 de abril de 2016 por un kilo de marihuana y 400 gramos de cocaína. No era mi mundo. Yo trabajaba, pero estaba muy apretada de plata. Me vi acorralada y de tonta me metí. Esto fue en El Castillo, La Pintana. Llegó una persona equis, me pintó un mundo súper lindo de que yo iba a vender marihuana y que me iba a ir bien. Estuve un año en eso; y me hicieron un allanamiento a mi casa. Una sobrina me denunció. Igual se lo agradezco, porque me hizo salir de ese mundo. Me condenaron a siete años. 

“Puse en la balanza lo que me ofrecía el CET, por un lado; y otro lado, irme a mi casa a encerrarme sin hacer nada. Yo acá trabajo, tengo un sueldo. En cambio si iba a encerrarme, pensé, eso me iba a llevar a volver a delinquir. Lo pensé fríamente, y preferí quedarme acá”. Oriana Zúñiga  

Yo siempre había trabajado en una panadería, atendiendo el mesón y en la caja. Nunca he consumido droga, no me gusta el alcohol, no fumo. Soy católica, iba a misa con mis nietas. Mi marido igual está preso; estábamos separados, pero en ese momento, el del allanamiento, había ido a ver a mis hijos. Me llama, me ayuda con plata, no es una mala persona, es mujeriego no más.

Acá en el CET ganamos $310 mil por igual y nos descuentan el 15% para ahorro. En mayo cumplo un año trabajando aquí. No me siento que estoy presa acá, hasta se me olvida. Estuve en la cárcel de San Miguel 22 meses, ahí sí me sentía súper atrapada, me daban crisis de pánico y la pasé mal. Pero empecé a hacer cosas, a tejer por ejemplo, y a asumir que estaba presa. Pero acá es más cómodo, tenemos agua caliente, el baño es bonito, comemos bien, salimos. Un fin de semana al mes, me voy a mi casa. 

Desde el que caí en San Miguel me arrepentí de lo que hice. Me perdí el nacimiento de dos de mis nietos. Mi vida nunca va a volver a ser lo que era antes… Cuando salga quiero seguir trabajando en aseo. Y si no encontrara trabajo, con el dinero que tengo ahorrado acá voy a ser “semanera”: voy a comprar cosas de casa, cobertores, sabanas, cocinas, loza; y voy a luchar por un puesto en la feria. Yo creo que me va a ir bien”.

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