Secciones

The Clinic
Buscar
Entender es todo
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad
Fotos: Francisco Paredes/The Clinic

Entrevistas

19 de Abril de 2025

Rodrigo Bastidas: “Mis obras sacan muchísimas más risas que un humorista”

El actor, director y dramaturgo se despliega en tres obras y éxitos de la cartelera. El más reciente es la comedia "Aquí me bajo yo", que marcó su regreso al escenario bajo la dirección de Elena Muñoz –su exmujer– y en compañía de Jaime Vadell y su hija Milena. Allí interpreta a un hombre que ajusta cuentas con su padre, rol que reabrió la herida por la trágica y temprana muerte del suyo. “Nunca he tenido un sueño bonito con mi papá. No volví a verlo sonreír. Eso es muy doloroso”, dice. Aferrado a la comedia negra, que considera parte del alma de los chilenos, Bastidas habla de su nueva racha teatral, de por qué “renunció” al cine y de su regreso a la televisión como guionista de una nueva teleserie nocturna para Mega. Indiferente a los premios y al reconocimiento de sus pares, critica el “paternalismo” de las políticas culturales y emplaza duramente al Gobierno: “Tenemos un Presidente que está haciendo un college”.

Por
Compartir

Rodrigo Bastidas (1961) tenía 17 años cuando su padre murió en un accidente automovilístico. La tragedia fue repentina, devastadora: “En mi casa siempre fuimos cuatro: mi mamá, mi papá, mi nana y yo. Hijo único. Y de un día para otro, la mesa familiar quedó con tres patas”, cuenta ahora, en una fría mañana de otoño en un café de la comuna de La Reina, donde además vive.

De los días, meses y años posteriores a su fallecimiento tiene pocos recuerdos, y aún varios de ellos son difusos. Bastidas cree haber atravesado ese periodo en una especie de aturdimiento emocional. “De lo poco que me acuerdo es que ese mismo año di la Prueba de Aptitud Académica. Cuando dieron los resultados, los vi como diez días después. Lo había olvidado completamente”, relata.

“Estaba en otra, como evadiendo todo. Debo haber pasado tres años en que todo me daba lo mismo. Mi mamá enviudó muy joven, también fue complejo para ella hacerse cargo de mí cuando ella estaba peor que yo. Fue un periodo horroroso, terrible”, recuerda.

Cuando Bastidas entró a la Escuela de Teatro de la Universidad Católica, a comienzos de los 80, pudo recién canalizar el dolor y reconectar de otra forma con la figura ausente de su padre. “Él tenía solo 44 años al momento de morir. Ni siquiera alcanzó a saber que yo quería ser actor”, cuenta. 

“Con mi papá teníamos una personalidad parecida y, de alguna forma, siento que me lo comí y que reafirmé esa personalidad en mí, como una forma de rescatarlo. Es curioso y a la vez triste, porque en los más de 45 años que han pasado nunca he tenido un sueño bonito con mi papá. No volví a verlo sonreír. Eso es muy doloroso y me recuerda que aún lo echo de menos, que aún me da pena. Aun así, siento que ando con él para todas partes”, dice a The Clinic.

Durante los ensayos de Aquí me bajo yo –la exitosa comedia escrita y dirigida por Elena Muñoz, su exmujer, que marcó su más reciente regreso a las tablas–, Bastidas volvió a remover capas sensibles de su historia personal al asumir el rol de un hijo que se reencuentra con su padre al final de su vida, tras años de distancia y silencio.

La obra arranca como un trayecto cotidiano en auto –con los dos a bordo, junto a la hija del protagonista–, pero rápidamente da un vuelco y se desata un postergado ajuste de cuentas entre ambos: el hijo le reprocha al padre la falta de cariño y preocupación en su infancia, mientras que este último exige su derecho a elegir sobre su propia vida y, también, sobre su propia muerte.

