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Reportajes

17 de Marzo de 2022

El desahogo de las presas de San Joaquín con Karen Doggenweiler

Una presa condenada a 15 años y que intentó suicidarse quemándose a lo bonzo clama por mejores condiciones carcelarias para ella y sus compañeras, otra convicta boliviana le habla a la ministra de Justicia, Marcela Ríos, sobre los costos de su soledad en Chile. Eso pasó hoy en el Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín, en una actividad organizada por la Defensoría Penal Pública, que reunió a una treintena de internas con la famosa animadora y con la ministra de Justicia Marcela Ríos. En la actividad de apoyo y contención, las mujeres hablaron sobre su vida, en un desahogo que bien puede resumir la realidad penitenciaria femenina de nuestro país.

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Lissette Masias tiene 24 años, hace cuatro que está en prisión condenada por el delito de robo con homicidio. Aún le quedan varios años para cumplir su pena, también para poder postular a beneficios carcelarios, lo que la tiene sumida en una profunda depresión.

Pese a ello, ayer Lissette se levantó temprano en el Centro penitenciario Femenino (CPF) de San Joaquín. Se puso su mejor tenida: un jeans pitillo, zapatillas bajas, una blusa blanca y una chaqueta de cuero rojo del mismo tono que el color de su labial.

El motivo de su cuidadoso “look” se debió a que esa jornada no sería como todas las otras al interior del penal. Durante la mañana del miércoles 16 de marzo, ella compartiría con una treintena de sus compañeras un desayuno con la animadora Karen Doggenweiler, funcionarios de la Defensoría Penal Pública (DPP), Gendarmería y con la recién asumida ministra de Justicia, Marcela Ríos, en una instancia preparada por la DPP, liderada por el Defensor Nacional Carlos Mora como parte de su “Programa de defensa penitenciaria dirigido a mujeres privadas de libertad”, el que tiene como finalidad recoger las opiniones, dudas y requerimientos de las internas.

La visita era especial. A su juicio, no se trataba de la clásica actividad verticalizada o caritativa como la confección de artesanías o los talleres de carpintería, sino de un espacio en el que ella proyectaba parándose de igual a igual con referentes televisivos y autoridades, en el que ella podría reflexionar y compartir sobre sus errores en libertad y también sobre los tormentos que ha pasado en prisión.

Parte de esos tormentos sucedieron el pasado 21 de septiembre del 2021. La vida de Lissette casi se extinguió cuando ella decidió encenderse. Ese día, la mujer se enrolló en una frazada, se cubrió de cera y se prendió fuego. No murió por milagro. Entre las internas y las gendarmes lograron salvarla. Pese a ello, pasó varios días en coma conectada a un respirador mecánico. Las cicatrices ocasionadas por las llamas quedaron para siempre en su piel.

Todo crimen tiene un castigo y todo castigo tiene un final. El cierre de esa pena, sin embargo, se ve muy lejos para Lissette, quien tras salir de su celda junto a sus compañeras e internarse en el patio de la prisión, encontró la multicancha del recinto plagada de mesas adornadas con manteles, cintas y repleta de dulces y sándwiches.

Allí también vio un altar y varios micrófonos y pendones. También, a unos metros al costado de su mesa divisó a Karen Doggenweiler, junto a la que supo en ese momento era la nueva ministra de Justicia, Marcela Ríos.

El desahogo de las internas

Karen Doggenweiler pasó por los controles de Gendarmería y se internó en la cárcel saludando afectuosamente a cada una de las internas con la que se cruzó. Su rol en la actividad, distinto al que desarrolla como animadora de televisión, en esta ocasión era el de escuchar.

“Tantas veces hemos pensado, cómo pasan las horas, los meses y probablemente los años en lugares cómo este“, mencionó la animadora durante el desayuno, las presas, responderían en parte aquella duda durante la jornada.

