Entrevistas
22 de Septiembre de 2024De Aquí, Hotel O’Higgins a Informe especial, los recuerdos de Juan Guillermo Vivado: “Me llevaron a TVN porque había mucho pan y circo”
La neutralidad fue clave en la carrera de este abogado tataranieto de Diego Portales, uno de los rostros más identificables de la pantalla en dictadura y tras la recuperación de la democracia, en roles ligados a las noticias de 60 Minutos, los reportajes de Informe Especial, y la animación de programas glamorosos como Aquí hotel O’Higgins. Juan Guillermo revela la inesperada simpatía de Luis Miguel y Augusto Pinochet, el regaloneo de Julio Iglesias, bailes con Shakira, y el fuego amistoso de Raquel Argandoña.
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Juan Guillermo Vivado (74) es un joven abogado de la Contraloría General de la República que camina por el barrio cívico de Santiago en plena dictadura. Integrante de la última planta administrativa del organismo fiscalizador, hace trámites en el centro. “Pasaba una niña buena moza -cuenta-, la miraba y no me daba pelota”. Todo cambia drásticamente apenas ingresa al canal 9 de la Universidad de Chile en 1979, primero para animar un espacio musical hasta que rápidamente deriva como lector de noticias junto a Raquel Argandoña, una figura ampliamente reconocida, la única que aportaba cierto encanto y controversia en la pantalla, tras parar los carros a Don Francisco en pleno Sábados Gigantes.
En apenas seis meses, el incipiente currículo de Vivado suma la animación del desaparecido festival OTI de la canción, que aunaba los esfuerzos de todas las estaciones antes que la Teletón hiciera lo propio. Siendo un relativo desconocido para el gran público, Juan Guillermo Vivado se había impuesto a César Antonio Santis por parte de Canal 13 y Antonio Vodanovic de TVN. No sólo salió airoso del desafío de la OTI, sino que lo invitaron al estelar español 300 Millones, que dictaba pauta de lo que se hacía en Chile en el formato, sobre todo en los programas dirigidos por Gonzalo Bertrán en la estación de la Universidad Católica.
Juan Guillermo Vivado percibe que las apariciones en pantalla cambian radicalmente su entorno. Ya no es un abogado anónimo recorriendo oficinas en las inmediaciones de La Moneda aún en reparaciones tras el bombardeo producto del golpe de Estado, sino que la gente lo aborda y las mujeres lo miran sin disimulo. “Hacía televisión en los horarios que no se contraponían con la Contraloría -relata-; leía noticias, animaba estelares, y desde ese punto de vista a mí me permitió mantener este cable a tierra en una época en que la televisión se veía muchísimo”.
El estatus de famoso trae otras consecuencias a su labor como abogado. Si iba a un juzgado lo atendían al final porque el juez, como cualquier televidente, quería saber sobre su faceta como rostro.
Vivado asumió el peso de su rol cuando el presidente de la Corte Suprema aceptó su invitación a 525 Líneas en Canal 11, para comentar el caso de los psicópatas de Viña. “Él me dice, ‘vengo exclusivamente por tratarse de usted, porque tanto mi señora como yo, lo admiramos mucho’”.
“Yo sentía -elucubra- que a lo mejor estaba naturalizando algo que los seres humanos tenemos. En mi caso, no somos todo el día abogados, no somos todo el día serios. Nos gusta carretear, juntarnos con amigos, contar chistes, hacer deportes”.
—Usted logró construir una figura neutral en una época compleja. ¿Cómo lo hizo?
—Cuando entro en las comunicaciones y en la televisión, que es realmente el medio que te da una figuración y una trascendencia, siempre dije que no lo iba a utilizar como una plataforma política o participar políticamente en algo, por más que cualquier persona tiene su posición. Y siempre fui neutral en ese aspecto. Cuando pasé a TVN y me tocó reemplazar a Raúl Matas en el noticiero, yo dije “no voy a demostrar cariño por tal o cual, sino que si la noticia es esta, esa noticia la voy a decir de la forma más objetiva posible”.
Por lo demás -sigue-, no soy el autor de esa crónica noticiosa. Además, animé un programa que fue muy emblemático, Informe Especial, y eso me dio una aceptación bastante transversal.
Ser el rostro del primer espacio de investigación periodística del canal estatal en los años de Pinochet, le permitió salvarse de una encerrona mientras conducía su auto. Un joven se cruzó en el camino con una piedra, dispuesto a destrozar el parabrisas si no pagaba peaje. “Yo no sabía si atropellarlo o tirarme en reversa”, cuenta el animador.
