Entrevistas
7 de Diciembre de 2024Álvaro Bisama, escritor: “Estamos con un gobierno de adultos, que cometen errores adultos y tienen que ser leídos como adultos”
El escritor Álvaro Bisama, ganador del Premio Municipal de Literatura de Santiago, hace un análisis de la contingencia en todos sus aspectos, desde la política a la farándula. “Yo creo que estamos en un momento extraño, a veces espantoso: llevamos un mes hablando de violación”, asegura.
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“Yo creo que estamos en un momento extraño, a veces espantoso: llevamos un mes hablando de violación”, sintetiza Álvaro Bisama (49) sobre la coyuntura noticiosa, mientras se toma un café en una terraza en Providencia. Los anteojos oscuros arriba de la mesa, la polera siempre negra. Este año se llevó el Premio Municipal de Literatura de Santiago por su libro La rabia y el augurio, sobre Carlos Droguett-, y es uno de los más hábiles escritores chilenos para mezclar historia y pop, alta y baja cultura, lo freak y lo distinto.
Bisama ha sido crítico literario y comentarista televisivo; hoy escribe de actualidad y cultura para la Revista Anfibia y la Revista Santiago. Pasa de mencionar la visita de Wanda Nara a Susana Jiménez en la televisión argentina, a destacar entusiasta lo que encontró el fin de semana paseando en la Feria Kontrabando -de arte gráfico- en el Estadio Nacional, a su trabajo como director de la Escuela de Literatura Creativa de la Universidad Diego Portales. Se lamenta de la falta de buenos restaurantes chinos en el sector de Providencia donde hoy vive y cuenta que acaba de llegar un nuevo gato -Pierre- a la casa que comparte con su mujer, la artista visual Carla McKay, y otro gato llamado Gabriel (Boric, ya que lo recibieron en plena candidatura presidencial).
Antes de publicar su libro sobre Droguett, Bisama escribió sobre otro gigante nacional, Pablo de Rokha, en Mala Lengua, el que ganó el Premio Literario del Ministerio de las Culturas. Ahora Bisama se aleja del siglo XX y los portentos de la escritura, para experimentar en ficción. “Cuando uno trabaja en la biografía uno va a ciegas muchas veces, pero tiene claro un horizonte. Acá estoy yendo a ciegas a lugares que no esperaba. Y eso me está gustando”, dice, e intenta adelantar algo de su próximo libro. “Estoy escribiendo una novela con elementos fantásticos, con muchos elementos históricos, donde aparecen desde Rubén Darío hasta Kaijus. Yo no sé de qué escribo en ficción, por lo menos hasta que lo termino. Hay cosas que han salido muy fácil y otras muy difíciles porque han sido muy investigadas y otras que han sido con ficción pura”.
Bisama se mueve cómodo por la contracultura. Es en los márgenes donde encuentra el sentido al presente, como cuando se le pregunta por el panorama actual del mundo literario.
“El mundo cultural está sucediendo en otros lugares más periféricos a lo masivo. Una señal es que no haya una feria del libro de Santiago convocante, por ejemplo”, explica, y habla sobre un panorama más diverso, de ferias y editoriales independientes. “La pregunta es si los discursos centrales van a ser capaces de incorporar lo que está pasando ahí”.
—Uno pensaba que con el advenimiento de las tecnologías y las herramientas y las redes sociales, se iba justamente a ampliar el acceso a esa cultura.
—Claro, yo creo que está pasando también. ¿Dónde están las bibliotecas de los chicos? La biblioteca de los chicos están en los celulares, libros descargados. Los espacios de comunidades son espacios como el whatpad, la fanfiction, otros circuitos.
—Como director de una Escuela de Literatura, ¿con qué bagaje llegan los jóvenes hoy en día?
—Llegan con un bagaje muy múltiple, con una mezcla entre lecturas escolares y lecturas también muy, muy, muy personales. Llegan también con una necesidad de encontrar en la literatura -o en la ficción o en la poesía- espacios de representación, espacios que le permitan organizar su propio relato. La literatura es un espacio donde se encuentran los vivos, los muertos, el presente, el pasado, lo que podríamos considerar alta cultura, la baja cultura del pop. Me parece que hay que pensarlo desde ese lugar: la literatura como un espacio donde encontrar un lenguaje y también una forma de relación con el mundo.
“Esa idea instalada de que estamos gobernados por un montón de niños a mí no me parece”
Bisama es de esos observadores capaces de leer al país y sus noticias como un libro, encontrando mensajes, escarbando en lo bizarro y lo fascinante, para hilar un relato. Sobre el momento caótico – o en sus palabras “espantoso”- que vivimos en la actualidad nacional, donde un “caso” no alcanza a salir del ciclo noticioso para entrar a otro, Bisama se ve serio. Y hace un alto.
