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1 de Octubre de 2024Miguel Littin: “Se está creando nuevamente un clima para que la sociedad explote y busque una salida a lo que parece muy asfixiante”
El director nacional Miguel Littin celebra 55 años de "El Chacal de Nahueltoro" con una versión restaurada que será exhibida el próximo 5 de octubre en el Centro Cultural La Moneda. En conversación con The Clinic, el director habla sobre los fundamentos de su aclamada película y también de los procesos sociales que ha experimentado el último tiempo el país. A pesar de lo que considera "fallos constitucionales" - en relación con el proceso constituyente - Littin cree en que hay elementos positivos de cara al futuro: la juventud chilena.
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En 1969 se estrenó El Chacal de Nahueltoro, dirigida y escrita por el cineasta nacional Miguel Littin. En 2016, un amplio universo de especialistas que incluía cineastas, actores, investigadores, académicos, periodistas y críticos de cine eligió esta película como la mejor cinta de la historia del cine local, superando a Tres tristes tigres (Raúl Ruiz, 1968) y Valparaíso mi amor (Aldo Francia, 1969).
Cincuenta y cinco años después del estreno, y en el marco del Mubi Fest, se presentará una versión restaurada de esta obra fundamental del cine local. La actualización de la película, la primera en su historia, fue posible gracias a la iniciativa de la Cineteca Nacional de Chile y la colaboración de los estudios Churubusco Azteca (México), además de la autorización de su autor. La proyección se llevará a cabo en la propia Cineteca y contará con la participación del director.
La cinta aborda un crimen que marcó un hito en la crónica roja de Chile a mediados de la década de 1960, cuando el campesino Jorge del Carmen Valenzuela Torres fue apresado por el asesinato múltiple de una mujer campesina y sus cinco hijos, en la localidad de Nahueltoro. Por la brutalidad del crimen cometido, fue apodado El Chacal.
A pocos días del estreno, Miguel Littin habla con The Clinic sobre la vigencia de su obra y el descontento social que se arrastra desde el 18 de octubre de 2019. El director participó en el segundo proceso constituyente, donde formó parte del consejo en un cupo por el Partido Socialista. El cineasta fue el primer presidente del consejo antes de que asumiera formalmente la representante del Partido Republicano, Beatriz Hevia.
Antes de eso, Miguel Littin fue concejal y alcalde de Palmilla, lugar de su nacimiento, entre 1992 y 1994. Hoy asegura que no tiene ningún interés en volver a la política y que su participación en el segundo proceso constituyente fue en busca de acuerdos. Sobre el clima de crispación política y social actual, el director sostiene que “se está creando nuevamente un clima para que la sociedad explote y busque una salida a lo que parece muy asfixiante y es una muestra de un total deterioro humano”.
—¿Cómo toma usted que su obra sea considerada como una de las mejores películas de la historia del cine chileno?
—La película es fruto de un tiempo, de una época en la que éramos muy críticos de la sociedad chilena, y por lo tanto lo expresamos a través del cine y de la literatura. Este equipo de personas que tuve el honor de encabezar trabajó con toda la pasión, con toda la fuerza de quienes querían cambiar o aportar al cambio y a la transformación de la sociedad. Me pareció que, en el caso de José del Carmen Valenzuela Torres, se expresaba lo que era la sociedad chilena en el campo de la justicia, en la explotación del campesino, en el hombre sin tierra, sin destino, que prácticamente nació sin haber vivido y que fue condenado a muerte tras haber sido sometido a un largo proceso.
Me parecía un caso de tanta injusticia humana que dediqué mucho tiempo de mi vida a buscar en los periódicos, a investigar, a ir a las cárceles, a hablar con personas que habían sido sometidas a casos similares. Hablé con muchachos campesinos en las cárceles, que no tenían conciencia del crimen cometido, envueltos en el alcohol, en la explotación, en la falta de conciencia de sí mismos. Me di cuenta de que no tenían conciencia prácticamente de nada. Entonces, cuando José del Carmen Valenzuela Torres fue fusilado, me preguntaba: ¿a quién se estaba fusilando? ¿Al criminal inconsciente, al héroe, al borracho, al artesano que después se reformó en la cárcel y adquirió conciencia de ser chileno, de ser ciudadano? ¿A cuál de todos ellos? ¿A quién se le aplican las leyes? Y la búsqueda de la respuesta a esas interrogantes fue, de alguna manera, lo que se plasmó en la película.
