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Poder

19 de Diciembre de 2014

Iván Álvarez, el hombre que abrió las puertas del caso FUT

Hoy la Fiscalía Oriente debiera presentar la acusación en contra del ex fiscalizador del SII, Iván Álvarez, por los delitos de cohecho, lavado de activos y fraude tributario para buscar una eventual condena que podría llegar a cinco años y un día. Su historia es la de una hombre que pasó de ser un funcionario intachable a un sujeto que lleva más de un año en prisión.

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penta-edificio

Iván Álvarez nunca fue un genio de la informática. Sólo un ingeniero comercial que fungió por casi diez años como fiscalizador en el Servicio de Impuestos Internos (SII). Por esta razón, en el organismo siguen sin explicarse cómo y cuándo descubrió la “maña” del sistema computacional con el que se convirtió en el cerebro del fraude al Fondo de Utilidades Tributarias (FUT), que provocó un perjuicio fiscal de $ 3.000 millones, casi 200 personas involucradas entre contadores, contribuyentes y al ex director del grupo Penta, Hugo Bravo.

Álvarez sólo ha dicho que el “truco” se lo enseñó “un viejo fiscalizador” al que nunca ha identificado y que de seguro tampoco era un genio de la computación, porque jubiló hace varios años; una pillería digital, un entramado numérico hallado por alguien con experiencia administrativa que, de tanto teclear declaraciones de impuestos, terminó traspasando el secreto a la generación siguiente.

Así lo ha repetido Álvarez hasta la saciedad -sin que haya quedado por escrito- a los expertos de la Unidad de Delitos Tributarios del SII que han estado presentes en las declaraciones prestadas ante el fiscal oriente Carlos Gajardo este año, quien está a punto de acusarlo -y eventualmente condenarlo- por los delitos de lavado de activos, fraude impositivo y cohecho.

Antes de llegar a este punto de inflexión procesal -y con más de un año en prisión- Álvarez era un profesional intachable, de vida simple. Un hombre casado que vivía en Ñuñoa y con un niño pequeño al que criar.

El código ateniense

Apenas Álvarez egresó del colegio a fines de los 90, ingresó a la Universidad Mayor a ingeniería comercial, donde si bien no fue un alumno brillante logró egresar y titularse. Mientras era estudiante hizo varias prácticas laborales que le fueron granjeando experiencia. La primera fue en la constructora Sarra, luego pasó a la firma del mismo rubro A y B. Ya titulado, trabajó en la multinacional de auditorías Grant Thornton.

En la firma, el reglamento interno era draconiano. Reserva, probidad a toda prueba, evitar conflictos de interés y aplicar la “honestidad intelectual” en todos y cada uno de los trabajos encomendados. El control de los jefes de staff era férreo y Álvarez se apegaba a las reglas con temperamento militar.

Su sueldo no superaba el millón de pesos, porque recién comenzaba su vida laboral, pero quería una mejor situación económica; aún cuando era soltero, sin hijos, 25 años y graduado, “siempre hablaba de tener una casa propia, casarse, armar una familia, cosas simples de una familia de clase media”, recuerda un ex colega de oficina.

Ese año Álvarez postuló al Estado. Su norte era ingresar al Servicio de Impuestos Internos (SII) para hacer carrera. Quizás trabajar toda la vida allí, tal como lo hicieron sus padres, René Álvarez y Nuria Díaz, que laboraron en la Fuerza Aérea, hasta que jubilaron.

La prueba de ingreso no fue sencilla, pero la experticia en materia tributaria que adquirió en Grant Thornton le permitió cumplir su cometido y el 22 de enero de 2003 ya estaba instalado en el organismo.

Il amore

Álvarez nació el 18 de agosto de 1977 en el seno de una familia de clase media unida, estable, católica que le inculcó valores morales férreos. Así al menos lo recuerda un ex abogado del SII que lo conoció en la Dirección Regional Oriente cuando hablaba del núcleo que lo crió.

“Era un tipo sobrio, simple, buen gallo, nadie sabe qué le pasó, fue como si de la noche a la mañana hubiera cambiado y nadie se dio cuenta”, relata el mismo profesional.

En el SII se integró rápidamente al trabajo. Resolvía problemas, era buen compañero y eficiente, hecho que le permitió subir un grado y con ello aumentar su sueldo a casi 2 millones en 2005.

Ese año conoció a Marcela Rodríguez en la misma oficina de General del Canto, en Providencia, que también ingresó por concurso.

Contadora auditora de la Universidad Silva Henríquez, había vuelto a Santiago, luego de trabajar en el SII de Ovalle, III Región, previo paso por una consultora donde había hecho la práctica. No fue amor a primera vista, pero en 2006 comenzaron una relación.

Primeros pasos

El sábado 18 de octubre de 2008 Álvarez y Rodríguez se casaron por el Registro Civil. Casi tres años más tarde tendrían un hijo. Ambos continuaban trabajando en el SII, aunque en unidades distintas.

