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Selección Nacional

17 de Agosto de 2020

Enrique Castillo y su recuperación de un infarto cerebral por telemedicina

Estuvo tres semanas en la clínica. Después no alcanzó a ir más de un mes a terapia en Hospital Padre Hurtado porque llegó la pandemia. No sabía utilizar Zoom, pero logró adaptarse con ayuda de su familia. Así, sus doctoras lo tratan semanalmente de forma remota y han permitido a Enrique recuperar casi por completo la movilidad del lado derecho de su cuerpo, que quedó completamente paralizado después de sufrir un accidente cerebrovascular en febrero.

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“Cuando desperté en el hospital sentí puras ganas de llorar. Me desmoralicé, me sentía mal y no hallaba qué hacer. Eso fue lo más preocupante, porque no podía mover los brazos, no podía mover nada. Solamente un poco mi cabeza de lado a lado”, cuenta Enrique Castillo. A fines de febrero, pocos días antes de cumplir 69 años, sufrió un accidente cerebrovascular que lo dejó con todo el lado derecho de su cuerpo paralizado y con secuelas cognitivas. 

Se había jubilado hace unas semanas tras 45 años trabajando en el área de educación de la Municipalidad de El Bosque. Todo el malestar se inició un sábado al que viajó a Ventanas, donde su familia estaba terminando las vacaciones. “Me volvió a doler la cabeza, igual que el día anterior, que no le había tomado importancia”, cuenta. Fue al consultorio ubicado cerca del balneario y lo mandaron para la casa, donde no mejoró. Para evitar el tráfico un domingo de fin de vacaciones, decidieron volver el lunes a Santiago. 

Ya en su casa en La Pintana, durante la noche no aguantó más. Lo llevaron esa misma noche al Hospital Padre Hurtado, donde quedó hospitalizado sin conocimiento por unos días. Enrique fue monitoreado durante casi tres semanas por los médicos. Dice que logró salir adelante gracias a la “compañía que le dio su familia” durante esos días.

Foto de su estadía en el Hospita Padre Hurtado – Registro persnonal

Comenzó su rehabilitación con terapia presencial en el mismo recinto, modalidad que sólo duró dos semanas. La mayor parte de su tratamiento, a causa del Covid-19 y el colapso del servicio de salud, la ha realizado en forma remota, vía Zoom. Tiene sesiones semanales con la terapeuta ocupacional Allison Ríos y la kinesióloga Annette Castillo. Desde su casa continúa ejercitando y tratando algunas de las secuelas que dejó su infarto. “Después de estar tan mal, yo prácticamente pensaba que me iba a ir por otro camino, al otro lado. Pero como le digo, logré superarme”, comenta.

Desde su casa continúa ejercitando y tratando algunas de las secuelas que dejó su infarto. “Después de estar tan mal, yo prácticamente pensaba que me iba a ir por otro camino, al otro lado. Pero como le digo, logré superarme”

CAMINAR POR EL HOSPITAL

“Físicamente había estado bien gracias a Dios, si incluso en diciembre me había jugado un partido de fútbol”, recuerda Enrique, quien apenas recuperó la conciencia en su habitación del 4to piso del Hospital Padre Hurtado, le pidió ayuda a su hija para comenzar a moverse de a poquito. 

¿Lo acompañaron harto en el hospital?

– Si, una de mis hijas pidió permiso y me iba a acompañar todos los días desde las 11 hasta las 6. Almorzábamos juntos y los primeros días fue mi apoyo para lograr sentarme, por ejemplo. Además, desde la casa me llamaban día y noche. 

¿Sintió mejoras con el transcurso de los días?

– Claro. Me comencé a despertar como a la 6, antes de que llegaran las enfermeras con las pastillas y cosas. A las 7 venían a monitorearme los doctores y yo aprovechaba ese ratito para mover brazos y manos de a poco. Vino una terapeuta que me sacaba a caminar por el pasillo, paso a paso primero y después también con un kinesiólogo llegué a moverme 20, 30 metros, casi la mitad del pasillo en que estaba mi pieza. Empecé a mover pies y muñecas, todos los días a las 9, a las 11, después de almuerzo y así. Hasta que logré caminar por todo el cuarto piso. Incluso, cuando ellos se iban, yo trotaba un poquito a escondidas, pero siempre suave, pensando en mi salud. 