—¿Por qué la película logró una conexión con la audiencia y tal magnitud de reconocimiento?
—Porque narra la verdad, la verdad de presos humanos, en profundidad y sin más pretensiones que esa, con mucha modestia. La película está al servicio de una verdad humana incontrolable e indistinta. Y pienso que eso también la hace, de alguna manera, universal.
—¿Ve en el cine chileno esas historias universales que logran conectar?
—Bueno, son dos procesos distintos. El hecho de lograr conectar con la audiencia es siempre un azar, como sucede con el arte. A veces ocurre ese milagro y a veces no. Pienso que el autor de la película Los Colonos (Felipe Gálvez) es un narrador extraordinario. Ahí hay una gran película que hará historia, sin lugar a dudas.
—¿Cómo fue el proceso de restauración de El chacal de Nahueltoro?
—Se siguió el canon del original. La fotografía estuvo a cargo de Héctor Ríos, con quien trabajamos día a día buscando una luz crepuscular, un ambiente crepuscular, que representara la vida de José del Carmen Valenzuela Torres, un alma atormentada. La película está siempre filmada en días de niebla. No hay ningún día soleado en la película. Esperábamos el tiempo necesario, cuando los cielos estaban nublados o casi lloviendo, porque eso reflejaba el tormento interior del personaje. La restauración respeta esas características. Se trata de recuperar lo original que posiblemente se haya perdido en las copias posteriores. El objetivo es mantener fielmente la esencia del original.
—¿Cree que hay elementos de esa época que se asemejan a la actual crisis de seguridad?
—No, definitivamente no. Creo que hay un problema social relacionado con la estructura misma del país, de la sociedad chilena, en la cual no hay una mirada humana hacia el individuo. Sencillamente, se ha practicado lo que las grandes líneas explotadoras impusieron, consiguiendo algún dividendo hasta su muerte, lo cual trae un beneficio a la sociedad. No tiene que ver con lo que usted señala, ya que los factores en los casos de delincuencia y crimen organizado son completamente diferentes. Aquí estamos hablando de un hombre pobre, un gañán al que nadie miró nunca, que jamás tuvo ni siquiera una mano amiga, alguien que le ofreciera un vaso de agua o lo llamara por su nombre. No era José del Carmen Valenzuela Torres, lo llamaban El Chacal. Es un caso social propio de una sociedad agraria y pastoral sin desarrollo, que no tiene ninguna posibilidad de ofrecer justicia a una gran parte de la población, que es la más explotada del país.
—¿El clima actual es propicio para que avance el populismo?
—Hubo un octubre en el que la gente expresó y manifestó su descontento con el sistema, lo que luego abrió la posibilidad de una reforma constitucional que falló, fue inconclusa. Ahora se está creando nuevamente un clima para que la sociedad explote y busque una salida a lo que parece muy asfixiante, una muestra de un total deterioro humano en una sociedad que necesita reformarse. No puede seguir siendo la misma de hace 60 o 70 años. Es decir, la juventud no puede volver a ser sustituida, y esto es una forma de hacerlo, una forma de descargar una gran explosión de descontento. Pareciera ser que todo se está construyendo en la forma de discutir las noticias, en la manera de crear más y más escándalos, sin plantear una salida social que busque la satisfacción de la mayoría, con más justicia y equilibrio para la sociedad.
—¿Cree que el proceso constituyente luego del estallido social fue una farra de la izquierda?