Tratando de disimular los nervios, encontró un par de monedas, apenas unas chauchas, que enfurecieron al chico. A punta de garabatos, le ordenó quitarse los lentes de sol. Resignado y esperando lo peor, Juan Guillermo Vivado se sacó las gafas.
—Yo sabía que te había visto en alguna parte -dijo-. Eres el conductor de Informe Especial.
“Qué programa más bueno”, remató, para luego lanzar un sonoro chiflido hacia la siguiente esquina liberando su tránsito, por salir en la tele.
***
“Soy tataranieto de Diego Portales”, confirma Juan Guillermo Vivado, sobre la genealogía que lo emparenta con el ministro del interior masacrado en el cerro Placeres de Valparaíso en 1837, considerado como uno de los gestores del estado chileno y también un ícono del conservadurismo local.
“Mi madre era bisnieta y, bueno, mi abuelo era el nieto. Yo soy tataranieto, en línea directa, de uno de los hijos de don Diego, que eran tres. Es un motivo de orgullo para mí”.
—Portales era muy temperamental. ¿Hay alguna historia que haya traspasado el clan familiar sobre su personalidad?
—Yo creo que la personalidad de Portales se demostró, precisamente, en su actuación pública, con mucha determinación conforme a la época. Los hechos siempre deben juzgarse a la luz de los antecedentes históricos, nunca con los criterios actuales. Fue un estadista de excepción, comparable con Talleyrand en Francia, por la importancia que tuvo en la creación de la república y de instituciones permanentes. En cuanto al carácter, diría que actuó con mucha firmeza respecto de una suerte de anarquía reinante cuando fue llamado al gobierno.
Era un tipo enérgico -continúa Vivado-, y muy convencido de lo que debía hacerse. Y eso lo llevó a ser la figura que es, con detractores hasta hoy que lo juzgan por varias cosas que, a mi juicio, son relativamente injustas.
Como estudiante en los años 60, Juan Guillermo Vivado sentía que la generación de sus padres apenas reconocía a los jóvenes. “Los adultos nos pisoteaban”, resume. Aún cursaba humanidades -la antigua enseñanza media- cuando se acercó a Eduardo McDonald, gerente de la radio Balmaceda, vecino suyo. “‘Don Teddy -así le decíamos-, ¿por qué no me da un espacio para un programa de gente joven?’”.
Un poco sorprendido “por este mozalbete”, McDonald le asignó media hora los domingos, que Vivado aprovechó para armar conversas con amigos al aire -”club de Toby”, concede-, iniciándose así en los medios de comunicación.
Abandonó el espacio cuando ingresó a la universidad, hasta que por movida de un amigo de radio Chilena, el director Lucho Córdova lo llamó para el turno de cuatro de la tarde hasta la medianoche, domingos y festivos. Con 20 años y recién casado, Juan Guillermo volvió a la radio en tanto ya trabajaba en la contraloría.
“El contralor Humeres -cuenta-, me llama un día y me pide que sea animador del festival del Quisco. Y ahí conozco a Carlos, el menor de sus hijos, productor del Canal 9 (de la Universidad de Chile). Él me invita, con posterioridad, y me dice ‘¿te gustaría hacer televisión?’. Y yo, como estaba en radio, era como que al cazador de mariposas lo invitan a cazar leones. La televisión era espectacular”.
Juan Guillermo Vivado no solo tuvo un ascenso vertiginoso conduciendo noticias y asumiendo la OTI por sobre pesos pesados como Santis y Vodanovic, sino que formó equipo con Alfredo Lamadrid, el director mandamás del canal de la Chile, creando un par de programas que permitieron a la estación relegada al tercer lugar, acaparar telespectadores. Uno fue Chilenazo, dedicado al folclor con artistas en vivo conducido por Jorge Rencoret, y el otro 525 Líneas. “Pensamos en una suerte de revista de lo mejor de la semana noticiosa en materia internacional, deportiva, espectáculo, reportajes. Teníamos panelistas como Tito Filloux y dos reporteras en los móviles. Una era Cecilia Serrano, que yo elegí -había participado en Miss Chile-, y Andrea Vial, una gran periodista también. Fue una escuela importante. Por cierto, Gonzalo Beltrán se las llevó al año siguiente a su canal”.
—Quiero volver a cuando entra a leer noticias con Raquel Argandoña. ¿Cómo era trabajar con ella?
