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Entrevistas

18 de Marzo de 2021

Juan Carlos Said, médico y experto en Salud Pública: “Lo que estamos viviendo en estas semanas es lo peor que hemos vivido”

No solo le preocupa el alza en los contagios y las hospitalizaciones. También la dramática situación que están viviendo los equipos médicos. “Hay un colapso hospitalario en el sentido de que hay un deterioro en la calidad de la atención”, advierte. Pero, con todo, el doctor Said es contrario a postergar las elecciones de abril próximo. “La democracia –dice- no se puede congelar”.

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Cree que se la está pidiendo mucho a la vacuna. Que es un aliento, una esperanza, pero que aún falta mucho para que sea una herramienta totalmente efectiva para desterrar el Covid-19. 

De ahí, que su crítica a las autoridades sea un excesivo optimismo, una cierta ansiedad por avanzar rápido en todo. “Se instaló un mensaje que hizo pensar que la crisis estaba superada”, sostiene el doctor Juan Carlos Said, quien considera que el retorno a clases presenciales, la apertura de casinos y gimnasios, la estela que dejaron las vacaciones, provocaron “una tormenta perfecta para generar lo que estamos viendo hoy”. 

Médico de la Universidad de Chile, Said le ha ido siguiendo la pista a la pandemia desde el comienzo. Su voz especializada, sus opiniones, son recogidas por la comunidad científica. Sus conocimientos en salud pública –tiene un magíster en el Imperial College en Londres- le permiten construir una mirada panorámica sobre el estado de la pandemia. Y sus 22 horas semanales trabajando en el Hospital Sótero del Río, le han ido dando el pulso diario del avance del coronavirus en la población.

-Se han disparado las cifras de contagios, de ocupación de camas UCI. Se habla de la posibilidad de postergar las elecciones. En su experiencia, con los pies en terreno, ¿qué tan compleja es la situación? 

La situación es extremadamente grave. Es la más grave que hemos tenido. En ningún momento, ni en junio o julio del año pasado, tuvimos tantos hospitalizados como hoy. Sin duda, lo que estamos viviendo en estas semanas es lo peor que hemos vivido. 

-¿Crees que hay conciencia de lo dramático que es el momento? A veces, tantas cifras generan como una negación en la población…

-Creo que como nunca antes, la palabra “estado de catástrofe” ha estado tan bien usada. Realmente, estamos en un estado de catástrofe donde batimos un récord histórico de hospitalizados en camas críticas. Así de grave es la situación. El que no lo entienda, no está mirando la realidad.

Paralelamente ha habido una exitosa campaña de vacunación. 5 millones de personas ya han sido inoculadas. ¿Qué pasó que se nos vino una segunda ola tan rudamente? ¿Nos relajamos quizás?

-Hay un par de factores que explican cómo llegamos a esta situación. El primero es que nunca se logró un control adecuado de la pandemia. Es decir, nunca logramos un descenso significativo de los casos. Nos estabilizamos en lo que se llama una endemia alta. Entramos al verano con ese número elevado de casos y, tal como pasó en muchos otros países, en el verano, se relajaron las medidas de distanciamiento social, hubo más movilidad, viajes en bus, viajes en auto. Lo que estamos viendo ahora es la suma de esos efectos. Y añadiría que también hubo un discurso de riesgo que no fue el adecuado.

-¿Un mensaje ambivalente o demasiado exitista?

-Contradictorio. Pocas semanas antes de que se decretara fase 2, aquí estábamos hablando de abrir gimnasios, de abrir los casinos… Todo eso le dio a entender que la crisis estaba superada. Uno dice: “bueno, si están abriendo el casino, esto ya pasó”. Y, sin embargo, en ese mismo momento ya veíamos que el número de hospitalizados iba subiendo progresivamente. Esta alza lleva un mes. No es que el número de hospitalizados empezó a subir hace una semana. 

“Como nunca antes, la palabra “estado de catástrofe” ha estado tan bien usada. Realmente, estamos en un estado de catástrofe donde batimos un récord histórico de hospitalizados en camas críticas”.

-Todos esos datos los manejaba el gobierno, la comunidad científica. ¿Qué explica que no se hayan tomado medidas más drásticas? ¿Imperó un criterio económico? ¿Una suerte de negación?

-Creo que hubo un excesivo optimismo y se le pidió a las vacunas algo que no podían dar. Esta idea de que iban a llegar las vacunas y la crisis se iba a resolver es puro optimismo. Y eso no es nuevo en el gobierno. Muchas veces hace una cosa buena y al día siguiente se tropieza con otra. Esa ha sido la tónica en este gobierno: la constante ansiedad de que las cosas sucedan rápido, de inmediato. Pero hay cosas que necesitan tiempo.

-Y, a tu juicio, ¿qué se debió haber hecho distinto?

