Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

6 de Abril de 2017

Mi historia en un colegio de curas: “hice la confirmación los dos años de puro califa”

Los colegios de curas, tienen algo que en los colegios no-católicos no hay (creo y espero que no): los profesores de religión. Antes de seguir, una cosa: el nombre “clases de religión” es como la callampa. Debiera ser “Clases de Catolicismo”, porque el resto de las religiones no te las enseñan, ni siquiera las otras dos abrahámicas, lo que sería súper bueno para lograr un discurso más potente por parte de ellos, pero en fin. Estos compadres eran distintos al resto de los profes, eran como Umpa Lumpas hebreos. Todos iguales. La mayoría de estos, eran Novicios (les decíamos “novillos” porque no había ninguno flaco, era como identificar un pedazo de carne: por la grasa cachai cual es cual), que son como una especie de pre-sacerdotes. Son seres ambiguos que están en un limbo espiritual. Seres humanos que están en proceso de tomar una decisión de mierda: no remojar el cochayuyo nunca más en la vida.

Manuel Cartes
Manuel Cartes
Por

Foto: Imagen referencial

Hace poco en el Festival de Viña, Fabrizio Copano (la mejor rutina de las que vi este año) hizo un alcance a los colegios católicos y del porqué nuestros padres pagan para que seamos “tocados”. Muy buena. Pudo haber pasado desapercibido, pero para todos aquellos que fuimos a un colegio de curas (el mismo que Copano, de hecho), y a mí en lo personal, se nos vino a la mente de inmediato, esos eternos recreos corriendo a poto pelado por el patio tratando de arrancar de los curas con prótesis fálicas xeromórficas y las interminables jornadas de reflexión en las que teníamos que sentarnos en círculo, y masturbar al compañero de al lado. Mentira. Pero esa, es precisamente la idea reculiada que tiene la gente que no ha estudiado nunca en un colegio de curas (o monjas). La demonización por defecto.

En los años ochenta, la variedad de colegios no era tan variada como ahora; o entrabas a un colegio con nombre de portaaviones, o entrabas a un colegio con nombre de hueón brillante (Julio Verne, Newton College, Einstein School, etc.) –que normalmente eran peores que las weás con nombres alfanuméricos–, o, finalmente, ibas a un colegio de curas/monjas, donde en aquel entonces, a pesar de su gratuidad, no era llegar y entrar. En este punto, vale la pena recordar el contexto: Cuando llegó el huaso pastabasero de Pinochet al poder, una de las primeras medidas enajenadas del hueón, fue privatizar todo y entregárselo en bandeja de plata a sus esbirros. Posterior a esto, en su infinita imbecilidad, hizo –en términos generales– lo mismo con la educación, por lo tanto, desmenuzó las universidades estatales y fomentó la proliferación de la educación privada (primaria, secundaria y superior) en todo su esplendor. Entonces, ya para los años 80, este país era un despelote culiao. Si usted conoce a alguien de 40 años, pregúntele por 15 Presidentes de Chile o 8 capitales europeas: el día del pico en la tarde va a responder bien (o muy pocos). Capaz que nombre a Bachelet 3 veces y en las capitales aparezca Borussia Dortmund. Bueno, ese es precisamente el legado del huaso pastabasero y sus íncubos mama cornetas: des-educar al pueblo. Y lo logró. Mérito ahí.

Dentro de los pocos estamentos educacionales que fueron poco intervenidos, están las congregaciones. ¿Por qué? Se preguntaran ustedes. Porque José Ramón (“ad honorem”) dentro de su inagotable ignorancia, era además un ferviente católico (pésima mezcla, pero más común de lo que uno se imagina). Entonces, imagino yo, que era como pecado para el pobre hueón, privatizar y/o desmantelar los colegios católicos y su organigrama celestial. Los dejo ser. Uno de esos colegios, fue mi alma mater: El Salesiano de Macul.

