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Reportajes

14 de Abril de 2021

“El salvavidas”, la declaración de principios del cine de Maite Alberdi

A una década del estreno del primer largometraje documental de Maite Alberdi, diversos colegas, profesores, críticos y compañeros de ruta de la cineasta cuentan sobre el nacimiento de esta película y de aquellos lineamientos que planteó en sus primeros trabajos -como “El salvavidas”- y que marcaron una trayectoria que hoy la tiene como la primera candidata chilena a los Oscar en la categoría de Mejor Documental.

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Una playa sin público y dos casetas de salvavidas en distintos planos. Un auto y un grupo de amigos jugando. Personas que caminan y perros que ladran a lo lejos. De pronto, un hombre que llega con una tabla de surf y se ubica debajo de una de las casetas. Tiene rastas, viene silbando, viste pantalones anchos y un polerón andino. Hace varias pruebas hasta dejar fija la escalera y dar inicio a su día laboral. Es el salvavidas de esta playa.

Así corre el primer minuto y medio de la ópera prima de Maite Alberdi, “El salvavidas”, ambientada en el balneario El Tabo. Durante poco más de 60 minutos conocemos a un joven salvavidas que cree que prevenir es mejor que curar o que el mejor salvavidas es aquel que no se mete al agua en un espacio de relajo y donde nadie quiere cumplir reglas.

Aunque a Alberdi le interesó el primero de los entrevistados, no fue sino tras conversar con 180 salvavidas que tomó la decisión de elegir a su protagonista. Se trató de Mauricio Rodríguez, un joven que llamaba la atención por su estética rastafari y dreadlocks, y al mismo tiempo sorprendía por su modo de ser estricto y con enfoque en la prevención de los bañistas. 

Mauricio Rodríguez en El salvavidas

Tras un proceso de investigación de dos años y un verano de grabación, la directora identificó varios elementos importantes previo a la ejecución del documental: En esa playa del litoral central durante febrero se concentraba la mayor cantidad de ahogos; que la mayoría de ellos ocurría entre las 17 y 18 horas y que los bañistas veranean en quincenas. Pistas que, tal como ha dicho en múltiples entrevistas, le sirvieron para “planificar la realidad” y “esperar” cosas desde el guión. Un imposible, dirán algunos, pero que ella asumió como un aspecto fundamental de su cine.  

Aunque a Alberdi le interesó el primero de los entrevistados, no fue sino tras conversar con 180 salvavidas que tomó la decisión de elegir a su protagonista. Se trató de Mauricio Rodríguez, un joven que llamaba la atención por su estética rastafari y dreadlocks, y al mismo tiempo sorprendía por su modo de ser estricto y con enfoque en la prevención de los bañistas. 

UNA HISTORIA ANTERIOR

Maite Alberdi pertenece a la primera generación de egresados de Dirección Audiovisual en la Universidad Católica. La carrera se abrió en 2003 y en ese entonces era dirigida por el realizador de televisión y documental, Rodrigo Moreno. La estudiante llevaba un par de años en el plan común, a la espera de la nueva carrera. “Ella siempre quiso los cursos de audiovisual, Maite decidió esperar la carrera dentro de la universidad estudiando Estética. Cuando yo recibo a esta alumna y me cuenta esto, inmediatamente la vi con una decisión que resaltaba por sobre sus compañeros. En ese minuto tuvo la lucidez para decir ‘voy a hacer de mi camino de esta manera’. Ella previamente hizo ramos de crítica y análisis de cine, lo que la nutrió de una dimensión teórica súper importante. Entonces llega a esta carrera con cierta ventaja y madurez”, recuerda Moreno.

El docente cuenta que uno de los primeros trabajos que Alberdi presentó en el taller práctico I -curso que él impartía- consistía en registrar conversaciones por citófono en un barrio de clase alta, donde principalmente logró contactar con empleadas domésticas y dueñas de casa. “Es una mirada crítica muy fina, porque habla de las clases sociales, de la segregación. Fue muy lúcida, muy aguda en su punto de vista, pero no desde la confrontación ni de la denuncia, sino que desde la observación”, plantea.

