Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

19 de Junio de 2020

Cierro los ojos y te pienso, papá

Créditos: Álbum familiar

En tres semanas el coronavirus logró vencer a mi padre, al que toda la vida vi como un luchador incansable. A sus 62 años, jugaba fútbol todos los domingos, era un hombre muy sano. Nunca pensamos que se iría tan pronto. La muerte nos pilló desprevenidas y aún así nos abrazó con dulzura

Militza Moya
Militza Moya
Por

Donde sea que mire, veo el misterio. Por más que nos cuidamos, el virus llegó a nosotros. No quise cuestionarlo demasiado; la vida, de una u otra manera, me ha enseñado a caminar con humildad y desde ese lugar, nos toca mirar la muerte de frente.

Ese lunes 18 de mayo, mi padre Juan Carlos sentiría los primeros síntomas del virus que no ha dejado a nadie en el mundo indiferente. Primera vez que nos piden quedarnos en nuestras casas para cuidar nuestras vidas. Tiempos de confinamiento que a todas luces nos invitan a afinarnos en lo profundo, vivir el presente y volver la mirada a lo realmente importante, la única certeza que existe: nacemos y morimos. Mirando el ciclo descubro algo vital: honrar la muerte tanto como honramos la vida.

En tres semanas el virus logró vencer a mi padre, al que toda la vida vi como un luchador incansable. Tenía 62 años, jugaba fútbol todos los domingos, era un hombre muy sano. Primera vez que entendí su cansancio, porque era de esos que nunca pedía ayuda. Podía hacer el trabajo de cuatro personas a la vez. Siempre atento. Siempre alerta. Siempre viviendo apasionadamente. Siempre dispuesto para los demás. Viajó por los cinco continentes. Disfrutó a concho a sus tres nietos. Construyó a pulso un paraíso de la mano de mi madre. Si miro hacia atrás, definitivamente las hizo todas. Y aunque nunca pensamos que se iría tan pronto, se fue. La muerte nos pilló desprevenidas y aún así nos abrazó con dulzura. 

Siempre viviendo apasionadamente. Siempre dispuesto para los demás. Viajó por los cinco continentes. Disfrutó a concho a sus tres nietos. Construyó a pulso un paraíso de la mano de mi madre. Si miro hacia atrás, definitivamente las hizo todas. Y aunque nunca pensamos que se iría tan pronto, se fue. La muerte nos pilló desprevenidas y aún así nos abrazó con dulzura.

Navego emociones nuevas, un dolor que quita el hambre y una templanza que la devuelve. Jamás pensamos despedirnos por una videollamada, o en un funeral transmitido por Zoom que verían más de 200 personas. Lidiar con un duelo en que no podemos abrazarnos ni estar con nuestros seres queridos nos pone de frente con una gran maestra: la fortaleza. No puedo explicar de dónde viene ese poder cuando más lo necesitamos. Pero ahí está. Paradójicamente el dolor que trae la muerte nos hace sentir más vivos que nunca.

Cierro los ojos y te pienso papá, te siento en mí, te siento en todo. Vienen a mí tantos recuerdos bellos de nuestras vidas, viajes, almuerzos familiares, tardes de piscina, paseos a caballo por el campo, escuchar a Mercedes Sosa y emocionarte con su canto. Ver ese brillo en tus ojos guitarreando en familia bajo el parrón. Ver tu felicidad cuando tomaste a mi hija por primera vez. Perderme y encontrarme en tus brazos cuando te necesitaba. Siempre estuviste ahí para mí. Nunca importó la hora ni el lugar. Siempre fuiste mi héroe. Me enseñaste todo sobre el amor incondicional.

Créditos: Álbum familiar

Jamás pensamos despedirnos por una videollamada, o en un funeral transmitido por Zoom que verían más de 200 personas. Lidiar con un duelo en que no podemos abrazarnos ni estar con nuestros seres queridos nos pone de frente con una gran maestra: la fortaleza.

Durante tres días el teléfono no dejó de sonar, llamadas, mensajes, fotos, tanta gente llorando, tanta gente que no entendía la rapidez con que este ser microscópico sumaba un número más al conteo. Ante tal escenario era imprescindible resignificar tu muerte. Sentí que a pesar de estar aislados estábamos más unidos que nunca, tu muerte impactaba tan fuerte en todos los que alguna vez te conocieron que se me hinchaba el corazón. Y vi la belleza de tu trascendencia. ¿Qué dejamos realmente cuando partimos? Pude ver que todas las personas que te despedían, lo hacían desde las huellas que dejaste. Desde el amor.

Toda esta red de amor que te despide, toda esta gran sinergia que nos sostiene en el invisible, acompaña tu alma a este viaje infinito. Me gusta pensar que ahora te disuelves con el universo. Navegando el mar de estrellas. Te respiro. Te suelto. Te dejo ir papá. 

Hasta el último suspiro me enseñaste sobre el coraje, y aquí me encuentro tratando de poner en palabras este misterio de vivir tu ausencia. Esta sensación de que hay algo incompleto. Me di cuenta que en esta parte del mundo no existe una cultura hacia la muerte que nos permita atravesarla con más amor, con más sentido. Me vi levantando un altar con fotos y tesoros que encontré en tu velador, encendiendo velas para iluminar tu viaje, tracé un camino, te ofrendé una última comida, escribí mensajes para ayudarte a comprender lo que estaba pasando. “Papá ya no estás en este plano”, “te estamos despidiendo”, “ándate tranquilo, vamos a estar bien”. Agradezco encontrar en estos momentos nuevas miradas que permitan cambiar el paradigma. Es urgente en estos tiempos en que la muerte está tan presente. Y el miedo pareciera ser más grande. Toca mirarlo de frente y atravesarlo con todo lo que trae. 

Toda esta red de amor que te despide, toda esta gran sinergia que nos sostiene en el invisible, acompaña tu alma a este viaje infinito. Me gusta pensar que ahora te disuelves con el universo. Navegando el mar de estrellas. Te respiro. Te suelto. Te dejo ir papá.

Tanto te gustaba la naturaleza, que hoy te conviertes en un bosque nativo en la Patagonia. ¿Podrías dejar mejores huellas? En este Día del Padre, regalo este sentir de mi corazón orgulloso, hacia tu vida, hacia tu muerte. Y ojalá para todos los que en estas extrañas circunstancias han perdido a un ser querido. De alguna forma el mundo entero encuentra voz en esta historia. Elijo quedarme con tu sonrisa, ese brillo que todos veían en ti, y celebrar tu vida más que llorar tu muerte; es la única manera en que siento puedes alzar el vuelo como las aves que tanto admirabas. Te amo eterno. 

¡Feliz vida, papá!

Tanto te gustaba la naturaleza, que hoy te conviertes en un bosque nativo en la Patagonia. ¿Podrías dejar mejores huellas? En este Día del Padre, regalo este sentir de mi corazón orgulloso, hacia tu vida, hacia tu muerte.

Notas relacionadas

Deja tu comentario