Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Reportajes

27 de Agosto de 2020

Revolución en dictadura: La huelga de hambre que marcó un precedente en la justicia chilena

En estos días en que el tema ha estado en la contingencia, es inevitable recordarla. Ocurrió en 1984 y debió intervenir la Corte de Apelaciones de Santiago. Luego de que la Universidad Católica expulsara a 22 universitarios tras una toma en el Campus Oriente, seis estudiantes iniciaron una huelga de hambre en la parroquia San Roque, en Peñalolén. Sólo dos alumnos la terminaron después de 38 días, en la Posta Central: Edgardo Busquets, quien se suicidó en 1995; y Julio César Ibarra, quien acá reconstruye esas horas al límite.

Por

A una década del comienzo de la dictadura militar, encabezada por Augusto Pinochet, las protestas se multiplican en todo Chile. La represión aumenta. El movimiento estudiantil se organiza frente a una serie de jornadas de paros y manifestaciones. El año 1984 no será distinto. Las universidades están intervenidas. El rector de la Universidad Católica es el vicealmirante de la Armada, Jorge Swett.

En marzo de 1984 las protestas se incrementan en el Campus Oriente de la UC. Hay pancartas colgadas desde las ventanas de las salas: “El gobierno miente, la FEUC calla”. Por entonces, la Federación de Estudiantes UC es liderada por el Movimiento Gremial, fundado por Jaime Guzmán. 

Comienzo huelga de hambre en julio de 1984.

La relación entre los estudiantes es tensa. Hay lienzos desplegados en los muros “Fuera Swett” y “La UC en paro”. La tensión crece dentro del Campus Oriente. En los patios, hay peleas a golpes entre gremialistas y la Coordinadora de Centros de Alumnos Democráticos, una FEUC de oposición. Las protestas son a diario y están organizadas por los alumnos de Música, Arte, Castellano, Teología, Historia, Teatro, Filosofía y Periodismo.  

Pero hay un grupo más radical entre los estudiantes. Conformado por diferentes facciones ideológicas de izquierda, incluidos exseminaristas que trabajan en las poblaciones. El grupo se llama Poder Popular y también es conocido como Pop Power, cuyos integrantes serán protagonistas y responsables de una toma y posterior huelga de hambre que acapara la atención de la sociedad en dictadura. 

 “Se evitó una desocupación sangrienta gracias a la intervención del profesor Soublette, quien se ofreció como mediador entre carabineros y los jóvenes”, señala Julio César Ibarra, quien narra aquellos años de estudiante y su participación en la histórica huelga de hambre en el libro La montaña (2019).

El miércoles 13 de junio de 1984, los miembros del Poder Popular junto a pobladores de Cerro Navia y Pudahuel montaron una asamblea popular en las dependencias del Campus Oriente, de la UC. “Hoy hemos descerrajado las puertas de las universidades para que entre el Pueblo en ellas”, señalaban los dirigentes de Poder Popular. 

Tras la inusual asamblea, el diario La Segunda tituló “Poblada se toma campus de la UC”. Fue así como la universidad acusó de dirigir la asamblea popular, al estudiante de Filosofía Octavio Carrasco y procedió a su expulsión. Era el comienzo de una escalada de protestas y demandas que finalizó en una emblemática huelga de hambre que se extendió por 38 días. 

El diario La Segunda y su portada del 13 de junio de 1984 cuando desencadenan los hechos en la UC, registro de Alex Palacios.

Después de la expulsión de Carrasco, una veintena de estudiantes se tomaron la Facultad de Filosofía de la UC. Una semana después de la asamblea popular, una micro de Carabineros ingresaba al Campus Oriente para llevarse detenidos, a la 19° Comisaria, a los alumnos que exigían que se reintegrara a Carrasco. Pero la mano dura sería implacable: 22 estudiantes que participaron en la toma fueron expulsados. 

