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Nacional

5 de Febrero de 2009

El día que Lavín no pescó a los disidentes cubanos

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En este febrero algo fome, Cuba se ha puesto de moda. DC, UDI y RN han hecho coro denunciando que Michelle Bachelet no tendrá reuniones con opositores en su visita de Estado a La Habana, porque muchos de los visitantes ilustres suelen hacerse un espacio para juntarse con la pisoteada disidencia a Fidel Castro. Pero lo cierto es que el 2002, cuando la derecha tuvo ocasión de hacerlo, eligieron pasarse la noche hablando con Castro, mientras 21 cubanos se asilaban en la embajada mexicana pidiendo salir de su país.

El viaje de Lavín partió el 25 de febrero de 2002. Su anuncio y toda la prensa que se le colgó opacaron la gira que por esos días hacía Ricardo Lagos a Europa. Lavín, entonces alcalde, dijo que iba a firmar un acuerdo de salud entre Santiago y la ciudad de La Habana. Partió en un avión de Copa, en clase turista. Lo acompañaban el alcalde de Puente Alto, el RN Manuel José Ossandón; el encargado de Relaciones Internacionales de Santiago, Juan Pablo Moreno (sobrino de Jaime Guzmán) y la directora de Salud (y tres guardaespaldas).

Ese febrero se vivía en Cuba una de las periódicas crisis por Derechos Humanos. Según dijo entonces el hoy devaluado senador Guidor Girardi, una de las condiciones que puso el régimen castrista para recibir a Lavín fue que el alcalde no tuviera ningún encuentro con la disidencia.

Y así fue. En cuanto la delegación opositora llegó a La Habana, los cubanos le hicieron chupete. El primer día el programa contempló:

-Una visita a la Casa de los Alcaldes, donde se reunió con el presidente de la Asamblea Provincial del poder Popular de La Habana y miembros del Comité Central del Partido Comunista.

-Un almuerzo con el presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Ricardo Alarcón, e integrantes del Comité de Defensa de la Revolución.

-Al cierre del día, sí, Lavín se juntó con el arzobispo de La Habana, Jaime Ortega (el entonces candidato, eso sí, fue a misa durante toda su visita).

El segundo día, los cubanos llevaron a Lavín a la Escuela de Trabajadores de Cojimar. Ahí lo fue a ver Fidel, que le tiró elogios: “Momento, este invitado especial no pertenece a nuestras ideas. Hay gente de izquierda, de centro y de derecha: él es un alcalde de derecha. El señor Lavín sacó una buena votación en las presidenciales de Chile y a su sector también le fue bien en las elecciones parlamentarias. Lo importante es que tiene interés en resolver los problemas de las personas, agradezco su visita”, le dijo el comandante.

Carlos Lage, entonces vicepresidente de la república, le dio a Lavín un paseo por La Habana, en un Lada. Lage mismo lo manejó. Ahí fue que la comitiva pasó por algunos centros de atención primaria para conocer el proyecto “Médico de la Familia” y después a la Escuela de Formación de Atletas de Alto Rendimiento y la fábrica de alimentos Río Zaza, del empresario chileno y ex GAP Max Marambio, uno de los articuladores de la gira.

El paseo esa vez terminó en la Avenida de Los Presidentes, donde Lavín -sin prensa- se tomó una foto a la sombra de la estatua de Salvador Allende.

Luego, Lavín se juntó con el ministro de Salud, Carlos Dotres. Ahí los dos firmaron el convenio para replicar el modelo de los médicos de barrio, que consideraba un intercambio de doctores para capacitar y fiscalizar el programa. Cerró el día con una misa.

ÚLTIMA CENA

El plato fuerte, Fidel, se dio la noche del 28 defebrero.Elencuentrotuvo lugarenla oficina del entonces mandamás de Cuba, en el edificio del Consejo de Estado.

Lavín había promocionado uno de los objetivos adicionales del viaje: obtener información sobre el apoyo cubano a los frentistas fugados de la Cárcel de Alta Seguridad en 1996, entre los que figuraban dos de los autores del asesinato de Guzmán. Esa noche Fidel le aseguró que no los protegía y que habían sido invitados a largarse de Cuba tras ser descubiertos por los servicios de seguridad. Fidel le mostró al alcalde un dossier de 500 páginas con información sobre el caso, que no le permitió leer. Además, con sutileza cubana, Castro usó a Lavín de cartero y le envió una carta para Ricardo Lagos, además de un mensaje verbal.

Pero lo más interesante de la noche se dio más tarde. “Carlitos”, el secretario privado de Castro -dice la reconstrucción que apareció en esos días en la prensa chilena-, interrumpió la reunión para decirle a su jefe que 21 cubanos disidentes acababan de tomarse la sede de la embajada mexicana pidiendo asilo, muy parecido a lo que había ocurrido 9 años antes, con otros 11 cubanos tratando de salir del país en la misma sede.

Fidel pidió disculpas a sus invitados y se fue junto al entonces canciller Felipe Pérez Roque y Lage. Pidió que lo esperaran para cenar. Eran las 23.30 horas y hasta entonces nadie había comido nada. Néstor León, el encargado de Chile en el PC cubano (conocido como “Ybrahín”) pidió quesos, jamón y mojitos para entretener el hambre de los chilenos.

Casi a la una de la madrugada, Lage regresó y les dijo que Fidel estaba de vuelta, pero ocupado en redactar un comunicado oficial que aparecería en la segunda edición del diario oficial Granma.

La comida recién fue a las 2 de la mañana. Sólo ahí Lavín tuvo espacio para entregarle a Castro el regalo que había traído desde Chile: una caja de vinos nacionales y la edición de lujo de Alturas de Machu Picchu, de Neruda. A Fidel, dicen, le encantaron los presentes, brindó con los invitados y luego se largaron a conversar, saltando entre la producción de azúcar y la condena a Cuba en las Naciones Unidas por violaciones a los Derechos Humanos -tema en que según la prensa de la época Lavín no opinó mucho. Así estuvieron hasta las 6,15 de la mañana.

Esa vez Lavín no se reunió con ningún disidente político cubano, salvo con el obispon Ortega. Igual, igual que Bachelet ahora.

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