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Poder

18 de Diciembre de 2017

Cuatro años complejos: Exministros de Piñera analizan cómo se viene el nuevo gobierno

Se apagó la fiesta en el Crowne Plaza. Es momento de calmar la resaca electoral que dejó el domingo y proyectar los próximos cuatro años de la nueva administración. Fontaine, Allamand, Matthei, Hinzpeter y otras voces de Chile Vamos reconocen que no gobernarán con facilidad y vaticinan importantes gallitos políticos en el Congreso. Reformular el proyecto en Educación y bajar los impuestos a las empresas asoman como los ejes iniciales del nuevo mandato que parte con una premisa: gabinete no será de tecnócratas, como en 2010.

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A las 18:30 horas del domingo pasado, el ambiente en el segundo piso del hotel Crowne Plaza era festivo. La angustia generada durante la última semana, cuando la candidatura de Alejandro Guillier parecía arremeter como nunca lo hizo durante el resto del año, se disipaba a medida que el conteo de votos manifestaba una diferencia cada vez más decisiva a favor de Sebastián Piñera.

“Estamos optimistas pero no confiados”, era la frase más pronunciada por los integrantes de Chile Vamos. Pero la realidad era otra. Cuando el Servel emitió el primer cómputo electoral, a las siete y media de la tarde, pareció un resultado desfasado: el salón ya celebraba hace una hora la victoria, el jingle de campaña había sonado decenas de veces, las banderas flameaban hace largo rato.

Entre pasillos, los principales exponentes del nuevo oficialismo intercambiaron abrazos apretados. Con rostros colorados y camisas arremangadas, reconocieron que el margen entre los aspirantes fue mucho más amplio que lo presupuestado.

Las pulsaciones, aún aceleradas, no impidieron un primer análisis de la victoria. La lectura fue que una campaña bien ejecutada, de gran despliegue por parte de las bases, fue clave para Bachelet les otorgue la piocha por segunda vez.

Los más de cuarenta mil apoderados de mesa repartidos a lo largo del país fue una maciza demostración de ello. Si en la vereda del frente nunca lograron consolidar la imagen de una coalición unida, el comando de Piñera se esforzó por mantener un orden que inspirara estabilidad entre sus votantes, que finalmente contribuyó a minimizar las salidas de libreto del candidato y desequilibró la balanza a su favor.

En este sentido, el 54% de preferencias que captó Piñera asoma como el principal motivo para vislumbrar con mayor tranquilidad el periodo 2018-2022.

Ante ellos tendrán un país que supuestamente se había cuadrado con las reformas estructurales planteadas por la Nueva Mayoría, pero que finalmente brindó un espaldarazo significativo al conservadurismo de Chile Vamos.

Las principales voces de la bancada no esconden esta sensación y proyectan un arribo a La Moneda más calmado en relación al 2009.

Andrés Allamand, por ejemplo, enfatiza que la ventaja obtenida por Piñera significa que “el próximo gobierno parte con un mandato popular extraordinariamente sólido, impensado de acuerdo a lo que eran los pronósticos electorales”.

“No es lo mismo ganar un elección con 1 o 2 por ciento de diferencia en los votos, que ganarla con casi 10 puntos de ventaja. Hay un respaldo popular ciudadano significativo”, complementa el exministro de Defensa.

Su visión resume las expectativas de la derecha. El sabor que quedó tras la jornada del domingo es más dulce de lo que esperaban y no se esfuerzan por disimular.

Evelyn Matthei, por ejemplo, fue la primera persona en anunciar el triunfo de Piñera abiertamente por televisión, cuando el reloj apenas superaba las siete de la tarde del domingo. “Fue bastante más amplio de lo que nos atrevíamos a soñar. Fue muy sorpresivo”, sostuvo.

Pero también hay inquietudes en la bancada. Saben que no pueden repetir los errores que llevaron al primer gobierno de Piñera a enfrentarlo con la ciudadanía y que lo tuvo contra las cuerdas ante la insurgencia de movimientos sociales emblemáticos.

