Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

16 de Octubre de 2014

Memorias de un actor sin pituto: Lo bueno de perderse

¿Por qué eres actor?, me preguntó Manuel en una noche de borrachera. (En el último tiempo me han hecho esa pregunta demasiadas veces). No alcanzó para más de 15 segundos de silencio antes de responderle. Porque me gusta y porque es la única hueá que sé hacer, le dije. Entonces actúa po longi, lanzó y se le cayó el vaso de piscola en el zapato. La jornada terminó con él, vomitado, a un costado de un sauce. Yo terminé un poco menos borracho que él y con una sonrisa en la cara.

Antonio Reyes
Antonio Reyes
Por

memorias de un actor

Estuve perdido. En plan metafórico y en plan realista. Me perdí por un viaje y abandoné estas memorias que no sé adónde irán a parar. ¿La verdad? Me vino una crisis de identidad. Me cuestioné mi profesión de actor, quise mandar todo a la mierda y alejarme un rato de la ciudad. Me cuestioné también otras cosas. La identidad chilena y la identidad uruguaya. El teatro y el cine. La amistad. El arte. La comida rápida y la comida lenta. El futuro. Sí. El futuro y su confusión. El futuro y su ilusión. Tuve una conversación intensa con Menares en un bus camino a Valparaíso. Le solté toda esta crisis a él y me pegó un cachamal. Fuerte. Se le pasó la mano al hueón. Como siempre. Se disculpó y me dijo que tenía la solución a mi crisis. ¿Cuál? Una retirada por un tiempo. Su primo Manuel cuidaba una parcela de unos alemanes en Melipilla. Bastó una llamada desde su celular y tenía casa y comida en la parcela de los Hölzer. Tenía que llevarle un paquete de marihuana y unas botellas de pisco, y me atendería como rey. Así fue.

Ahora que estoy de vuelta, envidio a la gente que vive en el campo. Sobre todo esas tardes escuchando el agua de los canales y las hojas que se mueven sin la premura del viento de la ciudad. Menares me dijo con su convencimiento habitual, que recuperaría la poesía y el vacile. Lo primero, totalmente. Lo segundo, ya veremos.

¿Por qué eres actor?, me preguntó Manuel en una noche de borrachera. (En el último tiempo me han hecho esa pregunta demasiadas veces). No alcanzó para más de 15 segundos de silencio antes de responderle. Porque me gusta y porque es la única hueá que sé hacer, le dije. Entonces actúa po longi, lanzó y se le cayó el vaso de piscola en el zapato. La jornada terminó con él, vomitado, a un costado de un sauce. Yo terminé un poco menos borracho que él y con una sonrisa en la cara.

Dos meses perdido y la crisis comienza a retirarse. Vuelvo a la ciudad con la vocación resucitada. Soy actor y tengo que actuar. Por ahora no será ni en el cine, ni el teatro, ni la TV, pero actuaré. En Valparaíso ha surgido un trabajito. Dominga, la vieja rica que me quería como amante, se ha convertido en una aliada. Me dan ganas de decirle que sea mi manager. Antes de la retirada, me ofreció una peguita en el puerto. Una peguita para un actor al que le gusten los riesgos, me dijo. Me pasé varios rollos relacionados con ella y sus amigas, pero no. Aquella última vez que agarramos, se fue en la sentimental y me contó su verdad. Fue al grano. Quiere a un hueón que vaya a Valparaíso a sapear al marido. Que lo siga, que informe lo que hace después de cada actividad oficial. Incluso que pueda interactuar con él. Necesita construir un personaje e inventar una ficción. Necesita un actor. Antes de mi estadía en Melipilla, le dije que lo iba a pensar. De hecho me pegué el pique a Valpo para inspirarme con la brisa y el olor de la ciudad. Menares me acompañó. Y obviamente me motivó a aceptar el desafío. Ahora estoy más convencido. Menares suele decirme que me demoro mucho en tomar algunas decisiones. Puede ser. Lo bueno de perderse, es que después uno se lanza. Frase de Menares que ahora será mía.

Notas relacionadas