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Cultura

18 de Enero de 2009

Fernando Farías, actor: “Los 80 para mí fueron cesantía, hambre, miedo”

Catalina May
Catalina May
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Para coordinar una entrevista con Fernando Farías, The Clinic tuvo que esperar cuatro meses, porque el actor es un hombre muy ocupado y disperso. Por estos días, Farías, ex militante PC que estuvo detenido en Tejas Verdes, hace de un gracioso viejo pinochetista en la serie Los 80; graba la teleserie Hijos del Monte; está a la espera de que se estrene la película donde protagoniza a el Cabro Carrera; estudia volver a trabajar en la serie BKN y durante esta entrevista recibió un llamado para actuar en la nueva cinta del Rumpy. Aunque su nombre no se recuerde, su cara es un clásico: en la calle las señoras lo saludan y piropean y pokemones y veinteañeros lo abrazan y se fotografían con él. Aquí, Farías, en mañoso señor Retamales de Los Venegas, habla de todo.

Por Catalina May • Fotos: Alejandro Olivares

¿Por qué a pesar de tener muchos años de trabajo en cine y televisión siempre lo vemos como un personaje secundario?
-Eso depende de los directores, y de muchos factores. En la televisión lo que dicen es: “Es bueno, pero es muy chileno”. A ellos le interesan los ojos azules, que sea alto, ojalá con buenos apellidos. Pero yo soy como soy. A mí un protagónico no me interesa mucho, los encuentro fomes. A un secundario le sacas más partido, tienes más libertad para crear. Los protagónicos son mucho trabajo y no te dan tiempo para jugar. Algunos protagónicos me han interesado y los he hecho, como el de la última película de Cristián Sánchez, sobre la vida del Cabro Carrera. Cuando jubile quiero hacer un Molière y ser el protagonista, pero quiero elegir también al director.

Usted ha trabajado en todo tipo de proyectos, desde el programa infantil BKn hasta la última película de Sánchez. ¿No le provoca un conflicto actuar en proyectos de calidades tan distintas?
-Cuando me gusta una cosa la hago. A mí me gusta jugar en el teatro, play, como dicen los americanos. Yo no soy el denso de Stanislavsky, esto y lo otro. A los cabros de BKN, por ejemplo, hay que enseñarles. Ellos son niños y actuar es un juego. Los grandes actores también juegan. También tiene que ver con que hay muy poco trabajo, aunque yo he tenido la suerte de no estar nunca cesante. Para esto también se necesita suerte y hay actores de primera que no están trabajando.

Pero también tiene que ver con la disposición a trabajar en algo como BKn. Me imagino que muchos lo hubieran rechazado….
-Esos son los tontos. Para mí es una felicidad trabajar con los cabros, me nutre, son simpáticos. Ahora, si me llaman para una cosa pornográfica, ahí sí que no. Me costó hacer Promedio Rojo interpretó a un abuelo caliente y bueno pal hueveo), porque yo tengo tres hijas y soy antiguo, lo encontré un poquito subido de tono, jajaja.

TEATRO Y BISTEC A LO POBRE

¿Cómo llegó a ser actor?
-A fines de los 50 yo acababa de terminar el servicio militar y cuando volví a mi casa en San Antonio, me encontré con que mis amigos estaban estudiando en la universidad o trabajando en un banco y yo no tenía profesión. Con Ariel Jaraquemada, un gran amigo, decidimos irnos. A dónde, no sabíamos, pero queríamos enfrentar la vida. Partimos en tren y nos bajamos en Concepción, porque nos gustó un mural precioso que hay en la estación. Nos fuimos a un hotel bien baratito.

¿Y cómo les fue?
-Llevábamos algo de plata y empezamos a pasarlo bien, pero no encontrábamos trabajo. Nos preguntaban qué sabíamos hacer y nosotros no sabíamos hacer nada. Después de tres meses se nos acabó la plata y empezamos a pasar hambre. Empeñamos algunas cosas y después trabajamos en lo que fuera, por ejemplo, repartiendo viandas. Llegamos a dormir los dos en una sola cama y en los hoteles pensaban que éramos homosexuales, jajaja. Una noche de invierno estábamos durmiendo, cuando yo empecé a transpirar copiosamente. Le dije a Ariel: “Puchas, estoy transpirando”. “Yo también”, me dijo él.