“Creo que hay dos noticias que me parecen a mí relevantes de las cuales no hemos hablado lo suficiente. Primero, el fallecimiento del gásfiter en La Moneda. Otro cuerpo, otro fantasma en ese espacio. Y que en el caso de un gobierno progresista se vuelve aún más feroz pensando que se trata de un trabajador. Y por otro lado el INBA. La explosión de una bomba molotov en un liceo público debería ser el tema que se tendría que haber tomado más las noticias”, dice.
Bisama agrega: “Tenemos en este momento una sensación térmica muy compleja. Muy, muy, muy dolorosa, con demasiados puntos nerviosos, muy quebrada. Y eso también hace que nuestra percepción del presente de la realidad política sea también frágil. Lamentablemente con esta clase de acusaciones – sobre todo la de Monsalve-, no se puede recuperar ninguna normalidad, no se puede fingir, porque está sucediendo directamente en el centro mismo del poder político chileno”.
—Fue muy feroz que una noche pasamos de ver a Chile ganar contra Venezuela en el fútbol, a la formalización de Monsalve en vivo. Era pasar de la euforia a lo judicial.
—Y en el Mega están dando El Señor de la Querencia, donde básicamente todos los capítulos tienen escenas de abuso sexual y de violación. Hay una zona muy frágil de esa violencia, de esos discursos que están instalados en el aire. Lo que está sucediendo ahora es tan fuerte que no puedes volver de eso. El Gobierno debería operar en términos no solamente políticos, sino también simbólicos. Y si lo leemos en ese punto, como un relato construido desde el gobierno, es un relato fracasado, un relato donde justamente estamos llenos de fantasmas, estamos llenos de “casos” y de gásfiter y muerte. Se necesita pensar justamente que todo esto está pasando ahí mismo, en el centro de Santiago, un espacio también cargado una y otra vez de historia. Habría que percibir eso con más cuidado.
—¿Cómo ve el año que le queda al gobierno de Gabriel Boric?
—Creo que a un año de las elecciones, las posibilidades son que vuelva la derecha o la ultraderecha, o las versiones más degradadas de esa ultraderecha. Estoy expresando eso a la luz de los movimientos refundacionales de esa clase de gobierno que se están llevando a cabo con Milei en Argentina, con el gobierno de Trump que va a asumir ahora, lo que sucedió en el Brasil del Bolsonaro. Los discursos refundacionales en relación a libertades públicas, la libertad intelectuales, la libertad en relación al cuerpo. Me parece que ahí hay algo interesante de analizar respecto a este año que queda, porque también es un espacio donde esas libertades van a ser sometidas a debate al estar todos en campaña presidencial, la que ya empezó y es tal vez lo más patético que he visto en mucho tiempo.
—La noticia de las encuestas esta semana no es que Evelyn Matthei gana todos los escenarios de balotaje, sino que Johannes Kaiser estaba a dos puntos de Kast.
—A mí no me parece ni siquiera raro, porque justamente lo que ha habido estos tres años es una alimentación y una suerte de presión de esos discursos de la ultraderecha, haciéndolos ver razonables, haciendo ver la violencia sobre los migrantes razonable, haciendo ver la represión como algo razonable, estableciendo las políticas del miedo como un lenguaje común. Entonces me parece que es absolutamente lógico que al lado de Kast aparezca una opción radical. La extrema derecha, a diferencia de otros espacios de la política chilena, se construye sobre la base del caudillo, que es el modelo populista.
—Pero tras la elección municipal quedó esta sensación, con la derrota de Marcela Cubillos y de Francisco Orrego, que los discursos extremos estarían siendo castigados por el electorado.
—Ahí yo tengo una lectura contraria. Yo creo que el voto no es castigo. Yo creo que lo que habría que fijarse no es que perdió Cubillos, sino que ganó Matías Toledo en Puente Alto. Que ganó Ítalo Bravo en Pudahuel. Son candidatos que vienen de otro lugar, que es una izquierda o un progresismo extra partidos. La gente, yo mismo como votante, no es tonta, ve los trucos; en el caso de Francisco Orrego, huele el empaquetado. Y no funciona.
—Mencionaba el ánimo refundacional de ciertas derechas, a propósito de Argentina. Pero acá en Chile el Gobierno igual llegó con ánimo refundacional, viniendo desde otra vereda, la de la izquierda.
—Hubo eso, hubo eso. Pero tuvieron que empezar a calibrar lo refundacional desde el primer día, con el baleo a Izkia Siches en el sur. Y ahí los discursos del papel se toparon con una realidad que era mucho más compleja, mucho más contradictoria. Luego vino la Convención, que terminó en cierto modo asumiendo su discurso y fracasando, justamente porque se transformó en la exhibición de lo mejor y peor de sus discursos. Como si el debate de las ideas en realidad se hubiera transformado en una puesta en escena.
