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Nacional

7 de Septiembre de 2013

Así nos ven en el mundo: La reconciliación en Chile aflora en gestos personales entre heridas abiertas

Una crónica de Agencia Efe replicada por cientos de medios en el mundo relata cómo se ve desde afuera la reconciliación en Chile a 40 años del golpe de estado. A 40 años del golpe en Chile, las heridas siguen abiertas y la reconciliación se plantea como una decisión más personal que colectiva, con una […]

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Una crónica de Agencia Efe replicada por cientos de medios en el mundo relata cómo se ve desde afuera la reconciliación en Chile a 40 años del golpe de estado.

A 40 años del golpe en Chile, las heridas siguen abiertas y la reconciliación se plantea como una decisión más personal que colectiva, con una derecha dividida entre el “mea culpa” y la justificación de la dictadura y una izquierda que en algunos casos perdona, pero no olvida.

Han pasado 23 años desde que Augusto Pinochet abandonó el poder y siete desde su muerte, pero siguen vivos en la memoria los 3.200 muertos, de los que 1.200 siguen desaparecidos, y las 38.000 víctimas de prisión política o tortura durante su régimen.

La mayoría de los 800 procesados o condenados no ha colaborado en esclarecer los crímenes ni en localizar a los desaparecidos y apenas unos 60 exmilitares están recluidos en Santiago en dos cárceles especiales con numerosos privilegios.

“La reconciliación entendida como un reencuentro de los chilenos es imposible, porque subsisten dos visiones respecto de lo que sucedió”, dice a Efe Mireya García, vicepresidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD).

García considera que “para que haya perdón tiene que haber justicia, sanción a los responsables, saber qué pasó con los detenidos desaparecidos y una toma de conciencia que impida cualquier justificación de los crímenes”.

Y eso último, porque los partidarios del golpe todavía lo justifican sobre la base de los problemas económicos que había en el gobierno de Salvador Allende (1970-1973).

“No puede haber ni perdón ni olvido y por tanto no puede haber reconciliación. Yo no puedo aceptar que alguien le haya roto la vida a mi hijo, que tenía 26 años y toda una vida por delante”, dice a Efe Magdalena Navarrete, madre de Alfonso Reyes, cuyo paradero aún se desconoce.

“Nunca podré saber dónde fue a parar, ni un pedacito de él. Nunca, nunca”, se lamenta esta mujer, de 89 años.

Así opina también Fernando Caro, que hoy tiene 54 años y que con solo 16 estuvo detenido en varios centros de tortura por su militancia izquierdista.

“La versión oficial es que aquí ya se superó todo y nos dimos un abrazo de perdón, pero yo no he perdonado ni perdonaré nunca a los que mataron a mis compañeros”, asegura a Efe.

Mario Aguilera, en cambio, se siente “reconciliado incluso con la gente que lo hizo”. Él, periodista de profesión, se enfrentó a ese pasado cuando tuvo que entrevistar a uno de sus torturadores, Basclay Zapata Reyes, entonces libre y ahora preso.

“Nos dijimos de todo. Me pidió perdón. También al resto de las víctimas si a alguien había hecho daño alguna vez. Pero él era uno de los peores, uno de los violadores de la DINA (policía secreta). Muchas mujeres pasaron por sus manos”, relata a Efe.

A pesar de todo, la mayoría de los exuniformados defiende su legado, como el general retirado Eduardo Iturriaga Neumann, que en una carta aseguró recientemente que no habrá una “verdadera reconciliación” mientras 60 militares sigan encarcelados.

En tanto, la principal asociación de jueces de Chile pidió esta semana perdón por sus “acciones y omisiones” en ese periodo, mientras que la Corte Suprema ha reconocido “que no hizo lo suficiente en dictadura”, pero evitó hablar de perdón.

Por primera vez desde la dictadura el Gobierno está encabezado por un presidente de derechas. Y aunque en el plebiscito de 1988 Sebastián Piñera votó “No” a la continuidad de Pinochet, su sector político se divide entre el perdón y la defensa del legado del dictador.

El ministro del Interior, Andrés Chadwick, primo hermano de Piñera y miembro de la ultraconservadora Unión Demócrata Independiente (UDI), ha declarado que siente un “profundo arrepentimiento” por haber sido partidario de un Gobierno en el que se violaron los derechos humanos.

“A veces es fácil hablar de reconciliación para aquellos que no han vivido el dolor, pero para quienes viven el dolor diario, que no tienen la posibilidad de saber que pasó con sus seres queridos, creo que es algo difícil, por no decir imposible”, señaló la portavoz del Ejecutivo, Cecilia Pérez, nacida en 1974.

Pero la voz más llamativa fue la del senador de la UDI Hernán Larraín, que hizo un mea culpa al presentar un libro titulado “Voces para la reconciliación”. “Yo pido perdón por lo que haya hecho o por omitir lo que debía hacer”, dijo.

En cambio, Evelyn Matthei, candidata presidencial de la derecha, militante de la UDI e hija de un general que integró la Junta Militar, afirmó que en 1973 ella tenía 20 años y por lo tanto no tiene por qué pedir perdón.

“Pinochet nos salvó la vida. (…) El tema de los derechos humanos es hoy día un botín electoral para la izquierda y no deberíamos aceptar que nos estén llamando a pedir perdón”, protestó el diputado de la UDI Iván Moreira, voz del pinochetismo militante.

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