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26 de Septiembre de 2017

María Galindo, anarcofeminista boliviana: “Hay que buscar la abolición del matrimonio y no matrimonio igualitario”

María Galindo (1964) es una de las activistas de género más reconocidas en Bolivia. Psicóloga de profesión y comunicadora innata, es una de las voces más puntiagudas e irreverentes en su país. Anarca y grafitera, tiene la mitad de la cabeza rapada. En los 90, se transformó en la primera mujer en asumir públicamente que era lesbiana en Bolivia. Cofundadora del colectivo Mujeres Creando, vino a Chile a realizar acciones de arte invitada por el Museo Salvador Allende. Acá, habla del feminismo abolicionista que no comparte, de su salida del clóset, de los prostíbulos autogestionados que ayudó a crear en La Paz y de cuando se hizo pasar por novicia en el Vaticano.

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María Galindo, junto a sus compañeras Danitza Luna y Esther Argollo, de Mujeres Creando, el movimiento feminista más importante de Bolivia, estuvo en Chile hace unas semanas en el Museo Salvador Allende mostrando el trabajo que han hecho como colectivo. Además, realizaron un colorido mural in situ, llamado Enclaustrados en sus patrioterismos, en que ironizan sobre la relación entre Chile y Bolivia. En la obra, aparece el escudo chileno representado por O’Higgins y Piñera que reemplazan al tradicional huemul y cóndor. Piñera orina en la lengua del padre de la patria que recibe el líquido arrodillado. Ambos son sostenidos de los pies por dos indígenas “que fueron eliminados del escudo original que los sustituyó por dos animales, en un claro proceso racista de constitución del Estado chileno”, dice Galindo. La frase de “Por la razón o la fuerza” fue sustituida por “Chile no está en Europa”, aludiendo al arribismo chileno de creerse los ingleses de Sudamérica. “Chile ha sido incapaz de mirarse y reconocerse como moreno, bajo e indio”, dice Galindo.

¿Qué te parece la demanda marítima de Bolivia?
-Como bolivianas, por supuesto que nos hacemos carne del deseo, la necesidad y la justicia de que Bolivia tenga mar. Sin embargo, mientras el mar sea un arma de los nacionalismos estatales de ambos países, Bolivia nunca tendrá mar. Es muy importante pasar de esa etapa de disputa nacionalista, que se usa para convertirnos en enemigos y sacar ventajas políticas al cuestionamiento del Estado nación.

Hace décadas, María Galindo -que también presentó en Chile su nuevo libro No hay libertad política si no hay libertad sexual- , viene realizando acciones como estas, que cuestionan el orden establecido de la sociedad, y ha utilizado todas las plataformas posibles para instalar su discurso de despatriarcalización en Bolivia. En su país, es conocida como una de las entrevistadoras más agudas, desenfadadas y punketas. Ha desnudado a moros y cristianos. Sus programas son muy populares. El año pasado sus columnas fueron las más leídas de los diarios bolivianos.

¿Cómo llegaste a los medios de comunicación?
-Cuando fundé con otras compañeras Mujeres Creando, en 1992, estábamos convencidas de que la izquierda se había equivocado en la forma de plantear su propuesta a la sociedad, que había un lenguaje muy rebuscado e intelectual, que había mucha distancia con la gente de a pie. Mientras la gente estaba en las cosas concretas, la izquierda estaba en los debates de si Trotsky o Lenin. Se había quebrado la relación entre las utopías de la izquierda y las urgencias de la sociedad. Por eso el neoliberalismo entró tan campante. Ahí, como colectivo, pensamos que había un problema de comunicación y empezamos a crear plataformas para comunicarnos y denunciar lo que estaba pasando. Empezamos grafiteando en las calles de Bolivia, pintando frases como “con hacerte la cena, hacerte la cama, se me fueron las ganas de hacerte el amor”. Y yo, de manera muy fácil, pasé de grafitera a hacer tele. Y de la tele a la radio.

Tus entrevistas suelen ser bien puntudas…
-Sí. Hago un programa de entrevistas que se llama Machos, varones y maricones donde entrevisto solo a hombres para hablar de masculinidad. Es divertido, porque escojo personajes acostumbrados a hablar de la sociedad, del mundo, de la historia, de la economía, pero no se han enterado que tienen pezones, no quieren hablar de sus erecciones, no quieren hablar de sí mismos. Me parece muy divertido sacarlos de esquema. Otro programa que hago, se llama Barricada, totalmente famoso, que es una interpelación al personaje. Y ahí ha pasado de todo. O sea, soy sincera hasta lo chocante. No edito las entrevistas. No por flojera, sino para que la gente sepa tal como fueron. Si hoy estoy saliendo al aire y no me he peinado, lo digo al aire.