-Lo que nosotros habríamos necesitado es que junto con la vacunación, se siguiera transmitiendo un mensaje de riesgo. Vacunar rápidamente ha sido un proceso muy exitoso, pero esta idea, por ejemplo, de volver a clases en marzo… No costaba nada esperar un mes más. Habría incidido muy poco en los niños y habría sido mucho mejor para el control de la pandemia. Podríamos haber tenido prácticamente a todos los adultos mayores vacunados y, efectivamente, inmunizados. Entonces, el retorno de las clases, abrir casinos y gimnasios, fue un error. Se instaló un mensaje que hacía pensar que la crisis estaba superada. Todo eso se convirtió en una tormenta perfecta para generar lo que estamos viendo ahora. 

“Hubo un excesivo optimismo y se le pidió a las vacunas algo que no podían dar. Esta idea de que iban a llegar las vacunas y la crisis se iba a resolver es puro optimismo. Y eso no es nuevo en el gobierno”.

¿La pandemia se fue de las manos? Porque también es cierto que la mayoría de los países están en una situación igualmente crítica. 

-Sí, pero hay países que lo han hecho mejor que otros. Y nosotros, claramente, no hemos estado en el grupo de los países que lo ha hecho bien desde el punto de vista del control de la pandemia. Lo hemos hecho muy bien en gestionar la vacunación. Eso sí hay que destacarlo. Pero también hay que sincerar que acá se han muerto casi 30 mil chilenos. Uno no puede decir que eso es resultado de una gestión exitosa. Al menos hay que tener la humildad de decir que algo hemos hecho mal; hacer un poco de autocrítica.

-¿Por dónde debería ir esa autocrítica?

-Primero, por asumir que la ansiedad nos ha jugado una mala pasada. En la salud pública, se necesita paciencia. Hay cosas que no funcionan de un día para otro, porque la salud funciona sobre la biología de las personas. Entonces, cuando uno vacuna a alguien, lo que está haciendo es dándole una ayuda al sistema inmune para que, digamos, reconozca este virus y se pueda defender mejor. Evidentemente, eso toma meses. Entonces, pensar que íbamos a poder resolver este problema en semanas, no era realista. 

-¿Eso quiere decir que se alimentó una ilusión?

-Creo que la vacunación generó muchas expectativas en las personas. Muchos pensaron que con una vacuna, ya estaban listos. Y eso no es real. Se generó una sensación de seguridad que puede haber influido o haber estado mediado por un discurso excesivamente optimista de la autoridad. 

-¿Y cuál ha sido la responsabilidad de los ciudadanos? Porque, para ser justos, mucha gente se relajó con las medidas…

Están los dos factores. Las pandemias son fenómenos sociales también. En muchas enfermedades tendemos a poner excesivo énfasis en los aspectos individuales por sobre los aspectos sociales. Por ejemplo, lo que sucede con el tabaco. Mucha gente dice: “el tabaco es una decisión individual”. Pero toda la investigación de salud pública nos dice que es un fenómeno que se da por un entorno. Los países que han logrado controlar el tabaquismo, lo han hecho mediante leyes. No por decirles a las personas: deje de fumar porque le hace mal. ¿Qué quiero decir con esto? Que con esta pandemia pasa algo similar. 

-¿No basta con decirle a las personas que deben cuidarse? 

-Claro, puedes decirles: usen mascarilla, pero eso es un 30 por ciento. Hay un 70 por ciento que es un entorno social que, desgraciadamente, en nuestro país es muy frágil. Y ahí es donde está el rol del gobierno: en educar, en mejorar las condiciones para que la gente pueda cumplir las medidas de prevención. Por ejemplo, cuando una persona se contagia en Puente Alto, tienes que considerar que vive en una condición de hacinamiento, que quizás no tiene acceso a agua potable, que no tiene detergente para lavar una mascarilla desechable, y que no tiene recursos para quedarse en la casa en caso de una cuarentena. Entonces, ¿es es una decisión individual o es que el entorno no lo protege? Acá nadie se salva solo. Ese es mi punto. 

“El retorno de las clases, abrir casinos y gimnasios, fue un error. Se instaló un mensaje que hacía pensar que la crisis estaba superada. Todo eso se convirtió en una tormenta perfecta para generar lo que estamos viendo ahora”. 

EL AGOTAMIENTO COMO FACTOR

-Se señala que en esta nueva ola, se está contagiando gente más joven. ¿Quiénes son hoy los grupos más golpeados? ¿Qué es lo que se está viendo en los servicios de urgencia?

-Lo que yo veo es que no sólo hay un aumento de casos, sino que también hay un personal absolutamente agotado. Cada día es más habitual que un colega te diga que está reventado, que ha cubierto un turno tras otro. Veo un agotamiento al límite porque, además, no hay nadie que los pueda cubrir. Y con eso se instala una responsabilidad ética que termina jugando en contra de la salud del mismo personal sanitario.

-¿Los equipos de salud están cayendo más por enfermedad física o son cuadros más psicológicos? 

