Opinión
28 de Junio de 2025

La era de la “cara de Instagram”: ¿La nueva única belleza?

Las intervenciones estéticas no invasivas se han expandido en todo el mundo, en todas las edades, y son celebradas y ostentadas en reels y TikToks. Un fin a los prejuicios y la libertad de querer hacerse y verse como se quiera, pero también una mimetización de la belleza que tiene a toda una generación joven con la misma nariz rinomodelada, los mismos pómulos prominentes y por su puesto la frente completamente lisa. ¿Una nueva hegemonía de la belleza?
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Uno de mis placeres ociosos es mirar los reels de clínicas de estética de distintas partes del mundo en Instagram, como si solo de verlos me fuera a rejuvenecer la cara. Los coreanos no se van con chicas: existen unas reconstrucciones de cara exprés y tratamientos intensivos de una semana entera, que dejan a las turistas de la belleza como hechas de porcelana. Me gusta también un cirujano estético malas pulgas, que le pone nota a cualquier tendencia de estética viralizada (la mayoría reprueba).
Esta semana, uno de los posteos de un centro chileno muy elegante tenía una imagen de tres mujeres felices y “normales” -es decir, que no se veían intervenidas – de edades distintas, y detallaba luego con gráficas especiales lo que se necesitaba en cada momento de la vida. A los 20, limpiezas faciales, peeling suave y baby bótox. A los 30, toxina botulínica (bótox, pero ya no baby), láser, ácido hialurónico (en puntos estratégicos, especificaba) y microneedling con exosomas y PDRN de salmón (que no sé lo que es, pero suena genial). Y a los 40 -a MIS 40- HIFU (que sé, sin necesidad de googlear, que es una especie de lifting sin cirugía, porque lo medito seriamente para mí), toxina botulínica, ácido hialurónico, bioestimuladores y láser IPL despigmentante.
Gracias a mi vitrineo aspiracional estético -me prometo a mí misma que este año no terminará sin, a lo menos, un tratamiento de juventud mágico no invasivo con el que me vea, sino luminosa, mínimamente con vida- es que el algoritmo me ha llenado también de reels de vivenciales de rinoplastías en 30 segundos; experiencias de rellenos, rinomodelación, inyecciones en labios, párpados y mentones y lo que sea que hacen con los pómulos para que parezcan manzanas.
Lo que más me impresiona es que, según esta cultura cada día más masiva, no es una cosa u otra la que hay que retocar, sino que requiere todo lo anterior, combinado. Y eso solo para partir, porque después viene el tutorial de maquillaje.
Internet se volvió loco hace unos meses ante la aparición de Anne Hathaway a los 42 años en un desfile de Ralph Lauren, espléndida, con un moño bien alto y pinta de venir saliendo de un retoque facial muy natural; cientos de reels analizando “QUÉ SE HIZO ANNE HATHAWAY”, así en letras altas y urgentes, para desentrañar el misterio de su eterna belleza.
Lo mismo pasó con una reaparición de Lindsay Lohan, quien a las cuatro décadas se veía mucho más joven que a unos muy intervenidos 30; su dermatóloga se hizo famosa, atiende en Dubai. Por el contrario, una muy joven Kylie Jenner fue por un año víctima de bullying cosmetológico por haber llevado los rellenos faciales muy lejos (¡y recién tiene 27!) y adquirir lo que los especialistas del área llaman “cara de almohada”, demasiado hinchada, demasiado deformada, demasiado evidente.
Según una consultora internacional, el tamaño del mercado de los procedimientos cosméticos no invasivos era de $50.5 mil millones de dólares a nivel global en 2024; el 45% de los ingresos vendrían del bótox, pero también crecen tratamientos como los láser, y aumenta el uso en hombres. En parte, el crecimiento sostenido se explica justamente por el derribo de los prejuicios acerca de su uso.
Hoy se abraza y hasta se celebra el asumir los retoques, pero estos deben verse naturales. Y el bótox, las inyecciones y demases, comienzan a usarse cada vez más jóvenes (se sugiere que partan alrededor de los 28 años, preventivo).
No estoy juzgando aquí el hacerse tratamientos estéticos, ni lo que se les dé la gana para verse y sentirse mejor; y encuentro genial que la estética y la medicina tenga suficientes adelantos para poder lograr estos rostros lozanos sin necesidad de pasar por el quirófano y anestesia general.
Pero tenemos que estar de acuerdo en que las redes sociales han deformado a niveles insólitos el estándar de lo que significa ser bella y ser joven, tanto que ni siquiera las de 20 pueden sentirse de 20 sin necesitar ayudas estéticas. Y eso que ni siquiera nos hemos metido en el tema de la piel perfecta, que ya es otro planeta de exigencias de marfil.
Hace unos años, distintas publicaciones bautizaron el momento como la “era de la cara de Instagram”. Se quedaron cortos. Porque esos labios carnosos, esa nariz perfectamente perfilada, esas cejas arqueadas y párpados esbeltos han colonizado tanto a toda una generación, que vemos una mimetización inédita de la belleza.
Pero si habíamos instaurado la conversación de que la belleza hegemónica tradicional nos había hecho un daño, con generaciones de mujeres aspirando a ser barbies con facciones de princesa nórdica, me aturde que hayamos decantado todo eso en una sola manera de ser hermosas. Y mientras me lo cuestiono, me miro la cara en el espejo de noche, fantaseo con menos párpados caídos, me estiro la arruga del ceño fruncido, suspiro y me voy a la cama, a mirar más reels.