¿Qué les pasaba?
-¡Era la debilidad! La falta de comida. La constante nuestra era el hambre. Y pasábamos por un restorán donde había carne escabechada, conejo… ¡y un apetito, Dios santo! Sufríamos con eso. Pero no, no podíamos volver a la casa.

¿Y cuándo empezó a mejorar la cosa?
-Nosotros habíamos hecho contacto con un cura en Concepción y él nos consiguió un trabajo en la Industria Chilena de Alambre, Inchalam, que estaba dirigida por belgas. Íbamos a empezar ganando cerca de 70 mil pesos, ¡lo que era platal! Nos ofrecieron un adelanto y nos fuimos a comer un bistec a lo pobre con media botella de vino. Cuando nos trajeron el plato, era la cosa más hermosa que he visto en mi vida. En Inchalam nos trataron súper bien, pero ahí vino la desgracia.

¿Qué pasó?
-Nos preguntaron: (Imitando un acento extranjero) “¿Y ustedes qué saben hacer? ¿Algo de contabilidad, de inglés?”. ¡Nosotros éramos malos alumnos, nos farreamos el colegio, no le tomamos el peso a lo que era ser preparado, saber matemáticas, saber escribir a máquina! Me mandaron a manejar una grúa que andaba por un riel. Y ahí nos dimos cuenta que no valíamos un veinte. Éramos unos patanes. Y decidimos terminar las humanidades. Además, con Ariel cantábamos todo lo que es ópera en un coro de acción católica y un día supimos que se estaba ofreciendo una beca de canto lírico en la casa de Laurencia Contreras, que era famosa. Yo canté Torna a Surriento: (canta) “Vide ‘o mare quant’è bello, spira tantu sentimento”, y quedé becado como tenor. ¡Mira la suerte! La profesora nos dijo que la ópera era teatro cantado y nos mandó a la Escuela de Teatro de la Universidad de Concepción, el TUC, pero entraba muy poca gente y había que ser universitario.

¿Y qué hizo?
-De todas maneras fui y ¡me encontré con mi ignorancia de nuevo, por la miéchica! Me preguntaron: “¿Cómo compara usted una pintura de Van Gogh con la obra Espectros, de Ibsen?”. Escribí sólo mi nombre, no sabía quién era Van Gogh ni Ibsen. De todas formas di el examen de actuación, que eran unos textos de Shakespeare que tenía que ensayar con una niña high-high-high. Pituca. Y siempre estaba ocupada o con visitas y nunca podía ensayar conmigo. Yo me quemé un poco, porque ella era tan alta, tan creída. Y yo me había criado con gente del pueblo. Así que decidí hacer yo los dos papeles. El día del examen iba con todo el miedo. A la universidad entraba gente con mucha plata, la elite, no como ahora.

Ajá…
-Eran todos pitucos, pero los sacaban adelante y les hacían cosas de imaginación e improvisación y ¡eran inútiles! No tenían imaginación. A mí me fue entrando la confianza y cuando me llamaron me dijeron que imaginara el Club Hípico. Yo nunca había ido para allá, pero sí a las carreras a la chilena. Y lo hice estupendo; era rápido, imaginativo, mentiroso, pillo. Hice yo solo los dos papeles del texto de Shakespeare y quedé entre los 15 seleccionados. ¡Yo, un idiota, que no servía para nada, un ignorante! Me sentí muy bien. Era una escuela con profesores muy buenos. No como las escuelas de ahora, que son malas, mentirosas. Por sacarte plata te dicen que tienes muchas condiciones y mientras puedas pagar está bien. Creo que las únicas serias son las escuelas universitarias.

¿Está saliendo de esas escuelas mucho actor sin talento?
-Muuuucho. La gente nace con ciertas condiciones, con dones, sobre todo en lo artístico. No te pueden enseñar a actuar, a llegar al público, si no tienes el talento. Eso está en el actor. Aquí estamos llenos de talentos, yo he aprendido más de Pepito paga doble que con Stanislavsky y toda esa cuestión. Pero estas escuelas en que todo depende de la plata, te inflan, son verdaderos bombines y engañan a la gente.

