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Reportajes

7 de Mayo de 2020

Arturo Zúñiga, subsecretario: Cinco historias para entender al escudero de Mañalich

En medio de la emergencia sanitaria, en casi todas las apariciones públicas, se le ve siempre parado detrás del ministro de Salud, escoltándolo, muy serio. La relación del subsecretario de Redes Asistenciales con su jefe es cercana y de confianza. Tanto, que políticos oficialistas y de oposición prefieren llamarlo “su secretario”.

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Es la persona que más horas pasa junto al ministro de Salud Jaime Mañalich y uno de los pocos que goza de su plena confianza. La complicidad entre ambos es tan fina, que políticos oficialistas y de oposición ya no denominan a Arturo Zúñiga (37 años) como el subsecretario de Redes Asistenciales, sino que lo apodan “su secretario”. Sobre sus hombros pesa la tarea de armar la logística detrás de la repartición de insumos para todos los recintos asistenciales del país en medio de la pandemia. 

Esa tarea la desempeña concentrado, silente y sin redes políticas dispuestas a defenderlo de las críticas que apuntan a dos factores: poseer título de ingeniero comercial -a juicio de varios, es una profesión ajena a la medicina que es más natural a su actual rol-; y carecer de autonomía para tomar decisiones sin pasar del ministro. Su figura siempre detrás de su jefe, como un guardaespaldas aplicado, es materia de comentarios e incluso de memes. 

Aquí cinco historias que lo retratan.

El subsecretario de Redes Asistenciales, Arturo Zuñiga, participa del punto de prensa en el patio de Los Naranjos, del Palacio de la Moneda, para actualizar el número de casos positivos de contagiados de coronavirus. Crédito: Agencia Uno.

1.El Perro Zúñiga

El 6 de mayo de 2014, dos meses después del término del primer gobierno de Sebastián Piñera, Jaime Mañalich fue acusado por una antecesora de Arturo Zúñiga, la ex subsecretaria de Redes asistenciales Jeannette Vega (PPD), de haber entregado excesivos recursos al sector privado mientras fue ministro. El caso fue mediático. Vega acusaba que el Ministerio de Salud había comprado $20.100 millones en días cama a recintos privados; la lista la encabezaban las clínicas Tabancura y Las Condes. 

A Zúñiga sus cercanos le dicen Perro, porque es fiel a sus amigos y aperrado. “Sería capaz de llegar a mitad de la noche a ayudarte a cambiar una rueda en la calle”, cuenta un funcionario de La Moneda. Cuando se desató el conflicto de los días cama, Zúñiga -quien había sido jefe de gabinete del ministro- empezó a asistir cada mañana a Apoquindo 3000,  oficina a la cual se había trasladado el gobierno saliente de Piñera. Allí, según cuenta un excolaborador de la fundación Avanza Chile, Zúñiga revisaba papeles, organizaba carpetas, miraba cifras y levantaba información. El argumento de Mañalich era que el aumento de compras se debía a la destrucción de camas que provocó el terremoto de 2010. Y Zúñiga, junto a quien hoy es la nueva jefa de gabinete, Itziar Linazasoro, estuvo ahí para apoyarlo.  

Jaime Mañalich, el ministro de Salud, y el subsecretario de salud, Arturo Zuñiga, llegan al palacio de la moneda. Crédito: Agencia Uno.

Quienes conocen la relación que hoy poseen Mañalich y su subsecretario de Redes Asistenciales, afirman que la complicidad es notoria. Que se leen. Pero quienes critican la decisión del ministro de poner en ese cargo a un ingeniero comercial y no a un médico, resaltan algo que nadie cuestiona: que Mañalich no encuentra contrapeso en el subsecretario ni en ningún otro de sus colaboradores porque, se sabe, es el ministro quien canaliza todas las decisiones. Por eso, rápidamente parlamentarios oficialistas y de oposición colocaron a Zúñiga el apodo de “su secretario”.  

2.El militante “zombi” de la UDI

Jacqueline van Rysselberghe reclamó a La Moneda cuando Zúñiga fue ascendido en julio de 2019 desde jefe de gabinete del ministro a subsecretario. Según testigos, en la pelea de la presidenta de la UDI con el gobierno, el subsecretario era solo el jamón del sándwich. A la dirigenta gremialista le interesaban los equilibrios políticos porque, si bien Zúñiga había tenido una fugaz militancia UDI, la salida del polémico subsecretario Luis Castillo -cercano a ese partido- la afectó: era alguien con quien ella se entendía en forma directa. Según admite la propia senadora, Zúniga terminó ganándosela: “Fui a hablar con él por un asunto de redes. Me pareció inteligente y trabajador. Pero el hecho que no sea médico, y porque tiene que entenderse con médicos, le dificultó el inicio de su gestión. Pero sí hay una desventaja: que no contrarresta la opinión de Mañalich, y a Mañalich le falta un contrapeso en las decisiones técnicas de redes”.