Los universitarios afectados tienen el apoyo del académico y filósofo Gastón Soublette. “Se evitó una desocupación sangrienta gracias a la intervención del profesor Soublette, quien se ofreció como mediador entre carabineros y los jóvenes”, señala Julio César Ibarra, quien narra aquellos años de estudiante y su participación en la histórica huelga de hambre en el libro La montaña (2019). 

En los días siguientes, ante la noticia de los 22 alumnos expulsados, las protestas no paraban. Se habló de un ayuno masivo. La policía resguardaba a cada hora las puertas del Campus Oriente. La rectoría dio luces ante un posible reintegro, pero los estudiantes debían pedir perdón públicamente por los actos realizados. Es junio de 1984 y en el aniversario de la UC, el rector designado Jorge Swett señaló que la “situación del país se refleja al interior de esta casa”. 

Las manifestaciones no se detienen. El Poder Popular llama a una huelga de hambre “por el reintegro incondicional” de los 22 alumnos echados. Así es como el martes 3 de julio de ese año, seis universitarios comienzan la huelga de hambre. Cuatro alumnos del grupo de expulsados: Edgardo Busquets y Jorge Zúñiga, de Filosofía; Max Benavides, de Castellano; y Manuel Peña, de Teatro. Además, de Patricio Ponce de Periodismo y Julio César Ibarra de Castellano.

“Se sabía que la huelga de hambre iba a ser pesada y hasta las últimas consecuencias. Había que estar dispuesto a todo”, recuerda hoy Ibarra quien además de estudiante era militante del Partido Mágico del Pueblo. “Un partido de poetas y artistas anarquistas”, dice sobre grupo que era parte de Poder Popular, movimiento que además integraban miembros de la Izquierda Cristiana y del MAPU.   

La huelga de hambre se desarrolló por casi 30 días en la parroquia San Roque, ubicada en Los Guindos 5771, en Peñalolén. La parroquia la dirigía el sacerdote Gerardo Whelan, quien fuera rector del colegio Saint George y cuyo plan de integración educativa, en los años 70, quedó recreado en la película Machuca, de Andrés Wood. 

La prensa informó del traslado de la parroquia San Roque a la Posta Central, registro de Julio César Ibarra.

Sin embargo, a los pocos días de comenzada la huelga en la parroquia, debido a los conflictos internos en Poder Popular producto de las negociaciones con Rectoría de la UC, abandonan la huelga Jorge Zúñiga y Max Benavides. Sólo quedan cuatro estudiantes en San Roque, quienes concentran toda la atención de la prensa y la comunidad universitaria:  Edgardo Busquets, Manuel Peña, Patricio Ponce y Julio César Ibarra.

La huelga de hambre se desarrolló por casi 30 días en la parroquia San Roque, ubicada en Los Guindos 5771, en Peñalolén. La parroquia la dirigía el sacerdote Gerardo Whelan, quien fuera rector del colegio Saint George y cuyo plan de integración educativa, en los años 70, quedó recreado en la película Machuca, de Andrés Wood.

La justicia y el camino de Cristo  

Mientras la huelga avanza en la parroquia San Roque, el ambiente en el país es tenso. Hay quemas de neumáticos en las calles; y carabineros y la CNI operan con total impunidad. En la UC los estudiantes se enfrentan a las autoridades y se producen las vacaciones de invierno. Pero el desencanto y la rabia no se detienen. A mediados de julio, la figura de la virgen, ubicada en uno de los patios del Campus Oriente, aparece pintada de rojo. 

“Ultraje a la virgen”, señaló el 14 de julio del 84, La Tercera. En sus mismas páginas, el diario informa que los “Ayunantes de la UC han bajado entre 4 y 5 kilos”. También queda consignado que “rezaron el rosario” ante la “Virgen manchada”, el vice gran canciller Jorge Medina -sacerdote que luego sería obispo-, el rector Jorge Swett y el vicerrector académico Hernán Larraín Fernández -hoy ministro de Justicia-. 

ortada diario El Mercurio 11 de agosto cuando los estudiantes se retiran de la Posta Central, registro de Alex Palacios.