Con humor, crudeza y ternura, el montaje plantea el dilema de la eutanasia o muerte digna, aún incómodo para algunos sectores más conservadores. Y lo hace no solo a través de la mirada de la vejez, aclara Bastidas, sino que aborda el tema desde distintos puntos de vista: “El título de la obra viene de ahí, como diciendo: ‘No me quiero morir cuando esté hecho mierda; quiero morir ahora, cuando estoy sano’”, dice.

“La obra pone sobre la mesa un debate que nos hemos negado como sociedad y además lo cruza generacionalmente a través de estos tres personajes, lo que también termina siendo un reflejo del país. Ahora que el tema se discute un poco más, cuando la gente viene al teatro se ríe, lo pasa bien, pero además yo siento que se va con una pregunta al respecto, al menos. En ese sentido, el teatro está haciendo la pega”, agrega.

Tras su primera y exitosa temporada en el Teatro Municipal de Las Condes, Aquí me bajo yo regresará a cartelera con nuevas funciones en la sala Mori Parque Arauco, entre el 8 y el 11 de mayo. 

Montar esta obra a sus 64 años ha sido doblemente significativo para el intérprete. Acostumbrado a escribir y a dirigir sus propios textos, esta vez no solo volvió a actuar bajo la dirección de otra persona –“algo que no hacía hace mucho tiempo”, dice–, sino que además vuelve a compartir el escenario con su hija Milena y con Jaime Vadell, un viejo compañero de ruta teatral suyo desde inicios de los 80.

“Jaime, con 87, está más lúcido y activo que nunca. Es increíble verlo con esa energía, esa memoria, esa lucidez”, dice Bastidas.

En los últimos años, ha estado más detrás que sobre el escenario. ¿Se reconcilió con la actuación?

—La verdad es que actuar me gusta cada vez menos. Más que actor, hoy me siento un creador. He inventado muchas más cosas de las que he actuado. Lo que más me interesa es escribir, inventar historias. Esta oportunidad de hacer un personaje en Aquí me bajo yo fue distinta, refrescante: no estoy cargando la mochila de ser también autor y director. El motor ha sido la Nena (Muñoz), es su proyecto, y nosotros hemos colaborado como actores, incluso como directores en algunos momentos, porque igual opinamos, pero al final es ella la que corta. Y, hasta ahora, nos ha ido increíble​.

Para mí ha sido muy emocionante hacer esta obra con Jaime y con mi hija. Hay algo especial en ese cruce de generaciones, como te decía, como si estuviéramos contando la historia de todos los padres e hijos posibles al mismo tiempo. Cada uno aporta una mirada y una energía distinta en el escenario, y que ayuda a rodear el tema y a mostrar también a esta familia, que podría ser cualquiera, con todo lo bueno y también con todo lo malo. 

Bastidas marca distancia de su personaje: “Mi trabajo es defenderlo sobre el escenario, pero fuera de ahí yo lo encuentro un poco pelotudo”, confiesa. 

“A esa edad, echarle la culpa al papá de tus trancas no puede ser. Hasta los 30 años, ya, pero no puedes tener 60 y seguir responsabilizando a tu papá de todo. Aunque tengas razón, hay momentos para decir las cosas. No puedes ir donde un viejo de 85 y recriminarle cosas que no te atreviste a decir antes. Es absurdo. La obra plantea también justamente ese límite entre lo que aún se puede reparar y todo aquello que ya no tiene vuelta”, dice.

La risa y el llanto

El año pasado llegó a tener cinco de sus obras en cartelera al mismo tiempo. Pocos creadores teatrales en Chile pueden decir lo mismo. A pesar del éxito sostenido de sus comedias –con funciones agotadas, giras y temporadas prolongadas en distintas ciudades del país–, Rodrigo Bastidas siente que tanto su trabajo en solitario como el que realiza junto a Teatro Aparte, la compañía que fundó en 1988 junto a Elena Muñoz, Magdalena Max-Neef y Gabriel Prieto, siguen siendo marginados y circulando fuera de circuitos que él mismo llama con ironía “el arte con mayúsculas”.