—Mi experiencia con Raquel fue excelente. Yo siempre tuve una muy buena relación con ella. Éramos bien compinches, yo la ayudaba en lo que podía. Era una mujer que realmente trabajó arduamente. Se preocupaba mucho de leer, de llegar mucho más temprano que el resto. Y mi relación con ella fue estupenda desde el primer día en ese noticiario. Nos hicimos bastante amigos en esa época. Hace muchos años que no la veo, pero tengo el mejor recuerdo de Raquel y el mejor reconocimiento a ese punch para tratar de superarse día a día, que es una gran virtud. Fuera de cámara no es una fiera. Era una gran dulzura, una gran simpatía.
—En abril del año pasado Raquel Argandoña recordó un famoso incidente cuando la invitaron a 525 Líneas. Usted le habría preguntado fuera de cámara si había algún tema vetado y ella respondió que no, excepto Manolo Otero, su pareja del momento. Van al aire, y usted le pregunta por Manolo Otero. Ella reacciona insinuando que usted tenía un romance con una ministra de Pinochet. ¿Cuál es su versión?
—No, en primer lugar, ella no me puso ninguna condición para que yo no hablara de nada. Traté de hacer una broma, preguntar algo que nadie le preguntaba cuando todo el mundo le preguntaba lo mismo. ‘¿Qué es de Manolo Otero?’ Entonces, ella me dice “ahí está, muy bien, igual que fulana de tal”. Ella sostiene que “me comió” con esa respuesta. Yo no voy a desmentir que Raquel Argandoña me comió (ríe)… No, la verdad que fue un incidente simpático. No le di mayor connotación.
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Hubo un intento en 525 Líneas de abordar la contingencia pero todo acabó cuando Enrique Silva Cimma, líder del partido radical, dijo en cámara que se sabía de la responsabilidad de la CNI en el asesinato del líder sindical Tucapel Jiménez, ocurrido el 25 de febrero de 1982. En rigor, el homicidio fue obra de la Dirección de Inteligencia Nacional del Ejército.
Un par de años después Juan Guillermo Vivado llegó a TVN. “El canal tenía mucha entretención, pan y circo. Necesitaban algo de mayor credibilidad. Habían hecho encuestas y me llamaron. Y me ofrecen un programa: Informe Especial”.
Sin embargo, debutó con Aquí hotel O’Higgins, el primer espacio satélite del festival de Viña del Mar, lo más cercano al glamour que tenía TVN en aquel momento. “Fue una experiencia extraordinaria -dice Vivado- porque era una época en que gracias a que el dólar estaba bastante bajo, el canal traía artistas de primerísimo orden. Y yo tenía la opción de conversar en un día con figuras emblemáticas del mundo de la canción. O sea, en la mesa estaban Juan Luis Guerra, Chayanne y (Ricardo) Montaner. En la otra Ricky Martin con Luis Miguel. Era a todo trapo”.
El primer capítulo de Informe Especial consideraba dos reportajes y una entrevista al ministro del interior Sergio Onofre Jarpa, en un periodo en que las convocatorias nacionales de protesta contra la dictadura iban al alza, con seis llamados en 1984 y un saldo de 20 muertos.
“Falla Sergio Onofre Jarpa y vamos con tres reportajes en la segunda franja de un día jueves -cuenta Vivado-. Y uno de los reportajes era sobre un niño, Martín, víctima de agresión familiar (n. del. r.: los padres lo quemaban con cigarrillos y agua hirviendo), un tema que marcó mucho a la audiencia”.
El programa pasó rápidamente al horario estelar de los jueves. “Se transformó en un fenómeno”, sentencia Juan Guillermo Vivado.
—Santiago Pavlovic me dijo en una entrevista que había cierta resistencia a que usted fuera el presentador del trabajo de los periodistas. ¿Cómo fue su relación con el equipo?
—No, nunca supe lo que me estás señalando. Probablemente ocurrió, porque había un tema político y yo no era un comprometido políticamente. Ellos sí lo eran, pero nunca se me planteó esa alternativa y por lo tanto no tengo mucha respuesta a esa opinión. Si lo dijo Santiago, nunca me lo dijo. Por el contrario, siempre fue muy gentil, muy amable. Y claro, en aquel entonces los rostros de televisión, no habiendo política de por medio, no habiendo diputados, senadores, etcétera, éramos personalidades muy reconocidas por la opinión pública. El canal usaba a esas personas para potenciar probablemente la sintonía.
—Usted también leía 60 Minutos. ¿Cómo se percibía la presión de Dinacos (División de comunicación social) o de los militares en el noticiario?