Al año siguiente, Álvarez ya había descubierto la maña del sistema computacional que permitía devoluciones ilegales y llevaba 14 clientes con quienes había realizado la misma operatoria.

Sin embargo, a principios de 2009 durante una fiesta, su destino cambiaría para siempre. En ella estaba su cónyuge y su amiga Mitzi Carrasco, también fiscalizadora del SII y su esposo, el contador Sergio Díaz Córdoba.

Álvarez departió con Díaz e intercambiaron teléfonos. A los pocos días, el contador recibió un llamado en su celular. Era Álvarez, quien le propuso reunirse a tomar un café. Frente a frente, le ofreció usar el sistema informático del SII en mutuo beneficio. Era sencillo y seguro, dijo. Bastaba sólo modificar algunas variables y no superar ciertos montos para que el sistema devolviera dinero, como si se tratara de una máquina tragamonedas.

Díaz en principio no creyó lo que Álvarez le ofrecía. Sonaba poco verosímil, pero aún así accedió a entregarle su clave para acceder al SII, porque su situación económica estaba al borde de la bancarrota. Fue en ese instante donde la bola de nieve comenzó a rodar.

Díaz comenzó a reclutar clientes y el sistema funcionaba a la perfección. Álvarez hacía lo propio, por los nuevos “clientes” desconocían su identidad. Los reclutados, a su vez, traían a nuevos clientes y la maquinaria creció.

Así fue como en 2010 Álvarez, conoció al martillero Jorge Valdivia, quien concurría regularmente al SII de Providencia. Luego de entrar en confianza, este último le ayudó a que Penta le arreglara un departamento que había comprado a dicha empresa, como reveló La Segunda.

Valdivia recibió devoluciones ilegales -junto a su hijo- por más de 90 millones de pesos. Pero Valdivia iba por más y armó su propia red: uno de los miembros fue precisamente el ex director de Penta Hugo Bravo. Este también usó el beneficio y a través de dos sociedades, Challico y Santa Sarella, obtuvo 260 millones. Es 2011 y Álvarez, luego de una reestructuración, quedó encuadrado en el área de Grandes Empresas, donde le correspondía fiscalizar a Penta.

El horizonte

En septiembre de 2012, Álvarez sospechaba que algo no andaba bien. Sentía paranoia. El negocio había crecido demasiado. Se había dado una buena vida. Salidas a comer con su mujer a restaurantes caros, buena ropa, un par de viajes, pero nada que saliera mucho del modelo de vida que observaba el resto.

Decidió entonces bajar la marcha y buscar nuevos horizontes. Sabido es que los profesionales que han trabajado en el SII son un bocatto di cardinale para las empresas. Significa no sólo conocimiento de la materia, sino también buena llegada con el organismo para solucionar problemas.

A través de Valdivia había accedido a Penta y, de lo que se sabe hasta ahora, realizado algunas asesorías para materias impositivas, por las que recibió 4 millones que cobraba en las oficinas del holding.

El 12 de octubre, sin que lo supiera, una denuncia del Departamento de Fiscalización del SII, llegó a sus colegas de Delitos Tributarios. Ella daba cuenta del sistema que usaba Álvarez y detallaba los 47 contribuyentes que habían recibido platas ilegalmente.

A través de uno de ellos, se enteró que estaban siendo citados al SII, por lo que en diciembre de 2012 decidió renunciar al tata fisco y partir a la empresa de asesorías Guiñazu. A través de ella volvió a relacionarse con Penta.

El toco mocho

Enero de 2013 fue un mes complejo para Álvarez. Decidió contratar abogados. Sabía que iban tras él y sobre Sergio Díaz, su cómplice. Así llegó a la oficina de Carlos Cortes y Sergio Rodríguez Oro.

La estrategia jurídica fue la autodenuncia para constituir así la atenuante calificada. Álvarez aseguraba a la fiscalía que todo se refería sólo a una manipulación dolosa del sistema informático del SII. Fue bajo esa figura penal que el fiscal José Reyes inició la investigación.

Para Álvarez, dice un cercano, fue como si nada pasara. Seguía trabajando y el 24 de abril de 2013 compró al contado un BMW del año por 14 millones.

Su estándar de vida había subido y su esposa -según ha declarado en la fiscalía- nunca supo nada de lo que hacía su marido.

Aún cuando entre su sueldo y el de su mujer sumaban más de $ 4 millones, Álvarez no ha viajado por el mundo, como se pensaría. Desde mayo de 2009 -según la PDI- registra sólo cinco salidas del país: a Perú, Panamá y Argentina en tres oportunidades, la última en julio de 2013.

Golpe al mentón

El 14 de agosto todo cambió: el SII presentó por primera vez una denuncia que incluía a Díaz y Álvarez por delito tributario, entre otros contadores y contribuyentes.

