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Cultura

4 de Febrero de 2022

Magdalena Cousiño, a un año de la muerte de su esposo Cristián Cuturrufo: “Es fuerte mantener un legado cuando la persona no está”

La gestora cultura y viuda del trompetista debió ponerse en los zapatos del músico para organizar el XVI Festival de Jazz de Las Condes, evento que él había creado y producido durante 15 años. “Tuve que aprender a caminar con sus bototos, que me quedaron enormes”, dice. Cousiño explica que el legado del Cutu es como un enorme árbol y que tomar la posta fue "un deber de madre y de ciudadana". También recuerda los últimos momentos junto a él, quien falleció de Covid en marzo del 2021.

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Hace una semana, Magdalena Cousiño publicó un posteo en su cuenta de Facebook, que comenzaba así: “Les cuento: uno de los temas de mi viudez ha sido la continuidad del legado del Cutu”.

Era un mensaje dedicado a sus amigos y cercanos. En las siguientes 30 líneas, la pareja del jazzista fallecido debido al Covid hace 11 meses explicaba lo desafiante e intenso que fue organizar el XVI Festival de Jazz de Las Condes, evento que “inventó y produjo el Cutu 15 años” y que este viernes 4 de febrero tendrá su segunda jornada en la Casona Santa Rosa de Apoquindo.

Ponerse a la cabeza de la organización del evento donde se está homenajeando al gran trompetista Cristián Cuturrufo, y pararse en el escenario para conducirlo (ante la imposibilidad de Andrea Tessa, la animadora oficial), no le han salido gratis a Cousiño.

De alguna manera, fue como rascarle con las uñas una herida que no cicatriza aún. “Es difícil emocionalmente”, dice. “Siento que tomar la posta es un deber de madre y de ciudadana. El Cutu vivo era una leyenda y muerto también es una leyenda. Yo, como gestora y como mamá de sus hijos, naturalmente heredo la posta, porque soy la encargada del legado. Es como la posesión efectiva simbólica. Y como gestora cultural no podría dejar de hacerlo, por más que no voy a dejar de hacer mis proyectos que me hacen ser la Magdalena Cousiño”.

Magdalena Cousiño

-¿Qué la impulsó a escribir ese posteo?

-Les estoy hablando a mis amigos que me han acompañado durante el proceso. Fue compartir que el festival iba a salir a la luz, trabajé a partir de lo que heredé, lo gesté y lo parí, y entonces yo iba a salir con mi guagua a la luz y lo que este proceso ha significado ha sido tremendo. Para este momento, la Magdalena Cousiño se puso los zapatos de Cristián Cuturrufo y tuvo que aprender a caminar con sus bototos, que me quedaron enormes porque son gigantes, él calza 44 y yo 39, y todo ese ancho de banda, ese desfase, es lo que me falta, pero tenía que aprender a caminar.

-¿Cómo ha sido caminar con esos bototos grandes?

– Es fuerte, porque a cada paso te das cuenta de su ausencia. Es refregarse la ausencia en la cara y, a la vez, es trabajar y meter la energía en el futuro, porque estás trabajando para hacer trascender una figura y para que pueda vivir en la intangibilidad, en el recuerdo, en la memoria, en la leyenda. Ahí está el giro: es algo que duele hacer por su ausencia, pero el amor te impulsa a hacerlo porque es mantenerlo vivo. 

“Para este momento, la Magdalena Cousiño se puso los zapatos de Cristián Cuturrufo y tuvo que aprender a caminar con sus bototos, que me quedaron enormes porque son gigantes, él calza 44 y yo 39, y todo ese ancho de banda, ese desfase, es lo que me falta, pero tenía que aprender a caminar“.

Cousiño agrega: “Es super bonito, pero también es super fuerte, porque mantener un legado es fuerte cuando la persona no está, y cuando es una persona tan importante y valiosa como él. Es un tremendo legado. Lo que me dejó es heavy: tres hijos -Emilio (16), Elena (14) y Clara (13)- que llevan su apellido, que llevan la memoria de haber sido hijos de él y hay algo que se enciende con eso. Cuturrufo era un faro de la música en Chile, es como una vela que ilumina todo a su alrededor. Él fue parte de una generación que elevó una escena, también creó mucha música y luego produjo la mantención de una escena. No es que yo quiera mantenerlo vivo, él es parte de una historia de la música popular de Chile y de la historia de la escena cultural de Chile”. 

