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Nacional

26 de Marzo de 2017

El escalofriante relato de un médico de Yungay que fue amenazado con pistola y golpeado por el paciente al que atendía

Un médico del hospital de la ciudad de Yungay, VIII Región, vivió una incómoda y peligrosa situación luego de ser amenazado con un arma y posteriormente golpeado, por el paciente al que atendía y su acompañante. Según informó el Diario la Discusión de Chillán, los hombres ingresaron la madrugada del jueves al centro de salud […]

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Un médico del hospital de la ciudad de Yungay, VIII Región, vivió una incómoda y peligrosa situación luego de ser amenazado con un arma y posteriormente golpeado, por el paciente al que atendía y su acompañante.

Según informó el Diario la Discusión de Chillán, los hombres ingresaron la madrugada del jueves al centro de salud local, pidiendo ser atendidos por un médico luego de amenazar al personal.

Luego de una tensa situación, que incluyó golpes al profesional y tras ser atendidos, los sujetos salieron del lugar, siendo posteriormente detenidos por Carabineros.

“Se detuvo a los individuos, y ahí encontramos un arma que aparentemente era de fuego,pero comprobamos que era de fantasía, a balines con aire comprimido. Además se encontró en un sujeto cuchillo tipo carnicero. Ambos fueron detenidos por el delito de agresión con amenazas de muerte” dijo al medio local el teniente Juan Fredes de la comisaría de Yungay.

A través de Twitter, una usuaria subió la escalofriante declaración del doctor Karl Heinz Noack, tras el tenso momento vivido en el centro de salud, la que reproducimos a continuación:

A las 4.30 am mientras me encontraba de turno de urgencias en el Hospital Pedro Morales del Campo en Yungay, me avisaron que un paciente necesitaba atención. Mientras me dirigía a atenderlo, el guardia en el pasillo me encuentra y me aconseja que los atienda rápido porque tenia malas referencias de ellos y él quería que yo me evitara problemas.

Acudí de forma inmediata y encontré en uno de los box (el de reanimación, que habitualmente se utiliza como box de atención) a dos hombres. El mayor era un hombre de pelo largo ondulado con chaqueta negra, de aproximadamente unos 40 años, y el menor, de 20 años, llevaba gorro y tenida deportiva.

Los saludé amablemente y el paciente se rió en mi cara, burlándose porque yo creí que el paciente era el hombre mayor y el que requería atención era el más joven. Se evidenciaba que se encontraban bajo los efectos del alcohol por el hálito alcohólico al hablar.

Mientras le preguntaba porque venía, el paciente gritaba que le dolía una rodilla hacia mucho tiempo y aludía que la atención del hospital era mala, lo que manifestaba con garabatos. En ese momento le comenté que tenía que realizarle un examen físico y saca una pistola desde sus pantalones (que guardaba entre el calzoncillo y el pantalón). Me la mostró. me apuntó y me amenazó que si no lo atendía bien, me dispararía.

No podía huir ni avisar a nadie por miedo a que utilizara el arma de fuego, por lo que me di vuelta a escribir la historia clínica en el computador. En ese momento me encañonó en la cabeza a nivel occipital (en la parte posterior de la cabeza), y mantuvo su arma apoyada, presionada en contra de mi cabeza mientras escribía.

Al intentar girarme para examinarlo, cargó y preparó el arma y la apoyó en contra de mi pecho a nivel del corazón. Yo aún preso del pánico intenté mostrarme lo más calmado posible y continuar con la atención médica.

Me empujó en contra el computador y me comentó (a gritos y con improperios) que él es de Talcahuano y que la atención médica tanto allá como acá es pésima. Me dijo que odiaba los médicos “porque ganan plata” y que yo estaba ahí por estar “interesado en el dinero”, y apuntándome y con su cara apoyada contra la mía, intenta obligarme a que diga “me gusta la plata”.

