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Nacional

6 de Agosto de 2014

La lucha de una madre por una muerte digna

El hijo de Gloria Moneny, Marco Galdámes, cayó preso por robar y secuestrar a un taxista en Valdivia. Llevaba dos meses imputado cuando se enfermó de cáncer. Lo llevaron al Hospital Regional de Valdivia donde murió esposado a una camilla en mayo de 2010. Su madre dio una la lucha para darle una muerte digna, pero no lo consiguió. Ahora, como revancha, lucha por los derechos de otros presos condenados.

Macarena Gallo
Macarena Gallo
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Marco Galdámes, poco antes de morir, estaba en los huesos. Pesaba 40 kilos y apenas tenía 27 años. No tenía fuerzas y se alimentaba a través de una sonda. Ni siquiera podía orinar. Cuando lo intentaba, solo botaba sangre. “Le tuvieron que poner una chata para que hiciera pichi. Los gendarmes se burlaban y reían en su cara por su estado”, recuerda su madre, Gloria Moneny.

Su hijo agonizaba conectado a una máquina. Tenía un cáncer linfático y testicular, ramificado en todo el cuerpo, que le habían diagnosticado sólo tres días antes de morir. La situación de Marco era la peor. Tenía escasas – por no decir nulas- posibilidades de sobrevivir.

De hecho, los médicos estaban esperando su muerte. Pero para Gendarmería, Marco Galdámes representaba un peligro. Ella reconoce que su hijo no era una blanca paloma, pero en sus condiciones, no era peligro para nadie. Parecía, más bien, “un estropajo”, cuenta su madre. Contrariando al médico tratante y al abogado de la familia, Gendarmería lo engrilló a una camilla. Temían que Galdámes, que estaba imputado por robo con secuestro a un taxista, se les escapara o- peor aún- que los atacara. Pero nada de eso ocurrió. Eso terminó por indignar a Gloria. Y comenzó una solitaria lucha para darle una muerte digna a su retoño: “Yo me sentía devastada y no sé de dónde saqué fuerzas de mi interior para luchar por mi hijo”.

Tanto Gloria, como el abogado defensor, Héctor Benavides, se movieron para que a Marco le dieran una muerte digna. Ella pedía que a su hijo le quitaran las esposas. “Lo único que quería era que muriera en mis brazos”, se lamenta. El defensor penal se movió rápidamente para pedirle al tribunal que levantara la prisión preventiva contra Marco Galdáme por no representar un peligro para la sociedad. Pero el juez dictaminó todo lo contrario: “Yo no podía entender la decisión del juez Jorge Rivas. Mi hijo estaba mal. Estaba esperando la muerte y nada más. Lo último que habría hecho en su vida, habría sido escapar.

El juez se excusó en que eran protocolos y que había que respetarlos. Pero, yo me pregunto, ¿dónde queda el sentido común?”, reflexiona. Y agrega: “No es lo mismo un preso con un disparo en la pierna, que se puede escapar, que otro que está a punto de morir”.

Gloria no se dio por vencida. Aprovechó una visita de Sebastian Piñera, en ese entonces presidente, y se coló en una reunión con seremis. Y le suplicó ayuda. “Le lloré que por compasión le sacaran las esposas a mi hijo, pero Piñera me miró como bicho raro y no me pescó. Mientras te digo esto, me da una pena muy grande. No porque haya estado preso merecía morir engrillado… Al final, un seremi salió al paso y me dijo: señora Gloria no se preocupe, yo le solucionaré el problema. Pero nada”.

Las horas pasaron y el estado de salud de Marco, se deterioró. Ya no había mucho que hacer. “Mi hijo me pidió perdón por todo lo que había hecho y me pidió la visita de un cura para que le diera la extremaunción”. El religioso brilló por su ausencia. Marco Galdámes murió engrillado y sin recibir el último sacramento.