Paradójicamente, el nombre del grupo terminó siendo una suerte de designio: “Cuando decidimos llamarnos Teatro Aparte fue por un término técnico del teatro, no para decir que estábamos apartados del resto”, dice Bastidas. 

Ahora mismo, el grupo está en cartelera con La Nona, su nueva adaptación de la obra argentina de Roberto Cossa, que el propio Bastidas dirige en la Sala Mori Vitacura. Es la segunda de las tres obras que actualmente mantiene con funciones, junto a la exitosa comedia Reunión de apoderados, que lleva meses presentándose a tablero vuelto en el Teatro San Ginés del barrio Bellavista.

“Hay una idea instalada de que si haces comedia y además te va bien con el público, no puedes ser profundo”, retoma Bastidas. Y agrega: “Es como si fueran categorías opuestas y terminas cumpliendo 50 años de carrera con esa lógica encima. Pero, la verdad, no me afecta”.

La historia de La Nona tiene al centro a una abuela de 98 años que no muere nunca y que arrastra a su familia a la ruina emocional y económica. Podría ser una tragedia o un dramón de aquellos, pero Bastidas optó por llevarla al terreno de la comedia negra, clave común en varios de sus trabajos. 

“La gente se ríe mucho, pero también se angustia. Me ha llamado la atención eso. Dicen: ‘No quiero llorar, solo reír’. No saben lo bueno y sano que es llorar a veces. Llorar no es deprimirse necesariamente, puede ser también muy liberador”, dice Bastidas sobre el montaje, que estará en la sala de Vitacura hasta fines de agosto. 

“La obra refleja lo que es la sociedad. Esa abuelita es la realidad de muchas familias: mujeres que fueron dueñas de casa, que no tienen jubilación, y que terminan dependiendo de otros, prolongándose más de lo que sus familias esperaban. Pero incluso en ese drama, que parece tan grande, tan rotundo, se cuelan los chistes. No lo puedo evitar. Esa es también la configuración del humor en Chile; un humor bien negro, y eso está en todo lo que hago”.

La vejez ha recorrido buena parte de los textos que Bastidas ha escrito y estrenado en los últimos años. Desde el apabullante éxito de Viejos de mierda (2016) y Viejas de mierda (2019) –dos de las obras más vistas y presentadas a lo largo del país, en la última década–, hasta No me deje hablando solo (2023), donde también compartió escena con Jaime Vadell y Héctor Noguera. 

“Esta cuestión de la vejez la vengo trabajando hace rato, me ha interesado siempre”, dice Bastidas. “Lo dicen los Viejos de mierda, lo dice también ahora el personaje de Jaime en Aquí me bajo yo: el miedo a volverte inútil, ese es el gran tema”, comenta.

La repentina muerte del actor Tomás Vidiella en 2021, a causa del covid, marcó el fin de Viejos de mierda, que protagonizaban junto a Vadell y Coco Legrand. Bastidas nunca consideró reemplazarlo: “Esa obra era de los tres, no tenía sentido seguir sin Tomás. Y ahora se suma que Coco está retirado y con problemas de salud. Ahí quedó”, dice tajante.

El autor asegura –medio en broma y medio en serio– que el texto será material para el futuro: tal vez él mismo llegue a remontar esas obras, ahora sobre el escenario. “Probablemente, tendré un repertorio para viejos para cuando yo también lo sea. Al menos, ya hay dos obras listas. Tengo mi material listo para los 75 en adelante”, dice.

En poco más de tres décadas de trayectoria, ninguna obra suya ni del Teatro Aparte ha sido producida por salas como el Teatro UC, a pesar de ser la misma casa de estudios donde Bastidas y sus compañeros se formaron a mediados de los ochenta. 