LOS 80 Y EL MAMO CONTRERAS

En la serie “Los 80” interpreta a don Genaro, un viejo pinochetista. ¿Cómo fue esa etapa para usted?
-Yo militaba en el PC, a mucha honra. A mí me echaron del Teatro de la Universidad de Concepción, estuve preso en Tejas Verdes con el Mamo Contreras, me torturaron. Los ochenta para mí fueron cesantía, POJH (Plan de Ocupación para Jefes de Hogar), hambre, miedo. Hace poco que se me quitó el miedo. Yo veía un traje de carabinero o de milicos y me producía… porque yo viví todo eso.

¿Cómo llegó a Tejas verdes?
-Yo estaba trabajando en el teatro de elite de la Universidad de Concepción, pero además con un grupo hacíamos teatro para el pueblo. Íbamos a los barrios, conversábamos con la gente sobre sus problemas y después los presentábamos de forma dramática para ayudar a solucionarlos. Un día iba en la calle y me agarraron. Me tuvieron un tiempo en la isla Quiriquina, me soltaron y me prohibieron estar en Concepción. Yo me fui a mi casa en Llolleo. Al llegar me tomaron preso de nuevo y me llevaron a Tejas Verdes, que antes era la cosa más hermosa, con piscina, donde se comía bien.

¿Y qué pasó entonces?
-Cuando me soltaron mi familia estaba aterrorizada. ¡Con razón! Mis hermanos me decían que lo mejor era que me fuera y me pasaban plata. Yo les hallaba razón, porque no había ninguna mala onda, solamente miedo. Y el terror es una cosa terrible. Mi mamá, vieja mandona (se emociona y llora)… me dijo: “Tú te quedas aquí, ésta es tu casa”. Era el amor de madre. Pero me fui, porque la estaba poniendo en peligro a ella. Era finales de los 70.

¿Cómo fueron sus 80?
-Los pasé en Santiago. Con Jorge Gajardo, el actual alcalde de La Florida… (sonríe entre orgulloso y divertido con esa idea), hacíamos la obra Pedro y el Capitán, de Benedetti, sobre un torturado y su torturador. Nos ayudaban los curas, dábamos la obra en las iglesias. Después hacíamos mesas redondas y la gente nos contaba sus experiencias con la tortura de esos años. Pero no lo hacíamos por el teatro, sino por ayudar a la causa, queríamos derrocar a Pinochet, cumplíamos con un deber político. Durante los 80 me alejé completamente del teatro.

¿Por qué?
-Porque no quería ser bufón de la burguesía, que es lo que estoy haciendo actualmente. En el fondo, cuando uno hace teatro es para que la gente con plata vaya y la televisión es para que la gente se entretenga. No estamos haciendo una televisión para enseñarle a defender sus derechos, a ser mejor.

EL CABRO CABRERA Y ROBIN HOOD

¿Cómo es “Tiempos malos”, la película de Cristián Sánchez sobre el Cabro Carrera?
-Él siempre ha hecho películas muy exquisitas y quería hacer algo más comercial. En la película, yo soy el Cabro Carrera, pero no me llamo así. No pude usar ni el jockey que él usaba, porque era medio peligroso. Se podría haber molestado a determinada gente, que son especiales, son choros, que no hablan mucho, pero te pegan el guascazo. En la investigación para la película me encontré con el mundo de la mafia.

¿Y cómo es ese mundo?
-Son muy buenos compañeros, amigos. Para ellos yo soy un gil, tú eres una gil y todos los que trabajan son giles. Ellos arriesgan su vida, pueden morir mañana o pasado, pero se meten en grandes cosas, en negocios peligrosos. Y si hay que matar se mata. Ellos dicen: “Todos los hombres tienen su precio”.

¿Qué encontró específicamente sobre el Cabro Carrera?
-Él no sabía leer, era una persona amable, caballerosa, comía pastillas, era sano. Tenía una gran fortaleza, si había que iba a matar a alguien iba y preguntaba: “¿Cuánto cobrarías tú por liquidarte a este gallo? Cosa tuya, no me metas a mí en nada”. Él compraba eso.