—Es que el lector de noticias, como en alguna oportunidad lo dijo César Antonio Santis a un juez, cuando lo demandaron por decir tal o cual cosa: “leo lo que me pasan”. “Usted es un loro”, replicó el juez. “Sí, soy un loro”, respondió Santis. El lector de noticias no conocía la cocina de las noticias. O sea, las noticias las hacían los periodistas en la sala de prensa y probablemente el director y los periodistas recibían la presión de Dinacos; no sé yo, si existía. Por cierto, creo que sí.
De todas formas, en una ocasión Juan Guillermo Vivado descartó leer un texto entregado cuando el noticiario ya estaba al aire. Leyó para sí la información y se negó. “Decía que la Corte Suprema había rechazado las opiniones del cardenal Juan Francisco Fresno respecto del habeas corpus”. La reacción del poder judicial provenía de una información que 60 Minutos no había cubierto, y esa fue la argumentación de Vivado cuando lo llamaron del departamento de prensa.
“El director me dice ‘¿qué pasó?’, y dije que se estaba hablando de una noticia que no dimos. ‘Y tú, como periodista, sabes perfectamente que es una falta de objetividad’. No me pasó nada”.
“Cuando hubo oportunidades de ser lo más ecuánime posible en determinadas cosas -subraya Vivado-, siempre lo fui por convicción personal, más allá del pensamiento político que tuviera, de la adhesión a tal o cual proyecto político”.
—¿Conoció al general Pinochet?
—Circunstancialmente, en una oportunidad en que invitaron a todos los medios a un evento que hacían en Lo Curro con la prensa, con los comunicadores. Ahí saludé, pero nunca tuve la posibilidad de conversar ni de entrevistar.
—¿Y qué impresión le dio Pinochet en ese encuentro?
—Muy cálido. Una persona muy agradable, muy educada, muy campechano en su forma de ser, en la relación interpersonal, en lo social. Así lo sentí en ese minuto.
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Durante la década que animó Aquí hotel O’Higgins, Juan Guillermo Vivado iba a la Quinta Vergara “para nutrirme un poco del espíritu, del ambiente, de las canciones, de lo que pasaba, y utilizarlo en mi programa. En Viña no había artista que no tuviera nervios”.
“Entonces, te contaban otras cosas. No hablábamos solamente de canciones, sino que hablábamos un poco de la vida”.
—¿El más simpático?
—José Luis Perales, un tipo muy sencillo, muy agradable. Y me permití decirle… porque el primer día fue bueno, pero a mi gusto no terminó como debía haber terminado. Entonces, me permití sugerirle ‘mira, en Viña tienes que tirar todo lo calado. Si quieres presentar una nueva canción, quizás no es el escenario’. Me hizo caso y terminó con Balada para una despedida. Fue espectacular.
José Feliciano, un tipo muy encantador también, hacía auto-bullying con su ceguera. Después, en Noche de Ronda, tuve la oportunidad de alternar con Roberto Carlos, Julio Iglesias, José Luis Rodríguez, (Ricardo) Arjona.
Un domingo suena el teléfono de Juan Guillermo, un llamado de Gonzalo Bertrán. “‘Viene Julio Iglesias en su avión privado y quiere comer con nosotros hoy día en el Aquí está Coco’. Fue Cecilia (Bolocco) con Kike Morandé, Gonzalo y algunos productores. Una comida de puras exquisiteces chilenas”.
“De repente Julio Iglesias me dice, ‘yo sé que tú me vas a hacer la mejor entrevista’ -alguien le había dicho que yo conversaba bien-, ‘así que toma’. Se saca la corbata y me la regala. Hasta el día de hoy tengo la corbata de Julio Iglesias”.
En otra ocasión, en Aquí hotel O’Higgins, entrevistó a la representante de Colombia en la competencia de canciones del festival. “Una chica bajita, morenita, con pelo negro”, describe.
“Le digo ‘¿es seudónimo o tu nombre verdadero es Shakira?’. ‘Es el nombre que me puso mi papá -dijo-, porque él es árabe’. Le comenté que sabía que bailaba muy bien la danza árabe. ‘Sí’, me respondió. ‘Bueno, nos vamos a ir a comerciales, te queremos ver bailar y yo te acompaño’. Y me fui con Shakira bailando”.
—¿Y Luis Miguel? ¿Se merecía el apelativo “Chupete de fierro”, cortesía de La Cuarta?
—Nunca. Cuando lo conocí tenía 14 años, un chiquillo súper simpático. Y cuando vino más tarde, igual.