Esa capacidad de observar la realidad es un aspecto que pudo profundizar en otro cortometraje llamado “Los trapecistas”, realizado en el Taller de Documental, dictado por la realizadora Paola Castillo. El registro mostraba la vida del circo a través de la mirada de dos niños. “Creo que en ‘Los trapecistas’ empieza la valoración a la investigación como una herramienta fundamental para trabajar con la realidad. Además del rigor, surgió esta pregunta de cómo adentrarse en un mundo tan grande a través de una mirada particular. Cómo, con tiempos acotados y un deadline fijo, puede darle forma a esa observación y construir un relato. Creo que desde ahí comienza a experimentar ciertas cosas y empieza a hacerse preguntas que va refinando a lo largo de su carrera”, dice la académica. A partir de esa experiencia documental, surge una especie de enamoramiento con el registro de la realidad, plantea Castillo. 

Esa capacidad de observar la realidad es un aspecto que pudo profundizar en otro cortometraje llamado “Los trapecistas”, realizado en el Taller de Documental, dictado por la realizadora Paola Castillo. El registro mostraba la vida del circo a través de la mirada de dos niños.

Eso quedó demostrado en el proyecto de título “Las peluqueras”, que dirigió junto a Israel Pimentel. “En ambos trabajos se intensifica esta cosa observacional, como de poner la cámara como si así fueran las cosas, muy naturalista. La gracia de ese resultado, es que el resultado de esa observación implica mucho trabajo de investigación previa, de acercamiento a los personajes, de que te conozcan y en algún punto olviden que tienes la cámara prendida”, plantea Moreno.

En ese trabajo de cierre de la carrera se cuenta la historia de Ana Luisa una mujer mayor que tiene una peluquería en medio del barrio Brasil; un espacio que se transformó con las generaciones más jóvenes y por lo tanto, cambió el público objetivo de su centro de estética.

El guionista Sebastián Brahm fue profesor guía de Maite en “Las peluqueras”. Reconoce que como realizadora, siempre le interesó el documental y no la ficción, y que dentro del documental, siempre le interesó la observación y no el documental expositivo, interactivo ni reflexivo. “Siempre concibió el documental de observación como una película que se narra en la acción, y nos encontramos en el gusto por ese mecanismo. Desde ‘Las peluqueras’ enriqueció esa observación con intervenciones de actores que no aparecen en la pantalla pero generan reacciones en los personajes retratados. Temáticamente, desde sus primeros trabajos le interesaron personajes que podríamos llamar marginales, no necesariamente por condición socioeconómica sino, ante todo, invisibles pese a su cercanía con el grueso de la población”, dice. 

Maite Alberdi

DECISIONES

Además de la relación profesora/alumna, Alberdi fue durante años ayudante de Paola Castillo. Eso naturalmente, derivó en que la joven realizó la práctica su productora Errante que más tarde fue la casa productora a cargo de “El salvavidas”. “En ‘Las peluqueras’ va afinando la narrativa y esta búsqueda estética que mezcla en ficción y realidad. Algo aparece en ‘Los trapecistas’, pero acá es mucho más claro y claramente fue una discusión en ‘El salvavidas’”, recuerda Castillo, también productora ejecutiva del filme.

Las grabaciones comenzaron en febrero del año 2010. Se extendieron por casi un mes, donde tuvieron que desarrollar varias técnicas y sortear complicaciones para la grabación. Uno de los elementos fundamentales es que los veraneantes vacacionan por quincenas, lo que suponía una dificultad para tener continuidad y progresión en las historias a lo largo del rodaje que acompañaban la trama principal.

También la producción del filme supuso varios desafíos. Desde cosas concretas como trabajar con tarimas para que los niños no se cruzaran, hasta afinar el ojo y asegurarse de la presencia de ciertos personajes e hitos que estaban considerados previamente en guión, aunque no supieran cómo y cuándo serían.

