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Opinión

7 de Noviembre de 2013

La nueva derecha

Si acaso es cierto que hay una derecha nueva pujando por nacer, ahora es cuando. Tienen todo el trabajo por delante. Como buen proyecto ambicioso, deberá fundarse sobre las ruinas de otro. Certificar el fin de una época, aunque sus mejores exponentes sepan que nada desaparece para siempre. Esa derecha liberal que ha conseguido La […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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Si acaso es cierto que hay una derecha nueva pujando por nacer, ahora es cuando. Tienen todo el trabajo por delante.

Como buen proyecto ambicioso, deberá fundarse sobre las ruinas de otro. Certificar el fin de una época, aunque sus mejores exponentes sepan que nada desaparece para siempre. Esa derecha liberal que ha conseguido La Moneda pero no el poder, que ha sido hasta aquí un reclamo de salones bien pensantes y un discurso permanentemente contradicho por los hechos que avalan, tiene hoy la oportunidad de mostrar sus agallas.

Hasta aquí no ha superado los chillidos aislados. Aún vive en la casa de sus padres pinochetistas y recibe su mesada. Hinzpeter como ministro del Interior encarnó todo lo contrario de aquello que prometió al asumir; entró como un pavo revolucionario y salió como una vieja gallina sin plumas. Me cuesta imaginar que le guste ser recordado exclusivamente por un proyecto de ley contra los pañuelos en la cara. Si de verdad cree lo que dice que cree, tendrá una nueva posibilidad de redimirse. ¿Será capaz de ponerle el dedo en la cara a Carlos Larraín? Hasta aquí, Piñera aparece como el único caudillo capaz de encabezar la cruzada. Para que las cosas funcionen, debiera secundarlo una banda repleta de entusiasmo. Tipos que no lamentan el desastre que se vive en su sector, como un joven atado por décadas a un padre parapléjico sólo llora su muerte por cumplir.

Fue importante la conmemoración de estos 40 años. Algo cuajó aquí. Algo se sinceró. No pocos entendieron que era imposible ofertar un camino atractivo y moderno, con la mancha del apoyo a una dictadura indeseable encima. Crímenes aparte, las últimas encuestas señalan que nuestros compatriotas están bien lejos de la moral de CEMA Chile.

No vivimos en el país que nos cuenta El Mercurio. Los homosexuales ya no andan escondidos. Nadie sueña llegar virgen al matrimonio. La marihuana hay quienes la rechazan, pero no aterra. El vozarrón incontestable de los jefes de familia perdió su prestigio. Esa derecha nueva y liberal no le debiera temer a una nueva Constitución. Sería de esperar que la idea le entusiasmara. Ellos también necesitan sacarse a Jaime Guzmán de encima, o al menos a ese Jaime Guzmán que un atentado nos impidió saber en qué se convertiría.

¿Para qué mantener ese cordón umbilical con una dictadura que les repugna tanto como al resto? Por qué es así, ¿cierto? Podríamos hacer juntos una Constitución muy corta, lo más corta posible, un acuerdo sobre lo esencial, y a continuación todos los códigos destinados a resguardar esos acuerdos, y sus múltiples traducciones en el tiempo. Ojalá pudiera tratarse de un gran verso, pero la política suele escribirse en prosa. ¿Existirá esa nueva derecha? ¿O es puro cuento?

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