Secciones

The Clinic
Buscar
Entender es todo
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

29 de Agosto de 2024
Columna de Mirko Macari.
Columna de Mirko Macari.

¡Quiero plaataaaaaa!

Foto autor Mirko Macari Por Mirko Macari

En esta columna Mirko Macari profundiza en el libro "Los secretos de la Mente Millonaria", de T. Harv Eker. El autor asegura que "la cantidad de dinero que se encuentra en nuestra cuenta bancaria poco tiene que ver con conocimientos de finanzas, estrategias de marketing y ventas, o posgrados académicos en estas materias. Y sí depende mucho más de lo que tenemos programado en nuestra mente subconsciente".

Compartir

Subí un video a mis rr.ss. gritando a todo pulmón “¡quiero plaataaa!” desde uno de los puentes del Río Mapocho, frente al mall Costanera Center. La idea era escenificar una emoción en torno al dinero. Gritar desesperadamente, como quizá muchos lo sienten en su fuero interno, pero que pocos manifiestan de esa forma. Por supuesto tuve muchos likes. También bastantes comentarios de haters, que luego disfruté eliminando. 

¿Y qué tiene que ver la emoción, el sentimiento que nos provoca el dinero, con la cantidad de ceros que tenemos en nuestra cuenta corriente? Según T. Harv Eker, autor de “Los Secretos de la Mente Millonaria” (Sirio, 2005), pues TODO. 

Bajo el epígrafe “Cómo dominar el juego interior de la riqueza”, el texto de este afamado conferencista del mundo anglosajón es ya un clásico en las estanterías de auto ayuda y bienestar de las librerías.  Y por supuesto es ampliamente recomendado como uno de los cinco textos fundamentales por varios you tubers enfocados a temas de manifestación, abundancia y riqueza.

Es que hay algo que se repite como mantra entre muchos de estos divulgadores, y que a mí me hace mucho sentido por lo demás. Esto es que la cantidad de dinero que se encuentra en nuestra cuenta bancaria poco tiene que ver con conocimientos de finanzas, estrategias de marketing y ventas, o posgrados académicos en estas materias. Y sí depende mucho más de lo que tenemos programado en nuestra mente subconsciente como ‘una verdad’ sobre el mismo. Es decir, cómo la o las ideas que cargamos sobre dinero, se han impregnado ahí a fuego, la mayoría de las veces a partir de la emoción que nos genera una experiencia marcadora en estos asuntos.

T. Harv Eker lo llama el patrón personal del dinero. Y en la primera parte del libro cuenta en simple varios casos de personas que han llegado hasta sus seminarios, para desprender su patrón financiero y cambiarlo por uno de “mente millonaria”.  Uno es el caso de Stephen, quien no tenía problemas para ganar dinero, “su reto era conservarlo”. Había obtenido 800 mil dólares al año durante nueve años, pero lo gastaba, lo prestaba o lo perdía todo, tomando malas decisiones de inversión. “Su fortuna neta era exactamente cero”. 

De niño escuchaba a su madre repetir: “Los ricos son avariciosos y mezquinos. Su dinero sale del sudor de los pobres. Se debería tener solo lo suficiente para vivir, si tienes más eres un cerdo”. 

Dice Eker: “No hay que ser científico de la NASA para deducir lo que estaba sucediendo dentro del subconsciente de Stephen. Se hallaba verbalmente condicionado por su madre para creer que los ricos son avariciosos y mezquinos. Por lo tanto, su mente establecía una conexión entre rico avaricioso y mezquino que, por supuesto, es malo. Como él no quería ser malo, subconscientemente no podía ser rico. Stephen amaba a su madre y no quería que tuviera un mal concepto de él, pues si se volvía rico, ella no lo aprobaría. Por tanto, no tenía otra opción que deshacerse de cualquier dinero que traspasara los límites de lo ‘suficiente para vivir’. Tu pensarás que entre ser rico o contar con la aprobación de mamá, la mayoría preferiría ser rico. Todo lo contrario. La mente no funciona así. Parecería que la riqueza debiese ser la elección lógica, pero cuando el subconsciente debe elegir entre emociones profundamente arraigadas y la lógica, casi siempre ganan las primeras”.