En 1991, el grupo estrenó en la misma sala de Plaza Ñuñoa la obra ¿Quién me escondió los zapatos negros?, uno de sus mayores éxitos: el montaje permaneció en cartelera durante cuatro años y tuvo más de 180 mil espectadores. En 2023, el mismo teatro decidió remontarla con nuevo elenco y a poco más de 30 años de su estreno original.

“Jamás nos han llamado del Teatro UC. Nunca nos han invitado a dirigir, a dar una charla, a presentar algo. Y eso que somos exalumnos”, dice Bastidas, encogiéndose de hombros. 

Lo que más lo irrita, sin embargo, es el “paternalismo” con el que, a su juicio, se asignan los fondos públicos. “El Teatro Aparte tampoco nunca se ha ganado un Fondart o cualquier otro fondo del Estado. Ni uno solo”, dice. Y agrega: “Todas nuestras obras las financiamos nosotros. Es como si no existiéramos para ese mundo”.

“Una vez postulamos con un proyecto tremendo, con Jaime Vadell y Elena Muñoz. Todo en regla. Pero no se lo dieron. ¿Por qué? Porque era Teatro Aparte. ‘Ellos tienen recursos’, dijeron. No tenían ni idea de que con No me dejen hablando solo perdimos plata. La plata que nos daban era tan poca que armar cinco giras no te alcanzaba para cubrir nada. ¿Y quién fue el jurado de eso? No tengo idea”, recuerda.

A pesar de que ahora lograron por primera vez un fondo pequeño para giras, Bastidas insiste en que no es suficiente. “Estuvimos en Talca con La Nona, con el teatro repleto. La gente allá nos preguntaba por qué tan pocas veces llegan compañías con trayectoria. Y esa es la realidad. El teatro también debería ser una conversación con el país completo, no solo con un grupo de iluminados de la capital”.

Más allá del prejuicio económico que mencionó antes. ¿Siente que su trabajo ha sido marginado por el circuito artístico?

—A mí no me interesa transformarme en un autor de culto. Juan Radrigán es Juan Radrigán, y don Egon Wolff es don Egon Wolff. Ellos ocupan lugares como ese. A mí no me interesa cómo me cataloguen. Me da lo mismo si me consideran o no. Yo puedo hacer obras profundas y también comedias ligeras, me gusta navegar por distintas aguas. La fortuna que tengo es que lo que yo hago sí le gusta al público. Mis obras sacan muchísimas más risas que un humorista, eso te lo doy firmado. Tú vas a ver cualquier obra mía y la carcajada del público es impresionante. El público es el gran premio que he tenido en mi vida. El teatro lleno, todo el año. Eso no lo consiguen todos. 

Un regreso a la TV, fuera de pantalla

Uno de los pocos premios que ha recibido en su carrera lo obtuvo en 1997, cuando fue reconocido por la Asociación de Periodistas de Espectáculos (APES) como mejor actor de televisión por su papel en la teleserie Rossabella, de Megavisión. Rodrigo Bastidas lo menciona como una anécdota menor: “¡Ni sé dónde tengo ese premio! Capaz que hasta lo botaron en alguna mudanza”, dice riendo a carcajadas. 

Hace 16 años, Bastidas decidió dar un paso al costado de las teleseries, desencantado del medio televisivo y de la rutina actoral. “Me aburría mucho actuar en televisión. Me han ofrecido y no quiero, y no lo voy a hacer”, afirma. Su último rol en una telenovela fue en Mala Conducta (2008): “Afortunadamente, mi personaje moría en el capítulo 40”, recuerda. 

“Esa teleserie la hice exclusivamente por plata. No la quería hacer, así que puse la condición: máximo tres escenas por capítulo. Y lo cumplí. Apenas terminé ahí, dije: no hago más teleseries. Y no he hecho más. Ni pienso”, asegura.

Con el cine la cosa no fue muy distinta. Aunque escribió y dirigió dos películas —Consuegros (2020) y Un loco matrimonio en cuarentena (2021)—, la experiencia lo agotó. “A las cuatro de la tarde ya me quería ir para la casa. Estaba agotado, quería llorar. El cine no es para mí”, dice. “Ya hice dos películas. Hasta aquí llega mi carrera de director de cine. Quizás puedo hacer personajes chicos, pero nunca más dirigir. No tengo edad para eso”.