¿Es difícil empatizar con un personaje así?
-Es que él hacía cosas queribles también. Por ejemplo, cuando llegó de Holanda llegó forrado en millones de dólares y era muy buen amigo. Si alguien tenía necesidad, él lo mandaba con coca a Holanda y si lo hacía bien, le pagaba el doble de lo que el fulano le había pedido. O una vez, mientras visitaba a las viudas de sus colaboradores muertos, se encontró con que una de ellas tenía una casa en arriendo y no le habían pagado hacía tres años. Cuando supo, él en persona fue a tocar el timbre y trató de conversar. Como el arrendatario era un sinvergüenza, les hizo una seña a los guardaespaldas y ellos le dieron una tanda que lo dejaron con la cara chueca y lo obligaron a pagar cinco años de arriendo en vez de los tres que debía. Era una especie de Robin Hood.

“PRESIDENTES Y PRESIDENCIABLES”

Su esposa estuvo enferma este año. ¿Las vio muy negras?
-A ella le dio un infarto y en el Hospital de la Universidad Católica la salvaron, que era lo único que me importaba. Después la trasladamos al Sótero del Río, donde trabajan los mismos doctores y me saldría mucho más barato. Allí le pusieron un marcapasos que valía cerca de ¡diez millones de pesos! Yo decía que se lo pusieran no más, pensaba que después, por último, yo iba preso, aunque tenía algunos ahorros. Después tuvo problemas y le puse una enfermera.

Uh…
-El día que la dieron de alta fui a preguntar a una oficina y una señora me dijo (pone voz de vieja de mierda): “Aquí lo que tiene que hacer usted es pagar, nada más que pagar”. ¡Me retó la vieja! Yo me enojé tanto que empecé a asegurar en voz alta:“¡Usted es de la CNI! ¡Yo la recuerdo, es de la CNI!”. Llegó un doctor a preguntar qué pasaba, yo le expliqué, me llevó a una oficina, me preguntaron los datos y me dijeron: “Usted pertenece al Auge, ¡no paga nada!”. Qué maravilla… la salud pública funciona bien y eso es justicia social.

¿A quién le debemos eso?
-Chuta… en gran medida a la Bachelet, yo creo. Y a algunos diputados y médicos que lucharon por esto. Se ha avanzado bastante.

¿Qué piensa de los gobiernos de la Concertación?
-Yo siempre he votado por la Concertación. Aylwin y Frei… (sube los hombros y pone cara de que le dieron lo mismo)… Pero la gran esperanza mía, y trabajé por él, fue Ricardo Lagos Escobar. Un hombre inteligente, un hombre que estaba con el pueblo, socialista. Resultado: la desilusión más grande que me he llevado en la vida. Qué hubiera dicho Allende de ese gobierno… El Transantiago, ¡cómo humilla a la gente, al pueblo! Cómo ha metido a ladrones al gobierno, Ferrocarriles del Estado, el señor Ajenjo, que es un sinvergüenza. Le han hecho tanto daño al trabajador, a la gente que aguanta. Porque somos medios corderos y eso me da rabia…

¿Y Bachelet?
-Yo la quiero, tiene llegada con el pueblo. Es bienintencionada, nunca voy a pensar que vaya a robar algo. Pero está mal asesorada. Como que le tiene cierto temor a Lagos y vienen y le ponen al hijo de Lagos al lado. Y así cada ignorante. En educación ponía unos pelafustanes que apenas sabían leer. Cuánto se ha gastado en educación y qué progreso hay. Yo lo siento por la Bachelet, pero las personas que la rodean están maleadas.

¿Va a votar de nuevo por la Concertación este año?
-Voy a tener que votar, porque por la derecha no podría jamás, me da un ataque. Pero Insulza me tiene desilusionado, le falta fuerza, le falta interés por hacer las cosas. Y Lagos dijo que va a trabajar por él. ¡Insulza, las malas juntas no son buenas! Frei creo que ha aprendido más, que ha pensado en el padre, que ha madurado un poco. Hasta aquí, me está gustando Frei. Lo encuentro más hombre.

¿Y qué le parece la posibilidad de que Piñera sea el próximo Presidente?
-Terrible, porque él es fundamentalmente un empresario. Lo único que quiere es poder. Cuando una persona tiene plata, siempre quiere más. Siempre la ambición. ¡Quiere ser dueño del cobre y que nosotros seamos sus inquilinos! Es enfermo de poder.

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