Un ejemplo es el personaje del “mini salvavidas”. De acuerdo al relato de Mauricio, todos los años un niño se acercaba manifestándole su interés por ser salvavidas, entonces era posible prever que el año de la grabación esa dinámica se repetiría. “No teníamos cómo saber que iba a pasar, pero pasó. Un niño, el hermano chico del mini salvavidas del año anterior rápidamente se embelesó con la dinámica del guardián de la playa y fue el niño que terminó apareciendo en la película”, recuerda Castillo. Otro momento clave en la película es el momento del ahogo, el que pudo ser previsto gracias a la investigación de dos años.

También la producción del filme supuso varios desafíos. Desde cosas concretas como trabajar con tarimas para que los niños no se cruzaran, hasta afinar el ojo y asegurarse de la presencia de ciertos personajes e hitos que estaban considerados previamente en guión, aunque no supieran cómo y cuándo serían.

Dice que desde la etapa formativa, Alberdi conectó con el método de trabajo del cineasta francés Nicolas Philibert y la idea de que como realizador puedes observar ciertas condiciones que te permiten saber qué va a pasar. “A veces me abrumo, pienso en todo lo que voy recabando, lo dejo reposar y trato de identificar qué es lo que me interesa de toda esta realidad gigante. En este caso fue el caos de la playa. Todo esto me permitió en medio de esa situación, tener foco y aspirar a una narrativa (…) El Salvavidas es un gran ejemplo de cómo programar el azar”, dijo Alberdi en una entrevista a PUCV.

Castillo coincide: “En estas primeras experiencias se establecen ciertos principios y preguntas que se refinan y que ponen ciertos pilares estructurales en su cine. ‘El salvavidas’ creo que le da cierta confianza que le permite reforzar esta idea de que el azar puede programarse, entiende hay patrones que se repiten y que sólo hay que tener paciencia para verlos”.

En los aspectos más técnicos, era un equipo de seis personas que incluía a Alberdi, su asistente de dirección, camarógrafo, un sonidista y una persona producción en terreno, donde todos estaban comunicados por wokitoki. Cada vez que pillaban alguna conversación o conflicto que sirviera al guión o que permitieran dar sentido a la narrativa, se coordinaban para seguir esa historia. 

Un elemento clave de la cinta, es el punto de vista. Si bien la playa es el paisaje protagonista, la cámara sólo apunta al mar hacia el final. La decisión de hacerlo, piensa Rodrigo Moreno, fue clave. Cuando el documental aún estaba en preproducción, hablaron ampliamente previo al rodaje. “Ella en algún minuto me cuenta que uno de sus pies forzados en la grabación es que nunca iba a mirar el mar. Y recuerdo que mi primera reacción fue ‘¡¿Qué?! Estai loca’. Esas son decisiones conceptuales, de punto de vista, pero que se traducen en dimensiones estéticas formales y audiovisuales muy concretas. Además ordena a los equipos: al de cámara, al sonidista, a todo el mundo. Eso fue bien decidido y valiente, y refleja claramente desde esa decisión que estábamos frente a una autora; una persona que tiene claro lo que quiere decir y que desarrolla una propia forma de hacerlo”, plantea Moreno.

Sebastián Brahm acompañó a Alberdi en la escritura del guión de “El salvavidas”. Sobre el filme, plantea que en esta película que “llevó al más alto nivel el rigor de la investigación de personajes y entorno, para dar con seres únicos y para conocer las rutinas, de modo de estar ahí y capturar momentos únicos dentro de lo cíclico de la vida, lo que se sabe que va a ocurrir, pero no exactamente cómo ni cuándo. Lo clave es que esos momentos se requieren para narrar una historia con arco completo. Esto se sumó al uso de ‘actores’ invisibles: gente que intervenía fuera de cuadro para lograr reacciones en los personajes retratados”.