Lo ignoré y continué con mi atención. El paciente blandía su arma y mientras lo examinaba, seguía apuntándome. Examiné su rodilla mientras apoyaba el cañón del arma en mi cabeza y luego en mis brazos, y posteriormente alternaba en distintos lugares de mi cuerpo.

Durante el examen físico manifestó un dolor leve a la palpación profunda en relación a tendón rotuliano. Me refirió en ese momento que quería que le pincharan algo rápido en le rodilla para poder seguir tomando. Indiqué el tratamiento, (una ampolla de ketorolaco intramuscular), y me acerqué a la técnico paramédico para entregarle la indicación.

Mientras me acercaba hacia ella, el paciente abrió la cortina que separaba el box, blandiendo el arma en el aire. Como no podía retirarme del lugar por seguridad de mi técnico paramédico y tampoco existe un lugar separado ni privado para poder haberle informado la situación (la urgencia del Hospital de Yungay no posee box separados ni privados para la atención de los pacientes. están separados por una cortina de ducha), por miedo a que el hecho pudiera tener mayores consecuencias si decía algo. Me quedé para apoyarla y evitar que le hicieren daño.

Ella al ingresar al box se dio cuenta de la situación y la apuntaron mientras el paciente le comentaba que el arma estaba cargada y que si le dolía la administración de la inyección, la usaba en su contra. La técnico cumplió con la indicación, le pasó la hoja de atención previamente impresa por mi y se retiró del lugar.

Mientras ocurría esto, el guardia del hospital, que se encontraba en el hall, fue llamado por carabineros al exterior del hospital ya que necesitaban información de un operativo. Yo no podía salir corriendo, ni gritar, por miedo a que pudieran utilizar el arma. Los carabineros a los segundos se retiraron en su móvil.

El paciente y su acompañante aún no se retiraban del lugar. Me encontraba solo dentro de la urgencia con ellos. Les dije que podían retirarse y les doy la mano para despedirme. En ese momento el paciente me acorraló y me pidió que tocara el arma, a lo cual me negué. El acompañante me inmovilizó, sujetándome fuertemente de los brazos y me pegó en la cabeza con su cabeza fuertemente. Yo corrí hacia atrás y me refugié en otro box y él me miró desafiantemente por última vez antes de retirarse gritando y golpeando las puedas del hospital.

En ese momento llegó el guardia, le avisé que había sido golpeado e intentó seguirlos para no perder su rastro mientras llamaba a Carabineros, ya que no podía retenerlos debido que ellos se encontraban armados.

A los minutos llegó personal de Carabineros quienes actúan rápidamente y los detuvieron. Revisando sus pertenencias se dan cuenta que, además de la pistola, portaban en una mochila un cuchillo. La experiencia vivida cercana a la muerte es realmente angustiante y agobiante. Temí por mi vida y la de la técnico paramédico de mi equipo, en cada segundo de la atención.

No puedo expresar el nerviosismo, miedo y estrés que me genera saber que tengo que volver a trabajar en la urgencia y enfrentarme a una situación similar. Temo porque es un paciente conocido, amigo de gente de malos hábitos (traficantes y drogadictos por lo que se me informó) que pueden buscar represalias y venganza. Temo porque no existen las mínimas normas de seguridad en nuestro hospital y estamos todos expuesto como equipo de salud. Temo porque no es la primera vez que agreden al personal, física y/o verbalmente y nunca se ha actuado.

Creo que esto escaló a niveles que jamás imaginé, y siento que no soy el único que puede estar expuesto a esta situación en la atención de salud . Espero que estos actos sean condenados con el rigor de la ley y que nos unamos para poder pedir medidas de protección para nosotros y nuestros funcionarios, para poder seguir atendiendo y entregando nuestro trabajo de la mejor forma a los sectores más vulnerables pero sin vulnerar nuestra seguridad y trabajar con el miedo de estar arriesgando nuestra vida.

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