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9 de Abril de 2023

Músicos en el Metro de Santiago: Línea 3 es la más sobrepasada y favorita de los cantantes ante la falta de fiscalización

Según Metro de Santiago, las líneas 1 y 2, respectivamente, son las que tienen mayor presencia de músicos. Sin embargo, esos datos son obtenidos según la cantidad de fiscalizaciones que realiza la seguridad de la red. Por lo mismo, la mayoría de los músicos se han movido a la Línea 3, por ser menos transitada, tener mejor acústica y menos fiscalización. The Clinic entrevistó a distintos músicos, quienes contaron que en jornadas de aproximadamente 4 horas diarias logran ganar unos 20 mil pesos.

Por Catalina Martínez y Joaquín Abud

Desde las 9 de la mañana, la banda Son de Trío se sube a la Línea 3 del Metro de Santiago. Se juntan en estación Plaza de Armas y desde ahí comienzan un recorrido de ida y vuelta hasta estación Plaza Egaña. La banda la forman dos guitarristas -uno de ellos canta- y un percusionista de cajón peruano.

El grupo de música está consciente de que, en los últimos días, el video de un adulto mayor tapándose los oídos mientras otra banda tocaba en la Línea 3 se hizo viral y generó rechazo.

“No basta con toda la bulla que hay en la calle, sino que también en el Metro. Tengo 64 años y estaría igual que ese señor” o “a mí personalmente no me molesta, pero a mi hijo TEA sí. Cuando ellos se suben, tenemos que cambiarnos de lugar porque a mi hijo le dan crisis”, se lee entre los comentarios de la publicación. Un tono que se repite entre los usuarios del Metro de Santiago.

Los músicos de la banda Son de Trío, de hecho, reconocen que “últimamente uno ve más caras de molestia en la gente, pero no siempre te dicen cosas”.

Héctor Victoriano, vocalista, cuenta que “de 100 vagones que hacemos, nos reclaman en cinco, aproximadamente. Pero a veces también nos defienden. El lunes (3 de abril) un guardia nos pidió bajarnos y la gente le dijo que nos dejara tranquilos, que no estábamos haciendo nada malo. Como ahora la gente soporta menos la música, tratamos de hacer un show más tranquilo y no tocar tan fuerte para no molestar”.

La Línea 3 del Metro de Santiago es la más sobrepasada por músicos, principalmente por ser menos transitada, tener menos fiscalización y mejor acústica que las demás, enumeran. A eso de las 10 de la mañana, en estación Plaza Egaña, se puede ver cómo a la altura de los últimos vagones hay tres grupos de músicos esperando su turno para comenzar a trabajar, subiéndose a los vagones, sin ser fiscalizados. Uno lleva una guitarra eléctrica y un parlante, otro sólo un parlante y un micrófono, mientras, al final de la fila, dos saxofonistas ensayan en pleno andén sus melodías.

Desde Metro de Santiago explican a The Clinic que las líneas con mayor presencia de músicos y artistas son, en primer lugar, la Línea 1 y, en segundo, la Línea 2. Sin embargo, ese dato es de acuerdo a la cantidad de controles que realiza el personal de seguridad. 

Los vigilantes de la empresa estatal se despliegan a lo largo de la red para controlar el uso de trenes por parte de músicos. Un trabajo que, reconocen desde Metro, es complejo porque -a diferencia del comercio ilegal, en el que también puede incidir Carabineros- no se trata de un delito. 

En concreto, la prohibición para los músicos está en el decreto 910 del año 1985. Ahí, en el punto 9 del párrafo 2, se detalla que no se puede “ejercer la mendicidad, el comercio ambulante, la prostitución o recolectar dinero en los coches, en las estaciones u otros recintos del Metro”.

El personal de seguridad, en concreto, solo tiene la facultad de invitar a los músicos o artistas a descender del tren, debido a que al estar cantando en el Metro, quedan bajo la figura de la mendicidad. En el caso de que alguno se negara, el operativo finaliza sin éxito.

A eso se suma que los pasajeros le entregan dinero a los músicos o artistas, lo que -afirman desde Metro- influye en la permanencia. Por lo mismo, la empresa estatal hace un llamado, a través de altoparlante, a no entregar colaboraciones y precisa que ante la presencia de músicos o artistas se puede realizar una denuncia al número 1411.

