
Entrevistas
30 de Junio de 2024Nolfa Ibáñez, Premio Nacional de Educación: “Tenemos una competencia feroz en todos los ámbitos que provoca una ansiedad sintomática”
La docente galardonada en 2021 por su trabajo e investigación sobre las emociones en el aula y la interacción con los niños a partir de la diversidad de sus mundos es lo que la lleva a comentar sobre la emoción en tendencia este año: la ansiedad. Con más de 2 millones de espectadores en sus dos primeras semanas en cartelera, la película Intensamente 2 ha mostrado la batalla entre la alegría y la ansiedad al crecer. En esta entrevista, Nolfa Ibáñez explica el origen de la ansiedad como síntoma en nuestro país y analiza si efectivamente, predomina una sobre la otra en algún momento de la vida. "Las emociones favorables para el aprendizaje, que son las emociones ‘gratas’, son las que debiesen predominar a la hora de aprender. Pero ahora no es así. ¿Por qué? Porque cada persona no es valorada en su diferencia".
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Entrar a la casa de Nolfa Ibáñez Salgado (80) es como viajar en el tiempo a una casa patrimonial de espacios comunes interminables. Construida en 1940 en la calle Ñuble, tiene una estructura de pasillos amplios y profundos, un comedor para una mesa larga como las de los castillos y un salón principal donde fácilmente, entran 25 personas. O “personitas”, como ella llama a los niños que alguna vez, asistieron al jardín infantil que levantó en la que en esa época era la casa de su madre. La matrícula de ingreso para esos niños tenía un solo requisito: no cumplir con requisito alguno. Salvo la edad. Esa es una de las claves, según la especialista, para evitar la ansiedad.
Ganadora del Premio Nacional de Educación en 2021 por su trayectoria como Profesora de Estado en Educación Diferencial y su investigación en el ámbito de las emociones, la diversidad en la construcción de mundo y la interculturalidad, Ibáñez se ha encontrado con la ansiedad en distintos momentos del desarrollo humano. Pero en todos, según explica, el origen ha sido el mismo: “Una escuela anacrónica que se basa en la exigencia y los requisitos. No en el reconocimiento y el respeto al ser que cada uno es“.
Para ella, esta emoción significa “proyectarse en algo de lo cual no tenemos certeza”. Tal como muestra la película Intensamente 2, que la noche del jueves 27 de junio -tras dos semanas en la cartelera-, cerró la taquilla con 2.270.385 de ventas en el país. “La película ha tenido éxito porque muchos se reconocen en ella”, opina la docente e investigadora en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE). “Habría mucha menos ansiedad en este país si la escuela entendiera que cada niño es único”.
La película ha superado el boom de los estrenos de “Barbie” y “Oppenheimer”. La conversación sobre las emociones se ha profundizado en esta segunda edición de Intensamente, dándole la bienvenida a un nuevo sentimiento protagónico: la ansiedad, con la cual chilenos de todas las edades han podido conectar. ¿La razón? “En este país tenemos una competencia feroz en todos los ámbitos, que probablemente, provoca una ansiedad sintomática“. La especialista comenta a continuación el origen y gestión de la ansiedad en los niños, adolescentes y adultos de Chile.
Alerta de spoiler: todo tiene que ver con el rechazo en la niñez.

—La película cuenta la historia de Riley, que acaba de cumplir 13 años y empieza a conocer un mundo nuevo de personas en la escuela. ¿Cómo puede nacer la ansiedad en un adolescente que se enfrenta a ese contexto?
—La ansiedad tiene que ver con suponer las expectativas que tiene el otro y tratar de cumplirlas. A mi juicio, esto ocurre desde que no se validan las emociones de los niños. La escuela lamentablemente, tiene una estructura generalizante, que supone que todas y todos deben tener las mismas emociones frente a determinados contextos. El concepto de lo correcto y lo incorrecto, de lo bueno y de lo malo, de lo lindo y de lo feo, se construyen con un sentido y un significado que determina cómo viven y vivirán los niños. Entonces, la ansiedad, se da porque uno tiene claridad de las expectativas del otro a partir de estos conceptos. Y en la escuela aprendió que si uno no cumple las expectativas del otro, le va mal.
—Uno puede ser castigado incluso si no las cumple.
—Sí, y eso es parte de una escuela muy anacrónica. Te aseguro que si tuviésemos una máquina del tiempo, volviéramos a la escuela en la que yo estudiaba hace mil años y la comparamos con una escuela de hoy, no habría mucha diferencia. Se supone que estamos en otro mundo.
—¿Incluso a pesar de que hoy se está levantando más el tema de la educación emocional?
—Siguiendo el postulado de Humberto Maturana —que me enseñó esto—, diría que las emociones son imposiciones del cuerpo para hacer o no hacer cosas. Las emociones cambian de un momento a otro. De hecho, en el caso de la pedagogía, los profesores debiésemos ser expertos en cambiar las emociones cuando uno ve que las que hay en el aula, no están favoreciendo el aprendizaje. Pero eso recién se sabe ahora. Ahora, yo tengo esperanza de que haya un cambio. Los discursos, a mi juicio van en el camino correcto. Creo que en la Nueva Educación Pública se está haciendo un esfuerzo. Porque sino, yo no se qué sociedad vamos a tener en 20 años más. Ahora, hay un boom respecto de las emociones…
—La misma película es un boom.