Ya en contexto. Un colegio de curas como el Salesiano al menos –para interiorizar a todos aquellos que nunca han estado en uno y que tampoco tengan hijos estudiando en alguno–, es un colegio común y corriente. Es laico hasta las patas, al menos en la forma, salvo, parte del “proyecto educacional”, en el que por razones obvias, tenías clases de religión (obligatoria), misas, celebrar cuanta hueá católica haya en el calendario, y rezar todos los días antes de empezar las clases. Ahora, ¿cuál de todas las hueás que nombré valían más callampa para el alumnado? Yo creo que todas. ¿Había excepciones? Claro que sí. Pero al grueso del estudiantado de verdad le daba lo mismo el tema, pero supimos aparentar y llevar nuestra aparente indiferencia con hidalguía y prestancia. Punto neurálgico, ubicado cerca de grandes avenidas (Departamental, Macul, La Florida y Américo Vespucio) el Salesiano permitía la llegada de jóvenes principalmente de Macul, Peñalolén y La Florida. No había segmentación social –al menos aparente– todos éramos iguales en la práctica. Se privilegiaba la pluralidad; podías tener compañeros con excelente situación económica, y otros, que como yo, llegaban de las peores poblaciones del sector. Fuera de todo webeo, como plan educativo, eso es exactamente “hacer país”; entregar la mejor educación posible de manera transversal, sin distinciones y lo principal, sin el sesgo que te entrega tu situación económica. Un día normal en un colegio de curas –aquí hablando de la Enseñanza Media en adelante– empezaba, 30 minutos antes del horario de inicio de clases, en el kiosco que estaba a un costado de la entrada del colegio (10 metros) con un buen cigarro y una conversación. Dicho sea de paso, que un kiosco te venda cigarros técnicamente dentro del colegio, y que haya una botillería a menos de una cuadra, habla de lo mágico de la vida en aquellos años de estudio. Dichos recintos comerciales fueron cruciales en nuestra formación como futuros alcohólicos. Con cierto grado de expertise podías incluso beber alcohol dentro del mismo recinto. ¡¿Pero cómo?! Bueno, esto era posible ya que el colegio es gigante; cancha de futbol, 4 de baby, gimnasio digno, iglesia, parroquia, casas de acogida, salas gigantes, 2 patios, áreas administrativas que ya las quisiera cualquier empresa, y extensas áreas verdes, tanto fuera como dentro (extensas en el contexto de lo que son los colegios promedio). Siguiendo, así y todo, igual había obstáculos que salvar previos a la diversión. A la entrada del colegio (todos los días) se paraba un hueón a gritar que entráramos porque iba a sonar la campana. El otrora odiado y a veces -por qué no decirlo- querido Inspector subrogante. Un hueón impertérrito como él solo. Implacable. Llegabas un segundo tarde: cagabas. Llegabas con la camisa afuera: cagabas. Ni hablar si llegabas con el pelo largo: re-cagabas. Además de esta suerte de paso fronterizo eslavo, el hueón era como la PDI del colegio, estaba en todas, una especie de ser omnipresente. Un cyborg diseñado para la vigilancia. Luego de eso, si lograbas pasar por esa inexorable aduana, venía el “Buenos Días”, que dependiendo si era verano o invierno, nos formábamos en el patio, o entrabamos en la iglesia. Se hablaban algunas palabras, de repente se leía algo de la biblia (rara vez en todo caso) y luego se rezaba alguna oración de rigor, que normalmente era el Pater Noster, o en su defecto el Ave María. En caso que tuvieran una explosión de creatividad religiosa, remataban con un “Ángel de Mi Guarda”, y si había tiempo de sobra y querían que nos secáramos o congeláramos (depende la fecha) se tiraban el Credo.

