Cultura
23 de Noviembre de 2009“Los magnates de la prensa”: El penoso panorama de la prensa chilena
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THE CLINIC
En su último libro, María Olivia Mönckeberg cuenta cómo hicieron su fortuna y quiénes son los magnates dueños de los medios en Chile -Agustín Edwards, Álvaro Saieh, Ricardo Claro, Sebastián Piñera y algunos extranjeros-, describiendo en detalle el penoso panorama de la prensa en Chile.
La situación de la prensa chilena muestra hoy una paradoja, asegura Mönckeberg en su libro “Los magnates de la prensa”: “Nació crítica, libertaria y republicana… pero cuando Chile se apronta a conmemorar el Bicentenario, los diarios responden a los intereses de influyentes grupos económicos de derecha, más preocupados de consolidar sus ganancias y proyectar sus ideas que de informar”.
Así, dice la autora -Premio Nacional de Periodismo 2009-, el derecho a la información y la libertad de expresión en nuestro país son manipulados de acuerdo a los intereses de quienes controlan los medios, por medio de “velos y cortinas de silencio”. Esto dice haberlo comprobado en carne propia. Sus anteriores libros, potentes investigaciones periodísticas justamente sobre la concentración del poder económico en nuestro país -”El saqueo de los grupos económicos al Estado chileno”; “El imperio del Opus Dei en Chile”; “La privatización de las universidades” y “El negocio de la universidades en Chile”-, en los que las conexiones con los medios aparecen una y otra vez, fueron ignorados por “la gran prensa”.
SALVAVIDAS
En el libro se plantea que lo que llevó a Chile a la actual situación de concentración en la prensa escrita fue el salvataje que le dio el Estado al final de la dictadura, por medio de personeros muy interesados en que el poder de la prensa quedara en manos amigas, a las dos cadenas que hoy copan el mercado: El Mercurio y Copesa.
Ambas, gracias a la censura impuesta por la dictadura, no tuvieron competidores por años, pero contrajeron importantes deudas modernizando sus instalaciones y sus procesos. Para la crisis del 82, las deudas de Edwards llegaban a cien millones de dólares. Y mientras cientos de empresas quebraban, el régimen salvaba a El Mercurio entregándole 53 millones de dólares en créditos a través del Banco del Estado. Muy importante en esta y en las transacas que vinieron -traspaso de acciones de El Mercurio S.A.P. al Banco del Estado, renegociación de la deuda a quince años con intereses excepcionalmente bajos, opción de rematar deudas, “permutas” de créditos e importantes inversiones del Estado en publicidad para el decano- fue el actual presidente del Senado, Jovino Novoa, quien al salir de la Subsecretaría General de Gobierno llegó como editor general de informaciones a El Mercurio y trabajó con Edwards para sanear las platas.
Copesa, por su parte, estaba en esos años en manos de Gonzalo y Germán Picó Domínguez y adeudaba 1.137.742 UF. Para salvarla, el Banco del Estado se quedó con el 70% de las acciones de Malán Inversiones S.A., principal accionista de Copesa. Y luego se las vendió a Álvaro Saieh, Carlos Abumohor y Alberto Kassis, todos amiguis del régimen, en sólo un tercio de la deuda original. Todos los movimientos para realizar este rescate, incluidas las polémicas “permutas” de créditos que vinieron después, significaron una pérdida de 273.503 UF para el Banco del Estado.
Terminada la dictadura, el duopolio se ha llevado gran parte de la publicidad, pagada en la mayoría de los casos por sus contactos en las cerradas redes del poder económico. Los medios nacidos en dictadura, como el diario La Época, han muerto, lo mismo que gran parte de los proyectos que han nacido en los años posteriores. Hoy, el duopolio se lleva el 82,7% de la venta de diarios.
Como una excepción, destaca el libro el caso de este pasquín, que ha logrado sobrevivir ya diez años. “Pero aún así, la escasa publicidad que capta no le asegura un desarrollo estable… The Clinic no logra traspasar los cercos ideológicos, ni los prejuicios de los avisadores que rechazan su línea transgresora”, asegura la autora.
“LA NUEVA OBSESIÓN DE PIÑERA”
En relación a la radio, la autora demuestra cómo la llegada de grandes consorcios extranjeros -Caracol, Prisa, Iberoamerican Holding- ha logrado concentrar un medio cuya principal característica era, justamente, el pluralismo y la diversidad. En el caso de la TV, Mönckeberg asegura que si bien la concentración no es tan extrema como en los medios escritos, “tampoco es satisfactoria en términos de diversidad”. Asegura que en Canal 13 han ganado influencia los sectores más conservadores de la iglesia, y habla específicamente de la periodista María Ester Robledo, supernumerarioa del Opus y ex directora de la revista “Hacer Familia”, para quien se creó el cargo de “editora general de contenidos”. Megavisión es también cercano a estos sectores conservadores. Ricardo Claro era un entusiasta colaborador del Opus Dei, aunque nunca admitió ser miembro de “la Obra”. Conocida fue su amistad con el cura Medina y el cura Hasbún, a quien se llevó a su canal después de que Canal 13 lo sacara por defender al aire a Manuel Contreras. Y aquí es donde aparece Piñera, el actual candidato de la derecha, que se ha negado a desprenderse de Chilevisión, canal que compró en 2005 y que, según la autora, hoy se conoce como su “nueva obsesión”. Tanto así que lo dejó fuera de su “fideicomiso privado” y ha dicho que cumplirá con los requerimientos de independencia, pero que no lo venderá. Consultada por The Clinic, la autora especula al respecto: “Él lo considera un medio importante para influir. Aunque se dice que es neutro, las cosas nunca lo son. Él entiende bien lo que significa la televisión en esta sociedad”.
Monckeberg afirma que este panorama, dominado por la concentración de los medios en unas pocas manos ligadas a la derecha económica y política, atenta directamente contra el establecimiento de una democracia profunda, y asegura: “Un Estado más fuerte -como en otros planos de la vida nacional-, que sea capaz de regular la concentración y abrir posibilidades a la expresión de la diversidad de voces que forman el país, es una necesidad urgente”.