El progreso de Enrique fue bueno y le permitieron volver a su casa, con el compromiso que volvería tres veces a la semana al hospital a realizar su terapia. Así lo hizo, pero por la llegada del coronavirus, el tratamiento tuvo que cambiar. No supo nada por unos días, hasta que se comunicaron con él para explicarle como funcionaría la modalidad de rehabilitación por Zoom: “Yo no sabía cómo manejarlo así que tuve que llamar a mi hija para que me ayudara. La verdad, hasta ese entonces no sentía mucho entusiasmo por esto”.

Enrique en una de sus sesiones de terapia por telemedicina – Registro personal

Se comunicaron con él para explicarle como funcionaría la modalidad de rehabilitación por Zoom: “Yo no sabía cómo manejarlo así que tuve que llamar a mi hija para que me ayudara. La verdad, hasta ese entonces no sentía mucho entusiasmo por esto”.

TERAPIA POR ZOOM

Le enviaron a su casa unos paquetes de arroz y palos de escoba. Objetos de uso diario que se convertirían en fundamentales para su recuperación. Habilitó un espacio en su comedor para realizar ejercicios y con ayuda de sus familiares, empezó a tener sesiones dos veces a la semana. 

En específico, ¿cómo funciona esta terapia remota?

– Los lunes hago videollamada con la doctora Allison para el ánimo, para la mente, y los jueves ejercicios con la doctora “Annie”. Como le digo, yo no sabía al principio cómo iba a funcionar, pero ya me acostumbré. Mi hija y mi nieta me han ayudado bastante, porque son ellas las que me conectan el celular a las 9 de la mañana y se quedan afirmándolo hasta las 11, mientras yo hago los ejercicios frente a la cámara. 

Enrique ejercita la memoria con la terapeuta ocupacional y el desarrollo motor con una kinesióloga. Mientras da esta entrevista, recuerda las fotos de cuando estaba en el hospital: caminando afirmado por la doctora y también apoyado en un burrito. “Ahora he salido un par de veces a caminar y los vecinos me miran como si no me hubiera pasado nada”, dice Enrique. 

Enrique en una de sus sesiones de terapia por telemedicina

Le enviaron a su casa unos paquetes de arroz y palos de escoba. Objetos de uso diario que se convertirían en fundamentales para su recuperación. Habilitó un espacio en su comedor para realizar ejercicios y con ayuda de sus familiares, empezó a tener sesiones dos veces a la semana.

Un ejercicio que hace sobre una frazada en la cerámica de su casa es su favorito. “Me pongo en cuatro patas y levanto el brazo izquierdo y la pierna derecha de forma simultánea. En las primeras sesiones duraba cinco segundos, alcancé los 10 a las tres semanas y ya voy por 30 segundos aguantando. Era medio complicado al principio porque perdía el equilibrio, pero con el tiempo me acostumbré y se me hace más fácil”, comenta orgulloso.

BUENA ALTERNATIVA 

Enrique dice que aún le falta para estar al cien porciento: pierde la memoria por segundos y “siente hormiguitas” en su brazo derecho. También entiende que son procesos lentos, que pueden durar desde seis meses hasta un año de recuperación.

Le ha dado buenos resultados entonces la modalidad de tratamiento en este contexto…

– Gracias a Dios yo físicamente ya estoy bien. Ha sido muy positivo para mí y para la gente de mi sector. Al principio me costó, pero esto del Zoom igual le da otro toque y me terminé entusiasmando. Desde la tercera sesión que estaba puntual a las 9 porque ya quería empezar. 

“Gracias a Dios yo físicamente ya estoy bien. Ha sido muy positivo para mí y para la gente de mi sector. Al principio me costó, pero esto del Zoom igual le da otro toque y me terminé entusiasmando”

¿Recomendaría esta forma de tratamiento para el futuro?

– Si, y sabe que yo pienso en mis vecinos. Porque si bien a mi igual me queda cerca el hospital, pero hay otros que están más retirados. Imagínese los que tienen un brazo o una pierna mala, qué sé yo. Tienen que gastar en locomoción y son hartas monedas menos para gente de mucho esfuerzo. Ojalá que sirva para otra gente. En especial para los que dicen ‘Ay si ya estoy muy viejo, me da lo mismo’. Pero no po’, con 60 o 65 años no se terminó el mundo y esto recién empieza. Hay que seguir adelante.

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