“Ayúdanos. No está permitido comprar a vendedores ambulantes, ni donar dinero a músicos al interior de los trenes”, se escucha a diario por toda la red. 

La gerente de Clientes y Sostenibilidad de Metro de Santiago, Paulina del Campo, asegura que la empresa dedica “parte importante” de esfuerzos en generar actividades que “fomenten” el arte y la cultura.

Al mismo tiempo, enfatiza que “el interior de los trenes no es un espacio que esté autorizado a tocar música”, entre otras cosas, “por los problemas de seguridad que implica, por la afectación que genera al flujo normal de pasajeros y también porque genera profunda incomodidad en algunos pasajeros”.

Ante eso, Del Campo hace un llamado a los usuarios “a que puedan también evitar entregar dinero a las personas que realizan este tipo de actividades”.

Ganan entre 20 y 40 mil pesos y buscan menos fiscalización

El reloj marca las 12.50 en un tres que recorre la Línea 3. Un hombre de baja estatura se sube con un parlante y comienza a rapear. La táctica es la habitual: crea rimas inspiradas en los pasajeros del Metro.

Son casi tres minutos de canción. Cuando termina, le pide una colaboración monetaria a los usuarios. “Espero no haberlos molestado y que les hayan gustado las rimas”, dice.

Mientras recorre el tren reuniendo dinero, un hombre vestido de negro apoyado en una de las puertas y que sostiene un libro, le reclama por incluirlo en sus rimas. El intercambio entre ambos es tenso, pero no duradero.

-No hay problema amigo, que tenga buen día- le responde el rapero.

Luis Maldonado tiene 57 años. Lleva cinco años tocando la guitarra eléctrica en el Metro, pero desde un inicio decidió sólo tocar música suave: “Lo que ha salido en las noticias sobre músicos que tocan fuerte y molestan a la gente no es nuevo. A mí me pasó que me encararon cuando empecé a tocar en Línea 4, porque iba más gente también en el tren, entonces decidí tocar sólo música suave, principalmente del grupo The Shadows, y a un volumen bajo”.

El guitarrista cuenta que, de lunes a viernes, sube al Metro de Santiago desde las 9:30 de la mañana hasta la 1 de la tarde. A esa hora, se baja en estación Vivaceta y va a buscar a su hija al jardín. Además, cuenta que “por día me hago $20 mil si el día es malo y $40 mil si el día es bueno”, es decir, mensualmente obtiene aproximadamente $400 mil con sólo 4 horas diarias tocando en la red de la empresa estatal.

Un monto similar gana Cristóbal Castillo (31), quien lleva desde 2016 tocando el saxo en distintas estaciones. “Mi rutina es de 9 de la mañana hasta las 14.30 y por lo general saco $20 mil o $30 mil en promedio”, comenta.

Castillo también explica por qué eligió la Línea 3 para tocar el saxo. “Partí en 2016 tocando en la Línea 4. Desde ahí migramos casi todos los músicos a la Línea 1 y estuvimos harto tiempo hasta que salió la Línea 3. Esto por la persecución de la seguridad del Metro, que nos ponían problemas y nos perseguían, en cambio en la Línea 3 no hay problema, no te fiscalizan”.

En esa línea, el saxofonista cuenta que ha tenido momentos “bien hostiles y otros más tranquilos”. “En la Línea 1 pasaba mucho que entraban los guardias y te agarraban de un brazo, te sacaban a la mala del tren y te llevaban para afuera de la estación. En la línea 4 me pasaba que había de todo, algunos guardias más pesados y otros que te decían que te bajaras, pero incluso te dejaban terminar de manguear”.

La banda Son de Trío también gana $20 mil por día, para cada uno de los tres integrantes. Sin embargo, tienen una jornada más larga. Primero, hacen su música de 9 a 2 de la tarde. A esa hora van al Mall Plaza Ñuñoa, calientan sus almuerzos que llevan desde la casa y se instalan en una plaza cercana a almorzar. A las 3 de la tarde, vuelven a subirse al Metro y se quedan ahí hasta, aproximadamente las 6 de la tarde.

Gary Andrés dice que desde que tiene recuerdos que se relaciona con la música. A los 22 años dejó de dedicarse a la Administración de Empresas -carrera de la que se tituló- para enfocarse por completo al canto. Hoy, con 38 años, cuenta que los trenes del Metro se volvieron uno de sus lugares de trabajo. 