Para mí dos imágenes sucesivas son brutales: a unos días de la votación de la primera constituyente un grupo de disidentes en un acto de apoyo al Apruebo se sacó una bandera del ano en público. Y por otro lado, unos días después, unos huasos a caballo siguieron a los ciclistas con fusta y los azotaron en la Alameda. Imágenes que dan cuenta de lo que se estaba trizando.
—Luego viene el Rechazo, otro ajuste de realidad para el Gobierno.
—Claro, y luego viene la administración. También ha sido un Gobierno que ha tenido que gobernar contra un Congreso que muchas veces le quita el pan y el agua, en una imposibilidad casi crónica de establecer acuerdos. Y también gobernando contra una oscilación térmica generada por redes sociales, generada por los medios, generada por los discursos, donde justamente las cuestiones relevantes desaparecen y no son comunicadas, no alcanzamos a verlas. Súmale estos últimos dos meses, que para mí son muy feroces y dan cuenta de la fragilidad del momento. Creo que lo que viene por delante con el gobierno de Boric va a ser administrar esa fragilidad, pensando en que hay una izquierda progresiva que está también en un momento de fragmentación. ¿Se van a hacer la autocrítica, establecer estos espacios de revisión, de hacia dónde vamos, hacia dónde fuimos, cuál fue el resultado?
—¿Diría que todos estos choques de realidad, o los errores en el manejo del Caso Monsalve, vienen de la falta de experiencia como critica Matthei y la derecha? De la juventud del Presidente y su equipo.
—Esa idea instalada de que estamos gobernados por un montón de niños a mí no me parece. Yo creo que son adultos, que tenían una carrera política, y prefiero juzgarlos como adultos.
—La crítica que se escucha es que pasaron de estudiantes a diputados.
—Todos venían del mundo político, nunca no estaban en el mundo político. No hay una transformación de una figura que pasa un campo a otra. Yo creo que estamos con un gobierno de adultos que cometen errores adultos y tienen que ser leídos como adultos.
El octubrismo y la farándula: “Hay una sincronía entre las constituyentes y Gran Hermano“
Álvaro Bisama vivía a una cuadra de Plaza Baquedano para el estallido social del 18 de octubre de 2019. Desde ahí analizó y participó de las movilizaciones.
—¿Cómo ve, hablando de simbolismos y lenguaje, en lo que se ha transformado la palabra octubrismo? El relato que se está construyendo sobre lo que pasó.
—Yo vivía una cuadra, así que lo vi todo, de cerca.
—¿Lo vio o también participó?
—Me interesó. Me interesan los cambios, la ciudad, lo que sucedió en las murallas, lo que sucedió en la plaza. Y también me interesa ese relato que se fue construyendo de modos muy múltiples, que eran muchas cosas muy distintas para mucha gente. Que era para algunas personas el espacio, como dice la derecha, a la violencia, pero para otros fue un espacio de encuentro. Un espacio que cambiaba día a día y sobre el cual se tenía una memoria muy frágil que fue siendo borrada.
Los muros fueron pintados, lo que quedó en las paredes fue tachado, todo completamente desmantelado. Y en esa tachadura lo que hay son las huellas de eso que pasó, uno se pregunta si esa huella no nos dice también lo relevante o lo complejo de eso que sucedió. Yo tengo esa lectura: fue algo muy distinto para mucha gente, fue algo construyéndose una y otra vez. Y, ojo, fue un proceso cortado por la pandemia.
—Pero cuando llegó la pandemia había cierta fatiga, al ver que se estaba convirtiendo en otra cosa.
—Por supuesto. Pero también venía otro ciclo, que era el ciclo que tenía que ver con la construcción constituyente. El octubrismo se ocupa como mala palabra, pero en realidad es una palabra que está tan llena de sentidos distintos que dice muchas cosas distintas también. La pregunta es si alguien se ha sentado a ver lo que sucedió ahí.
—En ese sentido, todavía no tenemos la gran novela, el gran cuento, del estallido.
—Yo no creo que sea posible. Las mejores novelas sobre la masacre obrera son del año 60. Hay una serie de publicaciones, de discursos, de obras, textos, películas, que responden a la inmediatez. Pero el proceso literario es mucho más largo y es mucho más complejo. Lo que hay son intentos de procesar también eso que sucedió, intentos de procesar el trauma, de leerlo, intentos de poner en obra algo que justamente no existía en un lenguaje artístico, existía en la calle, como si la calle fuera ese relato. Siempre me gustó mucho algo que le leí a algún audiovisualista: no era el momento de la autoría, era el momento del registro. Tenemos que pensar el archivo y la memoria, y tenemos que ver a partir de esa ciudad que ha sido tachada, que ha sido asustada, que ha sido borrada, la posibilidad de ese relato.