LA AGONÍA

Gloria Moneny llevaba tres días en huelga de hambre, apoyando a su hijo Ángel que estaba preso, cuando se enteró que su otro hijo, Marco Galdámes -también detenido en la misma unidad- estaba gravemente enfermo. No lo sospechó dos veces y se agarró la cabeza con las manos: “Sabía que era el cáncer que le había vuelto, pero ahora con más ganas”, dice. Marco, a los doce años, se enfermó de cáncer linfático, pero logró vencerlo tras un extenso tratamiento. Ahora, la situación era distinta: Marco nunca se había preocupado de su salud y estaba preso, lo que a juicio de Gloria agravó su enfermedad. “La comida que dan a los presos no tiene vitaminas, es de mala calidad, no hay una dieta para enfermos”, denuncia Gloria.

Apenas pudo, Gloria visitó a su hijo que estaba internado en el Hospital de Gendarmería. Sus compañeros de celda lo habían llevado en brazos, porque Marco no podía caminar, para que lo atendieran urgentemente. El único remedio que recetaron en el recinto, fue un par de dipironas para dolores y nada más. “Cuando lo vi, quedé impactada. Se veía mal. Tenía su cuello hinchado como una pelota. El médico nunca me dio la cara. Se limitó a darle dipironas y nada más. Yo pienso que deben haber pensado que mi hijo estaba haciendo show”, recuerda.

Gloria se las arregló para hablar con el encargado del hospital de Gendarmería. Le relató el historial médico de su hijo, pero no la pescaron. El estado de su hijo empeoraba y nadie la escuchaba. “A los médicos los tenía chatos, los seguía para todos lados y optaron por esconderse de mí”, cuenta.

Gloria se movilizó para que trasladaran a su hijo al Hospital Regional de Valdivia. Pero como no había ninguna orden médica, Gendarmería poco podía hacer. Nadie quería hacerse cargo. Todos se tiraban la pelota de un lado a otro. Al final, después de tanto insistir, logró que su hijo lo llevaran al hospital. “Mi hijo gritaba de dolor. Sus huesos se le estaban deshaciendo. Lo único que quería era una silla de ruedas para mi hijo. Al final, a mi hijo se lo llevaron caminando esposado. Me las arreglé y lo tomé en brazos, pero igual lo hicieron caminar”, relata.

Una vez en el hospital, un médico le hizo exámenes y confirmaron tardíamente cáncer terminal. Muy poco se podía hacer. “La cárcel no es lugar para morir dignamente. No hay protocolos para atender a los enfermos. Se ha muerto gente de cáncer, pulmonía, bronconeumonía y tuberculosis, sin tratamiento médico. A todos les dan pastillitas para los dolores. Si yo no hueveo, mi hijo se muere sin que me avisaran. Sé de una señora con cáncer que murió en una colchoneta húmeda y de un preso que murió de cáncer estomacal. Ninguno recibió tratamiento.

La mayoría de las personas que mueren en la cárcel, lo hacen solos y sin la ayuda de nadie. Para el sistema es uno menos. Les da lo mismo. El sistema es cruel y castiga a la familia. Se supone que deberían respetar los DDHH de los presos, pero este Chile es una mugre. Para el sistema, los reos son una escoria”.

Luego de la muerte de su hijo, Gloria pensó en demandar al Estado por dejar que su hijo muriera engrillado. Pero, como no tenía plata, se olvidó de esa idea y cayó en una depresión que la mantuvo en cama durante dos años. Solo se levantó por su hijo Ángel, el gemelo de Marco, que también cayó a la cárcel condenado por robo. Hace dos años, preside la ONG “Vientos de Libertad”, que pasará a llamarse “Marco en Libertad”, que aboga por los derechos de los presos en Valdivia. “Yo les pedí a mis compañeros que le pusiéramos el nombre de mi hijo para que nunca se olviden que este sistema fue cruel e inhumano con él”.

Su intención es buscar que los jóvenes se rehabiliten y no vuelvan a delinquir. Para eso, está buscando financiamiento para implementar talleres laborales al interior de la cárcel. “Este sistema carcelario no está hecho para rehabilitar ni cuidar a los internos. Mi hijo era imputado. Y se supone que ellos tenían que resguardar su vida. Y no lo hicieron. Yo no quiero que vuelvan a pasar cosas como esa”.

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