Tiempo Libre
7 de Noviembre de 2024Baleado en un asalto, ex promesa del fútbol chileno y chofer de Uber: la historia del dueño de Miguelayo, la fuente de soda 24/7 de Santiago
Miguel Fernández ha trabajado los últimos 10 años en hacer crecer "Miguelayo", restaurante de comida rápida que se ha ganado un lugar en las ofertas gastronómicas de la ciudad especialmente por su horario extendido de atención. Hoy tiene 4 locales y se siguen expandiendo por la Región Metropolitana.
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Miguel Fernández responde el teléfono en medio de sus labores diarias, que incluyen administrar una serie de locales de comida rápida que se han ganado un nombre en gran parte por su horario. Miguelayo abre 24 horas en sus cuatro locales en distintos puntos de la Región Metropolitana. Una red de locales que hace 10 años no existía.
Fernández recuerda que durante su juventud se preparó para ser futbolista profesional. Pasó por los cadetes de Universidad Católica, Palestino y Santiago Morning. Las lesiones no le permitieron debutar en primera división y decidió retirarse de la profesión. Lo obligaron a entrar a la universidad, pero duró cinco días. Luego intentó con una carrera técnica, pero en un par de meses ya había abandonado la institución.
Sin carrera ni estudios, terminó arrendando un auto para trabajar como Uber. Al principio, relata a The Clinic, no manejaba muy bien, pero con el tiempo fue adquiriendo más habilidades como conductor. En uno de los innumerables viajes que aceptó por la aplicación, un hombre le contó que tenía un local de comida rápida, donde vendía hamburguesas y completos. Miguel le preguntó si el negocio dejaba plata, a lo que el pasajero le respondió: “Ni te imaginai”.
Después de esa conversación casual, y ya con su propio auto, la idea de abrir un local se convirtió en un objetivo que le dio sentido a seguir trabajando como conductor de aplicación. Pasó un año juntando dinero a través de este trabajo y, al mismo tiempo, buscaba locales donde poder abrir un restaurante hasta que encontró su primer local en Avenida Macul con Quilín.
Según relata Fernández a The Clinic, cuando vio el primer local pensó: “Está entre dos avenidas, en toda la esquina, y aquí se puede hacer algo bueno”. Compró el derecho a llave con todos sus ahorros. Sobre los primeros días, relata: “No sabía dónde comprar las cosas. Trabajaba sin un sistema, sin nada. Estaba yo solo, con un cuaderno, completamente desorganizado. Anotando, claro, pero era solo por las ganas de empezar. Y, cómo se llama, el primer día… puta, me dieron ganas de llorar”.
Con el correr de los días, Fernández se fue ordenando, y cada peso que lograba ingresar como ganancia lo reinvertía en el local. Durante los primeros años, cuenta que no se compró nada. “La gente me decía: ‘Hueón, cagado, hueón. Date un gusto, salgamos a carretear’. Pero yo no estaba en eso; solo pensaba en la pega. Estaba completamente enfocado, sin mirar para ningún otro lado”.
En esos seis años, dice que compraba las cosas del local, lavaba y cocinaba. Apenas dormía. Ya cuando el local lograba mantenerse, en 2021 fue asaltado y baleado. Según él, fue un dato que entregaron, ya que salía con el dinero en efectivo de las ganancias del día.
“Andaba con la plata del día. Me quitan todo y, puta, estuve como un mes internado”. Tras ese momento, tuvo una reflexión: “Me he sacado la cresta y, si me hubiesen matado, no habría disfrutado nada”. Ahí, dice, cambió la mentalidad del negocio y decidió profesionalizar Miguelayo.
Dice que una de las grandes razones del éxito de la fuente de soda fue que abría 24/7. Tras tomar esa decisión, buscó un segundo local. Encontró el local de Cantagallo, en Las Condes. Antes de abrir, se preguntó: “¿Los cuicos comerán de esto?”. En el centro comercial donde arrendó el local lo miraron raro cuando dijo que quería abrir 24 horas, y le advirtieron que a las 4 de la tarde la gente del barrio desaparecía.
Un día tomó el auto en la madrugada y fue a ver el local. A las 3 de la mañana, se empezó a llenar de gente que salía de fiestas y volvía a casa. La apuesta había resultado exitosa. Lo mismo pasó con el tercer local en Apoquindo. Sin hacer mucha publicidad, también logró éxito en su local de Ñuñoa. Ahora, prepara la apertura de locales en La Florida y Vitacura y ya evalúa abrir en regiones, donde dice estar en conversaciones con algunos malls.
Sobre estos diez años de negocio, dice: “Yo transpiré sangre estos años. Cuando una señora que me conoce hace tiempo me dice: ‘Usted ha tenido suerte’, digo: ‘Ojalá haya sido suerte; vengo trabajando sin parar hace diez años'”. Acerca del negocio de la comida, aconseja: “Lo más importante es tener una meta y ser fuerte de cabeza. El que piensa que va a poner un negocio y hacerse rico de un día para otro, eso no existe”.
Miguelayo hoy ofrece una amplia variedad de hamburguesas, completos gigantes, chorrillanas XXL, churrasco a lo pobre y otros no tan clásicos de fuente de soda como fajitas y fried appetizers. A través de su página tienen servicio de delivery y también están disponibles en aplicaciones de comida.
Finalmente, Miguel Fernández dice que no tiene ningún interés en vender su cadena de fuentes de soda. “Al final es como un hijo; es lo que me dio todo, porque yo no sabía qué hacer con mi vida. Estacioné autos y vendí Super 8 en el metro, todo por la necesidad de hacer algo para no sentirme inútil”.