Secciones

The Clinic
Buscar
Entender es todo
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

7 de Agosto de 2024

Maduro las partió en tres

Foto autor Hugo Herrera Por Hugo Herrera

"Se abre una luz inesperada de esperanza, leve pero real, de que América avance hacia una defensa irrestricta de la democracia republicana", escribe Hugo Herrera en su columna de opinión, que esta vez aborda las elecciones presidenciales en Venezuela que proclamaron a Nicolás Maduro como reelecto. No obstante, dicho episodio, el cual no fue reconocido por varios países de la región, habría generado la partición —e identificación— de tres izquierdas, en donde hasta los radicales "son finalmente pacíficos y su retórica revolucionaria no llega a la disposición del abuso directo".

Compartir

El magno fraude de Maduro ha producido varios efectos difíciles de estimar. Están en pleno desarrollo. 

El primero son los movimientos de población que cabrá esperar de una situación interna económica y políticamente quebrada, en la cual la intensificación de los abusos y carencias será lo más probable. ¿Cuántos venezolanos emigrarán? ¿Cuántos escogerán Chile como su tierra de destino? ¿Qué medidas está preparando desde ya el Gobierno, además de los alegatos de rigor, para que su acogida no sea simple desorden o, peor aún, importación de contingentes que vengan a engrosar las bandas de crimen organizado y a facilitar la estigmatización de exiliados forzados, honestos y sufrientes? 

Segundo, Maduro se ha sacado el resto de careta que le quedaba y funge como franco dictador. No sólo desconoce las grandes mayorías y se sostiene en la fuerza de las armas. “Dime con quién andas y te diré quién eres”. En América sólo lo apoyan dictaduras: Nicaragua y Cuba, los expertos en expulsiones, en detenciones arbitrarias, en violaciones a los derechos humanos, en la persecución de la disidencia, el control estricto de la población, la prohibición de la libertad de prensa, de las libertades y derechos políticos y civiles.

En este sentido se abre una luz inesperada de esperanza, leve pero real, de que América avance hacia una defensa irrestricta de la democracia republicana, en la cual, de una vez por todas, los derechos políticos y civiles de todos y cada uno de los ciudadanos sean respetados, en la medida en que las tres indecentes dictaduras queden expuestas en su crueldad

Desde Kant contamos con una formulación de claridad entrañable para distinguir regímenes despóticos, como los de Nicaragua, Cuba y Venezuela, donde se trata a los sujetos como objetos, pues se les niega su derecho a conducir por sí mismos sus vidas, individual y colectivamente. En regímenes democrático-republicanos, más allá de sus indudables defectos, el carácter de sujeto libre de los seres humanos no es puesto en cuestión, sino que intenta ser protegido.

A un lado contamos con mentalidades de tinte brutal, dispuestas a emplear la violencia para conservar el poder democráticamente rechazado. Del otro hay actitudes en muchos aspectos imperfectas, pero no dispuestas a cruzar la línea del respeto al ser humano

Tercero. Maduro ha producido con su tosquedad de tono gorilesco un efecto no deseado que probablemente tenga amplias consecuencias en las izquierdas.

Desde el domingo podemos distinguir claramente al menos tres de ellas y no ya sólo dos: (1) Una, la izquierda socialdemócrata” o “fabiana”, dispuesta a defender a las clases pobres con cambios institucionales, pacíficos y paulatinos. (2) Otra izquierda más radical, como la que en Chile representaba en sus orígenes el Frente Amplio, con su actitud inicialmente descuidada respecto del orden público y una especie de rebeldía de joven rico jugando a la revolución. (3) Tercero, la izquierda revolucionaria, de los “fierros” reales y el radicalismo de verdad, de los cuarteles y los barretines, no dispuesta a devolver las armas, preparada para desestabilizar regímenes y órdenes institucionales, hostil a los principios de la democracia republicana cuando los resultados no la favorecen. Se trata de una especie violenta preparada para emplear las armas contra la oposición.

Hubo un tiempo en el cual no era tan clara la diferencia entre las izquierdas dos y tres. Con lo de Maduro ha surgido una división, por ahora, clara de las aguas, entre unos que, aunque pueden ser llamados radicales, son finalmente pacíficos y su retórica revolucionaria no llega a la disposición al abuso directo contra los derechos civiles y políticos; y otros, matonescos, gorilescos, en el sentido preciso de que son incapaces de explicar con razones sus posiciones políticas, y expresan su poderío con algo parecido a meros golpes de pecho y exclamaciones guturales de consignas.

Lo de Maduro, además de indecente (romper las reglas) y cruel (condenar a millones y millones de compatriotas suyos a seguir fuera o abandonar su territorio para evitar sus abusos), es de una torpeza supina.

Se abre la esperanza de que esa izquierda de los Díaz, los Ortega y los Maduro, de las mazmorras, el verde oliva, los comandantes, la censura y la violencia, la de los leninistas privados de la sofisticación del Marx de los manuscritos económico-filosóficos de 1844 (que apuntaban a una emancipación pacífica y comunitaria de la humanidad), de que esa izquierda violenta, digo, quede de una vez en evidencia en su rusticidad, auto-identificada, auto-encapsulada y se vuelva posible una acción conjunta a la que contribuyan decisivamente no sólo las derechas y los movimientos centristas, sino especialmente las otras izquierdas, las fabianas y socialdemócratas, pero también, en el caso de Chile, la frenteamplista, y en el de Brasil, la de Lula

Aunque por ahora han preferido guardar una actitud más bien de espera, es hora de que los demócratas auténticos se pongan de pie, que vayan limitando las acciones de esos funestos enemigos de la igualdad y la libertad sobre las que se funda una democracia limpia y mínimamente humana.

Latinoamérica, esa con la cual soñaron Bolívar, San Martín, O’Higgins y Carrera, se lo merecen.

Comentarios

Notas relacionadas