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Opinión

10 de Noviembre de 2024
Sandro Baeza / The Clinic

Perfil de Francisco Orrego: “¿Y si Pancho gana?”

Foto autor Kike Mujica Por Kike Mujica

Fue elegido por descarte para candidato –“era la opción 18”, dice él- y obtuvo 1.177.000 votos. Bicho raro para la derecha, hay muchos que se preguntan cuánto hay de real y cuánto de impostura en un ser que honra al conservador Carlos Larraín y a su vez tiene ocho tatuajes en su cuerpo. El riesgo es que esta vez "el otra cosa es con guitarra" le caiga ahora a la derecha: él dice que “trabaja con gente de experiencia”.

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Francisco Orrego habla como metralleta: dispara docenas de ideas, citas de Marx, artículos del Código Civil, normas constitucionales. Tantas que es imposible saber si lo que dice es exacto o no, si está enojado o no. Agrega guadañazos verbales a sus adversarios. No respira mientras percuta. Recuerda mucho al vitriólico y original MEO de hace 15 años.

Hace tres años era un NN. Teorizar que el polémico programa político Sin Filtros es a Orrego, lo que el dedo fue a Lagos, parece a todas luces un exceso. Pero sin duda que su presencia desde el primer capítulo -con un elenco variopinto: Irina Karamanos y Emilia Schneider, entre otras- le dio visibilidad, cada vez mayor en la medida que el programa ganaba audiencia. Y ha ganado mucha.

También fue un hit en redes sociales cuando se convirtió en el rostro de la campaña “Con mi Plata No”, ideada por Bernardo Fontaine y su fundación “Ciudadanos en acción”.

Saltó a las ligas mayores en la última elección. Fue el descarte de RN para candidato a gobernador. Lo ungieron a última hora. Obtuvo 1.172.628 votos y clasificó para la segunda vuelta.

Fue de las tres grandes victorias inesperadas de la noche junto a Matías Toledo y Catalina San Martín.

Hoy, ante la sorpresa, muchos se preguntan, entre dudas y también alertas: “¿Y si Pancho gana…?”.

La vida en Pío Nono

Orrego nació en Viña del Mar en 1986 -38 años-, vivió en Quilpué y cursó la secundaria en Villa Alemana. Padre y madre estudiaron contabilidad en el Liceo de Quilpué. El padre partió trabajando como bodeguero en la CCU y luego de 40 años terminó como jefe de crédito de la misma empresa. “Crecimos en una casa fiscal, las clásicas de los ochenta”, dice el hoy candidato.

Siempre quiso estudiar Derecho. El plan era hacerlo en la Universidad de Valparaíso, pero el puntaje de la PSU le permitió postular a la U. de Chile. Viajó a Santiago con su hermano mayor, “los dos primera generación de universitarios de los Orrego Gutiérrez”.

“Somos una familia de derecha”, ha dicho Orrego. En todo caso, su hermano, Álvaro, milita en la otra vereda: en el Partido Liberal. De hecho se presentó como candidato a concejal en la última elección. No tuvo éxito: obtuvo 581 votos, el 0.81%.

En 2005 Orrego se vio parado en medio del sempiterno ágora juvenil  -o patio- de Pío Nono. Fue coetáneo de Gabriel Boric y Gonzalo Winter. Dice que a los dos semanas de ingresar, ya era candidato a un cargo estudiantil. Y fundó, acicateado por Carlos Larraín, uno de los grandes controladores de RN, el “Centro Derecha Universitaria” (CDU).

Perdió y ganó elecciones: fue representante académico y consejero; pero no pudo ser presidente del Centro de Alumnos –“igual le gané a Winter en votos”- ni tampoco presidente de la Fech: Camila Vallejo casi lo cuadruplicó en sufragios.

En 2009 le tocó vivir la toma de la Facultad de Derecho, un hito que para muchos es la génesis del Frente Amplio y, sobre todo, la “revelación” para el mundo de izquierda de Gabriel Boric Font. Duró 40 días y se forjó en un contubernio entre los estudiantes -encabezados por el hoy Presidente, en ese entonces de 23 años- y un grupo de profesores -entre ellos Fernando Atria-. 

¿Qué buscaban? Destronar al decano Roberto Nahum.

La revista Qué Pasa escribió en junio de 2009 el reportaje “Los Verdugos de Nahum”.

