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Reportajes

5 de Febrero de 2021

La mujer que trabaja once horas diarias en un búnker blindado de un metro cuadrado

Leidy llegó a Chile desde Colombia hace cinco años. Trabaja en una estación de servicio ubicada en Diagonal Paraguay con avenida Portugal y sus turnos como cajera los debe cumplir en una pequeña caseta blindada, instalada luego de masivos saqueos ocurridos tras las movilizaciones sociales. Aquí, la mujer cuenta en primera persona cómo es trabajar once horas en una caja de metal donde no entra la luz del sol: “En mi casa tengo sueños en que estoy acá encerrada”, dice.

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Mi nombre es Leidy, llegué desde Colombia hace cinco años y hace dos trabajo en esta estación de servicios. La caseta se instaló luego de los saqueos que tuvimos después del estallido social y que afectaron a las cajas y la tienda de comestibles. Esa tienda fue cerrada y no volvió a abrir porque le saquearon todo, hasta la caja fuerte y lo que estaba en nuestro casillero lo rompieron. Esa tienda también está blindada, pero todo lo que está adentro sigue destruido. 

Por el cierre de ese local tuvieron que despedir a muchos compañeros. Éramos 15 y ahora quedamos solo cinco. Pese a que los saqueos ya no ocurren, hace rato me siento insegura. Nos toca hacer los turnos todas las noches acá, nos da miedo salir de la caseta al baño. 

Es terrible trabajar en esta caseta. Por un tiempo el turno lo hacíamos dos personas, uno se quedaba en la tienda y otro acá (en la caseta), pero ahora a los que nos toca de noche nos quedamos solos. Desde diciembre que los turnos ya no son dobles, igual antes a las personas le daba mucho miedo quedarse dentro del local con todo lo destruido que está dentro. Por eso decidimos quedarnos de a uno, para no perder el trabajo más que todo.

Algunos turnos son desde las 20:00 hasta las 7:30 de la mañana. Adentro no entra la luz del sol, por suerte tenemos aire acondicionado. Antes igual era distinto, teníamos vidrios polarizados, pero uno podía ver algo hacia afuera. También había un espacio abierto para que entrara el aire, pero lo tuvieron que cerrar porque nos podían tirar cosas por ahí. 

A veces en la noche no hay clientes y da sueño. Estar tanto sentada hace que me duelan las rodillas, así que algunas veces me recuesto doblada porque mi cuerpo no cabe de largo. Tengo que ponerme en diagonal en el piso y flectar las piernas para entrar. 

Trabajar en este lugar tan pequeño es complicado. En este momento estoy en unas citas médicas con un traumatólogo. El hecho de estar allí sentada y sin movilidad genera muchos dolores de rodilla y de cadera, eso perjudica mucho.

Esto también afecta mentalmente. Aunque uno no la padezca, se puede sentir claustrofobia solo por estar acá en este espacio tan pequeño. De hecho, mi estado de Whatsapp dice “trato de dormir para olvidarme del trabajo, pero sueño con el trabajo”. En mi casa tengo sueños en que estoy acá encerrada. 

Cuando fueron los saqueos teníamos que salir corriendo. Una vez nos tuvimos que resguardar en una reja porque no encontrábamos las llaves y no podíamos saltarla. También escapamos hacia un parque cercano por toda la gente que venía en una turba. De todo el tiempo que llevo en Chile nunca había visto algo así. Hay una bomba de bencina a dos cuadras y esa la destruyeron completa, aún no vuelve a abrir.

En estos últimos meses no ha pasado nada, la violencia fue parando. Las demandas sociales yo las encuentro legítimas, la gente está en su derecho de protestar y pedir lo justo, pero hay otras personas que se prestan para hacer el mal. Muchos quedaron sin trabajo, no es solo esta bomba, hay muchas que cerraron. Los afectados somos nosotros, los que prestamos los servicios para la empresa, no son ellos (los dueños). 

Respecto a la medida de poner esta caseta, creo que los trabajadores nos conformamos, nos conformamos con no perder el trabajo porque lo necesitamos. Todos lo necesitamos. Yo en este empleo gano el mínimo. Algo así como $360 mil.

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