El regreso de vacaciones trajo una mayor provocación para los alumnos: la instalación de rejas de fierro de tres metros de altura y 170 metros de largo en el frontis del Campus Oriente. “El regreso de centenares de estudiantes fue vigilado desde muy temprano por buces de fuerzas policiales”, apuntó el diario Las Últimas Noticias, que informó de “cuchareos” a modo de protestas en el casino de la universidad. 

Mientras tanto, los cuatro jóvenes huelguistas duermen en las dependencias de la parroquia San Roque, acogidos por Gerardo Whelan. Asoman como líderes, Edgardo Busquets y Julio César Ibarra, quienes lucharán hasta las últimas consecuencias. “Solo consumíamos agua y té. Mientras estábamos en la huelga, Busquets nos hacía soñar con comida. Hablamos sobre lo que comeríamos cuando finalizara la huelga”, recuerda hoy Ibarra.

Protesta de estudiantes en Campus Oriente, 1984, foto de Juan Carlos Cáceres.

En la parroquia, donde también eran asistidos por médicos, se armó una especie de romería: llegarán a visitarlos, en una micro, alumnos de la Universidad Católica de Valparaíso, y hasta desfilarán frente a los huelguistas personajes del mundo político, cultural y religioso como Gabriel Valdés, Rodolfo Seguel, Manfred Max Neef, Bernardino Piñera, Percival Cowley, el recién asumido cardenal Juan Francisco Fresno y monseñor Raúl Silva Henríquez.

“Solo consumíamos agua y té. Mientras estábamos en la huelga, Busquets nos hacía soñar con comida. Hablamos sobre lo que comeríamos cuando finalizara la huelga”, recuerda hoy Ibarra.

“Yo supe con los años, que la gestión de la visita de Silva Henríquez, la hizo Gastón Soublette. Pero fue un momento difícil. Cuando llegó frente a mí se hincó y me tomó las manos y me dijo: ‘¿Hijo, por qué te quieres matar?’. Y yo le dije: ‘Padre, ¿usted no conoce el camino de Cristo?’; y él se retiró sin decirme nada más”, comenta Ibarra. 

Paralelamente, en la universidad se extienden grandes lienzos “Por el reintegro de los expulsados”, “La Iglesia no puede lavarse las manos” y “¡Huelga de hambre indefinida!”. 

Las autoridades están incómodas. Hay mucho ruido dentro de la universidad y demasiadas visitas en San Roque. Las páginas en los diarios no dejan de cubrir la huelga sobre un grupo de desconocidos universitarios. 

Rectoría no soporta la atención mediática y social que estaba tomando la huelga de hambre. Entonces un grupo de abogados, encabezado por Sergio Gaete, decano de la Facultad de Derecho de la UC, interpuso un recurso de protección en la Corte de Apelaciones de Santiago, para que la huelga fuese declarada ilegal e ilegítima. 

Julio César Ibarra con su madre y hermana a la salida de la Posta Central, registro de Alex Palacios.

“El recurso de protección era para resguardar el derecho a la vida e integridad física de los alumnos huelguistas y también por amenazar la honra de ciertas personas que dirigían la universidad, entre ellos el rector Jorge Swett”, comenta a The Clinic el abogado y académico de la U. de Chile y la U. Adolfo Ibáñez, que ha escrito sobre el caso, Antonio Bascuñán Rodríguez. 

El profesor sabe que el “Caso de la huelga San Roque” es emblemático. “Primero la Corte de Apelaciones de Santiago declaró inadmisible el recurso, señalando que no estaba siendo atentado el derecho a la vida. Luego, fue enviado a la Corte Suprema, quien revocó la sentencia y luego, en otra sala de la Corte de Apelaciones de Santiago, el recurso fue aceptado”, agrega Bascuñán Rodríguez.  