Hacerse cargo del festival de jazz durante meses puso a Cousiño en un lugar extraño y algo incómodo. Si bien siempre ayudaba a su pareja en la organización del evento, ella -creadora de La Casa de Goethe y productora del programa las Noches Nerd– también tenía un nombre y su propio espacio en la escena cultural.

-En el post dices: “Confieso que siempre me cargó ser ‘la señora de’ y amo mis propios proyectos”. ¿Cómo visualiza el hacerse cargo del legado sin dejar de ser usted?

-Eso lo tengo súper resuelto. En algún minuto parece que la vida es perfecta y toda parece calzar cuando una se inspira. En 2003 inventé La Casa de Goethe, que luego devino en una productora y desde ahí pensamos las Noches Nerd. La inspiración esencial de La Casa de Goethe -es divertido, porque nosotros vivíamos en la calle Goethe, en La Reina, y al lado había una casita que se llamaba la casa de Goethe- fue generar un espacio que pudiera transferir saberes que inspiran. Que, de alguna manera, las personas puedan conectar con lo que les interesa saber desde un lugar humano, cálido y amoroso. Entonces, La Casa de Goethe tenía cuatro ramas; una de ellas era de pensamiento -que es de donde se suscriben las Noches Nerd- y otra era creatividad y arte, que es desde donde se suscribe el trabajo del Cutu. Entonces en mi Casa de Goethe cabe lo que hacía el Cutu.

-¿Como describiría su legado?

-Como un árbol. Como una encina o un roble, algo enorme, porque tiene muchas ramas y muchas dimensiones.

Magdalena y Cristián Cuturrufo

***

Magdalena dice que el Cutu no existía si no tocaba, que era tan compañero y papá como músico. Por eso, la eterna pausa para la escena cultural que significaron el estallido social y la pandemia afectaron a Cuturrufo no sólo desde lo económico, sino desde lo que sabía hacer. “Para el Cutu, la ecualización de la vida era tocar. Él no podía ser sin ser músico, entonces al no poder tocar se fue a la cresta. Estaba super triste, lo pasó super mal. El estallido social fue un agujero negro y no es que piense que el estallido social no debió haber sido; creo que sí debió pasar, pero lamentablemente los procesos históricos también dejan víctimas. Lo pasamos espantoso. Nos quedamos en el aire, sin ningún ingreso, sin ninguna espalda”, dice la gestora cultural. 

Una de las cosas que les devolvió el alma al cuerpo fue un viaje a Egipto en noviembre de 2020, al Festival de Jazz de El Cairo, uno de los pocos eventos que no se suspendió debido a la pandemia. “Ese viaje fue mil veces mágico. Fue una bendición. Bueno, ahora todo de mi vida anterior me parece maravilloso”.

Magdalena describe ese viaje como “sicodélico” desde que se salieron de Chile. Recuerda que se fueron en un avión inmenso, con tres sectores para turistas, uno para business y otro para primera. “No era un avión, era un tren volador e íbamos ¡solos! Podíamos jugar a las escondidas adentro del avión”, comenta. También recuerda el silencio y la soledad del Aeropuerto de Paris-Charles de Gaulle o de las pirámides de Egipto… todo vacío. “Nosotros éramos como los delfines que aparecieron en Venecia”, dice.

“Ese viaje (a Egipto) fue mil veces mágico. Fue una bendición. Bueno, ahora todo de mi vida anterior me parece maravilloso”, dice Magdalena.

Solo unos meses después, la cara más terrible de la pandemia les tocó la puerta. El lunes 8 de marzo de 2021, Cristián y Magdalena sintieron los primeros síntomas del Covid. El viernes anterior, el jazzista había tocado en un centro de eventos cercano a su casa, ubicada en la Comunidad Ecológica Peñalolén. Ella asegura que nunca se le pasó por la cabeza que el sobrepeso lo podía poner en riesgo. 

En el viaje a Egipto, en noviembre de 2020.