A Evo le has dicho de todo.
-Evo no me quiere ni ver. Evo ha ido mutando con el poder, se ha aburguesado. En Bolivia, hubo una revuelta popular muy importante en octubre de 2003, que hizo escapar a Sánchez de Lozada, que era el Piñera boliviano, a bordo de un helicóptero de La Paz. Esa revuelta generó debates importantes. Evo recibió un mandato de poder en bandeja para cumplir con ese pueblo que lo eligió. No fue simplemente que ganara unas elecciones. En ese contexto, Evo les ha fallado a los pueblos indígenas, a las mujeres, a los sectores populares. Evo Morales no ha cumplido la agenda histórica que tenía que cumplir.

Rigoberta Menchú también se indignó contigo…
-Ella también interrumpió la entrevista cuando le dije “no quiero que me digas lo mismo que has dicho en todas tus entrevistas, quiero algo nuevo: si no eres indígena, ¿se puede criticar al indígena o no?”. Le molestó la pregunta, se paró y se fue. Y me acusó de discriminación.

Ustedes tienen la Radio Deseo que ha podido instalar un discurso feminista y antineoliberal con mucho éxito.
-Sí. No quiero que la gente se imagine que la radio es más de lo mismo. Es decir, radios ideológicas para los cuatro convencidos que las escuchan. Hemos hecho un modelo de radio muy diferente. Acogemos a todo tipo de movimientos que quieren hacer sus programas. Solo ponemos cuatro condiciones: respeto al aborto, cero machismo, cero racismo y respeto a la mujer en situación de prostitución.

Hay un feminismo que está en contra de la prostitución.
-Sí, las abolicionistas. Hace por lo menos quince años, trabajo con las mujeres en situación de prostitución en Bolivia. Luchamos contra el proxenetismo de manera totalmente fiera, porque es la mafia de control del cuerpo de las mujeres, además de ser la mafia que las persigue, las asesina, las sustituye cuando dejan de ser jóvenes. Con la Organización de Mujeres en Estado de Prostitución, Omespro, fundamos hace más de cinco años prostíbulos autogestionarios.

¿Cómo funcionan?
-Es muy divertido. Pertenezco a la organización solo por este motivo, porque ellas nos dicen el derecho que más queremos preservar es la clandestinidad, no queremos ser públicas, no queremos ser mujeres en prostitución reconocibles.

¿Por qué?
-Ellas no quieren el chantaje en la escuela, en la casa que alquilan, en la vida cotidiana. No quieren cargar ni enfrentar esa guerra moralista contra ellas que se instala así de rápido.

¿Cómo funcionan los prostíbulos?
-Se llaman oficinas en la jerga de ellas. Ellas montan prostíbulos pequeños, de cuatro u ocho metros cuadrados. Los llaman oficinas por hacer esa alusión a que para ellas es un trabajo. Y son prostíbulos diurnos.

O sea, atienden en horario de oficina…
-Claro. Ellas se han puesto un código muy interesante de comportamiento: cero alcohol, siempre condones, cero menores de edad. Sin consumo de alcohol, tienes mejor calidad de salud de las compañeras, menos indefensión a la hora de vender sexo, y porque además ellas tampoco atienden borrachas. Al hacer prostitución diurna, ellas atienden hombres que se salen de su trabajo, van a consumir prostitución, y luego retornan a su oficina. Esto se lo digo a las abolicionistas: como feminista no se puede entender la condición de las mujeres sin la figura de las mujeres en prostitución. Pero, al mismo tiempo, no puedes entender la figura de las mujeres en situación de prostitución sin estar con ellas y defenderlas. Si hablamos de autonomía sobre nuestros cuerpos, para Mujeres Creando hay una metáfora muy divertida: Somos indias, putas y lesbianas, juntas, revueltas y hermanadas. Las mujeres en prostitución nos han aportado nociones y saberes de autonomía del cuerpo muy importantes que no tiene una mujer casada monógama.

LESBIANA

Fuiste la primera mujer en asumir su lesbianismo públicamente en Bolivia. ¿Cómo fue salir del clóset?
-Fue muy divertido, lindo, importante y necesario. No lo hice ni lo viví como un acto de dolor, tampoco como un acto de confesión social, sino como un acto de libertad. Es súper bonito vivir con desparpajo y desvergüenza lo que eres. Es decir, he roto una forma de control social sobre mí, diciendo soy lesbiana y qué, además no soy una lesbiana que quiere luchar por los derechos de las lesbianas, porque eso me aburre.