Rectoría no soporta la atención mediática y social que estaba tomando la huelga de hambre. Entonces un grupo de abogados, encabezado por Sergio Gaete, decano de la Facultad de Derecho de la UC, interpuso un recurso de protección en la Corte de Apelaciones de Santiago, para que la huelga fuese declarada ilegal e ilegítima.

“Esto ocurrió por las presiones de la dictadura en favor de los demandantes. Este fallo sentó jurisprudencia en Chile”, cuenta Julio César Ibarra, quien estuvo hasta el final de la huelga de hambre cuando sólo quedaban él y Edgardo Busquets. “El documento judicial decía que yo estaba instigando a Busquets para que se suicidara y, a su vez, Busquets estaba instigándome a mí para que me suicidara. Por lo tanto, cabía la figura del semihomicidio. Entonces con esta fórmula nos sacaron de San Roque y nos llevaron a la Posta Central”, explica Ibarra. 

El sacerdote Gerardo Whelan también estaba involucrado al ceder la parroquia y tuvo que declarar ante la justicia, donde dijo: “No he prestado auxilio alguno para el suicidio, sino para la exteriorización de un acto de caridad: el sacrificio que se han impuesto los huelguistas de hambre es una forma de lucha por el derecho de ellos y de otros a estudiar”. 

Traslado a la Posta Central luego del fallo de la Corte de Apelaciones, archivo de Julio Cesar Ibarra.

Pero, en aquellos días de enfrentamiento, el abogado Sergio Gaete celebró la decisión de la Corte de Apelaciones de Santiago, que obligaba a poner “término de inmediato a la huelga de hambre” y al permiso concedido por el sacerdote Whelan para que los huelguistas no “sigan ocupando la parroquia San Roque”. Gaete comentó en la prensa: “Esta resolución tiene la virtud de ser la primera vez que los tribunales de justicia, enfrentados a una situación de esta naturaleza, declaran que es ilegal y arbitrario atentar contra la propia vida”.

En los primeros días de agosto del 84, a casi un mes de iniciada la huelga, los estudiantes Edgardo Busquets, Manuel Peña, Patricio Ponce y Julio César Ibarra son visitados en la parroquia San Roque por el receptor judicial Enrique Ruiz, quien los notifica y entrega una copia del fallo de la Corte de Apelaciones de Santiago. 

“El documento judicial decía que yo estaba instigando a Busquets para que se suicidara y, a su vez, Busquets estaba instigándome a mí para que me suicidara. Por lo tanto, cabía la figura del semihomicidio. Entonces con esta fórmula nos sacaron de San Roque y nos llevaron a la Posta Central”, explica Ibarra. 

Así es como esta huelga y el fallo de la justicia es un caso que hasta hoy es recordado en las escuelas de Derecho. Hace algunos días, debido a la huelga de hambre de algunos líderes mapuches y del machi Celestino Córdova, se volvió a citar la histórica decisión judicial. 

“El caso de la parroquia San Roque fue uno de los primeros en que se recurrió a la protección contra huelgas de hambre. La sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago señaló que el derecho a la vida supone también realizar todos los actos necesarios para dar protección a la misma. Desde ese caso, se han reiterado las referencias a la protección de la vida en relación con los diversos casos de huelgas de hambres”, explica a The Clinic el abogado y ex integrante del Tribunal Constitucional, Enrique Navarro Beltrán. 

Un outsider y un sobreviviente

¿Cómo terminó la histórica huelga de San Roque? Después de estar de 33 días en la parroquia de Peñalolén, el sábado 4 de agosto de 1984, pasadas las 22 horas, los cuatro estudiantes, delgados y barbones, fueron trasladados en ambulancia hasta la Posta Central: Edgardo Busquets, Manuel Peña, Patricio Ponce y Julio César Ibarra, quien bajó 15 kilos.