Los colegios de curas, tienen algo que en los colegios no-católicos no hay (creo y espero que no): los profesores de religión. Antes de seguir, una cosa: el nombre “clases de religión” es como la callampa. Debiera ser “Clases de Catolicismo”, porque el resto de las religiones no te las enseñan, ni siquiera las otras dos abrahámicas, lo que sería súper bueno para lograr un discurso más potente por parte de ellos, pero en fin. Estos compadres eran distintos al resto de los profes, eran como Umpa Lumpas hebreos. Todos iguales. La mayoría de estos, eran Novicios (les decíamos “novillos” porque no había ninguno flaco, era como identificar un pedazo de carne: por la grasa cachai cual es cual), que son como una especie de pre-sacerdotes. Son seres ambiguos que están en un limbo espiritual. Seres humanos que están en proceso de tomar una decisión de mierda: no remojar el cochayuyo nunca más en la vida. Entonces, debido a esta presión, tienen una personalidad que yo creo que es muy propia de su estado: son como felices, pero no se ríen; si les molesta algo, no se enojan; es como si se tiraran los peos pa’ dentro todo el día. Su cara no reflejaba ningún sentimiento, ni malo ni bueno. El paroxismo al mínimo. Es posible (no tengo como asegurarlo) que cuando van a hacer caca, no pujan. Si el mojón llegó a la mitad, así lo dejan. A lo más lo cortan sacudiendo el poto, pero no van más allá con el tema. No luchan. De hecho, yo creo que es una vocación que eligen los más pajeros de los pajeros que se corren la paja. La eligen hueones que son tan pajeros, que: les da paja correrse la paja. Yo creo sinceramente, que viven con una catarsis interior súper brígida. Pero bueno, hay carreras y ocupaciones peores creo yo. En Chile, de hecho, la lista es larga y está encabezada por los hueones que leen el horóscopo y predicen temblores en los matinales.

El resto de los profesores, eran profesores comunes y silvestres, todos laicos, NO curas. Los curas en el colegio, para que entiendan, eran una especie de presencia etérea. Si llegabas a ver dos conversando, el primero era el doppelganger del otro. No pasaba esa weá. Sabíamos eso sí, que pasaban la mayor parte de su vida en la “Casa de los Curas” (que estaba dentro del recinto a un costado del patio), y unos años después, si el olor a gladiolos era evidente, o andaban en el patio saltando para que no se los comieran los gusanos, el resto de su vida moraban en la “Casa de Reposo” (al lado norte del colegio), que era como hacer un viaje a Júpiter con la tecnología actual: no había retorno. En esta última morada –como dato anecdótico–, pasó sus últimos días el Cardenal Silva Henríquez, último bastión del pueblo, que luchó en primera línea contra las medidas que el huaso pastabasero imponía contra su propia gente (servir a la Patria, mis pelotas). El Cardenal, fue un verdadero faro de luz en tiempos aciagos, qué duda cabe.

Habían (no sé si hoy sigue existiendo) varios tipos de labores que desempeñaban los sacerdotes, la mayoría de ellas administrativas y más bien arcanas, medio sigilosas, imperceptibles, como el actual Ministerio de Planificación Social (a cargo del SENAME) o la ONEMI, organismos que tú vienes a darte cuenta que existen cuando se muere un cabro chico, o cuando queda la cagá. El resto del año, vigilan sentados desde el centeno.

La excepción a todos estos cargos, era claramente la de Padre Rector. La más visible al menos. Y el mejor rector a mi gusto, fue por lejos el Padre Alfonso Hörn. Con aproximadamente 650 o 700 años de vida (sic), era una eminencia de persona, como pocas se ven hoy en día. Extremadamente estricto, de rictus severo (podía anexar Polonia con una mirada), meticuloso, trabajador, detallista y conmovedoramente culto. Tenía al menos 3 licenciaturas, tocaba piano, acordeón, djembe, corno tibetano, etc. Políglota (alemán, latín, español, italiano y algunas lenguas muertas). Lector empedernido, de esos que leía lo que pillaba y siempre andaba con un libro en la mano (aunque pudo andar trayendo siempre el mismo libro. No sé). Sabía un montón de botánica y ampelografía; en pocos años se encargó de convertir el colegio en el pulmón verde de Macul. Artífice, de hecho, del verdadero parque botánico que es el Salesiano de Valdivia. Su familia escapó del Sacro Imperio Romano Germánico en pleno reinado de Carlos V. Años después, a bordo de una fragata portuguesa, recaló en Punta Arenas. Cazando ciervos y jabalíes conoció a un estanciero yugoslavo que lo presentó a unos misioneros salesianos hacendados en Chiloé. Tierra de brujos y hechiceros, aprendió extraños conjuros y sortilegios que le permitieron controlar los elementos de esta vida, y la otra. Como exorcista libró batallas infernales en su periplo al norte nuestro país. Derrotó a Cau-Cau y cabalgó a la derecha de Lautaro. Capitán de corvetas y Ministro subrogante en varias ocasiones, supo forjar el alma republicana de la patria. Ese era el Padre Alfonso, o al menos esa era la imagen que trasmitía al resto.