Para proyectar su permanencia en el poder más allá de los próximos cuatro años, tanto Matthei como Allamand tienen claro -por ejemplo- que la configuración del primer gabinete tiene que estar vinculado a personalidades políticas más que tecnócratas, a diferencia de lo que ocurrió en 2010.

Frente a este punto, la exministra de Trabajo admite que “hay que tener mucho mayor respeto por los políticos. A mí me hinchaba, la verdad, mucha gente que en el primero gobierno decían ‘no, es que yo soy técnico, no político’. Perdón, si es técnico que trabaje en una universidad, porque cuando tú estás en un gobierno es netamente político”.

Allamand, en tanto, apuesta a que “a nadie se el pasaría por la cabeza” volver a hacerlo.

REFORMAS ESTRUCTURALES
Desde ya, la principal inquietud del poder entrante es el denominado “legado de Bachelet”, traducido en la implementación de reformas que buscaron modificar materia básica del funcionamiento político y económico nacional.

Aunque se espera un giro hacia la derecha en todas las iniciativas progresistas, el nuevo gobierno concentrará su esfuerzo en tres de ellas: tributaria, laboral y educacional.

El encargado de la cartera de Economía del último mandato de Piñera, Juan Andrés Fontaine, adelanta que “estamos heredando una situación fiscal compleja” y reformas que a su juicio “hay que rectificar”.

La primera medida: reducir la carga tributaria a las empresas.

“Hemos planteado una reducción del impuesto que pagan las empresas sobre las utilidades reinvertidas, vale decir, las utilidades que se destinan a crear empleos”, confirma, y de paso tranquiliza a los empresarios. No habrán manos en sus bolsillos.

Frente al sistema previsional, otro foco que ha encendido el debate del último tiempo en Chile, Fontaine asegura que subirá la pensión básica y solidaria, con el objetivo de “concurrir en apoyo a las personas que hoy están jubiladas, quienes no alcanzan a beneficiarse con las otras medidas”.

En materia de educación, el comando adelanta una pugna importante con el Congreso, especialmente por la fuerza política que irrumpió este año: el Frente Amplio.

Entre todos los adversarios que incomodaron a Piñera en su primer gobierno, existe consenso en que el movimiento estudiantil fue el que más dañó su imagen.

Por lo mismo, desde Chile Vamos no pasan por alto que algunos de los líderes que lo enfrentaron en la calle en 2011 ahora sean parlamentarios, con una coalición política a sus espaldas que obtuvo un 20% de preferencia en la primera vuelta electoral.

Para no tropezar con la misma piedra, el senador Alberto Espina plantea que la política del gobierno debe estar centrada en el “consenso y las negociaciones”, sobre todo con la oposición de una fuerza que, espera, trabe todas las intenciones ejecutivas.

Una percepción mucho más confrontacional es la que tiene Matthei, quien le resta importancia al papel que pueda jugar este bloque y minimiza el efecto de los cabecillas provenientes del movimiento que explotó a comienzos de esta década: “La gente los está empezando a conocer. Uno de ellos vendió un fundo de mil doscientos millones de pesos al Estado, ¿cierto? Ya no es el niñito impoluto que era hace seis años atrás. Ya se están mostrando como seres humanos y no como niñitos buenos”.

En este ámbito, un rostro central del primer gobierno de Piñera fue Rodrigo Hinzpeter, quien encarnó el combate que levantó el Ministerio del Interior contra las manifestaciones de los universitarios.

Alejado del tono que caracterizó su paso por La Moneda, descarta que “Chile esté más polarizado” y apuesta por una “oposición constructiva, sobre todo del Frente Amplio”.

Sin embargo reconoce que no será fácil. La inclusión de personas como José Antonio Kast en la recta final de la campaña es un guiño importante al conservadurismo y sabe que agita los sectores más progresistas, aunque desde su punto de vista, “las políticas públicas no es el lugar desde el cual uno debe conducir la vida personal de los chilenos”.

De todas formas, el panorama que prevé el equipo del presidente electo está sustentado en la adhesión expresada en las urnas. Este activo, por el momento, será el refugio de todos sus movimientos.

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