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26 de Junio de 2025El escándalo de las maletas: la historia de la “Rojita” Sub 20 que comenzó con fraude y terminó en vergüenza en 1979
María Olivia López, en la sección “El Cuento del Tío”, de DLT Sports en Radio Pauta, contó la historia de Pedro Garcia, el entrenador que en ese minuto convenció a todos sus futbolistas de falsificar sus pasaportes para participar en el Sudamericano Sub 20 de Paysandú, Uruguay.
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Corría 1979 y el fútbol chileno pasaba por horas bajas. En medio de ese ambiente de desesperanza, el Sudamericano Sub 20 de Paysandú, Uruguay, se presentaba como una oportunidad para la Roja de recuperar algo de prestigio. Sin embargo, el plan de la delegación nacional estaba lejos de ser limpio.
En esa época, se rumoreaba que selecciones como Uruguay y Paraguay competían con jugadores mayores a los 19 años y seis meses, límite establecido por la Conmebol. Los mitos sobre falsificación de edades en torneos juveniles no eran exclusivos de Sudamérica; décadas después, selecciones africanas como Camerún Sub 17 (2023), Nigeria Sub 17 (2015) y Guinea Sub 17 (2019) estarían envueltas en polémicas similares. Incluso, el caso del delantero Youssoufa Moukoko sacudió al fútbol alemán, luego de que documentos filtrados generaran dudas sobre su verdadera edad, aunque oficialmente mantiene su fecha de nacimiento en 2004.
En Chile, el escándalo tomó dimensiones insospechadas y tuvo el respaldo directo de las estructuras del poder. Pedro García, entrenador de esa “Rojita” Sub 20, vio el torneo como una “misión patriótica” para levantar al alicaído fútbol nacional. Pero no actuó solo. La dictadura de Augusto Pinochet, que controlaba todas las instituciones del país, facilitó el fraude mediante el acceso a documentos oficiales. Funcionarios del Registro Civil de San Miguel, subordinados al régimen, adulteraron cédulas, pasaportes e incluso las firmas de los padres de los jugadores, todo con el fin de enviar al equipo con futbolistas mayores al Sudamericano.
De los 20 jugadores convocados, 17 tenían entre 20 y 22 años. Entre los nombres involucrados figuraban figuras conocidas del fútbol chileno, como Roberto “Cóndor” Rojas, Raúl Ormeño y Osvaldo Vargas. Años más tarde, el propio Rojas protagonizaría otro de los grandes bochornos deportivos de Chile, al autolesionarse con un bisturí en el famoso “Maracanazo” de 1989, simulando haber sido alcanzado por una bengala, con la intención de dejar a Brasil fuera del Mundial de Italia 90.
Este fraude no se gestó solo desde la ambición deportiva. La dictadura, en plena propaganda internacional para lavar su imagen, veía el fútbol como una vitrina clave. Ya lo había hecho dos años antes, en el Mundial Juvenil Sub 20 de Túnez 1977, donde Chile también participó bajo ese mismo clima. El éxito deportivo servía como distractor ante las violaciones a los derechos humanos y el aislamiento internacional que enfrentaba el régimen.
La ilusión de la “Rojita trucha” duró poco. En su debut en el Sudamericano Sub 20 fueron goleados 6 a 0 por Paraguay, y en el segundo partido cayeron por la cuenta mínima ante Brasil. Las sospechas no tardaron en llegar, mientras en Chile el diario La Tercera ya publicaba las edades reales de los jugadores.
Cuando el equipo regresó al país, fueron detenidos y procesados. La investigación reveló una red de falsificaciones de cédulas y pasaportes, todo orquestado en complicidad con funcionarios públicos. Los jugadores volvieron a sus clubes sin castigos serios, mientras que Pedro García fue condenado a casi tres años de reclusión… que nunca cumplió.
Años después, el propio García volvería a ser sinónimo de frustración, esta vez no en la Sub 20, sino que en la selección adulta. En 2001, durante su paso como DT de la Roja en las Clasificatorias rumbo a Corea-Japón 2002, Chile sufrió la histórica derrota 2-0 ante Venezuela, y de nueve partidos, apenas ganó dos, con un magro 26% de rendimiento. Así nació su apodo: Pedro “Pierdo” García.
Como bien escribió Juan Cristóbal Guarello en Historias secretas del fútbol chileno, “lo que mal comienza, mal termina”. El fraude de las maletas no solo marcó una de las páginas más vergonzosas del fútbol juvenil chileno, sino que también reflejó cómo el régimen militar usó el fútbol para fines políticos, sin importar los medios, un patrón de escándalos que, hasta hoy, siguen apareciendo en los rincones más oscuros de este deporte.