—Exacto. Es a nivel mundial. Hay varias investigaciones en Europa que demuestran que el factor que los investigadores encontraron que los estudiantes consideran decisivo para su rendimiento el sentirse ‘gratos’ en sus clases. Como la alegría. Luego, algo considerado como base negativa, es recibir instrucciones sobre cómo hacer las cosas. Eso es literalmente lo que predomina en nuestra escuela. Tú le dices al niño muy detalladamente lo que tiene que hacer. Los “cómo” que hacen que se pierda el objetivo real del aprendizaje. ¿Qué es lo que debería pasar? Los niños tendrían que aprender que ellos son importantes como son, no como alguien quiere que sean. Cuando eso no ocurre, llega la ansiedad, la frustración, el miedo o el enojo.
—La película refleja eso cuando Riley, la protagonista, intenta encajar en un grupo de niñas mayores y empieza a mentir sobre su verdadero ser y sus gustos.
—Claro, eso tiene un corelato. Hasta hace unos años atrás, el adolescente que se teñía el pelo verde era un grito de atención, una llamada que decía: ‘Necesito que me reconozcan y me valoren como yo soy’. De eso se trata la diversidad. Pero la diversidad tiene que ser consecuencia de cómo vivimos y quienes somos realmente. Lo que se prioriza en una familia, puede ser dejado totalmente de lado o considerado sin importancia para otra. Cada una hace que cada niño tenga un bagaje y mundo propio. Una forma propia de ser.
Luego van a la escuela, donde pretenden que el mundo sea igual para todos. Cuando la persona se desvaloriza, ésta deja de querer seguir por un camino distinto. Es como que uno cocinara algo y nadie se lo comiera, que todos lo encontraran malo, entonces, uno no cocina más. “¿Para qué voy a estar cocinando si no les gusta?”, se dice la persona. Adivina qué emoción va a sentir en ese momento…
—Una emoción “no grata”, imagino. Hay una parte de la película en la que el personaje de Alegría dice: “No puedo detener a Ansiedad. Tal vez esto es lo que pasa cuando creces”, aludiendo a que en la adultez se tienen menos momentos de alegría y más de ansiedad. ¿Es efectivamente así?
—Sí, pasa. Y pasa porque lamentablemente, aparece la exigencia. Aún no se comprende que hay modos y modos de que un niño aprenda lo que uno quiere enseñarle, sin exigencia. El resultado de una de nuestras investigaciones demostró lo siguiente: a los niños de clase media en Santiago de Chile, los papás les piden que hagan algo. “Venga”, por ejemplo. Si el niño no viene, los papás se las arreglan para que lo haga, para que cumpla eso que es una petición, pero que en el fondo, es una exigencia. “No vayas para allá”; “No tomes eso”; “Dame ese juguete que tienes”. Todas exigencias que uno se las arregla para que finalmente las cumplan aunque consideren una intervención. Por ejemplo, quitarle el juguete de la mano.
En el sector austral de la Araucanía, cuando se le pide a un niño que haga algo, si el niño no lo hace, no hay consecuencias. La mayoría de las veces, hacen lo que se les pide. Pero si no lo hacen, no pasa nada, nadie le exige. Cuando llegue a la escuela, la construcción del mundo de ese niño, va a ser distinta a la de un niño que aprendió todo a exigencias.
Una escuela anacrónica de exigencias
“Yo siempre he puesto el ejemplo de que si hubiera una máquina del tiempo que nos llevara al siglo XIX para conocer al mejor médico de Chile en esa época, lo subiéramos a la máquina y lo trajéramos hoy día a un quirófano de clínica, al abrirse las puertas, ese médico no sabría dónde está. No tendría idea”, comienza a relatar Nolfa Ibáñez.
“Si hago lo mismo con el mejor profesor de Chile en el siglo XIX, lo pones en una máquina del tiempo y lo traes a una sala de clases de una escuela en la comuna de San Ramón. Al abrirse las puertas de la máquina, no solo sabría perfectamente dónde está. Además, podría hacer la clase. Así de atrasados estamos en nuestro sistema educacional”, continúa.

—Las exigencias se encuentran en todas las etapas de la vida y sobre todo en la adultez. ¿Chile es una sociedad que exige mucho a sus niños y a sus adultos? ¿Más que otras sociedades?
—Yo pienso que sí. Hace 30 años atrás uno iba a Argentina y se maravillaba de que los papás iban con los niños a comer a un restorán. Todo el mundo los respetaba. Eso tiene que ver con la familia argentina, con la crianza, con el modo de convivencia. Nosotros, tenemos una escuela anacrónica que se basa en la exigencia y no en el reconocimiento y el respeto al ser que cada uno es. No deberíamos tener niños ansiosos más que por algo propio. Porque uno puede decir: “Tengo ansiedad de lograr algo porque quiero hacerlo y siento que soy buena en ello”. Eso es positivo.
