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Opinión

19 de Octubre de 2013

Richard Branson: Virgin a los 40

Vía El País Es difícil no estremecerse al escuchar ese inquietante piano que acompañaba al padre Damien Karras en su lucha contra los demonios en la película El Exorcista. La música, inolvidable para cualquier amante del cine de terror, la firmaba un jovencísimo Mike Olfield, que debutó en 1973 con el disco Tubular Bells, cuyas […]

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Vía El País

Es difícil no estremecerse al escuchar ese inquietante piano que acompañaba al padre Damien Karras en su lucha contra los demonios en la película El Exorcista. La música, inolvidable para cualquier amante del cine de terror, la firmaba un jovencísimo Mike Olfield, que debutó en 1973 con el disco Tubular Bells, cuyas ventas se multiplicaron gracias al fime. Con aquel disco no solo arrancaba la carrera del músico sino la del empresario que le contrató.

Un joven disléxico, sin estudios, de una familia londinense acomodada, con el punto justo de rebeldía pero la intuición suficiente para dejarse guiar por su olfato para los negocios y un excelente don de gentes, abría en 1971 una tienda de discos en Oxford Street que se convertiría en la semilla de los Virgin Megastores. No tardó en entender que el verdadero negocio estaba en ser el propietario de la música, así que creó el sello Virgin Records y fichó a Mike Olfield, con tan buena suerte que sus ventas le convirtieron en millonario a los 23 años. ¿Su nombre? Sir Richard Branson.

Han pasado exactamente cuarenta años desde el nacimiento de Virgin Records, una efeméride que el próximo 24 de octubre se conmemora con una gran exposición en Londres, titulada Virgin Records: 40 years of disruptions, dedicada a repasar los hitos de una discográfica de la que Branson se desprendió en 1992 para financiar Virgin Atlantic, su compañía aérea, pero que le sirvió para poner los cimientos de un imperio, Virgin Group, que le ha convertido en el sexto hombre más rico de Reino Unido, con una fortuna valorada en unos 4.000 millones de euros.

En la banda sonora de la agitada vida de este magnate británico no solo está Tubular Bells sino, entre otros, el único disco de los Sex Pistols, Never mind the bollocks, here’s the Sex Pistols, una arriesgada apuesta que también le salió redonda a pesar de que le obligó a pasar por los tribunales para defender un título censurado por indecencia en octubre de 1977.

Branson salvó el disco (y su pellejo) contratando a un célebre abogado que consiguió demostrar que en inglés antiguo bollocks (testículos) significaba sacerdote y, por lo tanto, el nuevo título del disco —“No te preocupes por los sacerdotes”— no era indecente. Visto en retrospectiva resulta paradójico que el hombre que le dio el empujón comercial a los autores del anatema antimonárquico God save the Queen obtuviera, 25 años más tarde, el título de sir de manos de esa misma reina a la que los Sex Pistols denigraron en la mítica canción.

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