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Nacional

9 de Agosto de 2010

Dragutín Grgurina (1917-2010)

Por

POR MACARENA GALLO / FOTOS GENTILEZA DE NANCY ULLOA
Hace unos días, murió el doctor Dragutín Grgurina a los 93 años. Grgurina, médico coprolálico, era uno de nuestros más queridos amigos, desde que empezó a frecuentar este pasquín y a llamarnos por teléfono para interminables conversaciones. En sus últimos días, cuentan, leía nuestra revista, la que consideraba “la más concha de su madre que existía”. Gracias. Lo extrañaremos.
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Sus últimos días fueron de silencio, ya no hablaba. Para alguien como él, que se condenaba hablando y gritando chuchadas, debe haber sido el infierno. Echado en la cama, en su departamento de Tobalaba, esperaba morir.

El doctor Dragutín Grgurina , uno de los pensadores más controvertidos del país, acompañó a The Clinic durante años. Cada cierto tiempo, llamaba a nuestras oficinas para hablar con quien le contestara. Con los años, terminó siendo nuestro consejero espiritual y colaborador ocasional. El jueves pasado murió de bronconeumonia, a los 93 años. No pudo llegar al 2020 como tanto quería y anunció en la última entrevista que nos dio, hace casi dos años: “Tengo 92 años, estoy en la décima década de mi vida. Me tengo que aguantar todavía al 2020. Porque soy provinciano. Yo soy mongólico, de un planeta que se llamaba Mongos, un planeta que quedaba entre Marte y Júpiter. Soy de un planeta mongólico de Mongolia”. Grgurina hablaba sin parar y hacía largos monólogos a cualquiera que se le pusiera al otro lado del teléfono. Y nunca se cansaba.

Muy distinto al Grgurina de las últimas semanas:

-Se la pasaba durmiendo, medio inconsciente, súper adolorido producto de una infección urinaria. Incluso, hace poco estuvo internado en el Hospital El Salvador. Ya no era el tipo que te decía estupideces ni que hacía locuras, como cuando se le ocurría tirar sus pañales por la ventana –dice Nancy Ulloa, una vecina y amiga suya, que fue quien nos llamó para contarnos la mala noticia. El doctor, dice ella, estaba mal desde fines del año pasado. Ya no salía a la calle y se la pasaba en la casa, leyendo diarios y The Clinic. “Para él, era ‘la revista más concha de su madre que existía”.
Se le había acentuado la sordera y estaba tomando calmantes. Decía que estos actuaban de placebo y que por eso no decía garabatos ni mandaba a la gente a la cresta por culiados. Los días se los pasaba acompañado de su fiel Lety, la mujer que lo cuidó durante años.

-De repente, decía “te amo”, y tiraba besos. Pero otras, me decía “culona” y “ándate a la conchasumadre, pendeja. Pero así era él, un loco pero bueno, simpático, interesantísimo- recuerda Nancy.

A Grgurina le gustaba hablar de la concha y el pico, los que mezclaba con términos médicos rebuscados sobre el origen de la vida. Era mentira y verdad a la vez. “¿Por qué me gusta hablar así? Porque sé las cosas, no soy pudibundo. Estoy al tanto de todo lo que pasa”, dijo alguna vez a The Clinic. También siempre sacaba a colación a personajes históricos. Rayaba con Pinochet, del que según él, era primo hermano en segundo grado.

Antes de enfermar del síndrome de Tourette, que lo hizo hablar obscenidades sin parar, Grgurina fue un reconocido médico cirujano traumatólogo y ex jefe del Hospital Barros Luco. Se hizo conocido por atender gratis a los pacientes más pobres.

Luego, en el 2001, empezó a escribir un libro sobre la historia sexual de los escritores chilenos. Se paseaba por los lanzamientos de libros, buscando rasgos físicos que le dieran luces de las preferencias sexuales de los intelectuales. Pero siempre lo echaban cagando. “Me corrían porque interrumpía a los huevones cuando estaban hablando puras huevadas. No hay huevones más inútiles que los escritores”, nos explicó una vez.