—Las proyecciones entran ahí. ¿Puede ser que la ansiedad no solo sea una emoción negativa sino que también ayude a proyectar o prevenir escenarios futuros?
—Yo entiendo la ansiedad como esta cosa de estar proyectándose en algo de lo cual no tenemos certeza y no sabemos lo que va a pasar. Por eso creo que tuvo tanto éxito la película, porque muchos niños se reconocen en ella. Creo que habría que evitar al máximo que los niños estuvieran ansiosos por cuestiones que dependen de otros. La ansiedad puede ser sana, pero solo cuando se trata de algo que depende de uno. Tratar de batir los propios récords.
—¿Sientes que la ansiedad se ha arraigado a la forma de ser de los chilenos?
—Pienso que puede ser algo mucho más amplio y que puede ocurrir en muchas partes. Pero lo que si he visto en nuestro país, es que los niños, aunque vivan en el mismo territorio, construyen sus mundos con significados distintos. Hicimos la investigación con niños de Santiago y niños mapuches gracias al Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología. Vimos que los niños construían sus sentidos y significados de una forma distinta. Pero como ambos grupos viven en Chile y hablan español, una vez que entran a la escuela, aprenden a designar los objetos con la misma palabra. Entonces la palabra oculta, no revela, el significado que cada niño le ha otorgado a ese objeto.
Cuando un niño dice una palabra en la escuela, el profesor cree que todos entienden lo mismo. Y no es así. Nosotros demostramos que no era así en esa línea de investigación. Si uno tiene una palabra para designar algo, y ese algo, a pesar de que yo use la misma palabra que tú, puede tener un significado distinto para mí.
De la misma manera, a ti te puede gustar un grupo de música y a otro le puede gustar otro. Tiene que ver con cómo han vivido y con las construcciones que han hecho. A partir de eso, van a una escuela que asume que lo bueno es para todos, que lo correcto es para todos, que lo bonito es para todos. Ahí parten entonces, las emociones poco gratas.

— ¿Qué pasa cuando el no encajar o no cumplir con las expectativas de otros lleva al cuerpo a un punto de crisis de ansiedad?
—Hacer algo y no hacerlo bien no es el problema. El problema es la exigencia. Cuando hemos hecho talleres a profesionales de pedagogía, adultos, para recordar qué tan importante es la escuela, han habido llantos acordándose de lo terrible que fue primero básico, o de un profesor en un determinado curso. Debe haber habido mucha ansiedad que ahora les produce mucha tristeza.
Los profesores podemos evitar eso, entendiendo que si un niño o un adolescente no actúa de una manera que yo considero regular, no es porque esté haciendo algo en contra de lo establecido o en contra mía. Es porque lo que ha aprendido en su vida. Y como es lo único que trae, es legítimo. Si yo pretendo cambiarlo, tengo que partir valorando y respetando lo que es eso, para luego poder transformarlo. Así, desaparecería la ansiedad.
—¿Podemos hablar de una ansiedad sintomática en nuestro país hoy a 2024?
—Lo que puedo ver, es que tenemos una especie de competencia feroz en todos los ámbitos que probablemente provoquen esa ansiedad sintomática. Tenemos un país hermoso, pero con poca escucha de lo que efectivamente necesita la gente. Yo creo que esta época es auspiciosa en términos de discurso, pero no sé si podremos ponerlo en práctica. Porque tenemos un mundo que cambió absolutamente en los últimos años y los adultos no se han hecho cargo de eso. Hoy, sin comunicaciones ni virtualidad, se puede acabar el mundo de los niños. Recuerdo haberlo conversado con Humberto Maturana… pero él me decía: ‘Ya es tarde. No hay manera de echar pie atrás’.
—¿Y qué se puede hacer para que ese sentimiento amaine?
—Habría mucha menos ansiedad en este país si la escuela entendiera que cada niño es único. La educación sin duda quiere tener personas en un rango similar porque necesitamos cohesión en el país. Pero, dentro de eso, aceptar y respetar la diversidad de construcciones de mundo que los niños traen a la escuela. Si eso se hiciera desde el jardín o el Pre-básico, tendríamos otros adolescentes y otros adultos. Sin ansiedad, porque habrían sido valorados. Esto tiene que ver con el desarrollo humano y el desarrollo ciudadano. Lo que tiene que haber en el fondo, es respeto.
—¿Es la alegría lo opuesto a la ansiedad?
—Las emociones favorables para el aprendizaje, que son las emociones ‘gratas’, son las que debiesen predominar a la hora de aprender. Pero ahora no es así. ¿Por qué? Porque cada persona no es valorada en su diferencia. Cuando todos entendamos que lo que trae cada niño de su familia es legítimo y que si no me gusta, el cambio tiene que estar en la convivencia, no desvalorizando y dejando fuera a la persona, se va a acabar la ansiedad. Solo de esa manera crecerás sintiéndote persona. Sintiéndote importante. No alguien ansioso por ser igual a los demás y cumplir sus expectativas.