—Óscar Contardo en sus columnas de La Tercera ha sido bien insistente en que todos los problemas que se reclamaban siguen estando subyacentes. Y que eso podría ser el germen de otra cosa.
—Las mismas demandas siguen pendientes: estamos discutiendo de pensiones, de isapres, y no ha cambiado nada. Los mismos problemas que el estallido declaró, porque el país del estallido también fue un relato de esa fragilidad, también siguen acá. Creo que el discurso de condena a la violencia ha desplazado los discursos centrales de lo que provocó el estallido, de las preguntas que provocó el estallido. Porque justamente la violencia siempre desplaza todo.
—Ya no conversamos de tener que compartir los privilegios.
—Yo creo que cuando Cecilia Morel habla de una invasión alienígena, lo que a nosotros nos parece chistoso, de lo que está hablando es de ese país que no se estaba viendo. Y la pregunta ahora es si alcanzamos a verlo.
—Pasamos de estallido a pandemia, todo el proceso traumático de las dos constituyentes, Chile parecía estar haciendo preguntas importantes. Y, de repente, Pamela Díaz tiene un programa franjeado, volvieron los realities y debuta ahora el regreso de Primer Plano. ¿Qué pasó?
—Yo creo que hay una sincronía entre las constituyentes y Gran Hermano. De hecho, alguna vez hice el ejercicio para un artículo en Anfibia, simplemente extracté lo que decían en la Constituyente y lo que decían en Gran Hermano, y parecía lo mismo. Siempre he sostenido que los discursos de la farándula, de la cultura, o del arte, son capaces de leer ese presente.
—Bueno, la candidatura de Francisco Orrego fue como un poco el símbolo de eso. Salir de un programa como Sin Filtros a hacer política.
—Pero también era divertido, porque todos los candidatos de Sin Filtros fracasaron estrepitosamente. Era una puesta en escena bien poco elegante, alimentada por un morbo que se tomó en serio sí mismo. Y de pronto teníamos a este señor Orrego como de candidato. Era irreal. El nivel de agresión verbal que tenía era como inédito para alguien que aspira a un cargo cuya labor es operar de modo convocante. Ahora, respecto a la farándula, yo creo que lo más interesante está pasando fuera de la televisión abierta.
—¿Dónde lo encuentra?
—Yo de farándula veo todo, he visto todo. Pero no sé si quiero ver Primer Plano con Patricia Maldonado en la televisión. Creo que me lo voy a saltar. El panelista más importante en farándula en este momento es Sergio Rojas; creo que ha hecho una lectura paródica bestial, divertida y curiosa, a veces al borde de lo injurioso. Y que está leyendo eso como un tejido vivo, como un espacio de encuentro con una comunidad. Por otro lado tienes a personajes tan extraños como Diego González, que está haciendo un reality en Internet que se llama Secreto en el lago, que es una cosa surrealista, absolutamente inverosímil, lejos de toda clase de corrección, pero que posee una inmediatez en relación con las comunidades, con las redes, que hace que hable en un lenguaje donde la televisión no existe. Su primer capítulo tiene dos millones de visitas.
Pero también hay una cosa que a mí me parece súper divertida de la farándula, que es que son los mismos personajes de hace diez años atrás que ahora envejecieron, tienen hijos, están separados; entonces es la continuación del viejo culebrón, todo ese mundo que parecía haberse dormido, silenciado, se resucita. Es bien demencial. Con los mismos panelistas también más viejos, es como un deja vú.
—A mí eso me parece trágico, justamente esos personajes nunca han podido escapar de su destino. Como que nada cambió.
—Bueno: eso es Chile. Ahora, también es una farándula que tuvo dos escándalos – el de Kaminsky y el del Mago con Orsini y Aránguiz- que fueron casos mediáticos muy fuertes. Era lo que necesitaba esta clase de cultura para resucitar. Luego vino un Gran Hermano o Tierra Brava, se juntaron cosas que hace mucho tiempo no se veían. Yo creo que desde el momento en que el hijo de Raquel Argandoña acuchilla al papá, que no teníamos escándalos de farándula con ese nivel de distorsión. Pero repito, yo creo que las cosas están pasando en otros lugares; lo que va a poner la televisión abierta es Only Fama que es una lata, que tiene este set que parece local que vende plantas y tiene unos muy buenos panelistas y no sabe qué hacer con ellos para unir con nosotros.