“En esa época, el Ministerio de Salud comunicaba que el móvil para acudir a un centro asistencial era la dificultad respiratoria. Durante esos días buscamos información oficial en internet y en todas partes decía ‘tome harto líquido, aíslese, haga reposo, hágase el PCR y si tiene un síntoma respiratorio vaya a un centro asistencial’. Y nosotros nunca tuvimos síntomas respiratorios hasta la mañana que lo hospitalicé”, explica. Luego especifica: “Ahí no se hablaba de sobrepeso como una variable de riesgo, sólo decían síntomas respiratorios. Y eso fue una mariconada, porque yo estaba esperando eso para ir a la clínica y cuando esos síntomas aparecieron, el Cutu ya estaba hecho mierda y yo también. Yo nunca tuve un síntoma respiratorio, y así y todo me hicieron un scanner y tenía sólo un pulmón funcionando”.

Magdalena sentencia que sólo se trataba de información parcial para no colapsar las urgencias, en tiempos donde las vacunas se estaban recién aplicando a la población de mayor edad. “Si yo hubiese sabido que el sobrepeso era una variable de riesgo no hubiera esperado los síntomas respiratorios para llevarlo a la clínica. Nunca tuvimos los síntomas que daban la alerta, entonces la enfermedad se lo comió”.

“No se hablaba de sobrepeso como una variable de riesgo, sólo decían síntomas respiratorios. Y eso fue una mariconada, porque yo estaba esperando eso para ir a la clínica y cuando esos síntomas aparecieron, el Cutu ya estaba hecho mierda y yo también. Yo nunca tuve un síntoma respiratorio, y así y todo me hicieron un scanner y tenía sólo un pulmón funcionando”

Un vecino los llevó a la clínica, hasta donde Cuturrufo llegó mal, al punto que hubo que realizarle reanimación. Magdalena estaba en shock. “Desde afuera de la sala observaba cómo lo reanimaban y miraba las líneas del corazón en la máquina”, recuerda. “El Cutu nunca más volvió”.

Pese a todo, Magdalena se reconoce afortunada porque, debido a su pésimo estado de salud, pudo estar con él en sus últimos momentos. “Me mato si nunca más lo hubiera vuelto a ver. Fue entender que ya no estaba acá”.

El músico fue cremado sin la presencia de su mujer, que estaba hospitalizada, ni la de sus hijos, que estaban realizando la cuarentena. Unos meses después una parte de las cenizas fueron llevadas a Coquimbo y lanzadas al mar en la Playa Changa de esa ciudad, donde creció el jazzista. 

Pero ese no fue el desenlace que él quería. Cuturrufo le había planteado a su familia en más de una ocasión la particular manera en que quería pasar sus últimos momentos en este mundo.

“Nosotros éramos compañeros de vida y de muerte. Nos encontramos en esta vida, pero venimos de no sé cuántas encarnaciones de atrás juntos y tenemos no sé cuántas encarnaciones para adelante juntos. Mi viudez en una ventana en este recorrido” 

Lo cuenta Magdalena: “Él quería que, cuando estuviera agonizando, le amarraran una pata y una mano al palo del motor de un bote y apuntaran al horizonte. Eso es lo que él quería. Pero yo le decía que no, porque lo que yo quería era que donaran nuestros cuerpos a la ciencia, nos sacaran todo lo que pudiera ser útil y que dejaran nuestras calaveras de la mano para las clases en una escuela”. 

-Ustedes eran tal para cual…

-Nosotros éramos compañeros de vida y de muerte. Nos encontramos en esta vida, pero venimos de no sé cuántas encarnaciones de atrás juntos y tenemos no sé cuántas encarnaciones para adelante juntos. Mi viudez en una ventana en este recorrido. 

***

Magdalena dice que sus niños y ella han pasado todo este tiempo “blindados” de amor y cariño de la familia, el colegio, los vecinos de la Comunidad Ecológica Peñalolén, los músicos, los amigos, los seguidores del Cutu y del mundo de la cultura. “Fue como si tuviéramos todo un Sistema Solar alrededor de nosotros. Planetas que nos abrazaban, nos abrazaban y nos abrazaban, que nos mantuvieron de pie”.

Para Emilio, Elena y Clara ha sido un proceso duro, pero la madre cuenta que tienen ceremonias en familia que permiten la contención. “En la casa tenemos la costumbre de hablar todo el rato de él. Nos hemos preocupado de tener el canal muy abierto, para que los niños puedan sacar su pena y su rabia de que no esté el papa. Es super duro cuando eres chico. Mi hija chica me dice ‘qué me importa que sea un angelito que me cuida en el cielo, necesito que este acá, conmigo, lo quiero acá’”.