Donde sí está de vuelta es en la televisión, aunque siempre fuera de cámara. Bastidas cuenta que se encuentra escribiendo una nueva teleserie nocturna para Mega, canal donde ya firmó exitosas producciones como 100 días para enamorarse (2019), Edificio Corona (2021) y La ley de Baltazar (2022). 

Tras despacharse esos tres encargos al hilo, se tomó una pausa y renunció a fines de 2022. “Estaba cansado. Me mamé tres teleseries seguidas. Sentía que tenía que parar un rato y renuncié a Mega después de La ley de Baltazar, que también fue otro éxito”, recuerda. 

Pasó dos años fuera de la TV, y ahora está de regreso: “Estoy recién en el capítulo uno de esta nueva historia. Tenía ganas de escribir de nuevo, así que aquí estamos, otra vez metidos en una teleserie nocturna”, cuenta. Más, por ahora, no puede decir.

Su relación con la televisión, sin embargo, sigue siendo libre y desapegada. Bastidas reconoce que no es espectador de teleseries –nunca vio Machos, por ejemplo, uno de los grandes hitos de su carrera– y que incluso las ficciones que escribe para televisión las ve en tandas y solo como parte de su trabajo. “Yo no me voy a mamar 200 días seguidos viendo una huevada”, dice con franqueza.

Aunque no es consumidor de ficción, defiende el rol de las teleseries como espacio de entretención legítimo: “Es un lugar donde la gente se identifica, donde hay gente que lo pasa bien”, afirma. Y reacciona con molestia frente a los actores o “pseudo intelectuales” que miran el género por sobre el hombro: “Nuestro gremio debería agradecer que existan espacios laborales. Ser actor es muy difícil, muy expuesto. Hay que agradecer que haya pega”.

Esto último no lo dice al azar. Semanas atrás, Bastidas respondió duramente ante las declaraciones de Alfredo Castro, quien criticó duramente la calidad de las teleseries actuales. Bastidas replicó entonces con su habitual sarcasmo: “Yo creo que Alfredo está haciendo cine, lo ha hecho muy bien. Creo que a lo mejor sería bueno darle el Premio Nacional para que se quede tranquilo. Desde hace ocho años que está tratando de perseguir ese premio”.

“Yo no escupo el trabajo de mis colegas”, dice ahora Bastidas. “Es muy difícil actuar y muy difícil ganarse la vida en esto. Y si alguien puede tener una pega estable escribiendo o actuando en teleseries, me parece fantástico. Si no te gusta, no las veas, pero no las destruyas”.

Escenarios adversos

Rodrigo Bastidas interrumpe de golpe esta entrevista: tiene otro compromiso y debe irse. Solo horas después, el actor Cristián Campos compartió en redes sociales una foto en la que aparece almorzando junto a Bastidas y Jaime Vadell. Dos días más tarde, Bastidas accede a complementar esta conversación por teléfono. Uno de los temas pendientes es precisamente este.

Bastidas prefiere, sin embargo, no emitir juicios apresurados sobre la situación judicial de Campos, quien fue denunciado por abuso sexual el año pasado por Raffaella Di Girolamo y que, según se ha dicho, quedaría libre de cargos en las próximas semanas tras conocerse el sobreseimiento de la causa. Al momento de conocerse la denuncia, Campos y Bastidas ensayaban para la obra Reunión de apoderados. 

“Yo, con respecto a este tema, prefiero esperar a que esté todo decantado y a que termine la investigación para opinar con tranquilidad”, dice el director.

“No quiero entorpecer nada de lo que está ocurriendo en este momento, especialmente con el caso de Cristián —añade—. He tratado de llevar este tema más puertas adentro y he estado con amigos afectados, esperando siempre que las cosas se aclaren pronto por el bien de todos. Tampoco quiero alimentar a los programas de farándula que toman una cuña pequeña fuera de contexto y luego tergiversan todo. Por eso prefiero no opinar, por ahora”.

