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Cultura

2 de Febrero de 2015

Columna: No contaban con su astucia

Una tarde del año 1986 me llamó Pía Barros para decirme que un integrante de su taller quería que yo presentara su primer trabajo en la Feria del Libro que en esos años se hacía en el Parque Forestal. También me pedía que cantara en esa presentación. El trabajo a ser presentado llevaba el título […]

Mauricio Redolés
Mauricio Redolés
Por
lemebel A1 funeral

Una tarde del año 1986 me llamó Pía Barros para decirme que un integrante de su taller quería que yo presentara su primer trabajo en la Feria del Libro que en esos años se hacía en el Parque Forestal. También me pedía que cantara en esa presentación. El trabajo a ser presentado llevaba el título de “INCONTABLES” y era un sobre que contenía hojas con relatos. Todo en papel kraft o similar. Yo no conocía al autor, se llamaba Pedro Mardones, y ahora que murió puedo calcular que en esa época tenía 34 años. El escenario de la presentación era la entrada a la parte de atrás del Museo de Bellas Artes. Era noviembre de 1986 y sus relatos me parecieron valientes y nuevos. Elegí uno para leer. Al llegar al lugar de presentación Pía nos presentó. El orden de la actividad era el siguiente: Pía me presentaba, yo presentaba los “INCONTABLES” y el autor leería un texto. Para cerrar el acto yo cantaría una canción. Todo fresco y natural. Antes de comenzar, me acerqué a Pedro Mardones y le dije: “ voy a cerrar la presentación con la lectura de un fragmento de este relato”. Y le mostré lo que iba a leer. Ahí conocí a Lemebel.

Se emputeció. Se enojó. Se sulfuró. Se descompensó. Se enfureció. Me dijo: “¡NO Y NO!”, me encaró: “¿Cómo vas a leer eso, si lo voy a leer YO? Es EL cuento que escogí para leer en MI presentación y ….¿lo quieres leer tú? No, No y No”. Le respondí: “¿Y cómo iba a saber yo que ibas a leer precisamente ese cuento? Está bien, cerraré con otro fragmento de otro cuento”. Se calmó. Pero la cosa recién comenzaba.

Presenté el trabajo de Pedro y este leyó el cuento en casi disputa y su crudo relato fue escandalizando lentamente a una señora furiosamente rubia que era una de las organizadoras de la Feria (permitiéndome una reflexión lemebe liana, no hay historia cultural chilena divertida si no aparece una señora furiosamente rubia y enojada). Luego, cuando tomé mi guitarra y me las emplumé con el blues-rock “NUTRIAS EN ABRIL”, quedó la segunda cagada. Mi canción no solo afectó a la rubia, sino además a Las Monjas del Santísimo Nosecuantito o Hermanitas de la Nosequecosa que tenían un stand con estampas religiosas, rosarios, escapularios y textos bíblicos justo en frente del proscenio. La rubia y las monjas llamaron a los pacos, seguramente por ofensas a la moral. El cuento de Pedro Mardones y la lengua del blusero retornado del exilio eran demasiado pornográficas. Nos aconsejaron que nos fuéramos, o en buen chileno “que ahuecáramos el ala”. Iban a llegar los pacos. Así conocí a Lemebel.

Lo fui reencontrando en muchas partes. Recuerdo una primavera a fines de los 80 en que hubo una gran fiesta universitaria en calle Dieciocho. Tocaban Los Entrekalles y me habían invitado a cantar a mi también. Era un recinto de la Universidad de Chile que después le fue desmembrado. Había en torno a una habitación a la entrada del edificio un gran revuelo. Mucha gente hacía una fila para entrar en esa habitación. Pregunté, ¿qué hay ahí que todo el mundo quiere entrar? Me respondieron: son Lemebel y Casas en una performance llamada “LAS DOS FRIDAS”. Las Dos Fridas. Este huevón está más loco que lo que yo creía, pensé.

