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9 de Agosto de 2009

Descubren partituras a más de 200 años de que estirara la pata: Mozart se levanta de su tumba

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POR JUAN PABLO ABALO

El dos de agosto del presente año, un reducido público tendrá la no reducida buena cueva de escuchar en vivo y en directo los más recientes hallazgos a nivel mundial en materia musical: dos partituras, que serán presentadas en Salzburgo, correspondientes a obras para piano escritas por el compositor más famoso de la historia de la música: Wolfgang Amadeus Mozart, nacido en 1756 en la misma ciudad en la que serán presentadas la obras, Salzburgo,a la que odiaba como la odió siglos después el escritor Thomas Bernhard.

Salvo por el abogado alemán George Philipp Telemann, que figura en los records Güiness con casi 3000 obras, Mozart fue un compositor prolífico como ninguno (creó alrededor de 600 obras). Pero por si fuera poco, el maestro sigue otorgando novedades a su audiencia: después de los doscientos dieciocho años que lleva bajo tierra, el año pasado en una librería en Nantes, al oeste de Francia, fue encontrada otra partitura de este habilidoso compositor austriaco muerto a los 36 años, edad que hoy nos resulta demasiado temprana para parar la chala, pero que en el siglo XVIII era la mitad de lo que se vivía; en todo caso, si hubiese que medir la edad por lo que en vida se ha hecho, por el provecho que se la ha sacado a los años de existencia, los 36 de Mozart equivaldrían a 200 años de alguien de ahora que trabajara de corrido día y noche.

Su padre lo entrenó desde su más tierna infancia en el oficio pianístico y el de la composición, dando resultados claros y notables. Stendhal escribió, en “La vida de Mozart”, que la mayor alegría del compositor consistía en “buscar las notas terceras sobre el piano y nada igualaba su alegría cuando encontraba el acorde armonioso”. En otro capítulo habla de la inseguridad del amor que siempre parece haberlo torturado, por lo cual de pequeño preguntaba continuamente a los adultos si en verdad lo querían. El dominio que ejerció el padre de Mozart sobre su vida estuvo marcado con fierro, hasta que el compositor se trasladó a Viena, lugar de la libertad de expresión de aquel momento bajo el decreto -hecho ley- que impulsó el emperador José II. Allí Mozart contrajo matrimonio con Constanza Weber, hermana menor de un amor frustrado anterior y mujer a la que su padre nunca dio las bendiciones por creer que se aprovecharía del talento de su hijo.

Al contrario de lo que el mito ha colgado sobre la figura de este notable músico -en parte “gracias” a la película “Amadeus”, que lo deja como un idiota e irreflexivo personaje que construye su arte desde un puro talento mecánico-, Mozart no era un hombre libertino, ni tan fiestero y tampoco demasiado bueno para el hueveo: al contrario, fue de amores (platónicos y reales) largos y leales, incluso fue algo mojigato y muy trabajador. El hecho de saberse y ostentarse superior a la inútil aristocracia del momento le trajo buena cantidad de problemas, hasta verse en la ruina más vil.

Y es que Mozart fue el primer compositor free lance, que no dependió ni de la corte ni de la Iglesia, por lo que tuvo que ir arreglándoselas como pudo. Pero algo lo salvó: el surgimiento de una nueva clase media, que dio origen a su vez a un fenómeno nuevo: el concierto abierto para público. Mozart capitalizó a este nuevo tipo de espectador complaciéndolo con melodías que lo satisfacían sin dejar de maravillar a los más instruidos, al público docto. Así, Joseph Haydn lo consideró el más grande compositor vivo de su tiempo y Beethoven fue a verle para estudiar con él porque adoraba su estilo complejo y dramático. Su obra final, el Requiem -encargo del excéntrico conde Walsegg- se vio interrumpida porque la vida de Mozart se vio interrumpida a causa de una enfermedad al riñón.

Su entierro, de tercera categoría, en una fosa común teniendo como testigos a un par de pelagatos, concordaba con las reformas que el Emperador impulsó sobre las prácticas funerarias igualitarias, con las que Mozart estaba de acuerdo.

La fundación Mozarteum, organización encargada del estudio de su obra no ha querido adelantar nada sobre la calidad e historia de los recientes hallazgos, por lo que el misterio se revelará el dos de agosto. Lo que sí se sabe es que la música será interpretada nada menos que en un piano que Mozart, en algún momento de su breve vida, tocó con sus propias manos. Queda esperar que vía disco o convenio cultural con alguna orquesta, Mozart, el insepulto, llegue a Chile.

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