Esto encaja muy bien con lo que aprendí en mi proceso de formación como coach: nuestros sistemas de creencias, que están en la base pensamientos y emociones más profundas, son un programa puesto ahí, sin nuestro consentimiento, desde nuestra más tierna infancia. Ya de adultos nos aferramos a esas creencias como “la verdad” sobre nosotros, la vida y el mundo, pese a que no nos pertenecen.  Juicios maestros, se llaman. En el caso de Stephen, él comprendió que estas creencias que limitaban su riqueza eran de su madre, no suyas. Una vez que él hizo consciente su patrón oculto, pudo cambiarlo. 

El doctor Humberto Maturana decía que el lenguaje crea realidad, nos abre o nos cierra mundos. Pues bien, la conversación que tenemos a diario con nosotros mismos, dentro de nuestra mente, literalmente moldea la vida que vivimos. 

¿Cómo ocurre eso? Pues es lo que comentábamos en nuestra columna anterior sobre el libro de Joe Dispenza, así que ahí está latamente explicado dicho proceso por si lo quieren revisar. Ahí Dispenza nos explica, con peras y manzanas, que todo es energía. El dinero no puede ser la excepción. 

Pero somos nosotros los que le damos la carga positiva o negativa a dicha energía. Y esta no solo proviene de nuestros padres y familia, si no también de la sociedad y la cultura que nos toca habitar a través de creencias que circulan como verdades sociales. Eker menciona varias: “Para tener dinero tienes que matarte trabajando”, “el dinero no crece en los arboles”, “no puedes ser rico y espiritual a la vez”, “la felicidad no se puede comprar”, “los ricos son cada vez mas ricos y los pobres cada vez más pobres”, “no todo el mundo puede ser rico”. 

Al leer el libro no podía dejar de buscar mi propio patrón. Ya venía trabajando en él desde hace algún tiempo. Y si bien nunca me ha faltado dinero para lo esencial e incluso darme gustos como viajar –esa es una ‘verdad’ en mi mente-  recordaba una escena de mi madre abriendo una caja de lata donde guardaba la plata en efectivo: “Estas son las ultimas 10 lucas que me quedan, vamos a comer al restaurante chino y que sea lo que tenga que ser”, dijo. Su emoción era de miedo y ansiedad por el futuro económico, por no saber si llegaría más plata. Yo tenía como 7 u 8 años. Recuerdo y registro esa imagen y esa emoción en mi mente y cuerpo, perfectamente hasta hoy. Es una escena que se quedó en mi subconsciente haciéndome temer el no tener plata en el futuro. A qué lo que tengo, se acabe, y no haya más. Instalando todo mí ser en ese estado de ansiedad ante la incertidumbre económica. Me di cuenta, por ejemplo, que siempre he tenido la manía de revisar mi cuenta corriente y que tenía que ver con eso: saber que la plata no se había acabado.  Todo esto, repito, de manera inconsciente y sutil. Dejar de tener un trabajo estable y sueldo a fin de mes me ha obligado –afortunadamente- a enfrentar ese miedo y trabajarlo. 

El libro de Eker -que por cierto incluyo dentro del taller de Lecturas para el Alma-, también me ha llevado a observar desde otro lugar todas las ‘verdades’ que en nuestra propia cultura chilena circulan sobre el dinero. Todos esos submundos que lo desprecian. “Sucio dinero”, repiten muchos. Y lo vedado que es hablar del tema en espacios sociales. 

Si esos mandatos son tan extendidos en Estados Unidos, un país construido sobre la promesa de poder hacerse rico de la nada, imaginarse nada más lo que pasa en el nuestro. Donde hasta los ricos dicen que son “clase media”. El peso culposo sobre el dinero de nuestra matriz católica, donde “Dios eligió nacer entre los pobres”, a diferencia del mundo anglosajón protestante, o el judío, donde tener dinero es una “bendición de Dios”. Al respecto, solo hay que recordar el clásico texto “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, del padre de la sociología, Max Weber. 