-Lo que está pasando en esta crisis, no lo habíamos vivido en la primera ola. Había otro espíritu. Rondaba un ánimo de que “¡Vamos a enfrentar este virus con todo!” y la gente ayudaba dando ánimo. No digo que haya que estar aplaudiendo a los equipos médicos, pero uno sentía un espíritu de más agradecimiento, de mayor conciencia. En cifras, hoy estamos peor que en julio del año pasado; el trabajo de los equipos ha aumentado, pero la percepción de riesgo y de gravedad de la situación, ha disminuido en la población. 

Así como están las cosas,  estamos al borde del colapso?

-Lo que está pasando hoy es que, efectivamente, hay un colapso hospitalario en el sentido de que hay un deterioro de la calidad de la atención. El que diga que podemos atender cuatro veces más pacientes con menos personal y que la calidad es la misma, o que los insumos van a ser los mismo, no está viendo la realidad. El papel aguanta mucho, pero todos sabemos a costa de qué son esas camas. 

“Veo un agotamiento al límite porque, además, no hay nadie que los pueda cubrir. Y con eso se instala una responsabilidad ética que termina jugando en contra de la salud del mismo personal sanitario”.

-¿De qué?

-Esas camas son a costa de dejar de hacer cirugías electivas, de convertir camas quirúrgicas a camas críticas, de hacer que el personal -que habitualmente no ve pacientes de esa gravedad- se haga cargo de atender casos de mayor complejidad. O sea, todo esto es a costa de sobrecargar al personal que está haciendo dobles y hasta triples turnos. ¿Y sabes cuál es el problema más de fondo? 

-¿Cuál?

-Que ese deterioro de la calidad de la atención va a incidir en la mortalidad. Entonces, más que entrar al debate de si a alguien le va a faltar una cama, tenemos que entender que el sistema está en una situación de colapso y que eso afecta la sobrevida de los pacientes. Ese deterioro en la calidad de la atención tenemos. 

-Pensando en los pasos que hay que dar, ¿se requieren nuevas medidas restrictivas? ¿O hay que cambiar la caja de herramientas para enfrentar esta segunda ola?

-Desgraciadamente, el problema es que tenemos el mismo martillo que teníamos al comienzo, que es la cuarentena, pero ese martillo ya no funciona igual. Las cuarentenas son insostenibles de manera prolongada por los efectos que genera en la salud mental y también por la voluntad en la población para adherir a esas medidas. ¿Qué podemos hacer ahora para aminorar el sufrimiento de la población? Hacerlas bien y hacerlas cortas. Pero también, y se ha dicho muchas veces, el gobierno debe mejorar la comunicación de riesgo.

“Acá nos hemos olvidado que solo el 9% de los adultos está efectivamente inmunizado. La gran mayoría del país no es inmune”.

-En este escenario, ¿cuál debiera ser el mensaje? Más allá del uso de las mascarillas, la distancia social, el lavado de manos…

-El mensaje es uno solo: la pandemia no ha pasado. Hay que evitar el mayor número de interacciones sociales y no confiarse excesivamente en el tema de la vacunación. Acá nos hemos olvidado que solo el 9% de los adultos está efectivamente inmunizado. La gran mayoría del país no es inmune. Para que haya una reducción de los casos tiene que estar más de la mitad de la población vacunada.

El ministro Enrique Paris habló de que aquí al 30 de junio deberíamos estar entrando a tierra derecha… 

-Ojalá, pero hay bastante incertidumbre aún. Por un lado, sabemos que esta vacuna reduce los fallecidos y los hospitalizados, que eso es clave, pero también hay una incertidumbre respecto a la emergencia de nuevas variantes y qué tan efectiva es esta vacuna en reducir los contagios. Lo que haría es no ser tan optimista. No poner una fecha. No bajemos la guardia y vayamos viendo día a día cómo está la situación. Decir fechas puede generar una crisis de expectativas que puede jugar en contra. 

“No una solución mágica que va a desaparecer en abril o en mayo. Por eso no postergaría la elección”.

-Tanto Izkia Siches como el ex ministro Jaime Mañalich  coinciden en que hay evaluar si hay condiciones para realizar las elecciones. ¿Coincides?

-Para no romper la tradición, voy a estar en contra del ex ministro Mañalich. Es verdad que la situación es grave, pero también hay que ser realista. Cuando el año pasado se habló de postergar las elecciones, yo estuve de acuerdo. No sabíamos qué tan grave podría ser esto. Pero ha pasado mucho tiempo, ya tuvimos la experiencia de una elección y no hubo incremento significativo de los contagios. Entonces, ¿postergarla para cuándo? Nadie me puede decir si junio, julio esto va a estar mejor. 

-Pero a diferencia del año pasado, está en curso la vacunación. ¿Eso permite pensar que la situación irá mejorando?

-Sí, por supuesto, pero todavía hay mucha incertidumbre. Esto no tiene fecha de término. Obviamente, esta crisis va a ir mejorando, pero va a ser una mejoría lenta, paulatina. No una solución mágica que va a desaparecer en abril o en mayo. Por eso no postergaría la elección. Además, y entrando en terreno más político, tampoco le hace bien al país. Estamos en una situación que hay que resolver. No podemos mantener la democracia en el congelador. 

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