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Opinión

4 de Enero de 2025
Imagen: Sandro Baeza/The Clinic

Ola de calor: Estamos fritos

Foto autor Rita Cox F. Por Rita Cox F.

"No abordar el problema a corto, mediano y largo plazo es cocinarnos a fuego rápido", es la advertencia que hace la columnista Rita Cox sobre las olas de calor en Chile y cómo las ciudades entregan o no soluciones para abordarla. "Lo único cierto, y urgente, es que necesitamos un vocabulario común que permita a tomadores de decisiones y ciudadanos, trabajadores y empleadores, y servicios de salud, organizarnos bajo estas circunstancias que se harán cada vez más comunes. Los eventos masivos también debiesen considerar este escenario asfixiante", analiza.

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No da tregua el calor que por momentos desespera. De acuerdo con el aviso de altas temperaturas emitido por la Dirección Meteorológica de Chile, no habrá descanso hasta hoy, 5 de enero, en las regiones de Coquimbo, Valparaíso, Metropolitana, O’Higgins, Maule, Ñuble y Biobío. Más allá de las explicaciones técnicas del fenómeno, el agobio recuerda, como trauma imborrable, ese 24 de enero de 2024 cuando a las 15:44 horas Quinta Normal registraba 36.7°C. Fue un miércoles y, minutos antes, la zona norte de la Región Metropolitana ebullía con 39.4°C en Lo Pinto, en Colina y, más tarde, el termómetro marcaba 38.9°C en Polpaico, Tiltil. El infierno en la tierra. 

Desde hace un tiempo el calor asusta y condiciona. Caminar un par de cuadras en Santiago, y probablemente en cualquier ciudad, exige buscar refugio bajo algún árbol, toldo o techo mientras avanzamos por cemento hirviendo. 

Me atrevería a decir que, tras el encierro obligado de la pandemia, estamos aprendiendo a organizar nuestras vidas puertas adentro y puertas afuera, según lo que marca el termómetro. Trámites, salida a la plaza con los niños, paseo del perro, deporte al aire libre, sentarse frente al computador a trabajar, reuniones en algún lugar o en casa. Todo depende del calor, del acceso a la sombra y a algún sistema de refrigeración.

La temperatura del cuerpo humano es de 36,5, es decir, bajo las condiciones antes descritas, el organismo de una persona sana estará batallando por entrar en equilibrio. Un adulto mayor, una mujer embarazada, un hipertenso, ya con 31°C podría enfrentar consecuencias.

Magdalena Gil, académica de la Escuela de Gobierno de la UC, y quien viene estudiando el calor desde 2019, maneja cifras que confirman que esta es la principal causa de muerte ligada al cambio climático en el mundo y, en Chile, la Región Metropolitana es especialmente vulnerable. Frente a riesgos epidemiológicos, las ciudades que no están tomando las medidas urbanísticas están presionando una crisis que es de salud pública con repercusiones económicas.

La primera duda que asoma frente a posibles y muy probables nuevos episodios extremos de calor es que ninguna autoridad ha sido contundente en explicar por qué ya no se aplica el Código Rojo estrenado por el Gobierno Regional Metropolitano en diciembre de 2022. Con episodios de altísimas temperaturas, no supimos de él, ni en 2023 ni en 2024, a pesar de que se mostraba como un protocolo suficientemente claro a seguir y que en su momento contó con el apoyo de los especialistas del sitio www.olasdecalor.cl, plataforma que está realizando un trabajo excepcional.

Hoy está vigente el Código Verde, del Senapred, escasamente socializado. Lo único cierto, y urgente, es que necesitamos un vocabulario común que permita a tomadores de decisiones y ciudadanos, trabajadores y empleadores, y servicios de salud, organizarnos bajo estas circunstancias que se harán cada vez más comunes. Los eventos masivos también debiesen considerar este escenario asfixiante. 

El gobernador Claudio Orrego ha insistido en que el Gobierno Metropolitano está trabajando en “enfriar” la ciudad de Santiago con la plantación de más de 180 mil árboles y arbustos que logren generar masas arbóreas en las comunas más vulnerables de Santiago. El gobernador no exagera. Una zona de superficie verde regada con la sombra de un par de árboles puede generar entre 5°C a 10°C menos de temperatura que una desarbolada. El problema es que los árboles demoran en crecer.

El Ministerio del Medio Ambiente, Corporación Ciudades y varias municipalidades también avanzan en proyectos, como Renca y Providencia. Mientras lo hacen, parece urgente fortalecer la gobernanza para enfrentar el problema del calor y sumar a la arborización otras medidas como la depavimentación en zonas no utilizadas o subutilizadas.  Y mientras, una realidad: aunque el estándar definido por el Consejo Nacional de Desarrollo Territorial (CNDT) es de 10 m² de áreas verdes por habitante, solo el 5,7% de los santiaguinos tiene esos metros cuadrados.

Junto a esa brecha, se suma otra igual o tan dramática: “Así como la población de las comunas del sector oriente cuenta con más recursos para tener áreas verdes privadas, si vamos al sur o al poniente de Santiago, no solo pasa que las casas no tienen patios o jardines. Ni siquiera tienen árboles en las calles o plazas públicas”, decía Ricardo Truffello, director del Observatorio de Ciudades, profesor UC e investigador del CEDEUS hace unos días en The Clinic.

En ese contexto, y con una crisis habitacional de proporciones, es curioso que no se hagan los esfuerzos reales, no cosméticos, de abrir espacios públicos como refugios de calor. No ha sucedido en ninguno de los episodios pasados durante los últimos veranos. ¿Alguien puede llegar a imaginar funcionar en familia, de allegado, en condiciones de hacinamiento, con niños de vacaciones, en una vivienda sin las condiciones de aislamiento, sin jardín o un balcón y bajo el estrés de días sin dormir debido al calor? ¿Qué pasa con las personas de la tercera y la cuarta edad que no pueden costear un sistema de aire acondicionado?

Nueva York, Madrid, París, Roma, Berlín, Lisboa y Países Bajos han implementado refugios climáticos.  La literatura especializada da cuenta hace años de la relación entre vulnerabilidad urbana y mortalidad relacionada al calor. No hay que ir tan lejos.  A fines de diciembre, la Subsecretaría de Ambiente de la Ciudad de Buenos Aires inauguró la temporada 2024-2025 de los Refugios Climáticos con 64 centros en distintas comunas, abiertos y cerrados (con aire acondicionado), todos gratuitos para que los bonaerenses puedan hacer un alto entre actividades diarias el tiempo requerido.

No abordar el problema a corto, mediano y largo plazo es cocinarnos a fuego rápido. 

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