El doctor Raúl Guzmán, director de la Posta Central, declaró a la prensa sobre la salud de los estudiantes: “No están en peligro”. Y fue aún más preciso: “Una persona podría estar sin comer bastante más tiempo de lo que han estado estos jóvenes”. 

Julio César Ibarra quien llegó hasta las últimas consecuencias en agosto de 1984 en la huelga de hambre.

Llegando a la Posta Central, Edgardo Busquets le dijo a Raúl Guzmán: “Le agradezco su preocupación como médico. Pero quiero decirle que yo y cada uno de mis compañeros estamos aquí voluntariamente, que nadie nos ha incitado, presionado, que nos mantendremos en huelga de hambre por propia voluntad y que tenemos derecho a eso”.

Hoy, Ibarra recuerda cuando llegó a la Posta Central. “A mí ya no podían sacarme sangre. En la posta desperté rodeado de enfermeras y de una doctora que me tenía tomada una mano y que lloraba. Ellos sabían el peligro que estábamos corriendo. Las muestras de simpatía eran muchas de parte del personal médico”, dice Ibarra, quien en 2011 sufrió un accidente y quedó tetrapléjico. 

“El caso de la parroquia San Roque fue uno de los primeros en que se recurrió a la protección contra huelgas de hambre. La sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago señaló que el derecho a la vida supone también realizar todos los actos necesarios para dar protección a la misma. Desde ese caso, se han reiterado las referencias a la protección de la vida en relación con los diversos casos de huelgas de hambres”, explica a The Clinic el abogado y ex integrante del Tribunal Constitucional, Enrique Navarro Beltrán.

Cuatro días después de haber llegado a la Posta Central, el martes 7 de agosto del 84, Manuel Peña desistió de la huelga. Dejó el recinto de salud acompañado de su padre. “Acordamos que era necesario un testimonio real. Porque la gente no sabe, de ahí la importancia que yo hable en el acto por la vida que haremos hoy”, señaló Peña en Las Últimas Noticias haciendo referencia a un acto público llamado “Jornada por la vida” que se realizó en las inmediaciones de la Plaza de Armas. Para participar en el mismo acto, Patricio Ponce también dejó la Posta Central. Aunque luego regresaría a buscar a sus compañeros.

Solo Busquets e Ibarra llegaron hasta las últimas consecuencias de la huelga, tras 38 días sin recibir alimentos. La huelga fue suspendida a las 4 de la tarde del jueves 9 de agosto del 84. “La dirección del Poder Popular decidió que suspendiéramos la huelga, porque ya no había nada más que hacer. Hubo reacciones posteriores; por ejemplo, a los pocos meses, Jorge Swett dejó de ser rector de la UC”, dice Ibarra, que junto a Busquets salieron de la Posta Central con el puño izquierdo en alto. El diario El Mercurio los retrató con ese gesto y tituló “Ayunantes dejan la Posta”. Ibarra fue recibido en las afueras del recinto por su hermana Giovanna y su madre María Mercedes. 

El 11 de agosto de 1984 Gastón Soublette solidariza con los estudiantes, registro de Alex Palacios.

De los dos últimos huelguistas, hoy sólo Ibarra sobrevive. “Edgardo Busquets, además de un gran estudiante de Filosofía, era un gran líder y orador. Era un outsider y muchos partidos no lo tragaban”, recuerda Ibarra y comenta que tras finalizar la huelga la relación entre ambos se diluyó. “Busquets se suicidó en 1995 en una casa en Bellavista”, señala Ibarra sobre el destino de los protagonistas de la huelga del 84. 

En agosto del año pasado, Ibarra regresó junto a Gastón Soublette y decenas de amigos y excompañeros al Campus Oriente para presentar su libro de memorias, La montaña. “Donde había vida, discusión, creatividad, ahora son espacios religiosos. Muchos lugares para compartir los convirtieron en oratorios. Es la universidad de Dios sin Dios”, termina. 

Notas relacionadas

Deja tu comentario