Un escritor recuerda una de esas expulsiones. A mediados de los 80, cuenta, Don Francisco sacó un libro y pidió a Luis Sánchez Latorre que se lo presentara, en el Teatro Teletón. La única condición de Sánchez fue que no dejaran entrar a Grgurina, que igual se coló, evadiendo a los porteros y se puso a interrumpir al escritor. Unos guardias, cuentan, lo sacaron del teatro y lo fueron a dejar a la plaza de San Bernardo, de donde nadie sabe cómo se las ingenió para regresar al teatro antes que terminara el lanzamiento.

Enrique Lafourcade también contó alguna vez que en su librería de Lastarria había tenido que sacar al doctor, luego de verlo disertando ante unas mujeres muy elegantes sobre la mejor manera de estimular el clítoris.

El poeta Gonzalo Rojas también debió sufrir los rigores del médico, que le gritó “viejo cacho’e paragua”. Desde Chillán, Rojas quedó impresionado cuando lo llamamos para contarle de la muerte de Grgurina:

-Pucha, Grgurina. Tengo un gran recuerdo, pero no guardo imágenes suyas para mostrar o proyectar mentalmente. Acá en Chillán vive un señor que tiene unos huertos con flores y rosas, llamado Grgurina, casado con una señora buenamoza, al que le compro las rosas. Tengo 500 palos de rosas comprados al señor Grgurina, familia del doctor Grgurina. Ahora, había un viejo que quería mucho más, un Grgurina viejo, que ya no existe. Pero si me hablas del Grgurina joven, el que salía en el Clinic, me conmueve aún más. Éste iba a los lanzamientos de libros. Se la pasaba ahí. Pero no recuerdo que me haya gritado cosas. Uff, qué pena.

Pensamientos selectos de Grgurina

“La memoria es una imaginación reproductora. El tiempo no existe. La historia se repite. La reencarnación hay que pensarla como metapsicosis”.

“Colo Colo era pareja de Caupolicán. A Colo Colo se lo culeaba Caupolicán. Lo mismo entre Verlaine y Rimbaud”.

“El hombre pene que cuando más pene, más hombre. La mujer pene, en cuanto es más pene, es más hembra”.

“La gente confunde el poto con el culo, jajaja. El poto es el hoyo del poto, es el ano y hay un canal de cinco centímetros…”

“Ustedes son todos unos conchas de su madre, desgraciados, sinvergüenzas, copiones, tropa de ladrones. ¡Métanse su revista por la raja! ¡ME CAGO EN LA CONCHA DE SU MADRE QUE TE MAL PARIÓ, CONCHA DE SU MADRE, DESGRACIADA!

“Para tener una hija mujer, un hombre tiene que tener el pene chico y dejarse montar por ella. Hay que ser montesco o capuleto con la pareja. Si eres de montar, claramente es aborto. No se retiene el semen. Me gustan las mujeres inteligentes y que quieren saber. Ahora la gente confunde el amor con la “putanza”. el amor es la amistad”.

“Son las seis de la tarde. Estoy comiendo un pan con mayonesa, mi desayuno. Anoche comí a las dos de la mañana. Uno siempre come mierda. La vaca come alfalfa. Nosotros comemos lechugas cosechadas hace un mes. Son lechugas momias. Los cadáveres se momifican. Y, como a Neruda no lo cremaron, existe la posibilidad de sacar la momia y ver que el hoyo del poto lo tiene como un embudo. A Neruda se lo culió Garcia Lorca, ya dije: se autocastigaba, se provocaba estigmas, como Juan, el evangelista, que cuando adulto midió un metro cuarenta. La Teresita de Jesús era machorra, describía en versos los orgasmos de la próstata. Yo he tenido esos orgasmos, son puntos rojos y ardientes que me penetran y me agarran los ganglios. ¡A culiar, a culiar que el mundo se va acabar!.La gente pobre de espíritu cree que pasarlo bien es comiendo, chupando y culiando. No es así, hay más”.

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