¿Por qué te aburre?
-Eso no sirve para nada. Ese es el mismo guion tonto que nos hacen para las mujeres, las lesbianas, los discapacitados, los gays y los campesinos de que tienes que luchar por tus derechos, mientras todas las estructuras quedan en manos de la elite de siempre. A mí no me interesan los derechos para las lesbianas, me interesa la sociedad diferente, donde seamos lesbianas y locas felices. Eso exige ir más allá de tu condición de aymara o lesbiana. Te exige pensar las cosas más a fondo. No es lo que nos hace falta a la mariconada, sino que hay que cuestionarse por qué la estructura de poder es heterosexista. A mí, por ejemplo, me parece un absurdo cuando los movimientos en Bolivia, como en Chile, piden el matrimonio igualitario. A mí me parece que hay que buscar la abolición del matrimonio y no matrimonio igualitario. El matrimonio es un contrato de sometimiento. Y no estoy de acuerdo.

¿Estás de acuerdo con la adopción?
-Es una cosa diferente. La adopción debiera ser un derecho individual o en pareja. Una mujer sola que quiera adoptar un niño o una niña debiera tener acceso. Y un hombre también. Lo que entendemos por familia es aquello que tenemos que cambiar y ponerlo en cuestión. O sea, ¿queremos trasplantar a una relación entre dos mujeres el mismo modelo de familia burgués, heterosexual, patriarcal? No.

¿Cuál es tu idea de familia?
-La familia es una de las estructuras de domesticación y de poder iniciales en la vida de los seres humanos. Yo soy una persona sola, no necesito una pareja para ser feliz, mi familia es Mujeres Creando, pero también entiendo a alguien que quiera tenerla.

¿Qué te parece que en Chile se haya aprobado el aborto en tres causales?
-Cuando se aprobó, dije cómo las están engañando y cómo se dejan meter en el saco del Estado. En Bolivia, las tres causales existen hace 20 años y no sirven para nada. Es una hipocresía tremenda.

¿Por qué?
-Esas tres causales vuelven a quitarle a las mujeres la soberanía sobre sus propios cuerpos. Entiendo muy bien la angustia de las chilenas, plantear que eso es mejor que nada, pero, en el caso boliviano, por ejemplo, que será el mismo caso que en Chile, tienes que demostrar esas causales y pasar por un montón de cosas. Y los abortos masivos, clandestinos, donde nos estamos muriendo, seguirán mientras no se despenalice. El aborto en tres causales no es el primer paso para la despenalización del aborto libre.

¿No?
-En Bolivia, por ejemplo, ahora están por aprobar dos causales más, una por problemas socioeconómicos y otra por salud de la mujer. Mientras pasa eso, se persiguen a las mujeres que abortan en clínicas clandestinas. La penalización del aborto es una cuestión de clase. Y eso en Chile no va a cambiar. Estas tres causales no dan para resolver el problema social que tenemos ahorita las mujeres latinoamericanas. Hoy las mujeres jóvenes ya han asumido que ser madre no es un mandato y que van a terminar el embarazo si ellas quieren. Ninguna chica, de 18 años, necesita teoría feminista para saber si quiere ser madre o no. Y es muy legítimo que apelen al aborto. Ese es el aborto que necesitamos. Porque en ese aborto clandestino se están muriendo las mujeres pobres e indígenas. En Bolivia, un aborto clandestino seguro cuesta 500 dólares. Nosotras consideramos que todas esas llamadas conquistas en etapa neoliberal son retóricas. O que dice que te las da, pero en la letra chica no, como está pasando en Chile con el aborto. Lo que queremos es plantearnos una transformación y un cambio social.

Leí en una entrevista que en algún momento de tu vida te pasaste por novicia en el Vaticano.
-Sí. Surgió de manera muy casual. Yo era muy jovencita, tenía 18 años y estaba metida en política. Era dirigente estudiantil en la Universidad Pública. En ese tiempo en Bolivia, en los 90, vino una crisis democrática. Entró un gobierno muy fascista que empezó a perseguir a líderes de todo tipo. Y para protegerme, me fui a vivir a un convento de monjas.

¿Qué paso ahí?
-En el convento de monjas me trataban muy bien, me hice querer mucho, pero la persecución que sufría se fue haciendo cada vez más dura. Hubo un momento en que necesité escapar del país. La madre superiora del convento me dijo que me podía ayudar, pero tenía que ser sacándome como novicia y llevándome a Roma. Y ni lo dudé. En Roma, mi única manera de legitimar mi presencia fue como estudiante. Entré a una universidad del Vaticano como novicia, estudié ciencias de la educación y psicología, y tomé muchas materias de filosofía y teología. Terminé quedándome cinco años.

¿Tenías pasta para novicia?
-¡Para nada! Siempre he sido atea, izquierdista, feminista… pues, nada, fue como una simulación. Tampoco me vestía de novicia, sino que de civil tipo monjil, bien aburrida.

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