Zúñiga es cercano a Jaime Bellolio, desde que coincidieran en la Universidad Católica cuando el diputado fue presidente la FEUC. Juntos fueron de viaje al sur en 2004, cuando Bellolio organizó una red de voluntarios, llamados Jóvenes sin Fronteras, que hasta hoy dedican sus vacaciones a hacer trabajos sociales en regiones. 

Arturo Zuniga llega al Palacio de La Moneda para participar de comité de emergencia por el covid 19. Crédito: Agencia Uno.

Por culpa de Bellolio, Zúñiga hoy es un militante “zombi” de la UDI, porque militó brevemente en el gremialismo para apoyarlo en su candidatura a presidente del partido, que perdió contra Van Rysselberghe. Zúñiga no se retiró oficialmente. Hoy no podría votar en alguna primaria de derecha, mientras no sincere ante Servel que ya no quiere ser de la UDI.

“Nunca fue partidista en términos políticos, pero sí de participar en cosas públicas”, dice el diputado Bellolio. De esa generación, recuerda el parlamentario, figuran el ex diputado Arturo Squella, el parlamentario Guillermo Ramírez y el subsecretario de Energía, Francisco López.

En la bancada de diputados UDI no se reconoce al subsecretario como una persona que podría mover apoyos políticos para materias legislativas. “De eso se encarga Mañalich”, explica un cercano al ministro. Zúñiga -agregan en la bancada- no sólo carece de redes para canalizar gestiones, sino que tampoco posee destreza política para concitar apoyo. “Va al Congreso a explicar planes de inversiones, pero no a negociar propuestas”, sostienen.   

3. Servicio público en el sur

Fernanda Zúñiga es su hermana menor. Es kinesióloga y hoy trabaja en la misma clínica que él dejó para volver al gobierno: la de la Universidad de Los Andes. Arturo Zúñiga entró a ese lugar en 2016, como su director comercial. Le dieron una bienvenida pública y lo entrevistaron en el boletín institucional de la universidad dueña de la clínica. Ahí describió lo adrenalínico que fue su paso por el ministerio de Salud junto al primer periodo de Mañalich como ministro. “Me tocó de todo: la interpelación, el conflicto de Chiloé, Aysén, Freirina. Fue muy entretenido, con mucha adrenalina y una gran experiencia”, declaró.

Zúñiga es padre de cuatro hijos, y su mujer, María de la Luz Errázuriz, es profesora de Historia y actual coordinadora de los cursos de media del Colegio Huelén en Vitacura. El establecimiento es sólo de niñas, creado en 1978, y forma parte de la fundación Seduc, cuya formación espiritual – dice la web del colegio- está ligada a la “Prelatura del Opus Dei”.

Ministro Jaime Mañalich y Arturo Zúñiga Jory en el hemiciclo de la cámara de diputados del congreso nacional del Valparaiso. Crédito: Agencia Uno.

Cuando Zúñiga terminó Ingeniería comercial en 2005, se inscribió en el Programa de Profesionales Jóvenes al Servicio de Chile, instancia creada por la Fundación Jaime Guzmán que, según su declaración oficial, “recluta a los mejores profesionales” para que dediquen sus primeros años de trabajo al servicio público. Ese programa -en el que también han participado otras figuras del oficialismo como Gonzalo Blumel, Jaime Bellolio y Javier Macaya- instaló a Zúñiga y a su mujer en la municipalidad de Panguipulli por dos años: él como director de la división salud de la Corporación Municipal; y ella en el departamento de desarrollo comunitario. El alcalde entonces era René Aravena, militante de RN. 

Personas que todavía trabajan en el municipio recuerdan que la pareja poseía un bajo perfil mientras fueron parte de la comunidad panguipillense, y coinciden en que Zúñiga tuvo un paso sin sobresaltos en la zona: “Siempre dijo que venía a aprender, pedía consejos, preguntaba lo que no sabía”, recuerda la funcionaria Norka Lillo. Se sorprendió -agrega- cuando le tocó verlo de nuevo en enero pasado, poco antes que estallara la pandemia, cuando Zúñiga apareció por la zona de improviso. “Se veía mucho más empoderado que antes”, dice.  

4. Los $500 millones que le cobran en Panguipulli

En Panguipulli hoy existe un reclamo público que la prensa local ha retratado profusamente. La polémica tiene como protagonista justamente a esa visita del subsecretario de Redes Asistenciales del 7 de enero pasado. El conflicto se desata debido a que los recursos que recibe el único hospital de la zona, Bernabé de Lucerna -privado y de mediana complejidad-, se han hecho insuficientes. El Estado, a través de un convenio, compra servicios de salud para que este hospital privado pueda prestar atención primaria a la comunidad.