Revisando los comentarios a mi performance humorística en rr.ss., uno de los más repetidos era: “Trabaja”. Dando cuenta de lo lineal y básico que somos en este tema. Buena parte de quienes escriben sobre manifestación y riqueza, como Robert Kiyosaki y su ya famoso libro “Padre Rico, Padre Pobre”, explican hasta el hartazgo que ninguna persona rica en verdad “trabaja”. Que la mentalidad de pobreza es incluso para un profesional “bien pagado”, y está en el acto de vender su tiempo. En realidad, los ricos –y da lo mismo lo que consideremos como tal en términos de patrimonio neto- son quienes ponen el dinero a trabajar para ellos, construyendo fuentes de ingresos pasivos permanentes. Nunca venden su tiempo. 

Toda la segunda parte del libro, Eker enumera y explica principios de “mentalidad millonaria”, que son necesarios para reprogramarnos y actuar en esta línea. Podemos no estar del todo acuerdo con algunos de ellos, pero Eker se volvió rico haciendo seminarios sobre el tema, y habla desde la práctica. Su práctica. No desde un púlpito académico o teórico. Punto a su favor. 

Hay uno que apliqué ipso facto: dejar de quejarse. La “mente millonaria” no se queja de nada.  Menos de lo “caro que está todo” y “lo mala que está la cosa” (economía) ¿Habrá algo mas chileno y empobrecedor que eso? No creo.  Aquí recordé aquello que nos explicaba la psiquiatra Marian Rojas en “Cómo hacer que te pasen cosas buenas”: la mente subconsciente cree todo lo que le dices y no distingue entre lo real y lo imaginario.  

El libro, que tiene ese formato propio de los textos de aeropuerto para leer entre las esperas del vuelo, puede ser incluso chocante para nuestra mentalidad latina tan pacata.

Eso hizo que me gustara más, pues la lectura me obligaba a salir de mis propios prejuicios.

Y aunque el dinero es un temazo -nadie puede decir que no ocupa buena parte de su tiempo en su cabeza-, lo que más me gustó de este texto –y lo que más destaqué en mi taller- es la comprensión del poder del subconsciente. Y es que cuando decimos “la mente crea la realidad”, la mayoría no entiende que se trata de ‘esa’ parte de la mente. No de sus pensamientos conscientes y asumidos en estado de vigilia (que son apenas el 5% del total). Pues bien, esa mente subconsciente, cuya naturaleza energética es femenina (por algo es la creadora), no solo es la responsable de coordinar todas las acciones mecánicas de nuestro cuerpo sin las cuales la vida no sería posible. Sino que además opera desde otros lenguajes. Lenguajes simbólicos y arquetípicos.  Ahí además yace lo que Carl G. Jung denomina ‘la sombra’. Nuestra propia oscuridad, que al ser iluminada, al hacerla consciente, nos libera. Nos empodera. No me voy a extender más sobre este fascinante nuevo conocimiento que estoy incorporando a mi vida pero les dejo un video por si les interesa entrar a comprenderlo un poco mejor. 

Y así ustedes mismos pueden entrar a buscar en su psique profunda el patrón de dinero que los está limitando. Creo que hay pocas cosas más espirituales que esa.

Como dice Eker: “La mayoría de la gente es inconsciente. Van un poco dormidos al volante. Trabajan y piensan en un nivel superficial de la vida, basándose solo en lo que ven. Viven estrictamente en el mundo visible. Imagínate un árbol. En él hay frutos. En la vida a nuestros frutos se les denomina ‘nuestros resultados’. Pero los miramos y no nos gustan: no hay suficientes, son demasiado pequeños o no saben bien. Entonces ¿qué tenemos tendencia a hacer? La mayoría de nosotros pone aún más atención y concentración en los frutos, en los resultados. Pero ¿qué es lo que en realidad crea esos frutos concretos? Lo que crea esos frutos, son las semillas y las raíces. Es lo que está bajo el suelo, lo que crea aquello que está por encima de él. Lo que no se ve es lo que crea lo que se ve. Y eso significa que si quieres cambiar los frutos tendrás que modificar primero las raíces. Si quieres cambiar lo visible, antes deberás transformar lo invisible. Según mi experiencia, lo que no puedes ver de este mundo, es muchísimo más poderoso que cualquier cosa que puedas ver”. 

Comentarios

Notas relacionadas