También a fines de los 80, el poeta Grillo Mujica había organizado un carrete en el barrio Bellavista, en calle Capellán Abarzúa. No bien entré en esa casa y Lemebel me vio, me agarró (y no me soltó más) para lo que es hueveo con el poeta y actor Pedro Vicuña. Lemebel andaba con los ojos de un rojo negro envidiable para bandera anarquista. Le habían sacado la chucha en una micro unos cadetes que correctamente se dirigían a la Escuela Militar y a Lemebel se le había ocurrido coquetearles heavy. Era imposible conversar con alguien en el carrete porque Lemebel & Vicuña Asociados andaban tras de mí diciendo: “¡Hey! ¡Él es cantante para los que no lo conozcan! ¡Se llama Flor Motuda y pronto lo contratará Don Francisco!”. Y se reían con una risa estúpida. Me acerqué a saludar a Enrique Lihn, pero Lemebel & Vicuña Asociados me seguían con su burling (ese existía en Chile antes del bullying). Lihn expresó una cierta solidaridad hacia mí en una frase, algo así como “Así es Chile”. Era segunda vez que veía a Enrique Lihn (la primera había sido en el metro. Iba muy concentrado leyendo algo con su cara de asco permanente). De pronto Vicuña se cansó o fue por más alcohol o algún enervante, y yo me acerqué a Lihn por fin creyendo que podría saludarlo y conversar, pensando ingenuamente que Lemebel también se había cansado. Pero volvió con más energía todavía y me gritaba “¡Soy tu pesadilla! ¡Soy tu pesadilla!”. Era enero del 88. Nunca más vi a Enrique Lihn, murió ese año. En la calle, a medida que me alejaba, Lemebel me gritaba: “¡Soy tu pesadillaaa!”. Y reía pesadillescamente. Y yo pensando ta más loco el Lemebel
Ya en los 90 me encontré con él y con Casas en la presentación de un libro en una ONG que quedaba en Esmeralda. No bien me vieron comenzaron a increparme a viva voz por ser en tanto militante comunista responsable de la muerte de tantos jóvenes del FPMR. La verdad en que yo en tanto militante del PC nada tenía que ver con las decisiones político-militares que habían terminado con matanzas de la CNI, como la de Corpus Cristi. Traté de ser racional, pero cada vez que trataba de decir algo Lemebel y Casas me hacían callar a gritos. Ahí estaba Lemebel con su amigo Casas, ya no como Las Dos Fridas sino como Las Dos Viejas Anticomunistas. Tuve que irme de la ONG subrepticiamente pensando: este Lemebel está de atar.

Por eso me llamó mucho la atención cómo de pronto se acercó tanto –aparentemente– al Partido Comunista, a través de la dirigente Gladys Marín. Creo que allí se generó una simbiosis Marín-Lemebel que representaba mucho más que el Partido Comunista se abriera súbitamente al mundo gay, o que Lemebel se hiciera de pronto militante comunista. Frente a lo primero recuerdo un congreso regional de las Juventudes Comunistas el año 1989 donde se desarrollaban enardecidos discursos de dirigentes poblacionales en contra del hoy vocero del MOVIHL Rolando Jiménez, por el simple hecho de ser comillas homosexual reconocido, cierre de comillas. Aunque también cabe consignar que en los sectores obreros y poblacionales del PC había, como en todo nuestro pueblo una cultura homofóbica atroz, no así en los sectores artísticos e intelectuales del PC donde había mucha más tolerancia a la diversidad sexual.

Creo que la última vez que estuve con Lemebel fue el 2010, en que a propósito del cierre de un encuentro de pobladores se hizo una actividad en el Galpón Víctor Jara. Yo fui invitado a tocar con mi grupo de ese entonces: “SIMELLAMAN BOYS”. Recuerdo que Lemebel subió al escenario mientras tocábamos y pidió hablar. Nos abrazamos con mucho afecto y por última vez. Tomó el micrófono, estaba muy borracho, no recuerdo que haya dicho algo, o si cantó una melodía inusitadamente inaudible. Algo hizo. La gente reía y aplaudía. Costó bajarlo del escenario para seguir nuestro show. Yo pensé este Lemebel está cada día más loco.

Ya se fue y ya es imposible conseguir de nuevo su lucidez, su locura linda, su manera de hinchar las pelotas, su abrazo afectuoso.

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