Una de ellas fue una ciudadana boliviana llamada Helena, la primera en tomar la palabra y quien, mirando a los ojos a las invitadas a la ceremonia, planteó sus problemas al interior de la prisión:

“Esta es la primera vez que tomo un micrófono. Yo estoy hace un año aquí, trabajando en el CPF. Mi petición es ayuda para las extranjeras, porque aquí nosotros muchas estamos solas, no tenemos familias, nuestros hijos están lejos y para tener beneficios nos exigen redes de apoyo y lamentablemente eso no puede pasar porque estamos solas. No podemos acceder a las salidas dominicales ni a las libertades condicionales. Muchas de nosotras nos sentimos solas”, clamó la mujer.

La petición fue aplaudida por sus compañeras, la mayoría de ellas reclusas con buena conducta del pabellón católico liderado por la capellana Nelly León.

Luego de la intervención de Helena, la convicta Julia López tomó la palabra. Con la voz quebrada señaló: “no quiero que mi hijo sea un delincuente, porque en la cárcel no se aprende mucho, no se avanza, muchas veces se retrocede(…) acá nosotros queremos decirle buenas noches a nuestros seres querido y cómo ustedes dicen, nosotras estamos privadas de libertad y no de derechos.”.

En su desahogo, la mujer que fue condenada por delito de tráfico, como la mayoría de las reclusas en Chile, detalló lo difícil que a su juicio resulta mantener buena conductas, un elemento clave para poder postular a beneficios penitenciarios: “Yo ahora estoy postulando a una dominical (permiso de salida los días domingo), pero he vivido un año de miedo. No todas nuestras compañeras hacen conducta, no todas quieren ver la calle y eso nos puede perjudicar”.

Luego de ello una reclusa oriunda de La Serena llamada Támara, también abordó una situación compleja al interior de la cárcel: “Hay una realidad que pasamos las presas que no somos de Santiago. Con la pandemia nosotros teníamos acceso de tener videollamadas con nuestros hijos, nuestras madres y la familia, pero ahora como volvieron las visitas a nosotros nos cortaron la videollamadas, pero con eso mucha que somos de afuera quedamos sin la posibilidad de ver a nuestras familias“, indicó la mujer.

Karen Doggenweiler y la ministra Ríos escuchan a una interna del CPF San Joaquín

“No somos un fantasma”

Durante la reunión no todo fueron lamentos. También hubo espacio para las risas y la distensión. Karen Doggenweiler bromeó con su compañero de animación el ex jugador de la selección chilena Mauricio Pinilla, quien visitó en el recinto la semana pasada por una actividad del Día de la Mujer.

“Me contaron que estuvo Pinilla con ustedes en el Día de la Mujer ¿Eso fue en venusterio?”, ironizó la animadora provocando las risas de las internas y de las gendarmes presentes en el lugar.

En medio de las risas, Cleria del Carmen tomó la palabra. La mujer está condenada por homicidio y el largo tiempo que le queda para el cumplimiento de su condena la hizo reflexionar sobre su situación.

Con el micrófono en su mano, le solicitó a las autoridades presentes la posibilidad de poder estudiar una carrera técnica al interior de la cárcel este año, lo que se ve imposibilitado puesto que aquel beneficio se entrega a quienes hayan cumplido la mitad de su condena.

“Quiero aprovechar mi tiempo en la cárcel estudiando una carrera”, señaló la mujer.

Al lado de ella, Lissette, la joven que se quemó a lo bonzo al interior de un penal, la aplaude y alienta. Luego de la intervención de su amiga dirá: “Yo sé que cometí un error, pero imagina que entré a los 20 años. Cuando entré, mi hermano tenía 13 y hoy tiene 18 años. Mi mamá está más viejita también. Uno vive con la incertidumbre de perderse muchos momentos de la vida”.

Sobre la actividad, la mujer reflexiona: “Esto para mí es muy importante. Del tiempo que llevo presa nunca he visto que algo así se haga, que llegue una ministra y una figura a sentarse con nosotras. Uno pueda pensar que es el show para la tele, pero me dio la sensación de que fue honesto, que nos escucharon y eso hace que las personas privadas de libertad nos podamos sentir un poco más reconocidas. No un fantasma”.

Lissette y Cleria

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