Grabación de El salvavidas

Aunque temáticamente “El salvavidas” es el más distante del resto de sus trabajos, Brahm plantea que esta película está centrada en un hombre joven que es una suerte de protagonista propio de su entorno, no un marginal. De todos modos cree que en esta película se repiten elementos formales como la observación de un lugar definido “un microcosmos particular más que un seguimiento al personaje en todos los ámbitos de su vida, y la capacidad de retratar algo más grande, una sociedad en un momento histórico, a partir de ese trozo de realidad. También se mantiene el rigor formal, que en ese caso significó no presentar el mar sino al final de la película, concentrarse en el escenario de los bañistas en la playa”.  

Sebastián Brahm acompañó a Alberdi en la escritura del guión de “El salvavidas”. Sobre el filme, plantea que en esta película que “llevó al más alto nivel el rigor de la investigación de personajes y entorno, para dar con seres únicos y para conocer las rutinas, de modo de estar ahí y capturar momentos únicos dentro de lo cíclico de la vida, lo que se sabe que va a ocurrir, pero no exactamente cómo ni cuándo.

UN CINE DISTINTO

La guionista, crítica de cine y voz del podcast “Al cine con las amikas”, Angela Díaz, ha seguido de cerca la carrera de Alberdi. Considera que junto a Alejandro Fernández Almendras y Sebastián Lelio, es una de las cineastas hoy más relevantes en la escena nacional. En esa línea, plantea que en este primer largometraje la documentalista planteó una forma de hacer cine de manera que transforma la estructura más tradicional del documental: con voz en off, entrevista, material de archivo. “Cuando lo vi por primera vez sentí que estaba viendo una película distinta a la larga tradición documental chilena y de inmediato reparé en los créditos de la investigación. Y claro, ella había participado ahí y también en el guión. Ahí está la clave de todo. Esa sensación inicial, de que me estaba enfrentando a un cine diferente, es lo que le ocurre también al público, pues ella tensiona y mezcla los formatos, juega con los planos. Te muestra la realidad como siempre se te ha presentado la ficción”, dice.

“En general, la relación del público con el formato documental tiene que ver con esta investigación periodística seria, más formal, casi como un reportaje más largo. Entonces ella rompe con esa lógica y te plantea que el cine es cine, da lo mismo el género. Por eso no me gusta categorizarla como documentalista, ella es cineasta y punto”, propone Díaz. 

Por otro lado, Brahm señala que además de la tensión sobre los formatos, cada vez le parece más relevante como la obra es recepcionada por el público. “El hecho de que este tipo de documental, que parece ficción, además conecta con la vida de la gente. Es algo que no está ‘allá lejos’ sino muy, muy cerca, que representa directamente las relaciones más íntimas de gran parte del público. Por último, creo que siempre sabe cómo hacer que la gente entre riendo y salga llorando”. 

UNA NUEVA ETAPA

Marcela Santibañez es productora de “El agente topo”. Se conocieron con Alberdi en la época universitaria, cuando la documentalista era todavía ayudante. Ahí hicieron buenas migas, pero no fue sino hasta el estreno de “La once” que decidieron trabajar juntas. Marcela había estudiado una maestría en UCLA y a su retorno, Alberdi la convocó para que la ayudara a armar la campaña de postulación a los premios Goya. “Eso marcó un hito en nuestro trabajo porque no teníamos cómo quedar y finalmente nos nominaron. Ahí nos dimos cuenta que trabajábamos súper bien juntas y seguimos”, cuenta Santibañez.

Brahm señala que además de la tensión sobre los formatos, cada vez le parece más relevante como la obra es recepcionada por el público. “El hecho de que este tipo de documental, que parece ficción, además conecta con la vida de la gente. Es algo que no está ‘allá lejos’ sino muy, muy cerca, que representa directamente las relaciones más íntimas de gran parte del público. Por último, creo que siempre sabe cómo hacer que la gente entre riendo y salga llorando”. 