Decía:

“El liderazgo de Boric se hizo sentir fuerte desde el 29 de abril pasado, cuando encabezó la asamblea que votó la toma del histórico edificio ubicado en Pío Nono. Desde ese día, ninguna decisión importante se ha adoptado sin la presencia de este dirigente, que fue electo en su cargo en septiembre de 2008. Él tampoco ha dado el espacio para que ocurra lo contrario, dicen sus pares, pues siempre ha mantenido una actitud vigilante ante todo lo que sucede al interior de la escuela de Derecho. Incluso ahora, que la toma fue depuesta el miércoles 10, votada por la mayoría de los estudiantes, él no ha querido bajar la guardia”.

Orrego recuerda: “Éramos cuatro consejeros de la Federación. Yo el único de derecha. Dormía en la toma todos los días para intentar bajarla. Nosotros éramos nahumistas, queríamos que don Roberto se quedara”.

“Mi estilo político-comunicacional lo aprendí en la Chile”, ha dicho. Pese a que ingresó en 2005 y egresó el 2009, recién dio el examen en 2022. “No quería ser abogado, además entremedio se juntaron una serie de circunstancias personales y laborales. Cuando mi abuela murió decidí por ella dar el examen”, explica por el largo camino al diploma.

Francisco Orrego

Las ventajas y riesgos del bicho raro

-¿Eres cercano a Carlos Larraín?, le pregunto.

-Sí. Yo entré el 2005 al partido y él era el presidente. Siempre le preocupó mucho fomentar la renovación de la derecha desde las universidades. 

-¿Y que sea tan conservador no te molesta?

-Cero. Yo soy católico y conservador.

En una sociedad criolla dominada por los estereotipos, suena contraintuitivo un “larrainista-conservador” que tiene ocho tatuajes en su cuerpo, pokemones incluidos. Es similar a los que no entienden cómo Tomás Vodanovic es frenteamplista y a la vez exalumno del colegio Cumbres.

Sin embargo, también, como le pasa a muchos, da pábulo para desconfiar por una construcción idiosincrática y estética muy minuciosamente pensada para llamar la atención, una tentación para cualquier político que quiere escalar rápido: el que no encandila se apaga.

“Creo que Orrego nunca dejará que el personaje mate a la persona”, me dice un miembro de Chile Vamos, quien ve en su particular y agresivo estilo un símil de la obsesión de Boric por no usar nunca corbata: “son esclavos de su imagen y, por eso no tienen matices: es todo o nada, lo que los hace predecibles y poco flexibles”.

“Francisco es así. Yo he trabajado con él, y en privado es igual de energético, trabajador, entusiasta e inagotable y… también agotador, jajaja”, me dice una persona que formó parte de sus equipos y que asegura que no hay imposturas.

Por lo menos tres personas me mencionan el concepto “bicho raro” como gancho para haber trabajado con Orrego. “Parece que no es de derecha”, me dicen. 

“Los bichos raros tienen un problema en la comunicación política: deben estar constantemente autosuperándose para no dejar de perder la sorpresa. Y por eso siempre están en la frontera de pasarse infinitos pueblos”, me dice un analista cercano a la centroderecha.

Gloria Hutt salió a hacer campaña con él. Quedó sorprendida por su energía. “Engancha muy bien con la gente, no les habla desde el púlpito, es uno más”, me dice. Esa electricidad, en la derecha, los hace pensar que puede dar vuelta una contienda que hoy parece más perdida que ganada.

¿Políticamente qué es?

Orrego lee con fervor a Roger Scruton (1944-2020), un pensador inglés, punzante y mordaz, defensor del tradicionalismo y de armas tomar. Y las tomó con una energía frenética mientras estaba en Paris, en el caótico mes de mayo de 1968.

“De repente me di cuenta de que estaba en el otro lado. Lo que vi fue una multitud ingobernable de hooligans de clase media auto-indulgentes. Cuando les pregunté a mis amigos qué querían, qué intentaban lograr, todo lo que me dijeron fue una ridícula receta de eslóganes marxistas. Me disgustó y pensé que debía haber un camino de regreso a la defensa de la civilización occidental contra estas cosas. Fue entonces cuando me convertí en un conservador. Sabía que quería conservar las cosas en lugar de derribarlas”.

El mayo del 68 de Scruton podría ser el octubre de 2019 para Orrego. 

En Chile su mentor académico es el historiador Alejandro San Francisco. Su libro de cabecera es “Nos fuimos quedando en silencio”, de Daniel Mansuy.

-¿Y Axel Kaiser qué le parece?