Fue hace 10 años cuando llegó a la empresa estatal, específicamente a la Línea 4, a cantar. 

“Estuve un tiempo haciendo la Línea 4 (ocho años atrás), cuando era un tiempo de boom. Allá se juntaba mucho músico y era la línea más respetada para los músicos, donde los guardias te dejaban tocar un rato hasta que te sacaban”, recuerda.

Tras un tiempo decidió cambiarse a la Línea 5. Ahí se quedó hasta que comenzó la pandemia del Covid-19. Una vez finalizada la cuarentena, relata que volvió a ese tramo, pero que las fiscalizaciones eran constantes.

“En la Línea 5 hubo muchos problemas porque la fiscalización de guardias estaba fuerte, así que me cambié, me vine a la Línea 3, que es una línea muy silenciosa. Si uno se mete en la Línea 1 es como un chiflón de viento y por eso la gente va con parlantes grandes”, comenta. 

Pero, asegura, hay otro factor para quedarse en la Línea 3: “No se fiscaliza tanto”. 

Todos los días recorre la Línea 3, desde Puente Cal y Canto hasta Fernando Castillo Velasco, con su parlante -sin micrófono- entonando baladas. Y, últimamente -dice-, no se ha topado con vigilantes de Metro.

“Los guardias al día de hoy creo que hacen vista gorda, ya no se quieren calentar la cabeza. Además yo creo que entienden que es una forma de trabajo. Están más preocupados de las personas que andan robando al interior del Metro”, afirma.

“Los guardias te sacan a sabienda de que cuando se dan la vuelta tú entras de nuevo a tocar música”, agrega.

Su trabajo es entre las 9.30 de la mañana hasta mediodía, y luego vuelve a las 15.00 hasta las 17.00. En ese lapso de tiempo reúne entre $45 mil o $50 mil. “Si quisiera seguir trabajando me podría hacer mucho más”, reconoce. 

Además, nunca se pasa de esa tramo, porque asegura que en las horas peak es difícil hacer música en los trenes por el flujo de pasajeros.

Pero ese no es el único problema. “A veces es complicado subirse a un tren porque en todos los carros hay un músico o un bailarín”, confiesa. Ante una situación así, explica que los propios músicos o artistas optan por esperar otro tren para no interrumpir el show. 

Desde Metro, actualmente, están reevaluando la implementación del programa Música a un Metro, que se impulsó con el fin de regularizar el uso de la red por parte de músicos y artistas y que dejó de estar vigente en 2019.

Pese a la intención de la empresa estatal de impulsar nuevamente la iniciativa, Gary Andrés asegura que no sirve. 

“Ese punto que dice Música a un Metro es como un panadol o una sal de frutas para decir ‘mira, nosotros te tenemos un espacio para que tú no toques’, pero el problema es que está tan oculto o tan a la pasada que la gente solo pasa y no te puedes hacer un sueldo”, reclama, e insiste en su referencia por los trenes. 

Manuel Flores concuerda con esa idea. A sus 87 años recorre la Línea 3, desde Los Libertadores hasta Plaza Egaña, tocando su acordeón rojo y negro tres o cuatro veces por semana. 

“Comencé a tocar el acordeón a los 29 años. Desde ahí siempre me he dedicado a la música”, relata, mientras toca las teclas del acordeón. 

Hace aproximadamente un mes regresó a los trenes del Metro para tocar su instrumento -lo hizo también hace 10 años-, luego de dejar un trabajo con un grupo de mariachis porque “pagaban muy poco”. 

Asegura que los pasajeros lo han recibido bien y que al interior de los trenes es donde más dinero se puede reunir: “Tiene que ser dentro del tren porque afuera no resulta, no se gana mucho”.

Entre una hora y media y dos horas, dice, reúne en promedio $25 mil, pero si es un “buen día”, podría llegar a los $40 mil. 

Además de tener un buen recibimiento por parte de algunos usuarios de Metro, afirma que tampoco ha tenido problema con el personal de seguridad. “Hace como un mes, cuando estaba recién comenzando, le pregunté a un guardia si acaso había problema para tocar y me dijo que no”, relata.

Han pasado varios trenes. Manuel Flores se despide para continuar trabajando con su acordeón. Camina hacia el ascensor para cambiar de andén y dirigirse desde Puente Cal y Canto a la estación Plaza Egaña. Es la última vuelta que dará antes de ir a almorzar.

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