¿Hubo rumores abusos por parte de los curas? Claro que sí. Y varios. Broma, en realidad nunca supimos de uno. Pero había un cura (cuyo nombre no puedo dar) de origen italiano, a cargo de la Pastoral. Dentro de sus atribuciones y prestancias, estaba el hacer una especie de “Catequesis 2×1”, en la cual hacías la Primera Comunión y/o la Confirmación, cada una, en sólo seis meses. Ambas, en ese tiempo, duraban al menos dos años, entonces, este “beneficio” era como una oportunidad que no podías dejar pasar. Debo admitir, que hice la Confirmación los dos años de puro califa (y no me confirmé) porque en el grupo en el que estábamos estaba lleno de minas ricas (incluida la monitora), pero había hueones, -siempre los hay- que la hacían sin presión de ningún tipo, y otros que querían hacer esta weá a puertas cerradas con dicho sacerdote de puro gusto. No soy homofóbico ni nada, pero dentro de quiénes elegían hacer esta “catequesis intensiva”, siempre hubo uno o dos compañeros que curiosamente eran justo de los que se sospechaba homosexualidad, lo que por supuesto, levantaba muchísimas más sospechas (de las que ya había por default). Estas clases, eran en horario regular, pero te permitían ausentarte. Se realizaban en la oficina del cura, repito, a puertas cerradas. De muy buena fuente, supe que hacían biodanza en pelota, había abrazos, toqueteo de manos. También, hacían pequeñas representaciones alegóricas de las últimas 14 estaciones de la vida de Jesús, de preferencia la escena de los latigazos romanos.

Lo anterior, para que no me vaya a llegar una demanda por parte de la Arquidiócesis de Santiago, puede que falte a la verdad en algunos puntos. Tómenselo con humor. Al menos así se lo tomaban nuestros compañeros en dichas sesiones. Dicho sea de paso, con esto, acabo de cerrarle las puertas a mi hija a cualquier colegio María Auxiliadora o Divina Pastora per secula seculorum. Estoy en el deber de decir, ya para cerrar, que la mejor época de mi vida, los mejores amigos, y las más lindas experiencias (salvo en nacimiento de mi hija) fueron durante mi estancia en dicho establecimiento. Grandes profesores, educación muy por sobre el promedio y un verdadero cariño y dedicación para que fuésemos, por sobre todo, buenas personas, es el sello del Salesiano. Al ser una congregación de origen italiano, tenía ese tema de la familia muy marcado, cada curso era una verdadero clan (alumnos y apoderados), es difícil encontrarse con un alumno del salesiano y que éste no se junte o haya perdido contacto (hasta el día de hoy) con sus compañeros de Kinder. Hay una relación fraternal que uno ve en muy pocos colegios, y un sentido de pertenencia y cariño por el Liceo, de la que cuesta despegarse. Uno de los tantos lemas del Salesiano era “casa que acoge, escuela que prepara para la vida, parroquia que evangeliza y patio donde encontrarse a gusto con los amigos”, y chucha que es cierto.
No tengo claro cómo será hoy en día el proceder en dicho lugar, pero si de algo estoy seguro, es que debemos intentar luchar por este modelo educacional. Un modelo en el que todos tienen cabida, independiente de su situación económica o de qué familia vengan, un modelo en el que lo que prima es entregar educación de calidad a todos por igual, ojalá gratuita, o al menos, que el cobro sea consciente con la realidad de cada alumno. Formar buenas personas: fundamental. No hay nada más lindo que tener un país en el que estas malditas diferencias que genera la educación privada, no existan, un país en donde tú puedas ir al colegio que te queda más cerca, y te dé lo mismo porque sabrás que en él tendrás la misma educación y las mismas posibilidades de salir adelante. El daño que se le ha hecho a este país, a nivel educativo, es a estas alturas, casi irreparable. Pasarán generaciones completas antes de que nos demos cuenta de la importancia de tener un sistema educacional justo y de calidad para todos. Pero no por eso vamos a bajar los brazos.

Un abrazo fraternal a todos quienes fuimos parte en algún momento de esta hermosa casa de estudios.

Notas relacionadas