-Mi amigo… pero es más duro que yo.

“Soy guzmanista cien por ciento”, dice Orrego. Elogia al asesinado senador por la síntesis que logró él entre el principio de la subsidiaridad y los principios. Pero no es UDI porque “ellos postulan la despolitización de los cuerpos intermedios y yo creo todo lo contrario”. 

Dentro de RN se define conservador, socialcristiano, anticomunista y nacionalista. “Y hablo de dictadura, no de gobierno militar”, dice. O sea, otra manera de autocatalogarse como un atípico. También le encanta llamarse “facho pobre”, un concepto que, ídem, también lo situaría en otro subconjunto de la derecha de siempre.

¿Riesgo de guitarra en la derecha?

El mantra que la oposición instaló con éxito es que, en marzo de 2022, al Frente Amplio por obra y gracia del soberano, les cayó inesperadamente la guitarra en sus manos. Y han desafinado. 

“Otra cosa es con guitarra”.

Entonces, las biografías de pocas páginas -inexperiencia le dicen- han sido puestas en cuestión. Incluso por los mismos criticados.

Hoy, la derecha se enfrenta a un poder único pero también a un riesgo altísimo: ganar la Gobernación de Santiago. Por primera vez un coetáneo del frenteamplismo logró un desafío electoral encumbrado: si gana el 24 de noviembre gobernará los destinos de 8.500.000 de personas.

Es sabido que Orrego fue la última carta de RN para candidato a gobernador. “Era la opción 18”, ha dicho medio en serio, medio en broma, el propio Orrego. 

Antes de esto, anunció que iba como candidato a la presidencia de RN para suceder a Francisco Chahuán: el entusiasmo le duró poco porque no tuvo adhesiones. Quiso ser constituyente y lo bajaron. Iba a la diputación por Valparaíso: también lo cortaron.

Tampoco le fue bien cuando se presentó en la lista que llevaba como postulante a timonel de RN a la senadora Carmen Gloria Aravena. Él figuraba como secretario general. Salieron terceros y no pasaron a segunda vuelta.

En buena parte de CHV -más en privado que en público- afirmaban antes de las elecciones que las opciones de Orrego -Francisco- eran muy bajas porque Orrego -Claudio- llegaría al 40%. Y más.

Un temor no confesado es que su poca experiencia le cobre cuentas en una empresa que es titánica. Su primer cargo de elección popular -si gana- sería nada más que gobernar al segundo volumen de ciudadanos del país, solo superado por el primer Mandatario.

En Renovación Nacional saben que tendrán que rodearlo de cuadros que sepan el teje y maneje de la gobernanza. También confían que Orrego sabrá conjugar sus dotes comunicacionales y su excentricidad con la debida sobriedad que exige el poder. 

“Yo me rodeo de gente con experiencia”, dice, exorcizando así el peligro de un “iskiazo” en su mandato. Hoy, trabaja junto a Rodrigo Galilea, presidente de RN; Karla Rubilar y Katherine Martorell, entre otros. “Y con Evelyn Matthei, que se ha portado fantástico”, dice.

-Tu sector ha insistido con que el gran problema del FA es que pasaron de la universidad a la política profesional, sin ganarse la vida en el mundo llano. A ti también te sacan en cara eso.

-Nada más ha alejado la realidad. Trabajo desde los 16 años, lo hice en el McDonalds o en un mall. Después fui el encargado nacional de estudiantes y secundarios en el Ministerio de Educación de Piñera 1. Trabajé tres o cuatro años en el Instituto Libertad como encargado de contenidos y formación de jóvenes. Fui asesor de la Convención Constitucional. He trabajado en fundaciones. 

Final

Una parte importante de la derecha que hoy convive en Chile Vamos, desde el fin de la dictadura, ha buscado levantar candidatos, inconsciente o no, que la alejen del estereotipo “blondo, pinochetista, ABC1, Zapallar”. 

Partió con “Büchi es diferente”, un economista ortodoxo, pero joven, que subía cerros, melenudo y diametralmente distinto a la figura de Pinochet. 

Piñera fue un outsider de la derecha: cierto, era de la élite, pero fue opositor a Pinochet y votó No. 

Lavín mutó del “chicaguismo” al “aliancismo-bacheletista”. 

Luego vino Golborne, Desbordes, Sichel, Carter: todos hijos, a mucha honra dicen, de la meritocracia mesocrática.

Orrego se suma ahora al clan.

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