Bastidas fue también uno de los primeros en volver a trabajar con Luis Gnecco tras los hechos de violencia denunciados por su exesposa en 2021, y reconoce que el ambiente cultural ha cambiado en el último tiempo: muchas acusaciones han destapado realidades dolorosas, admite: “Es un tema complejo. Hay casos donde claramente hubo abusos que deben ser condenados, y otros donde quizás se ha exagerado mediáticamente”. 

“Yo no soy juez. Prefiero que la justicia haga su trabajo y, cuando corresponda, uno formarse una opinión con todos los antecedentes. Me duele cuando se demoniza a alguien antes de tiempo. Nadie gana con un circo mediático. Si algo aprendí, es que hay que escuchar y ser responsable con lo que se dice”, agrega.

De lo que sí quiere hablar –y sin tapujos ni pelos en la lengua– es sobre el disminuido rol de la cultura en política, la gestión del gobierno y el escenario incierto a pocos meses de las presidenciales de fin de año.

“Cuando los presidentes son elegidos y se sacan la foto oficial, los ministros de Cultura están como cayéndose de la testera, agarrando la cortina en el último lugar. Esa sola imagen ya simboliza bastante el interés que tiene el Estado en la cultura. Jamás está al centro”, comenta el actor. 

“Todos dicen estar muy preocupados de la cultura, pero la importancia que tiene para los gobiernos, al menos desde el retorno a la democracia hasta ahora, ha sido baja. Y lo es aún. La cultura en Chile sigue siendo un saludo a la bandera”, lanza.

A pesar de sus reparos con la institucionalidad y las políticas culturales de los últimos gobiernos, Bastidas respalda y reconoce la gestión de la actual ministra Carolina Arredondo: “Ella está siempre presente, tratando de impulsar desde lo que puede y con los pocos recursos y posibilidades que tiene. Yo no tengo una crítica mayor, porque me doy cuenta de lo complejo que es el Ministerio de Cultura”.

Bastidas cree que hoy, más que nunca, faltan prioridades y líneas claras de acción. “Yo creo que hay que hacer políticas culturales importantes donde nos demos cuenta, por ejemplo, de cómo se mejora la salud mental en Chile a través de la cultura”, plantea. “El teatro, el arte en general, no solo entretiene: también sana. Te permite conectarte con el otro, con uno mismo. La cultura no solamente vela por el entretenimiento, sino que también alimenta el alma. Pero esto nadie lo considera, porque, te insisto, hay un problema de prioridades que es mucho más profundo. Y en ese desorden de prioridades, la cultura jamás lo ha sido para ningún gobierno. Da lo mismo el color político: al final siempre terminan dejando la cultura al último”, agrega.

Su mirada sobre el Gobierno de Gabriel Boric es aún más crítica. “Tenemos un presidente que está haciendo un college. Esa es la verdad”, dice Bastidas. “Le daría una nota azul, un 6.5, pero ya es innegable que el país está siendo conducido por gente sin ninguna experiencia y que les tocó ser gobierno de la noche a la mañana, a pito de escopeta”, agrega.

Concluye: “Son cabros inteligentes, con buenas intenciones, pero la vida no partió con ellos. Creer que puedes refundarlo todo de la noche a la mañana es un error. Ya quedó demostrado con el estallido social y con las dos propuestas constitucionales que terminaron en nada. Y por eso estamos como estamos: con un país absolutamente polarizado y dividido, que tendrá que volver a votar a fin de año. ¿Y qué es lo que nos ofrecen? Elegir, otra vez, entre dos extremos. Pero la gente no es tonta, y ya se dio cuenta de que ninguno de los dos lados tiene todas las respuestas. Lo que hace falta ahora es mesura. Y memoria”.

Comentarios

Notas relacionadas