-Cuando se tienen hijos hay una urgencia por salir adelante, pero en tu caso tenías además secuelas por el Covid. ¿Cómo lo lograste?

-A mí me pasó una aplanadora que me dejó desintegrada. No podía ni enfocar, tenía una fatiga total. Caminaba del sillón a la cocina y me ahogaba. Nunca había estado tan mal en mi vida y me dio miedo, porque leía sobre secuelas crónicas del Covid y me angustiaba.  Entonces pedí ayuda y me llegó mucha ayuda en distintos planos, como el espiritual y el esotérico: ancestros, carta astral, imanes, biomagnetismo… venga todo. Y por ahí empecé a hilar una red que me fue sujetando, ayudando al espíritu y que me llevó a darme cuenta de que tenía un enorme estrés postraumático. Empecé a entender que salir iba a ser un proceso”.

“Nos hemos preocupado de tener el canal muy abierto, para que los niños puedan sacar su pena y su rabia de que no esté el papa. Es super duro cuando eres chico. Mi hija chica me dice ‘qué me importa que sea un angelito que me cuida en el cielo, necesito que este acá, conmigo, lo quiero acá’”

Agrega: “Me costó, pero me levanté. Con el Cutu éramos también compañeros porque los dos funcionábamos con propulsión a chorro. Los dos éramos super fuertes. Nunca tuve ninguna duda de una capacidad mía de recuperarme. Nunca dudé de que me iba a levantar”. 

-¿En qué etapa estás hoy?

-Creo que mi interior está intacto. Mira, es super loco, pero han pasado muchas cosas. Por ejemplo, nunca me habían pasado laboralmente cosas tan buenas como las que han ocurrido después que se murió el Cutu. Y es una mierda, porque el Cutu no las pudo ver. Él estuvo acompañándome todo ese proceso en que me saqué la cresta y ahora que las Noches Nerd llegaron a la televisión abierta, que le puedo decir “mírame, estoy en la tele”. Pienso por qué pasó ahora esto que no está. Es como si hubiese sido un Big Bang, un hoyo negro que chupa un universo y crea otro. Por ejemplo, yo nunca me he sentido tan feliz sintiendo la brisa como en estos días de brisa de verano. Tengo una sensación de estar viva que valoro 80 veces más que antes. 

Cuturrufo en el Festival Viva Dichato, febrero de 2020.

-¿Como es el proceso de echar de menos a alguien que fue tan partner? ¿Hay tregua?

-Sí. Me siento tan consciente de estar viva y estoy tan contenta de estar viva que lo paso bien caminando por la calle, mirando por la ventana, si la casa está preciosa. Además, trabajo más que la cresta entre las Noches Nerd y otros proyectos, estoy súper ocupada, entonces no tengo mucho tiempo para sufrir. Cuando echas a andar la máquina es como un entrenamiento para vivir. Pero hay días como estos en que el proyecto del festival de jazz es meterme en sus zapatos y caminar, y vuelven estas sensaciones que, como estaba en una vorágine de otros temas, pensé habían pasado, como la pena. ¡Las pelotas! Es super difícil aprender a construir la autonomía de la soledad cuando has vivido con alguien que te quiere y que te cuida toda la vida. 

“Yo nunca me he sentido tan feliz sintiendo la brisa como en estos días de brisa de verano. Tengo una sensación de estar viva que valoro 80 veces más que antes”

-¿Y qué espera del festival?

-Primero, quiero que la gente se haga dueña de su destino con el Covid, que los eventos públicos se recuperen y que la gente pueda autogestionar si quiere ir o no. No quiero que se cierre por decisión de las autoridades. Se puede generar cultura en condiciones sanitarias adecuadas. Este festival es al aire libre, tiene distancia social, exige pase de movilidad y mascarilla, entonces cualquier persona que se sienta cómoda con esas condiciones puede ir y disfrutar. Hay que entender que este bicho llegó para quedarse y vamos a tener que aprender a vivir con él, y los eventos tienen que hacerse igual.

Y cierra: “Luego, en adelante quiero trabajar para fortalecer la escena y los espacios para la difusión del jazz. Ese es mi compromiso con el legado cultural del Cutu“. 

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