Aunque no compartieron el proceso de producción en “El salvavidas”, Santibánez cree que desde un inicio Alberdi se planteó como creadora desde un punto de vista bien único. “Desde siempre desafió los límites de qué era un documental. Tensa la forma y lo redefine, aunque siempre trabaje con la realidad. Es muy interesante donde pone el ojo y entiende muy claramente que la vida se va construyendo en etapas, lo que aplica también a su cine”.

Muchos de los consultados para este reportaje, además de resaltar el rigor, la capacidad de trabajar con la realidad -entenderla, estudiarla, esperarla-, coinciden en que la natural internacionalización del cine de Maite Alberdi corresponde a un trabajo sistemático que tuvo un primer puente en esa ópera prima. Paola Castillo lo explica así: “Con ‘El salvavidas’ participa en el Pitch du Réel, en un espacio donde se presentan proyectos de desarrollo y está en un marco de Visions du Réel, uno de los festivales más importantes de cine documental de autor. Es la primera vez que ella entra a un pull de contactos y working internacional, ahí conoció a su agente de ventas internacional con las que trabajó sus dos siguientes películas y recibió algunos reconocimientos, obviamente esto le dio confianza para sus siguientes proyectos, lo que termina consolidándose en ‘El agente topo’, que es una multi coproducción. Y esto abre la discusión sobre la construcción emocional de la película y la narrativa, cuando se habla de ‘lo local’ y cómo una historia conecta con una emoción universal”.

El 15 de marzo de este año, la noticia conmocionó al equipo de producción de Micromundo, productora de Alberdi y de la cinta “El agente Topo”. La película fue nominada a Mejor Documental en los premios Oscar, convirtiendo a la cineasta en la primera mujer chilena nominada a dicho certamen. Un año antes, justo cuando se cambiaba de casa, en medio de un ritual de limpieza y buenos deseos, junto a Marcela Santibánez soñaron llevar la cinta a la Academia. “Nos reímos de lo insólito, pero igual lo imaginamos seriamente entre todas. Sacamos esta foto para no olvidarlo si algún día de la vida pasaba. Soñamos un imposible”, posteó la propia Alberdi en sus redes sociales para compartir la alegría y agradecimiento por la nominación. 

“‘El agente topo’ llega lo lejos que llega hoy -plantea Santibañez- por todas esas etapas que fue sorteando desde ‘El salvavidas’. Esa película es un hito, rompe muchas barreras, entra a la industria internacional a través del festival de cine documental IDFA. Cada película que hizo después fue un paso y fue rompiendo barreras. El éxito de ‘El agente topo’ no es suerte, es mucho trabajo, mucho rigor, mucha disciplina”.

Aunque no compartieron el proceso de producción en “El salvavidas”, Santibánez cree que desde un inicio Alberdi se planteó como creadora desde un punto de vista bien único. “Desde siempre desafió los límites de qué era un documental. Tensa la forma y lo redefine, aunque siempre trabaje con la realidad. Es muy interesante donde pone el ojo y entiende muy claramente que la vida se va construyendo en etapas, lo que aplica también a su cine”.

¿Cuál sería el siguiente paso después de los Oscar? Todo apunta a fortalecer la internacionalización. Después del 25 de abril, cuando se celebre la ceremonia de los Oscar, empieza una nueva etapa Alberdi y su equipo. Se trata de la producción de un proyecto que pretende ser rodado en Japón. Aunque aún no se aventuran a dar luces sobre este nuevo desafío -se sienten condicionadas al contexto pandémico-, todo indica que ése es el próximo paso. 

“Hay que ver cuál será su siguiente trabajo. Si sigue refinando sus preguntas autorales o si plantea nuevas tensiones. Creo que en ‘El agente topo’ hay un detalle que no sé si marca un cambio, pero que no estaba en sus trabajos anteriores y tiene que ver con esta idea de develar al equipo, decir que se está grabando al inicio. Ese es un gesto nuevo, pero que hay que ver si lo sigue desarrollando”, concluye Castillo. 

*El Salvavidas está disponible a través de la plataforma de cine chileno Ondamedia. Yo no soy de aquí, a través de Youtube, La once y El agente topo, vía Netflix. 

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