El senador de la Región de Los Ríos, Alfonso de Urresti (PS), explica que el asunto se agudiza cuando el actual gobierno dejó fuera a Panguipulli en la construcción de un hospital, pero sí lo hará en La Unión, donde el alcalde es de Chile Vamos; en Río Bueno, donde el alcalde es RN; y también en Los Lagos, cuyo alcalde es un ex DC. A su juicio, el hecho de que en Panguipulli haya un alcalde socialista fue un factor que influyó. 

Arturo Zúñiga llegando al Palacio de La Moneda. Crédito: Agencia Uno

Autoridades de la zona explican que en medio de ese descontento, en enero pasado el subsecretario Zúñiga llegó a Panguipulli para hacer un anuncio: que el Minsal entregaría $500 millones para que el hospital privado funcione en 2020 y que la construcción de un hospital público para la zona quedaría para inicios de 2022. 

Pero autoridades de Panguipulli se quejan de que, a esta fecha, los $500 millones no han llegado para el funcionamiento del hospital, cuyo personal de salud ha reclamado por rebaja en los sueldos. “Además, la necesidad de construir un hospital de mediana complejidad debió haber sido prioridad para este gobierno y no discriminar políticamente -dice De Urresti-. Hoy estamos ante un colapso porque el subsecretario comprometió un aporte financiero para mantener en funcionamiento el actual hospital y no lo cumplió”. La directora del hospital, Tilly Rivas, quien conoce a Zúñiga desde que él trabajó aquí, posee esperanzas: “El hecho de que sea una persona que conoce la zona, hizo que nosotros confiáramos en su palabra. No lo tenemos aquí como chueco, sería la primera vez. Sabemos que hay dificultades para poder implementar ciertas cosas que pasa por un tema logístico de Fonasa, que es bien dura, y que a veces pareciera que casi tiene más poder que el subsecretario y el propio ministro”. 

Desde el Minsal explican que el acuerdo sigue en pie y que los dineros están siendo traspasados. 

5. Blumel de lateral izquierdo; Zúñiga de central

Arturo Zúñiga es el presidente de la Liga de Fútbol de Padres y Apoderados del Colegio Sagrados Corazones de Manquehue. Pero desde la llegada de la pandemia a Chile, sus labores dirigenciales deportivas quedaron postergadas para el subsecretario. En ese círculo jugó durante un tiempo con una de las autoridades más cercanas que hoy posee en La Moneda: el ministro de Interior, Gonzalo Blumel. En las vidas de ambos hay coincidencias por varios episodios. Blumel es cinco años mayor que Zúñiga y también viajó al sur a trabajar a través del programa de la Fundación Jaime Guzmán. Lo hizo poco tiempo antes que el subsecretario y en la localidad de Futrono, a 100 kilómetros de distancia de Panguipulli. En 2013, en el primer gobierno de Sebastián Piñera, mientras Blumel era el jefe del Segundo piso de La Moneda, Zúñiga fue el jefe de gabinete del ministro de Salud. Les tocó relacionarse fluido en esa época y siempre se identificaron como pares generacionales. Ambos además son padres de familias numerosas: Blumel tiene tres hijos, uno menos que Zúñiga. Su mayor cercanía, sin embargo, la tiene en la cancha, porque en la liga del Manquehue jugaron durante un tiempo en posiciones cercanas: Blumel de lateral izquierdo; y Zúñiga como jugador central. 

El ministro de Salud, Jaime Mañalich (D), junto a la subsecretaria de Salud, Paula Daza (I), y el subsecretario de Redes asistenciales, Arturo Zuñiga (C), realizan un punto de prensa en el patio de Los Naranjos, del Palacio de la Moneda, para actualizar el número de casos positivos de contagiados de coronavirus. Crédito: Agencia Uno.

Según ha transmitido a cercanos políticos Blumel, el hecho de que haya un ingeniero comercial a cargo de Redes Asistencial es un acierto. Su argumento apunta que la crisis ha sido un episodio que requiere planificación de ingeniería, de administración y de cómo adaptar una red de salud a una pandemia que no estaba planificada. Según testigos, el titular de Interior destaca a menudo además que Zúñiga, a diferencia de Mañalich, es un tipo fácil de llevar. 

Al interior del oficialismo resaltan que el subsecretario sea una persona que defiende a Mañalich de las críticas que en su propio sector arrecian por ese estilo distante, secretista y a ratos camorrero que posee el ministro. “Zúñiga es el primero que lo defiende”, dice un personero de La Moneda. Sin embargo, las opiniones coinciden en que mientras las críticas aumentan en torno a su propia figura como subsecretario, este carezca de aliados políticos capaces de salir a apoyarlo. Y sólo recuerdan que, cuando fue nombrado en reemplazo de su antecesor Luis Castillo, Mañalich fue enfático en pedirle a varios sectores -desde el Colegio médico a partidos oficialistas- que lo recibieran de buena forma; mensaje que fue entendido como una petición de que no le hicieran bullying.

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