Vivado recuerda que en esa primera visita él y su esposa estaban alojados en el hotel O’Higgins, al lado de la habitación del astro mexicano. “Ahí fue cuando en la noche me despertaron unos gritos espantosos, y era su padre. No sé si le estaba pegando o retando, pero fue una cosa muy fuerte”.
“Era medio extraño el tipo -continúa el animador-, con bigotito. Lo tenía muy dominado, esa era la sensación que había cuando tú los veías juntos. Como que no lo dejaba ser”.
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En 1988 TVN intentó competir con Sábados Gigantes levantando a César Antonio Santis del 13 para animar Porque hoy es sábado, junto a Cecilia Bolocco. Santis también llegó a leer 60 Minutos. Vivado, lejos de amilanarse con la competencia, le encontró el lado positivo. “Era una personalidad dentro del ambiente de la televisión y que viniera a reforzar los equipos comunicacionales del canal era muy atractivo”, dice Juan Guillermo Vivado.
“Santis era realmente un animador emblemático -sigue- y me preguntaron en La Segunda si me perjudicaba. ‘Al contrario -respondí-, esto como si Pelé y Maradona jugaran en el mismo equipo’. Y así titularon. Éramos dos personalidades del mundo de la animación que estábamos a cargo de un noticiario. Sentí alegría de que llegara a un personaje de esas características. Hay otros colegas que no les gustó. Eso es verdad, también lo sentí. Pensaban que no correspondía, que venía a ganar mucho, que se le había hecho un piso en TVN, ¿cómo le llamaban?”.
—El César Palace.
—Como que era mucho. Creo que quizá el error fue hacer la competencia a Don Francisco. Ese proyecto era extraordinariamente bueno si iba el día domingo.
—¿Cambia TVN cuando gana el No en 1988 hasta el cambio de mando el 11 de marzo de 1990?
—Quizás el momento más duro o anecdótico el día del plebiscito, fue que en un minuto no había nada de información. De pronto llega un coordinador de piso y me muestra un cartel que yo alcanzo a leer solamente “marino”. “Bueno -pensé- van a entrevistar al almirante Merino”. Y doy el pase al almirante Merino, y no ocurre nada. Entonces, se acerca el coordinador y me muestra el cartel. “Presenta a Popeye, el marino”.
En cuanto al ambiente del canal, surgen programas mucho más amplios, más universales. El primer foro que se realiza en Televisión Nacional, tuve el privilegio de conducirlo y pedí que fuera en directo. Y como en aquella época los presentadores, los animadores, teníamos mucho poder de convicción, se nos hacía mucho caso. Por un lado fue Joaquín Lavín y Hermógenes Pérez de Arce representando la postura oficial. Y por el otro lado, Carlos Ominami y Alejandro Foxley, y yo era el moderador. O sea, en 17 años no se había hecho eso en TVN.
—¿Cómo logra extender su contrato más allá de marzo de 1990?
—Yo todos los años firmaba contratos. En muchas oportunidades me bastaba la conversación con el director ejecutivo y yo seguía trabajando de acuerdo a lo que habíamos conversado. Tenía firmado contrato de febrero a febrero. Terminaba Aquí hotel O’Higgins y partía en marzo. Si no había una carta de no perseverar el contrato, yo seguía adelante.
—Y cuando llega la gente nueva en marzo del 90 a Televisión Nacional, ¿provocaba alguna resistencia porque venía de la época de Pinochet?
—No, ninguna. Soy un tipo afortunado y súper agradecido de la televisión, de la forma en que me trataron los diferentes canales en la época del gobierno militar y en democracia.
—¿Qué le parecen los noticiarios hoy en día?
—Extremadamente largos. Las principales televisoras del mundo, la BBC, la RAI, la TVE, media hora, cuarenta minutos, cuando realmente hay una noticia que impacta y que necesita mucho más reporteo. Pero el resto no tiene sentido. Con esto de rellenar una hora y media, caemos en algo que no es noticia. Es un magazine.
—Juan Guillermo, a los 74 años luce impecable. ¿Sigue trabajando o está medio jubilado?
—Sigo trabajando. Soy parte de una empresa, pequeña empresa minera. Una vez dije que estaba explotando un par de minas en el norte y me pidieron una aclaración (risas). Pero es la verdad, estamos con un grupo pequeño extrayendo cobre de las minas de Taltal, y eso me llena bastante el tiempo. Hago algunas cosas relacionadas con mi profesión de abogado, pocas. Juego fútbol todos los fines de semana en una liga. Por eso me ven aquí, ágil y dinámico.