—Es una farra de la izquierda, de la derecha y de la sociedad chilena, porque es un problema que no tiene una condición ideológica exacta. La sociedad chilena está en crisis, y esas dos fallas constitucionales reflejan y profundizan esa crisis. No es la primera vez en la historia del país que proyectos de constitución han sido rechazados; hay muchos ejemplos, sobre todo durante el siglo XIX. Esto no implica que no sea necesario abrir grandes reformas en una sociedad que, a pesar de las grandes protestas, no entiende que no se puede vivir en un desequilibrio social de manera indefinida. La gente cambia, se transforma, y en algún momento se produce un estallido social, como ocurrió anteriormente.
Hay una sensación de insatisfacción muy grande, sobre todo en lo que respecta a los valores morales de la sociedad, algo a lo que normalmente los chilenos no prestamos atención. El derecho fundamental de todo ser humano, como los valores del trabajo y las jubilaciones, sigue siendo un tema pendiente, aunque se hayan hecho algunas reformas. Existen dos grandes problemas: las heridas que dejan los propios desarrollos de la sociedad siguen abiertas en el campo de la cultura, la creación y el espíritu del país. El país necesita tener un espíritu sano y creer en sí mismo. Creo que en Chile hay una gran crisis de confianza en el propio país, y todo se ve en gris. Sin embargo, hay cosas que son realmente positivas.
—¿Qué es lo positivo que vislumbra?
—La juventud chilena, en su gran mayoría, tiene una postura muy clara y firme acerca de lo que desea como sociedad. Creo que está encontrando caminos que lleven a una mayor justicia y equilibrio, pero esto necesita tiempo, serenidad, pensadores, y que las universidades abran sus puertas. Es fundamental que el derecho de todos los chilenos a estudiar y acceder a las universidades sea una realidad, que el derecho a un trabajo digno y bien remunerado sea una realidad, que el derecho a una buena salud sea un derecho efectivo. Es necesario abrir grandes perspectivas para una sociedad moderna, impulsada sobre todo por el anhelo de una juventud que quiere tener un país del que pueda sentirse orgullosa.
—¿En qué proyectos se encuentra actualmente? ¿Volvería a la política?
—No. Lo he dicho muchas veces. Lo de la constitución fue un acto político, pero llegué allí con el propósito de buscar acuerdos, algo que planteé desde el discurso inaugural. La sociedad chilena me eligió para eso: para encontrar acuerdos, no para aumentar el desacuerdo con los adversarios políticos, sino para buscar un consenso que beneficie a todos los chilenos. Esa ha sido una guía fundamental en mi conducta. Estoy escribiendo; he trabajado en dos guiones, aunque aún no he encontrado los recursos económicos necesarios para llevarlos a cabo, pero sigo buscando y trabajando sin descanso. Además, estoy escribiendo una novela histórica sobre la sociedad de la igualdad de 1800, y trabajo en eso apasionadamente todos los días. Al mismo tiempo, sigo dando clases y talleres de cine, no solo en Chile, sino en otras partes del mundo.
Antes de colgar el teléfono, el director lanza una reflexión sobre las necesidad del país de cara al futuro.
-Lo que el país necesita es reconciliarse con su pasado inmediato y restablecer los valores verdaderos de la justicia y el equilibrio. En este momento parece que la justicia es algo que va y viene, dependiendo de los intereses en juego de una sociedad sin ideales claros. Sin embargo, lo que todo ciudadano busca es encontrar puntos de equilibrio en su existencia. De lo contrario, lo que podría venir en el futuro sería, de alguna manera, apocalíptico, y no creo que eso sea lo que desean los ciudadanos chilenos. Creo que debemos bajar un poco los tonos y encontrar el verdadero camino, tanto en la acción social como en la política, la literatura y el arte, para construir un Chile de mayor unidad, aunque parezca utópico. Chile tiene el corazón herido y necesita sanarse. El país necesita del arte, la política, la literatura y el periodismo, todo contribuyendo a la construcción de un futuro mejor. También es fundamental que los medios de comunicación piensen en el bienestar de Chile.