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Opinión

5 de Mayo de 2021

Columna de Agustín Squella: ¿Acaso el neoliberalismo no existe?

Agustín Squella
Agustín Squella
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Resulta sorprendente que muchos actores políticos, e incluso algunos intelectuales y economistas, crean que el neoliberalismo no existe y que se trata solo de una mala palabra que críticos o resentidos con el capitalismo pronuncian en contra de este último. Hasta Mario Vargas Llosa, que conoce bien la historia del liberalismo y sus ramificaciones, niega la existencia del neoliberalismo, como si se tratara únicamente de una mala palabra que se emplea como arma arrojadiza para oponerse a todo aquello que no nos gusta del mundo actual. Es cierto que a veces se la emplea en ese sentido peyorativo, pero este no agota el significado de la palabra “neoliberalismo”.

El liberalismo es una doctrina que ha dado lugar a varias versiones y aplicaciones, algo así como un tronco del que han emergido varias ramas, o mejor aún, el liberalismo se parece a uno de esos árboles que tienen varios troncos a la vez, un fenómeno del mundo vegetal que se debe a que de una misma raíz se desprenden bajo tierra varios brotes basales que si no son eliminados originan cada uno de ellos un tronco. En un viejo maqui que hay en la Quinta Rioja de Viña del Mar (¿a quién se le ocurrió la siutiquería de rebautizarla como “Palacio Rioja”?) he contado en su base nada menos que 8 troncos, muy pegados unos a otros.

Así las cosas, el neoliberalismo es una de las ramas del árbol liberal, o, si se prefiere, uno de los troncos emergidos de la raíz liberal. Hay también otras ramas o troncos liberales, y por eso es que resulta preferible hablar de “liberalismos” –así, en plural-, algo que ocurre también con la doctrina socialista.  

“Resulta sorprendente que muchos actores políticos, e incluso algunos intelectuales y economistas, crean que el neoliberalismo no existe y que se trata solo de una mala palabra que críticos o resentidos con el capitalismo pronuncian en contra de este último”.

El neoliberalismo tiene lugar, fecha de nacimiento, padres fundadores, institucionalidad internacional, gobernantes paradigmáticos, y muchísimos y ardientes discípulos. ¿Padres fundadores? Ludwig von Misses y Henrik von Hayek. ¿Discípulos importantes? (El Premio Nobel Gary Becker, un par de veces visitante en nuestro país). ¿Lugar y fecha de nacimiento? Suiza, Hotel du Parc, frente al lago Leman, el 1º de abril de 1947, en reunión expresamente convocada por Hayek para fundar la Sociedad Mont Pelerin, que se expandió luego por el mundo en distintas sedes, centros de estudios, y departamentos universitarios, todos ellos alineados con la doctrina de los fundadores. ¿Gobernantes paradigmáticos del neoliberalismo? Ronald Reagan, Margareth Thatcher, los Busch padre e hijo, y, más atenuados que   todos ellos, Tony Blair y Bill Clinton.

Karl Popper estuvo también en la reunión de Suiza, que él quiso que fuera entre liberales y socialistas, para aprender unos de otros y ver posibilidades de acuerdos, pero Hayek se opuso tenazmente. La ya mencionada sociedad tendría por ideario combatir las ideas socialistas e incluso a la socialdemocracia de Keynes que se había impuesto después de la Segunda Guerra Mundial. Ya en una reunión en París, en 1938, se había hablado, expresamente, de “renovación” del liberalismo, o sea, de un liberalismo renovado o neoliberalismo, y el propio Milton Friedman, también neoliberal, usó directamente el término “neoliberalismo” como título de uno de sus escritos: “Neoliberalismo y sus perspectivas”.

Entonces, ¿cómo es que no existe el neoliberalismo? ¿Por qué negarlo? ¿Por qué seguir diciendo que es solo un mote que dar al capitalismo y a las desigualdades que este produce? El capitalismo es únicamente eso –un sistema económico-, mientras que el neoliberalismo es mucho más que eso: es una antropología (el ser humano es  “homo economicus” antes que “homo politicus”), una sociología (la sociedad no existe), una moral (si cada cual busca solo su propio beneficio todos terminarán beneficiándose por igual) y también una teoría política (importa más una economía de mercado que el régimen político democrático, tanto que Hayek y Friedman estuvieron en Chile reunidos con Pinochet, a quien calificaron de un “honorable general”, ocasión en la que fueron coherentes con su planteamiento de que lo que importa, por sobre todo, es la libertad económica, así se encuentren suspendidas o sean pisoteadas todas las demás libertades, incluida la de elegir representantes, la de prensa, la de reunión, la de asociación con fines políticos, y la de entrar o salir del país cuantas veces se quiera, que era precisamente lo que ocurría en Chile en ese momento).

La realidad de las doctrinas es siempre compleja. Así, por ejemplo, una misma religión (el cristianismo) ha dado lugar a una multiplicidad de iglesias. Hay socialismos reales (dictatoriales) y los hay humanistas (democráticos). El liberalismo no escapó a ese destino, de manera que cualquier liberal de nuestros días tendría que aceptar de buena gana la pregunta de si acaso es o no neoliberal, o liberal clásico, o liberal social, o liberal igualitario, o, incluso, liberal socialista.

“El capitalismo es únicamente eso –un sistema económico-, mientras que el neoliberalismo es mucho más que eso: es una antropología, una sociología, una moral y también una teoría política”.

¿Cuáles son los principales planteamientos del neoliberalismo? No hay ya espacio para extenderse sobre el particular, aunque quedémonos con estos tres botones de muestra: “La sociedad no existe, solo existen los individuos y sus familias” (Margareth Thatcher); “la justicia social es un espejismo” ( Hayek); y “la democracia no puede ser ilimitada, ya que necesita protección” (nuevamente Hayek, en 1977, en Viña del Mar, en reunión de la rama latinoamericana de la Sociedad Mont Pelerin, regalándole así el nombre de “protegida” a la “democracia” que trató de fundar el dictador chileno.

Claro, la democracia no puede ser ilimitada –por ejemplo, la mayoría debe respetar a las minorías y el derecho de estas a transformarse algún día en mayoría-, pero otra cosa era lo que ocurriría en nuestro país en 1977: las minorías estaban prohibidas y, algunas de ellas, exiliadas o directamente ejecutadas.

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