Su situación procesal se complicó aún más en septiembre, porque el caso llegó a manos del fiscal Carlos Gajardo quien había sido nombrado jefe de la Unidad de Delitos de Alta Complejidad. Así el escenario para Álvarez y Sergio Díaz comenzó a ponerse color de hormiga, máxime porque se hizo parte el Consejo de Defensa del Estado (CDE).

Álvarez intentó sin suerte a través de sus abogados que la fiscalía lo interrogara. Sin embargo, Gajardo buscaba cómo habían llegado 122 contribuyentes a conectarse para recibir las platas del FUT, quiénes reclutaban. Quería más.

Y como no hay tiempo que no se cumpla, el lunes 3 de diciembre del año pasado, llegó el golpe. Gajardo, previa solicitud al Octavo Juzgado de Garantía, ordenó la detención a Álvarez, Díaz, su esposa y fiscalizadora del SII Mitzi Carrasco y el contador Hernán Díaz Bahamondes.

El OS-9 de Carabineros cumplió la orden y todos fueron formalizados. En el caso de Álvarez y Carrasco quedaron con arresto domiciliario, pero eso duraría poco, porque el 19 del mismo mes la Corte de Apelaciones de Santiago le revocó el beneficio e ingresó a la capacha.

Un cercano reveló que Álvarez demostró firmeza de ánimo y poco a poco fue adaptándose a la vida carcelaria.

En un informe presentencial que consta en la carpeta de investigación, puede leerse: “Se observa en sus características personales, una adecuada capacidad para aceptar los eventos adversos a sus deseos y/o necesidades, mostrando un ajustado nivel de tolerancia a la frustración”.

Indio V/S Bulla

En 2014, Álvarez, un “colocolino de corazón”, fue citado por el fiscal Gajardo. El 15 y el 17 de enero, reveló toda la operatoria. Y en este último testimonio apareció por primera vez en la investigación el supuesto martillero Jorge Valdivia a quien Álvarez le permitió embolsarse 45 millones.

A Gajardo las declaraciones de Álvarez le fueron útiles, pero a poco andar, distintos contadores y contribuyentes continuaban mencionando a Valdivia, convirtiéndose en el objeto del deseo del caso FUT.

Álvarez, cuenta un cercano, quería salir de la cárcel. Es abril de 2014 y en el recinto comenta cómo es posible que los ejecutivos de La Polar estuvieran tan poco tiempo tras las rejas, a diferencia de él que ya sumaba cuatro meses.

Fue entonces cuando decidió ampliar su testimonio. El 4 de abril de este año, volvió a la oficina el fiscal. En esta oportunidad, bromearon con la campaña futbolística ya que Gajardo es ferviente seguidor de la Universidad de Chile.

La declaración no fue del gusto del fiscal y no sirvió para que el perseguidor se allanara a modificar la medida cautelar real.

A principios de junio, sin embargo, Valdivia fue encontrado por la policía uniformada, pero padecía un cárcel terminal que evitó que pisara la prisión. Sin embargo, antes de fallecer el 4 de julio de este año, decidió contarlo todo. Y todo era cómo Hugo Bravo, gracias a la gestión de Álvarez había obtenido 260 millones ilegalmente de las arcas fiscales. También habló sobre los supuestos aportes ilegales a campañas políticas de la UDI.

Con esos detalles, Gajardo separó el FUT y abrió una nueva carpeta ahora conocida como el Pentagate.
Álvarez entonces prestó otra declaración ante la fiscalía en esta última causa, cuyo secreto -basado en la ley de Lavado de Activos- se levanta el próximo 30 de diciembre.

Del cielo al infierno

Lo que vino después fue un torbellino. Gajardo incautó la contabilidad y computadora del ex director de Penta Hugo Bravo a quien denunció el SII por delito tributario el 29 de julio.

Le siguieron los controladores del holding, Carlos Alberto “choclo” Délano y Carlos Eugenio Lavín por fraude impositivo, ya que giraron boletas ideológicamente falsas a sus cónyuges por trabajos no realizados, provocando un perjuicio fiscal de 460 millones.

Luego vinieron los aportes de Penta a políticos UDI y Fuerza Pública. Bravo reconocía boletas, al igual que el contador del grupo, Marcos Castro.

Álvarez seguía preso mientras todo ello ocurría. Solicitó en distintas oportunidades la libertad, pero ni el juzgado de garantía ni el tribunal de alzada capitalino se la otorgaban.

El caso FUT llegó a su fin el pasado 9 de diciembre. El fiscal Gajardo tiene hasta hoy para presentar la acusación por lavado de dinero, fraude tributario y cohecho en contra de Álvarez. También en contra de Sergio Díaz, entre otros contribuyentes y contadores. Arriesgan penas que superan los cinco años, aunque en el caso de Álvarez tiene al menos dos atenuantes que podrían rebajarle la pena y cumplir así la condena en libertad.

Hasta ahora sus abogados no han informado públicamente si llegarán a un juicio abreviado con la fiscalía o bien irán a juicio oral. Todo debiera resolverse en los próximos días, con Álvarez entre rejas.

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