Opinión
27 de Noviembre de 2024Cisnes negros de racimo en el Gobierno
La presidenta de Evópoli, Gloria Hutt, cuestiona el actuar del Gobierno en el Caso Monsalve. "El impactante desarrollo del Caso Monsalve que sacudió al Gobierno muestra que la realidad siempre puede dar giros que escapan incluso de los escenarios menos probables", escribe la timonel. Y agrega: "Tal vez por eso el caso no declina, porque en sí mismo ha engendrado nuevos cisnes negros como resultado de la ausencia de conceptos en los equipos de gobierno, respecto al impacto que generan las actuaciones y declaraciones de sus autoridades. Es improbable que la Ministra de la Mujer no tome la defensa comprometida de la víctima, es improbable que la vocera construya frases para minimizar la gravedad de un delito que ocurre en el corazón del Gobierno, es improbable que el Presidente omita en todo este caso la protección de la funcionaria afectada".
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El impactante desarrollo del Caso Monsalve que sacudió al Gobierno muestra que la realidad siempre puede dar giros que escapan incluso de los escenarios menos probables. En 2010, el autor Nassim Nicholas Taleb publicó The Black Swan (El Cisne Negro), un libro que estuvo entre los más vendidos por largo tiempo y con justificadas razones. Lo leí en ese tiempo con pasión, porque aborda una discusión sobre modelos predictivos, con los cuales yo trabajaba en ese tiempo. Ahora lo releo con otro interés. Taleb plantea la existencia de eventos tan inusuales como encontrar un cisne cuyas plumas no coinciden con la imagen mayoritaria, es decir, son altamente improbables.
Más allá de la analogía, en la vida real los cisnes negros son acontecimientos que coinciden en tres características principales: la dificultad para anticiparlos, la magnitud del impacto que generan cuando se producen y la comprobación de que en realidad eran predecibles. Cita como ejemplos el surgimiento de Google y el atentado a las torres gemelas, ambos improbables, predecibles y de alto impacto. Taleb atribuye estos casos a la tendencia a confiar en lo que conocemos y a acomodar la realidad a los bordes que dominamos, sin abrirnos a la posibilidad cierta de que las cosas marchen por un cauce distinto, especialmente en el análisis de riesgos.
A mi juicio el Caso Monsalve es un cisne negro para el Gobierno. El atentado a las torres gemelas
puso en evidencia por ejemplo la nula protección de las cabinas de los pilotos, la ausencia de procedimientos de seguridad en vuelo y la debilidad del control de elementos peligrosos en el equipaje, todos factores predecibles, que facilitaron la captura y desvío de los aviones con inexplicable facilidad. Las consecuencias son conocidas.
En el caso Monsalve basta una revisión simple de los acontecimientos para construir un relato similar. Es evidente que nunca, ni en el escenario más pesimista, la posibilidad de que el subsecretario del Interior fuera acusado de violar a una funcionaria de su propio equipo, fue parte del análisis. Pero no es necesario llegar a esos escenarios tan extremos. El fin de semana largo de Fiestas Patrias, es, por naturaleza, de mayor riesgo. Aún así, no había nadie a cargo de la seguridad en el país.
El subsecretario desplegaba actividades personales y según ahora conocemos, delictuales, sin que nadie estuviera dando seguimiento o pidiendo reportes a las autoridades encargadas de su control. El día lunes no apareció en su lugar de trabajo, y nuevamente, no parece haber sido un problema. Sobre los acontecimientos que siguieron, aún hay dudas que surgen de las inconsistencias, verdades a medias, interpretaciones, mentiras y frases que pretenden minimizar la gravedad del caso.
Si a partir de esto revisamos las prevenciones que debieron existir, concluimos que el control sobre la actuación de las autoridades de gobierno, tanto en el ejercicio de sus funciones como en aspectos de su vida privada que puedan comprometer su desempeño, debe ser parte de las condiciones para el ejercicio de los cargos.
La secuencia de las comunicaciones posteriores es de las peores de las que tengamos recuerdo,
por su improvisación, incoherencia e irresponsabilidad. Entonces aparece también la necesidad de
considerar que todo aquello que una autoridad diga puede ser antecedente para una investigación judicial. Cabe preguntarse si por ejemplo la conferencia de prensa del Presidente Boric, no fue otro cisne negro dentro del primero: pudiendo evitarlo, se expuso a protagonizar el núcleo de la investigación sobre un caso de violación. Bastaba con una actuación más prudente.
Se puede anticipar que el Presidente realice declaraciones en un caso complejo, pero es evitable que él
asuma una especie de vocería intentando convencer de su inocencia, sin darse cuenta de las graves implicancias de su actuar, a pesar de la evidente advertencia de su asesora de prensa. Tal vez por eso el caso no declina, porque en sí mismo ha engendrado nuevos cisnes negros como resultado de la ausencia de conceptos en los equipos de gobierno, respecto al impacto que generan las actuaciones y declaraciones de sus autoridades. Es improbable que la Ministra de la Mujer no tome la defensa comprometida de la víctima, es improbable que la vocera construya frases para minimizar la gravedad de un delito que ocurre en el corazón del Gobierno, es improbable que el Presidente omita en todo este caso la protección de la funcionaria afectada.
Sin embargo, todo eso ha ocurrido y cada uno de esos eventos es un problema en sí mismo. Podríamos comentarle a Nassim Nicholas Taleb que en Chile ha surgido un derivado de su teoría: el cisne negro de racimo, una cadena de situaciones impredecibles, de alto impacto y evitables, que encadenadas constituyen el peor escenario para un Gobierno que, a pesar de todo eso, parece no tener conciencia de su rol y de la responsabilidad por una conducción que proteja los intereses del país.